POR JOSÉ TOMÁS JIMÉNEZ ARÉVALO
Los colombianos que vivimos las luchas políticas del país desde los años 60, en el contexto mundial y macional, como la invasión soviética a Hungría, la primavera de Praga, el Mayo francés, la guerra de Vietnam, la expansión imperialista con su política de semicolonialismo y tantas otras en el marco mundial, así como las movilizaciones contra la penetración imperialista en Colombia, la defensa de la democracia y contra la represión del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala, las reivindicaciones de la clase obrera por mejoras socioeconómicas y la lucha por la reforma agraria del campesinado, y otras tantas más, no habíamos tenido un gobierno como el de Gustavo Petro. Los movimientos estudiantiles, obreros y campesinos de la época, al calor de estas luchas, siempre creímos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. La guerrilla, aún más, por la influencia que la Revolución cubana había tenido en esta década.
Los diferentes partidos y tendencias de izquierda estudiábamos a fondo cual debía ser el carácter de la ‘Revolución colombiana’. Había propuestas. Desde la Revolución socialista, la democrática popular, entre otras, hasta la democrática burguesa de nuevo tipo.
Hoy día, qué reflexión podemos hacer sobre lo que estamos viendo en un gobierno que no es de izquierda y lo caracterizan de serlo. Recordemos en el libro del entonces candidato Gustavo Petro ‘Una vida, muchas vidas’ cómo se organizó filosófica y políticamente, no ideológicamente, el M-19, hasta llegar a ser el embrión que consolidó un partido como lo es la Colombia Humana (Movimiento Progresistas), columna vertebral de la coalición del Pacto Histórico, y que a la par dice: “El M19, entonces estaba defendiendo un populismo armado. Una democracia social y un proceso de industrialización con justicia social. Mejor dicho, un pacto entre clases, que llamó el ‘Diálogo Nacional’. Ese era el eje de su propuesta de paz, y el que marcó la historia de todo el movimiento. Por eso, el M-19 nunca fue un movimiento marxista…” (Gustavo Petro Urrego, 2021, Una vida, muchas vidas, pág. 126; las negrillas son mías). Sin embargo, la izquierda que respaldó políticamente la campaña de Francia Márquez y Petro hoy defiende, certeramente, su política reformista-progresista como un avance en el proceso de reconstruir una gran coalición que mantenga al actual gobierno frente a las amenazas de la derecha organizada que, incluso, parecen llegar a pedir y conspirar por el golpe de Estado y no desechan, tampoco, posibles amenazas de magnicidio con tal de conseguir su propósito. Al conmemorar los 105 años de los crímenes en contra de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknech contrastan, con la situación sociopolítica colombiana, su tesis de reforma o revolución (de Rosa Luxemburgo) y el reformismo progresista del presidente Petro. Lo que nos está demostrando que la vía reformista sí puede adelantar el proceso de avance por una sociedad más justa.
La izquierda colombiana no ha sido capaz de construir, hasta ahora, un partido revolucionario de masas que oriente y conduzca la transformación sociopolítica en una sociedad más equitativa; menos aún, tener presencia significativa en la vía electoral. Todas las luchas que se han dado, en el marco de nuestra Constitución, por conseguir un cambio revolucionario, han quedado reducidas a gestas heroicas con avances coyunturales importantes, pero sin resultados estratégicos fundamentales.
La izquierda tiene que seguir respaldando este gobierno y trabajar por hacer tomar conciencia a la multitud de desposeídos para que respalden la lucha por no dejar hundir la totalidad de las reformas y salvar parte de las mejoras que se han planteado en la salud, en el tema pensional, en la educación y en el ámbito laboral; y así conseguir un pequeño avance en las condiciones socioeconómicas de la clase trabajadora y los pobres de este país. Que les demuestre que sí es posible avanzar por fuera de los partidos tradicionales y la derecha fascista para que no la siga votando. Un gobierno progresista, sin respaldo en el Congreso, no conseguirá sacar adelante las reformas tal y como se encuentran en este momento.
Si no varía la situación actual de la correlación de fuerzas en el Congreso, obligará al Gobierno del presidente Petro a hacer coaliciones con la derecha disfrazada de ‘camaleón’, empeñando el avance de los proyectos de ley o reformas planteadas.
Nadie organizado políticamente habla de ‘Revolución’, lo que ratifica que estamos por la vía reformista. Todo lo que se ha escrito sobre ella ha sido un ejercicio académico, pero nada del partido y trabajo de masas. Y hoy día se ve con claridad que, para conseguir la transformación revolucionaria hay que pasar, primero, por una etapa democrática, fundamentalmente, con los sectores explotados de la ciudad y el campo y la multitud de desempleados o trabajadores con contratos basura y salarios de hambre, legado del neoliberalismo. En un país de casi 50 millones de habitantes, donde aproximadamente 30 millones son pobres, la clase media se constituye en un sector no consolidado. Por lo tanto, lo que hay es, principalmente, lucha de clases entre pobres y ricos y esa es la que hay que organizar, la de los pobres. Ya veremos qué partido tomará la pequeña franja de la pequeña burguesía.