POR LUIS EDUARDO MARTÍNEZ ARROYO
Lo bonito del rol de la oposición colombiana en los días que corren es su contribución al entendimiento de la crisis crónica del país en sus diversas expresiones. Pero antes de seguir, hago paréntesis para decir: terminada la primera vuelta presidencial de 2022, los perdedores de la jornada hacían ver como ganador a “Yoyo” Hernández, por la manera cómo se referían a unas supuestas encuestas inmediatas que lo situaban como el nuevo Presidente electo colombiano; electo Petro le pedían la solución ipso facto (sin posesionarse) del enjambre de problemas de Colombia. Posesionado, comenzó el viacrucis para éste que llega hasta nuestros días.
Opinadores(as) a los que nunca se le conocieron reclamos a los gobiernos de Duque y de Santos para que metieran sus manos sanadoras en las miserias nacionales y las erradicaran ni a sus gobernantes territoriales, para lo propio, destacan en el azul firmamento de la poesía para con lírica pluma pedirle a Petro que ejecute y que ejecute tal como lo hicieron… ¿quiénes?
Nadie de los que comandan las varias tropillas opositoras acude al inmediato pasado para explicar que el siempre en búsqueda de la chanfaina burocrática nacional o externa dejó las finanzas públicas cual Macri las rioplateneses, producto de su manirrotismo durante el Covid-19 hacia el gran empresariado, lo que dificulta la labor de su sucesor; ¿quién cuestiona el independentismo a ultranza del Banco de la República frente a Petro y su obsecuencia rodillona frente a Duque para que emitiera dinero, y lo acusa de entorpecer la reactivación de la economía nacional?
Alcaldes y gobernadores caribe actuales se guardan la lengua para no explicar los orígenes de la crisis energética en materia de tarifas, cuando es bien sabido que algunos de ellos son cómplices de lo que ocurre y que han recibido oxígeno para sus campañas de los reyes del negocio, como algunos congresistas de las EPS para las suyas.
Las perlas abundan en el mar de opiniones opositoras. Instituciones de la Constitución como la Asamblea Nacional Constituyente, son presentadas por “doscientos intelectuales”, en una lúcida carta crítica al Presidente, como señal de incertidumbre y de desasosiego. Se agrega que la Constitución actual no necesita reformas. Debe ser porque de tantas que ha conocido, Cincuenta y cinco mal contadas, (más de una por año), una más sería inocua. ¿Por qué si es tan buena la Carta Política ha sido tantas veces reformada? Y si esas reformas han sido tan eficaces, ¿por qué Colombia es quizás el país más desigual del orbe, al menos de la OCDE?
La maratón judicial opositora de las altas cortes para nada es tocada. Ellas además de defender el verdadero Poder, defienden las migajas que su oficio les ha traído como secuelas: sus funciones electorales, el cruce de favores entre ellas, además de con otras entidades del Estado. Los opositores nada de malo ven en eso, al contrario lo ofrecen como parte de la “separación de poderes”.
No hay que hacerse ilusiones con los togados para que den su asentimiento a las profundas reformas sociales que Colombia requiere, menos si afectan sus privilegios.
La hoy oposición, que antes gobernó, y que tiene todo el derecho a expresarse contra las medidas gubernamentales, carga a cuestas el handicap de las evidencias de la realidad nacional: ¿cómo justifica ante la mayoritaria población colombiana que no obstante haber gobernado durante tantos años, el nuestro sea un país descuadernado y con un crecido déficit social con características de tragedia humanitaria?
El discurso desinformador surtió efectos durante los gobiernos Uribe y siguientes, el que nubló el entendimiento en torno al gobierno de la Seguridad Democrática y sus brutales secuelas, el del anti Plebiscito por la Paz, pero ese mismo ya no alcanza.
Buena parte de esa ciudadanía ha entendido que el gobierno Petro podrá tener problemas de falta de ejecución y de corrupción, pero ha conocido que el concierto institucional para bloquearle la aplicación de su programa de gobierno ha sido claro y con todos los instrumentos musicales sonando cuando a cada uno de ellos ha correspondido.
Esa ciudadanía es probable que ya no trague el viejo señuelo.