“Las oligarquías nunca han jugado a la democracia, han jugado a los gobiernos representativos”: Juan Carlos Monedero

Juan Carlos Monedero

POR BERNARDA LLORENTE /

El politólogo español, referente y cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, advierte sobre las reglas de juego que busca imponer el neoliberalismo, enumera los desafíos de los espacios progresistas y plantea que “militar es el mejor espacio para los jóvenes”“Necesitamos escuchar el cuaderno de quejas del pueblo”, agrega.

Se define como un “pesimista esperanzado”, y a partir de ese concepto desanda en un análisis crítico el proceso de profundización de la intolerancia y los discursos de odio a escala mundial al describir que “la derecha está regresando a lugares terribles” y observa la crisis del sistema neoliberal al que califica como una “bestia que va a morir matando”.

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid, periodista y escritor que ha publicado ya una docena de libros, alerta en esta entrevista con la agencia de prensa argentina Télam, que “hay una estrategia del sistema que es dividir las fuerzas progresistas”, y a la vez, destaca que “la única autoayuda que funciona es la autoayuda colectiva, es decir, la política”.

Para Monedero “antes los militares golpistas estudiaban en la Escuela de las Américas de Estados Unidos; igual que ahora, que los jueces estudian también en Estados Unidos para ejercer el lawfare, pero en su locuacidad aguda y arrolladora retoma el sendero de la esperanza como antídoto al pesimismo al afirmar que la militancia “es el mejor espacio para los jóvenes”.

Vaciamiento de la democracia

– Leía hace poco una frase tuya muy descriptiva de estos tiempos. Dice: “Estamos en un mundo donde los canallas están envalentonados y la gente decente anda perpleja”. ¿Qué debió cambiar para que esto ocurra?

– En el libro que escribí Gobierno de las palabras: política para tiempos de confusión, contaba cómo se estaba dando un vaciamiento de la democracia, a partir de la globalización (un planteamiento que hizo Hayek, uno de los padres del neoliberalismo). Se daba una apertura de frontera para bienes, capitales y servicios y no para las personas, en donde los bienes del Norte empezaron a desindustrializar a los países del Sur, el sector financiero a meterse en nuestras alcobas y a tener maniatados prácticamente a todos los países, porque el Fondo Monetario Internacional (FMI) se convirtió en un aliado de esos grandes capitales. Qué terrible es que acaba de hundirse el Silicon Valley Bank y, una semana antes, la revista Forbes lo había señalado como uno de los bancos más importantes del mundo y las agencias asentían. O sea que nos engañan.

En el momento actual de deterioro de las democracias,  la izquierda es el espacio político que busca superar las deficiencias del sistema, acabar con las desigualdades e igualar los derechos de hombres y mujeres…Se encuentra constantemente con los frenos de la democracia y, sin embargo, hoy en día es quien la defiende. Y te encuentras a Lula defendiendo la Constitución brasileña, mientras Bolsonaro -que se beneficia junto con sus élites de esa democracia vaciada- la patea e intenta asaltar los tres poderes del Estado o utiliza el lawfare para meter en la cárcel a los opositores y a los medios para vaciarla de contenido. Entonces, en esa paradoja en la que estamos, la izquierda, la gente decente, los demócratas, los progresistas, están mirando con cierta sorpresa un mundo lleno de canallas, pero no por ello dejan de aferrarse a la división de poderes, a la defensa de una prensa libre y plural, al respeto del adversario y el cumplimiento de los resultados electorales… Mientras que las derechas están regresando a lugares terribles.

– ¿Las derechas ya no necesitan ampararse en el juego democrático? ¿Se volvió un obstáculo?

– Las oligarquías nunca han jugado a la democracia, han jugado a los gobiernos representativos. A la democracia como un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, con participación popular y efectos visibles en la redistribución de la renta y ventajas de la vida social…a eso nunca han jugado las élites. Han jugado a tener representantes que pacificaban a los países, pero no ponían en riesgo sus privilegios. Eso se ha roto ahora. Estamos en un momento de crisis del modelo neoliberal, este modelo caracterizado por las aperturas de fronteras, los tratados de libre comercio, la venta de los bienes públicos, la desregulación interna de la economía y el vaciamiento fiscal…todo eso entra en crisis. La propia Unión Europea está virando y se están aprobando leyes que garantizan las pensiones, que mejoran las condiciones de los trabajadores, cosas inéditas en los últimos treinta años. También quiebran los bancos, el calentamiento global no está teniendo respuestas y hay guerras por la crisis de la hegemonía norteamericana, que tiene miedo a China y está haciendo la guerra en suelo europeo, contra Rusia.

El regreso de los monstruos

Ya lo decía Gramsci en los años treinta: “crisis” es un momento en donde lo viejo no termina de marcharse, lo nuevo no termina de llegar y, en ese instante, surgen “los monstruos”. Encontramos ahora que están regresando los monstruos.

– ¿Detrás de qué disfraz, de qué discurso?

– Por ejemplo el de la derecha argentina tratando de negar los 30 mil desaparecidos. Regresa el monstruo del fascismo. Está gobernando en Italia una seguidora de Mussolini y desaparece la democracia en Hungría, en Polonia. En Estados Unidos, el Partido Republicano dice que el asalto al Capitolio fue un acto democrático, una expresión política más. La derecha se está corriendo otra vez a la extrema derecha, renegando de los derechos humanos. En Brasil, si no hubiera estado gobernando Biden, es bastante probable que, con un gobierno de Trump, hubiera habido un levantamiento de los militares golpistas de derecha apoyando a Bolsonaro. En Perú mismo hay un golpe de Estado, apoyado por los militares, los fujimoristas y tolerado por  Estados Unidos y por Europa. Es un momento de crisis en donde los monstruos están volviendo a crecer y en donde la derecha está renunciando a cualquier mínimo acuerdo democrático.

– ¿Por qué crees que se producen estos momentos pendulares o ciclos en este mundo en disputa?

– Con frecuencia, en la historia, los momentos de crisis económica son los momentos de  emergencia del autoritarismo: el fascismo de los 30 o las dictaduras de los 70… La condición moribunda del sistema neoliberal va a llevarnos a escenarios donde la bestia va a morir matando. Y tengo la sensación de que los escenarios de violencia, como el de Ucrania o el de Perú, se van a repetir. Por eso es muy importante que la ciudadanía sea consciente de que tiene que defender y vigilar a la democracia para que no nos la roben. Hay que recordarles a los argentinos y las argentinas que tipos como (Javier) Milei, por ejemplo, o Macri (que ya bastante daño hizo ese señor) no tienen derecho a expresar esos mensajes de odio. Y que la democracia tiene el derecho de decirle a esa gente: “Tú, en nombre de la libertad de expresión, no tienes derecho a acabar con la libertad de expresión”. A veces también hay que tener mucho cuidado, porque cuando los gobiernos populares hacen concesiones  económicas están alimentando a esa bestia del fascismo, aunque lo hagan con buena voluntad. Estás dejando la puerta abierta a la extrema derecha a través de la frustración. Son insiders que parecen outsiders. Son ricos, antipolíticos y antipartidos, porque esa es la manera que tienen los humildes de influir en la política. Mientras que, los ricos, votan todos los días porque llaman por teléfono y todo el mundo se pone al otro lado.

“La condición moribunda del sistema neoliberal va a llevarnos a escenarios donde la bestia va a morir matando”

– Las democracias actuales parecen definirse por una pérdida de representación de la ciudadanía en función de una sobrerrepresentación de los intereses de poderes cada vez más concentrados…

– Mira, Walter Benjamin señala que cuando ganan fuerzas progresistas las élites se ponen en guardia porque creen que el poder les pertenece. Nunca, ni en Argentina, ni en Brasil ni en España, las élites toleran que gobiernen las izquierdas, porque creen que el poder político es suyo. Por ejemplo, cuando gana López Obrador en México, Lula en Brasil o en Argentina Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, no lo toleran. Y están preparándose constantemente, están agazapadas.

Esas élites además se asustan, porque el discurso que te ha llevado a ganar las elecciones es un discurso que dice “voy a poner a las élites en su sitio”. Pero, si encima luego no lo haces, esa alerta que has generado las anima para tratar de dar el zarpazo. Por eso, suele ser un error en términos históricos ceder a las peticiones de la derecha. O sea, cuando cedes, estás perdido.

Lo que estamos viendo es una derecha capaz de convencer a un 20 %, a un 30 % de gente a la que confunden, a la que engañan, pero no revierte el resultado electoral de las mayorías. Lo que hay que pensar es qué está ocurriendo con ese porcentaje que siendo popular o de clases medias, vota a sus verdugos. Reflexionar por qué votan un discurso de extrema derecha. Esto es propio del mundo neoliberal donde ha cundido la idea de que el pez grande tiene derecho a comerse al pez chico, donde es una sociedad de Mad Max, una sociedad del “sálvese quien pueda”. Es como que se ha dinamitado en parte el trenzado social. Como si se hubiera hundido el barco y hay solamente una balsa y dicen: “Pelearos a ver quién se sube ahí arriba”, y ahí ya no vale la ley, que es la expresión de la voluntad colectiva, sino solamente la fuerza.

El pesimismo esperanzado

– Ante este corrimiento de las fronteras de lo “aceptable”, ¿cuáles serían  las respuestas correctas para que se vuelvan a ampliar los márgenes democráticos?

– Creo que tenemos que ser pesimistas-esperanzados. Los gobiernos de cambio desde el año 2000, desde Chávez, Lula, Morales, Néstor, Lugo y Correa, todos esos gobiernos cambiaron la vida de millones de personas. Y esa gente guarda memoria de su mejora. Y eso se traduce en que cuando gana la derecha, gana “ajustada”.

“Lo que hay que pensar es qué está ocurriendo con ese porcentaje que siendo popular o de clases medias, vota a sus verdugos”

– ¿En qué consiste ese pesimismo esperanzado al que te referías?

– Vemos en el mundo que el sistema tiene contradicciones, que ha llegado a callejones sin salida. La pregunta que tenemos que hacernos es cómo mantenemos el voto de ese 45 % de gente que ha entendido que tiene su horizonte en las fuerzas progresistas y cómo, a ese otro sector, conseguimos convencerlo de que no encontrará soluciones en las políticas neoliberales. Por lo general, son estas clases medias a las que a veces olvidamos haciendo políticas solamente para los pobres. Eso es moralmente correcto, pero políticamente  incorrecto. Porque esos sectores de clase media van generando también su propia frustración, van generando su idea de que no tienen futuro con estos gobiernos de cambio y van dejándose engañar por los cantos de sirena tecnológicos de un futuro de semi reyes, que suelen hacer las formaciones políticas de derecha y, sobre todo, de extrema derecha.

Hay que hacer un buen diagnóstico de cuáles son los votantes de cada país y también dirigirse a los diferentes sectores. En el siglo XXI es muy complicado que funcione un único mensaje para todo el mundo. Una de las tareas de la democracia es nominar las cosas que están ocultas y no darlas por hechas. Tenemos que escuchar cuáles son los deseos de la gente joven, tenemos que escuchar cuál es la tristeza. Un 30 % de los jóvenes está con depresión o con problemas mentales, con tristeza vital porque el sistema no está dando respuestas.

– Parece haber un repliegue de los jóvenes, escepticismo, poca participación en la acción y en el voto, y cierta seducción hacia discursos disruptivos de la derecha. ¿Cómo se los vuelve a enamorar en un proyecto transformador que los tenga como protagonistas?

– El interés en la acción colectiva, en la movilización, es como un péndulo: Tienes momentos de auge de la acción colectiva y, luego, hay un repliegue a lo privado. Y eso es como una ley. Decía Cristina Fernández de Kirchner que militar es el mejor espacio para los jóvenes. Y estoy de acuerdo. Militar en un partido, en un sindicato, en una organización feminista, en una organización ecologista, en un grupo de teatro, como hacía Federico García Lorca, es entender que el espacio vital individual tiene más que ver con lo colectivo. En ese sentido, creo que una manera de volver a enamorar a esos jóvenes, que no ven futuro, es recuperar la idea de la política.

Nuevas militancias

A mí me da mucha rabia ir a las librerías y ver que se llenan de libros de autoayuda. Todos esos libros te ofrecen soluciones individuales, cuando la única autoayuda que funciona es la autoayuda colectiva. Y la autoayuda colectiva se llama política. Estoy convencido de que la militancia en el siglo XXI va a ser diferente de la del siglo XX. Va a ser todo más líquido, como diría Zygmunt Bauman. Es decir, tienes una cierta certeza de dónde estás y hay momentos donde te va a interesar más y momentos donde te va a interesar menos. Pero los propios partidos tienen que tener esa posibilidad de flexibilidad. No puedes exigir a la gente militancia del siglo XX, esas militancias duras en donde, en nombre del compromiso, la vida se convertía en un sitio feo, gris y carente de alegría.

– ¿Desde dónde? ¿Con qué  tipo de organización? ¿Con qué propuestas? ¿Cómo se articula la segmentación en un proyecto global?

– La reflexión es vital, es vital hacer un buen diagnóstico de la realidad, del cambio climático, de la robotización de la economía, del envejecimiento de la población en muchos lugares del mundo, de las migraciones, de las descompensaciones, del mundo como tal. Yo creo que si no tenemos esta reflexión intelectual, vamos sin brújula. Hubo un tiempo en donde los dirigentes populares eran intelectuales, aunque no tuvieran estudios universitarios, pero eran grandes intelectuales. Eso lo hemos perdido. Decía un dirigente chino que si no hay claridad en la ideología, no hay claridad en la organización. Y entonces, en esa falta de claridad en la organización, cada uno, en un mundo radicalmente mercantilizado, no encuentra espacio para lo político.

– En las fuerzas políticas de distinto tipo los liderazgos hoy parecen estar más encarnados en personas que en proyectos políticos. ¿Es posible volver a pautas programáticas? ¿Cuánta responsabilidad le asignas a las pujas internas?

– Hay cosas que no tienen solución en la teoría. En cambio, sí podemos encontrar una solución en la práctica. Mirar lo que ha ocurrido en otros lugares nos puede dar cierta luz: hemos visto con susto como, en las elecciones en Francia, se presentaban cinco partidos de izquierda, dos partidos trotskistas, un partido socialista, un partido verde de izquierda y La France Insoumise de Mélenchon. Y nos parecía una barbaridad, porque decíamos “van a pasar a segunda vuelta Macron y Le Pen”, que es lo que ocurrió por un porcentaje pequeñito. Es decir, si esos partidos que no iban a ningún lado se hubieran retirado y apoyado a Mélenchon, él hubiera pasado a segunda vuelta y muy probablemente hoy sería el presidente de Francia. Hay una estrategia del sistema que es dividir las fuerzas progresistas. Logra hacer una cuña brutal para romper. Entonces, en esta separación, entre los coherentes, los moralistas o los idealistas, los oportunistas y los realistas, vemos cómo se meten cuñas desde el poder. Yo he tenido 14 juicios y no he tenido nunca ningún cargo, porque nos identifican como los que no cedemos. Y aguantamos, porque la razón de ser de nuestra fuerza política no es gestionar lo que existe, ese es el gran error, sino cambiar lo que existe.

– ¿Modificar la estructura de partidos políticos -que hoy son concebidos más como maquinarias electorales que como hacedores de estrategias- sería un avance en este sentido?

– Bueno, seamos conscientes de que en los momentos de reflujo tienen que mantenerse ciertas estructuras para que no se disipe la acción colectiva. Por eso es importante actualizar los partidos políticos. Creo que los viejos partidos no sirven. O los hacen “partidos movimiento” o se convierten en estructuras burocráticas fosilizadas. Cuando visité a Lula en la cárcel en Curitiba, él se quejaba de cómo el PT (el Partido de los Trabajadores) había dejado de escuchar a los movimientos sociales. Necesitamos escuchar el cuaderno de quejas del pueblo. Necesitamos estar ahí abajo. Es muy claro y llamativo ver cómo, donde ya no están los partidos políticos de izquierda, están las iglesias evangélicas. Porque antes la izquierda estaba en los sectores populares, en las villas, en los lugares donde existía la voluntad de cambiar las cosas. Eso, en parte, también lo hemos perdido.

 “Hay una estrategia del sistema que es dividir las fuerzas progresistas. Logra hacer una cuña brutal para romper”

El algoritmo del poder

– ¿Hay un intento desde el poder de que la tecnología reemplace a la política?

– Pensemos que la derecha está gastándose inmensas cantidades de dinero en Facebook, Instagram, TikTok, Twitter, para comprar mensajes personalizados, específicos. Porque ahora mismo saben más de nosotros que quizá nosotros mismos. Tienen hasta 5000 datos de cada ser humano digital. Se han metido en nuestra cotidianidad, al regalarles los datos, y eso les da un poder inmenso para intentar controlarnos.

Es complicado pelear contra eso, pero se van logrando cosas.  El gran capital nos tiene vigilados sin que nos demos cuenta. Y te mata un dron que está detrás de una nube y te despiden por un algoritmo que no terminas de entender, o la decisión de tu puesto de trabajo o de tus condiciones laborales la toman a 7000 kilómetros de distancia de donde tú estás. Acaba de aprobarse una ley en España, donde las empresas tienen la obligación de enseñarles el algoritmo laboral a los sindicatos. Es decir, es una manera de transparentar cosas, porque lo que no ves no lo entiendes y lo que no tiene nombre no existe. Esa tarea que a veces puede molestarnos de decir “todas, todos y todes”, cuando estás mencionando ese “todes” (aunque nos cuesta trabajo a los que somos más mayores, porque no estamos acostumbrados a esos nuevos lenguajes) estás permitiendo que haya gente que sienta que existe porque les estás nombrando.

 “La razón de ser de las fuerzas políticas progresistas no es gestionar lo que existe, ese es el gran error, sino cambiar lo que existe”

– Participaste del Foro Mundial de Derechos Humanos y de la conmemoración del 24 de marzo en Buenos Aires. La conciencia masiva sobre el tema ha sido un pilar en la construcción democrática en Argentina. ¿Cómo ves los embates de la derecha a nivel mundial para tratar de dar vuelta la historia?

– Para mí supuso un golpe durísimo visitar el campo de concentración de Mauthausen porque había colegios de niños alemanes conviviendo con ese horror. Y, sin embargo, en Alemania han resurgido grupos de extrema derecha que quieren, de alguna manera, repetir la locura del nazismo. Y uno se da cuenta de que hay una suerte de elemento circular de algunos aspectos terribles de nuestras sociedades.

De militares al lawfare

Decía Galbraith que, cada 15 años, vuelve a haber un timo piramidal, un esquema de Ponzi. En 15 años vuelve a venir alguien y te vuelve a hacer lo mismo. Parece que también, en cada generación, hay como una resurrección de esos elementos autoritarios, coincidentes con crisis económica que producen un rescate de esa barbarie. Antes era  violencia protagonizada por militares golpistas, que estudiaron en la Escuela de las Américas de Estados Unidos. Igual que ahora, que los jueces estudian también en los Estados Unidos para ejercer el lawfare. Es decir, entendamos que sigue habiendo un elemento imperialista, colonialista, en una parte de los problemas que tienen los países del sur.

Y la justicia, que siempre ha sido la parte más reaccionaria de los poderes del Estado, está siendo utilizada de una manera evidente y clara por parte de la derecha para frenar los avances. Lo estamos viendo en Argentina y en España, por ejemplo. Nos encontramos con que la judicatura, en muchos lugares, es la que decide quién se presenta y quién no en las elecciones. Este es el conflicto que hoy tiene López Obrador en México con el Instituto Nacional Electoral.

– En este contexto, ¿cómo evalúas la salud democrática de América Latina que, en general, respondió a esta crisis votando alternativas progresistas?

– La segunda oleada de gobiernos de izquierda en la región parece tener muchos más problemas que la primera. En primer lugar, se está ganando con frentes amplios, es decir, pensemos que en Brasil el vicepresidente es un tipo de derechas que contendió electoralmente contra Lula. Hemos visto que Boric igualmente ha hecho una amalgama, ya no solamente en el Frente Amplio, sino en el gobierno, donde también hay sectores de la derecha. Por lo tanto, es muy complicado que haya claridad organizativa en esos gobiernos. Además, y creo que no es menor, se ha incrementado durisimamente el control mediático por parte de la derecha y, en paralelo, el uso de los jueces como elemento para frenar a los gobiernos progresistas.

Si sumas todos estos elementos, el hecho de que ganas de una manera muy apretada, con frentes amplios sin claridad ideológica, que la derecha ha aprendido y, por ejemplo, toma las calles y hace manifestaciones, que hay un control mucho más brutal de las empresas de medios de comunicación y que tienes a los jueces ayudando; y si le añades la pandemia, si le añades el calentamiento global… A veces lo sorprendente es que los gobiernos de izquierda hayan podido sobrevivir. Porque son demasiados elementos, la lucha es demasiado desigual y las condiciones han sido demasiado adversas como para poder hacer gobiernos más luminosos. Y, sin embargo, ahí están. Cosas que parecían imposibles, han sucedido.

Argentina desalojó al macrismo. El triunfo de Lula. En México, con el Estado tomado por el narcotráfico y con políticos que son mayordomos de los de los narcotraficantes, dices “es imposible que cambie”. Sin embargo, ha ganado López Obrador, ha ganado Petro y, frente al golpe de Estado en Bolivia, ganó Arce. El correísmo ganó las elecciones municipales pese a la persecución brutal de Lasso. Es decir, hay una lucha y una disputa en un momento de crisis del modelo neoliberal.

Hemos visto que el escenario es muy complicado, es un escenario de crisis donde hay desafíos descomunales que no se pueden solventar individualmente. Por eso, una de las medidas más importantes de América Latina debe ser la recuperación de las entidades regionales, la Unasur, la CELAC, que fueron las que rompieron los gobiernos neoliberales para fragmentar la fuerza del continente. Entender la importancia de apostar por la integración regional, entender la importancia de no ceder frente a las presiones de los que controlan los medios de comunicación, entender qué es la judicatura, dónde está la derecha ahora mismo haciendo sus trampas para sortear la democracia. Es necesario darnos cuenta que muchas veces nos fragmentamos y nos separamos porque la derecha está interesada en que nos fragmentemos y nos dividamos.

Los sectores populares y progresistas juegan con la esperanza y la esperanza es un diálogo, es un elemento de cierto optimismo. Mientras que el miedo, que funciona en nuestro cerebro más reptiliano, más antiguo, más de defensa del perímetro, es el que prepara el camino de los grandes cirujanos de hierro, de los que prometen medidas drásticas y de los que prometen, como hacen los Milei, los Macri, los Trump, los Bolsonaro, los Feijoo, las Díaz Ayuso en España… Ese mensaje de la extrema derecha puede captar parcialmente y durante poco tiempo a la gente, pero estoy convencido de que eso no dura. Estas salidas autoritarias no duran. En España hay  gente joven que está mirando con arrobo a la extrema derecha, porque les ofrece certidumbre, les ofrece una bandera, les ofrece un alineamiento, les ofrece enemigos. Pero es contraria a su propia idiosincrasia, porque los jóvenes ahora son mucho más libres que los jóvenes de hace 20 años y, por tanto, no son jóvenes que vayan a aceptar la violencia y el autoritarismo, incluso el machismo, pese a que haya mensajes muy anti feministas.

Eso puede ser atractivo para un joven durante un poco de tiempo. Pero, lo noto en mis alumnos, eso no tiene un sustento real. Por tanto, también en nuestros diagnósticos no debemos ser pesimistas más de la cuenta. Seamos pesimistas, pero esperanzados, porque si no estamos regalándoles cosas que no tienen. No tienen todos los jueces, no tienen todos los periodistas, no tienen todos los policías, no tienen todos los generales, no tienen ni siquiera casi todos los banqueros. Y, por tanto, nos la jugamos en separar el grano de la paja, en “escuchar las voces y quitar el eco”, como diría Machado. Y, como decía Ítalo Calvino, “analizar en un mundo lleno de mal lo que no es mal, lo que no es infierno”. Y por eso creo que necesitamos miradas lúcidas, necesitamos miradas reposadas. Necesitamos, a veces, parar el balón y dejar de correr sin atarnos las zapatillas porque nos tropezamos.

Agencia Télam, Buenos Aires.

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