Lenin y la dialéctica del poder

Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin (1870-1924).

POR IÑAKI GIL DE SAN VICENTE

«Sólo por la resistencia desafiante hemos ganado respeto y nos hemos transformado en una potencia. Sólo el poder es respetado, y únicamente mientras seamos un poder seremos respetados por el filisteo. Quien haga concesiones no podrá seguir siendo una potencia y será despreciado por él. La mano de hierro puede hacerse sentir en un guante de terciopelo, pero debe hacerse sentir».

– Friedrich Engels: «Carta a Bebel del 18 de noviembre de 1884». Correspondencia, Edit. Cartago. Argentina 1973, pp. 345-346.

Lenin 

¿Por qué volver a Lenin y a la cuestión del poder? ¿Por qué comenzamos esta rápida exposición, citando a Engels en un texto de 1884, hace 140 años, cuando estamos en 2024, un siglo después de la muerte de Ilich Ulianov? Tal y como está el mundo en esta tercera Gran Depresión iniciada en 2007, agudizada desde 2015 y llevada al extremo –por ahora- desde 2020, las clases y pueblos oprimidos somos cada vez más conscientes de que necesitamos poder propio, capacidad de autodefensa frente al avasallador poder injusto del imperialismo sea yanqui o franco-español; más aún, cada vez más Estados débiles se alían entre ellos a diversos niveles –multipolaridad, etc.–, para avanzar en otras relaciones mundiales enfrentadas o al menos diferentes a las dictadas por el imperialismo.

Por tanto, la cuestión del poder está en primer lugar a nivel internacional, pero también, dialécticamente, dentro de cada Estado porque sus burguesías endurecen los ataques a «sus» clases explotadas y a las naciones que oprimen para salir lo menos mal posible de algunos de los efectos más duros de la tercera Gran Depresión. Si superamos nuestra credulidad hacia la propaganda capitalista, veremos que la lucha de clases siquiera en sus formas salariales reformistas, sin contenido político radical, tienden a aumentar en los países imperialistas por efecto mismo de la crisis. Otra cosa es que también crezca la derecha y extrema derecha, pero a esto volveremos más adelante. Lo que nos interesa ahora es retomar la lección histórica de que la mejor forma de ascender del sindicalismo reformista a la conciencia política es plantear directamente la cuestión del poder revolucionario en cualquier lucha reivindicativa, por pequeña que aparente ser.

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