POR JUAN J. PAZ Y MIÑO CEPEDA
La doctrina social católica, iniciada con la Encíclica Rerum Novarum (1891) del papa León XIII, tuvo notables avances a partir del Concilio Vaticano II (1962) convocado por Juan XXIII y adquirió especial relevancia en América Latina con la II Conferencia del Episcopado realizada en Medellín (1968) y el desarrollo de la Teología de la Liberación. El capitalismo fue concebido como sistema de pecado, al servicio de los ricos. En plena Guerra Fría, la iglesia popular fue acusada de “comunista” y perseguida. Pero ha sido el papa Francisco quien ha provocado un nuevo avance doctrinario, atacando la explotación laboral y al capitalismo depredador.
A diferencia de los Papas anteriores, el origen argentino de Francisco y su vida (relatada en su reciente libro ‘Vida. Mi historia a través de la historia’), le han permitido entender la inequidad social en América Latina y sus realidades. En consecuencia, el Papa no es querido por las derechas neoliberales de la región, por más que existan entre ellas quienes se reconocen católicos. Les ha representado Javier Milei, antes de llegar a la Presidencia de Argentina (diciembre, 2023). Sentenció que el Papa era “comunista” y, además, el “representante del maligno en la Tierra”. Pero como Presidente, fue al Vaticano (febrero 2024) y abrazó al Papa, reconociéndole como “la persona, la institución argentina más importante, es el líder de los católicos en el mundo”. El gesto puede aliviar tensiones diplomáticas, pero no conceptos. Milei obsequió al Papa tres libros: ‘La acción humana’ de Ludwig von Mises (1881-1973), ‘La fatal arrogancia: los errores del socialismo’ de Friedrich Hayek (1899-1992) y una obra sobre la teoría económica de Jesús Huerta de Soto, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.
Mises y Hayek eran, ante todo, fanáticos antimarxistas y anticomunistas pertenecientes a la “escuela austríaca de economía”, cuyo eje es la “libertad” privada y de los mercados, contra cualquier intervención del Estado. Hayek fue confrontado por John M. Keynes (1983-1946). Huerta de Soto es un “libertario” del Instituto Ludwig von Mises. El mensaje de los libros parece ser evidente: usted que es “comunista” lea a quienes son “libertarios”.
Milei ha aprovechado del Foro Económico Internacional de las Américas (2024) para volver nuevamente a la carga: “Lamentablemente en Argentina, la educación pública… ha hecho muchísimo daño lavando el cerebro de la gente”; allí se promueve la lectura de autores “verdaderamente nefastos para la historia de la humanidad, y en especial para Argentina”; “Si ustedes van a la Universidad de Buenos Aires, a la Facultad de Ciencias Económicas y preguntan quién es Ludwig von Mises, le van a decir que es el 9 de Holanda. Para otros, es el mejor economista de todos los tiempos junto a Murray Newton Rothbard. Eso sí, al barbudo sí lo conocen, al barbudo alemán, a ese empobrecedor de Marx, sí lo conocen”. Y en el discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, había expresado: «En los profesorados e institutos de formación docente proliferan currículas educativas de izquierda, abiertamente anticapitalistas y antiliberales, en un país en el cual lo que se necesita es más capitalismo y más libertad». Pero el ataque no solo va por el lado de las teorías, sino abiertamente contra los gobiernos de Brasil, Colombia, Cuba, México o Venezuela, entendidos como la amenaza “roja” de América Latina. Recientemente tildó de “ignorante” a Andrés Manuel López Obrador y calificó como “asesino terrorista” y “comunista” a Gustavo Petro.
Ninguno de los padres fundadores de la escuela austríaca conocía las realidades de América Latina. Sus teorías fueron elaboradas considerando las economías de los países capitalistas centrales donde, paradójicamente, tampoco se han aplicado con la extensión deseada por los teóricos anti-Estado. Neoliberales y libertarios desconocen la historia económica de la región y su combate al marxismo se ha ampliado en contra de los derechos laborales, sociales y ambientales, que consideran simples “beneficios públicos” y, por tanto, pueden abolirse porque implican gastos estatales.
Los cien días del gobierno de Milei han servido para que Argentina experimente un cuadro social rumbo al desastre, con directa afectación a las clases medias, trabajadores, jubilados, desempleados y pobres. El ataque a los gobiernos “rojos” de la región se incrusta en la geoestrategia continental americanista encabezada por Estados Unidos, cuya finalidad es combatir a todo progresismo de izquierda y detener el “avance” de China y Rusia.
En todo caso, la figura de Milei despierta interés mundial. En Italia se publicó a fines del año pasado el libro de Leonardo Facco titulado ‘Javier Milei. Il primo presidente libertario. Storia, idee e programma del professore prestato alla política’, que destaca al economista que pocos años atrás era desconocido por la comunidad internacional. En Ecuador, entre los fanáticos seguidores de Hayek y ahora del libertarianismo, no hay economistas capaces de lucir como Milei. Los “libertarios” que fueron incorporados al gobierno del banquero Guillermo Lasso resultaron un fiasco. Y la promoción del capitalismo neoliberal es mucho más modesta: el interés se centra en los equilibrios fiscales, la supresión y evasión de impuestos, garantizar la salida de capitales fuera del país y en paraísos fiscales, la privatización de los recursos públicos y la rentabilidad a costa de precarizar la fuerza de trabajo. No existen propuestas para el desarrollo con bienestar social, sino para el mantenimiento de una economía sustentada en el sector primario-exportador, las rentas fáciles y el capital financiero especulativo. El dominio político se compagina con la subordinación al americanismo neomonroísta y al FMI.
Ecuador se ha vuelto un país comparable con lo que ocurre en Argentina, incluso porque ambos forman dos polos de acción geoestratégica continental-militar entre el Pacífico y el Atlántico. El gobierno de Daniel Noboa no podrá encontrar el camino para enfrentar con eficacia al desate de la criminalidad y la delincuencia porque le resulta imposible desembarazarse de los intereses de la élite empresarial-oligárquica dominante. Ante las reacciones sociales que empiezan a acumularse, redefine posiciones: es una lucha de los “buenos” contra los que ha calificado como “antipatria”, “violentos”, “terroristas”, “conchudos”, “atrasa-pueblos”, “tontos útiles”. Al mismo tiempo se agudiza el conflicto con la CONAIE, por la seguridad que se brinda a una compañía extranjera que pretende operar en territorios indígenas. En definitiva y parafraseando a Milei, “la casta” sigue en pie.
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