Los objetivos de la Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. respecto de las Américas: ir por el Amazonas y consolidar la relación con México y Canadá

Un enfoque de seguridad para los negocios es el objetivo de la administración Biden respecto de América Latina.

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Aunque en apenas dos de las 48 páginas que contiene la nueva versión de la Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. que presentó la Casa Blanca el pasado 12 de octubre, se refiere a las Américas, es contundentemente claro el objetivo geopolítico que proyecta Washington en la región: su ferviente interés por el Amazonas y la consolidación de sus relaciones económicas con México y Canadá.

“La prosperidad de los Estados Unidos depende de la de nuestros vecinos”, sostiene explícitamente el documento que lleva la firma del presidente Joe Biden, al tiempo que agrega que América Latina y el Caribe “es la región que más impacta” directamente sus hegemónicos intereses.

La lacónica aunque categórica referencia a este hemisferio en la Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Biden está contenida en el breve acápite que lleva por título Fomentar la democracia y la prosperidad compartida en el hemisferio occidental. Ahí se marcan las prioridades de Washington en los próximos años: detener la migración, “movilizar financiamiento y otras formas de apoyo para promover la conservación de la Amazonía” y “trabajar con Canadá y México para promover una visión de América del Norte” que permita reforzar “la competitividad global de Estados Unidos”.

Contra la interferencia de China, Rusia e Irán

La estrategia de la Casa Blanca también es categórica en señalar que “protegerá” al hemisferio de la “interferencia o coerción externa, incluso de la República Popular China, Rusia o Irán”. Es decir, aplicará una renovada visión de la injerencista Doctrina Monroe, que a propósito el próximo 2023 se cumplen 200 años de haberse proclamado por el secretario de Estado, John Quincy Adams durante el gobierno del quinto mandatario de EE.UU. James Monroe (1817-1825).

También anuncia el documento de la administración Biden que “a través de revigorizadas y representativas instituciones interamericanas, y en alianza con la sociedad civil y otros gobiernos, apoyará la autodeterminación democrática de los pueblos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y cualquier país donde se reprime la voluntad popular”.

“En Haití, -agrega la estrategia- que sufre de una prolongada crisis humanitaria, política y económica, movilizaremos a la comunidad internacional para ayudar a restaurar la seguridad, reconstruir las instituciones de gobierno y apoyar una base de prosperidad en la que el pueblo haitiano pueda determinar su propio futuro”.

Seguridad y negocios

Washington precisa igualmente que seguirá trabajando con los gobiernos latinoamericanos y del Caribe en materia de seguridad para lo cual continuará “brindando colaboración” a los cuerpos de Policía y a los sistemas de justicia (como lo ha venido haciendo promoviendo casos de lawfare para acallar a connotados líderes opositores mediante amañados procesos penales o golpes de Estado), “ampliando el intercambio de información con nuestros socios”.

Al hacer un análisis de la situación actual de las Américas, la Casa Blanca sostiene en su documento en mención que “la pandemia de Covid-19 y la consiguiente recesión han exacerbado desafíos estructurales de larga data, alimentando el descontento político y social que han socavado la fe en la capacidad de la democracia, estimulando niveles sin precedentes de migración irregular a los Estados Unidos y toda la región”.

Al reconocer el vínculo directo en cuanto a “prosperidad y seguridad” entre la región y EE.UU, la administración Biden afirma que “es vital” que su gestión “revitalice las alianzas para construir y preservar la resiliencia económica, la estabilidad democrática y la seguridad ciudadana dentro del hemisferio”. Por ello anuncia con enfoque neoliberal que avanzará “en estos esfuerzos a través de interacciones periódicas, acuerdos multilaterales, institucionales, e iniciativas regionales, mediante la implementación de los compromisos” adquiridos durante la fracasada IX Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Los Ángeles, el pasado mes de junio.

Al gobierno estadounidense le interesa, como dice su enfoque de seguridad nacional, promover “esfuerzos combinados que apunten a estabilizar las poblaciones de inmigrantes y reemplazar la migración irregular con flujos ordenados que pueden impulsar el crecimiento económico en los Estados Unidos y en toda la región”.

Aprovechamiento lucrativo de la crisis climática

En su afán de inmiscuirse, por obvias razones, en la explotación de la Amazonía, el principal pulmón del planeta, Washington de manera interesada señala que busca “abordar la crisis climática” con el concurso de América Latina, aprovechando “el dinamismo de la región”, lo cual será fundamental en los esfuerzos de mitigación y adaptación para impulsar “una economía sostenible, recuperar y proteger los ecosistemas forestales, incluso mediante la promoción del comercio y la inversión en energía para lograr un objetivo colectivo como es el de generar el 70 por ciento de la capacidad instalada de energía renovable para 2030”.

El gobierno de Washington anuncia asimismo que está firmemente comprometido con la que denomina “Alianza para abordar la Crisis Climática 2030” que tiene como propósito “el financiamiento de proyectos, atraer inversión privada para infraestructura de energía limpia, mejorando la capacidad local para evaluar, planificar, predecir, mitigar y responder a los fenómenos meteorológicos extremos y los riesgos relacionados en un clima cambiante”.

Estas son las prioridades que la Casa Blanca tiene en materia de seguridad nacional con respecto a América Latina y el Caribe, cuyo sustento documental se demoró en publicarse por la situación bélica Rusia-Ucrania.

Esta nueva versión de la estrategia de seguridad de la potencia del norte no incluye grandes cambios de pensamiento ni introduce nuevas doctrinas importantes para una política exterior centrada en contener el ascenso de China y Rusia, así como intentar mantener su cada vez disminuido liderazgo en lo que Washington considera “amenazas globales” como el colapso climático y el ascenso de “regímenes autoritarios”, denominados de esta manera porque socavan aún más su decadente, resquebrajada y criminal hegemonía mundial.

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