
POR OMAR ROMERO DÍAZ
El Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels aparecido en febrero de 1848 representa una de las obras más influyentes en la historia del pensamiento político y social. Basado en la dialéctica materialista, este documento plantea la lucha de clases como motor del cambio histórico, identificando al proletariado como el agente transformador de la sociedad. Vladimir Lenin, a su vez, sistematizó el marxismo en tres fuentes y partes integrantes: filosofía, economía política y socialismo científico.
Analicemos de manera sintética la evolución del pensamiento marxista desde una perspectiva dialéctica, de lo simple a lo complejo, destacando el papel del pueblo en la transformación social.
De la materia a la sociedad: el desarrollo de la humanidad
La historia de la humanidad puede analizarse desde una perspectiva materialista dialéctica, es decir, comprendiendo su desarrollo en función de las condiciones materiales y económicas. En sus inicios, la humanidad dependía directamente de la naturaleza: la caza, la recolección y la agricultura fueron las bases de la sociedad primitiva. Sin embargo, el trabajo humano, como actividad transformadora, permitió el desarrollo de herramientas y conocimientos que modificaron la organización social.
El materialismo histórico nos muestra que la evolución de la sociedad está determinada por la forma en que se produce y distribuye la riqueza. Así, los diferentes modos de producción (esclavismo, feudalismo, capitalismo) no surgieron de manera espontánea, sino como resultado de la lucha de clases. En cada etapa, las fuerzas productivas entraron en conflicto con las relaciones de producción existentes, generando crisis y cambios sociales.
La lucha de clases: motor de la historia
Marx y Engels plantearon que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. En el capitalismo, este conflicto se da entre la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, cuya única propiedad es su fuerza de trabajo. La burguesía acumuló poder destronando a la nobleza feudal, pero su dominio se basa en la explotación de los trabajadores.
El proletariado, al tomar conciencia de su explotación, se organiza y lucha por transformar la sociedad. Sin embargo, este proceso no es lineal ni espontáneo, sino que requiere un desarrollo dialéctico: la conciencia de clase surge en la medida en que las contradicciones del sistema capitalista se agudizan. La crisis económica, el desempleo y la precarización laboral generan condiciones que impulsan a los trabajadores a cuestionar el orden existente y a buscar alternativas.
Alternativa al capitalismo
El marxismo no solo analiza la realidad, sino que propone un cambio revolucionario. El socialismo surge como una fase de transición en la que los medios de producción pasan a ser propiedad colectiva, eliminando la explotación del trabajo asalariado. A través de la planificación económica, el Estado socialista busca garantizar el bienestar de toda la sociedad.
Sin embargo, la meta final es el comunismo, una sociedad sin clases ni propiedad privada, donde el Estado desaparece porque deja de ser necesario. En este punto, la humanidad alcanzaría un nivel de desarrollo en el que cada persona contribuye según sus capacidades y recibe según sus necesidades.
Este proceso de transformación no es inmediato ni automático. Requiere organización política, educación de las masas y una lucha constante contra los intereses de la burguesía, que tratará de mantener su dominio.
El Pueblo como agente transformador
La historia ha demostrado que los cambios sociales no son producto de la voluntad individual, sino del movimiento de las masas. Desde la Revolución francesa hasta las luchas obreras del siglo XX, los avances en derechos y justicia social han sido conquistados a través de la acción colectiva.
En Colombia, el papel del pueblo en la transformación social ha sido evidente en las luchas campesinas, sindicales y estudiantiles. Sin embargo, estas han enfrentado una feroz represión por parte de los sectores dominantes. La violencia estatal, las desapariciones forzadas y el asesinato de líderes sociales reflejan la resistencia de la burguesía a perder sus privilegios.
Pese a ello, la organización popular sigue siendo la clave para la construcción de una sociedad más justa. El fortalecimiento de los movimientos sociales, la educación política y la participación activa en la vida pública son esenciales para la transformación estructural del país.
Desde una perspectiva dialéctica, la historia de la humanidad es el resultado de la lucha entre fuerzas opuestas. La evolución de la sociedad, de lo simple a lo complejo, ha estado determinada por los cambios en los modos de producción y la lucha de clases.
El marxismo nos enseña que el capitalismo no es eterno ni insuperable. Así como la burguesía derrocó al feudalismo, el proletariado tiene la capacidad de transformar la sociedad y construir un mundo sin explotación. Sin embargo, este cambio no será automático, sino el resultado de la organización y la lucha del pueblo.
La historia no está escrita de antemano. Depende de la acción consciente de los trabajadores y los oprimidos. La tarea del presente es construir las condiciones para un futuro donde la riqueza sea social y el bienestar colectivo. Como señala el Manifiesto Comunista:
«¡Proletarios del mundo, uníos!».