DIARIO RED /
El pasado viernes 13 de diciembre, el neoliberal y bonapartista mandatario de Francia, Emmanuel Macron coronó anuncio desde el Palacio del Elíseo a su nuevo Primer ministro luego de un vals que parecía prolongarse más de lo previsto. El conservador François Bayrou es el líder del Movimiento Demócrata (MoDem) y aliado del macronismo. Se trata del cuarto premier en menos de un año, algo inédito en la historia reciente de Francia.
De esta manera, Macron ha nombrado un nuevo gobierno. El sexto ya de su Presidencia. Ante esto muchos se preguntan quién ganó realmente las últimas elecciones parlamentarias en Francia. Porque si se obvia al sector de la extrema derecha, ya que Macron siempre ha vendido que está articulando un “frente republicano” contra ellos para salvar la democracia, quedan los sectores macronistas, la derecha republicana y la izquierda. Pues bien, entre estas fuerzas fue el sector de la izquierda el ganador. Pero es que, incluso contando con la extrema derecha, el Nuevo Frente Popular, que sorprendió a Macron con la unidad de las izquierdas, fue la primera fuerza del parlamento francés.
La tradición ha indicado que debía ser esa fuerza la que tuviera la opción de gobernar en primer lugar. Viendo que el sistema francés permite la rápida caída de los gobiernos si no logran estabilidad, Macron podría haber permitido un gobierno de izquierdas y luego vender que aquello llevaba al bloqueo. Pero es tal su animadversión a la izquierda que ha preferido pactar con la derecha a sabiendas de que tampoco darían los números e ir a un bloqueo anunciado que le daba la misma mala imagen.
Tras la caída de esta coalición entre los macronistas y la denominada derecha republicana, materializada en la moción contra Michel Barnier, ahora apunta a un gobierno de un espectro aún más estrecho. François Bayrou es uno de los líderes de los partidos vinculados al macronismo, el Movimiento Democrático (MoDem), con lo que su base política pasa a ser solo su propio sector.
La situación de bloqueo institucional era uno de los puntos que, gobernase la izquierda o la derecha, Macron debía evitar a toda costa. Y es que ante este panorama de gobiernos inoperantes le quedan pocas salidas. La primera es dimitir. Pero Emmanuel Macron parece incapaz de articular esa palabra viéndose sin sucesor claro y, sobre todo, odiando como odia el hecho de no poder ir a por un tercer mandato.
En sus círculos internos se estaría lamentando por el límite de mandatos y existe la posibilidad de buscar resquicios legales para perpetuarse en el sillón o asumir poderes excepcionales. Por lo tanto, el bloqueo empezaba a sonar como una mejor alternativa para sus ambiciones de no dejar el poder.
Otra opción era buscar un gobierno estable. La derecha conservadora junto al macronismo no podrían alcanzar este hito, pero sí mediante un pacto con la izquierda. Si tanto confiaba Macron en que la izquierda tuviera actitud demócrata en las dos elecciones que ganó frente a Marine Le Pen, bien podría él comprar su propio discurso y articular ese frente republicano cuando es otro el que queda en primera posición frente a la extrema derecha. Y en este caso no solo era el Nuevo Frente Popular sino que era La Francia Insumisa.
El partido de Jean-Luc Mélenchon no solo es el primero de entre la coalición de izquierdas que lideró las elecciones parlamentarias, sino que además fue la siguiente opción a Macron y Le Pen en las presidenciales, quedando no precisamente lejos de la segunda vuelta.
No solo tenía el derecho a formar parte del Gobierno, sino que también tenía el derecho a intentar liderarlo. Si bien se debía negociar para alcanzar un punto aceptable ya que la izquierda no podía gobernar por sí sola, Macron no quiso. El Presidente impuso vetos. Pero ni siquiera esto era un problema. Mélenchon se apartó e incluso aceptó apartar a La Francia Insumisa del Gobierno a cambio de que se eligiese a alguien de izquierda apoyado por el Nuevo Frente Popular.
Macron tampoco quiso. Intentó cortejar a perfiles cercanos al Partido Socialista para vender que se estaba siguiendo el mandato de que gobernase alguien del espacio del Nuevo Frente Popular y de paso romper su unión entre disputas internas. El Partido Socialista se mantuvo del lado de la opción progresista y así, se consensuó el nombre de Lucie Castets.
Castets había estado vinculada al Partido Socialista, no a los insumisos, pero era una mujer defensora de los servicios públicos. Nada de esto era aceptable tampoco para Macron. Antes es preferible el bloqueo que ceder el poder. Antes es preferible el bloqueo que dejar el mando a la izquierda, aunque hubiera sido temporalmente hasta que pudiera tumbarlo en junio para ir a nuevas elecciones y volver a jugar sus cartas.
Había costado muchas huelgas y protestas sacar adelante años de propuestas antisociales como la reforma de las pensiones. Y seguramente incluso un gobierno de la extrema derecha, si no fuera porque su refuerzo podría desbancarles en el futuro, habría sido preferible para los liberales franceses.
De hecho, Le Pen y los suyos, sobre todo los más escorados hacia el liberalismo económico, han sido cautos ante ambos nombramientos, sin señalar su inmediata intención de derrocar a los gobiernos que va nombrando Macron. Saben que es posible encontrar puntos de entendimiento en función de las medidas que se negocien y los ministros que se nombren. Hasta que los presupuestos no salieron adelante.
La izquierda, sin embargo, enseguida ha señalado que pretende volver a lanzar una moción contra el nuevo gobierno de Macron, el liderado por François Bayrou.
Pero en las presidenciales Macron sí corrió a pedir el voto de las izquierdas. Porque sin ellas no habría habido cordón sanitario. Sin ellas no habría habido “frente republicano”. Y sin ellas no sería Presidente.
La izquierda es buena cuando vota el mal menor. Pero este mal menor luego no la considera apta para gobernar. Y si para ello hay que bloquear las instituciones durante medio año, sea pues. ¿Y qué pasará si después de unas eventuales elecciones parlamentarias en 2025 vuelve a ganar la izquierda? Como señalaba Mélenchon, es inviable un régimen bajo estas condiciones, con gobiernos que duran meses, hasta 2027. Macron debe dejar gobernar a la izquierda, que tiene el mandato democrático, o debe dimitir y convocar presidenciales. A las que no se debe presentar.