RESUMEN AGENCIAS /
El presidente francés Emmanuel Macron, autoritario ante la Asamblea y débil ante la ultraderecha, ha visto caer a su Primer ministro, Michel Barnier y con él a su gobierno provocando una colosal tormenta política. La organización política sde izquierda Francia Insumisa pide su dimisión. Los socialistas, en cambio, están considerando salir a su rescate.
Medios de comunicación de todo el mundo están informando de la caída del Gobierno francés en tono catastrofista. La inestabilidad política de la segunda economía de la Unión Europea ha provocado una caída del euro del 2,7 % respecto al dólar. Eso encarece los mercados para los compradores europeos, que pagarán más dinero, por ejemplo, por el petróleo.
La moción de censura que se tramitó en la Asamblea Nacional concluyó con la destitución de Michel Barnier como Primer ministro, demostró quién maneja realmente los hilos de la política francesa: la ultraderechista Marine Le Pen.
El contexto
Macron no respetó el voto popular y la consecuencia ha sido inmediata: el premier francés Barnier fue destituido por no tener apoyo real.
Los titulares de la mayoría de los medios de comunicación caen en el enfoque más frívolo: la ultra derecha y la izquierda se unen para una moción de censura. Pero eso no es lo importante.
Lo verdaderamente importante es que Macron impuso un Primer ministro absolutamente disociado de la correlación de fuerza resultante de la última cita electoral.
Y aún puede ser peor si Macron llega a tropezar dos veces con la misma piedra. ¿Cómo? Proponiendo de nuevo a otro Primer ministro no acorde con lo que la ciudadanía eligió.
Se barajan dos nombres más afines a la ultraderechista Le Pen: el actual ministro de Defensa, Sébastien Lecornu o François Bayrou del ultraconservador Movimiento Demócrata.
En medio está la discusión por aprobar el presupuesto. Y además no hay que descuidar el doble problema de fondo: uno, el alto grado de fragmentación partidaria que tiene problemas de encaje con la estabilidad perseguida bajo las viejas reglas democráticas. Y dos, el denominado “centro” político sigue sin existir. Es pura ficción aritmética. Lo que demuestra que la ciudadanía vota ideas firmes.