POR ALBERTO MALDONADO COPELLO
Publica el diario del banquero Sarmiento Angulo, El Tiempo, en su edición del 29 de septiembre una entrevista de María Isabel Rueda al empresario Mario Hernández [1] cuyo propósito es oponerse a la reforma laboral del gobierno Petro. La entrevista ilustra mucho sobre la comprensión que tienen los capitalistas sobre la estructura económica y sobre la postura ideológica de ciertos periodistas.
Rueda se dirige al capitalista como “don” Mario, una formula usual de servilismo frecuente entre estos periodistas. Julito de la W también la utiliza cuando entrevista a reconocidos capitalistas, como Arturo Calle y otros. Es evidente que tienen muy claro que están entrevistando a uno de los dueños del país. Don Mario informa que en Colombia tiene 600 empleados fijos y cerca de 1.000 satélites y en el mundo por lo menos 1.500 más. Es decir, estamos hablando de una empresa que contrata directa o indirectamente a 3.100 personas.
Don Mario le cuenta a Rueda sobre el enfoque de su empresa, sobre la consolidación de su marca internacionalmente, sobre las fuentes de materias primas, sobre los desarrollos en diseño y algo sobre la producción en otros países. Plantea que los gobiernos son transitorios pero los empresarios capitalistas permanecen y afirma que “la gran responsabilidad es sostener el empleo.” Afirma Rueda en una pregunta que la propuesta de reforma laboral no va a combatir el desempleo y por el contrario lo va a aumentar dado que impone nuevos costos en la contratación y en las condiciones para despedir empleados. Las preguntas de Rueda incluyen las respuestas que comparte con el entrevistado.
Don Mario señala varias situaciones que van a afectar sus costos como consecuencia de la reforma laboral:
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No se van a poder establecer varios turnos debido a los costos.
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No se podrá liquidar a una persona cuando las ventas disminuyan.
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Los mayores costos afectan la competitividad.
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Los empresarios están maniatados. Don Mario menciona el ejemplo de los restaurantes en los cuales los costos son muy altos por las horas extras.
Es claro que, a los capitalistas y sus voceros en el periodismo, como Rueda, no les gusta que les incrementen sus costos ni que les restrinjan el poder despótico que ejercen en sus empresas. La fuerza de trabajo, como sabe todo el mundo, es una mercancía. Los trabajadores asalariados, como sabe todo el mundo, antes que personas son un costo.
Don Mario extraña las condiciones laborales existentes en los Estados Unidos -país en el cual tuvo almacenes- que no encuentra en Colombia: en Estados Unidos podía liquidar a un trabajador en cualquier momento: “Por eso le mencioné el ejemplo de Estados Unidos. Donde usted puede decirle hoy al empleado mañana no venga, punto. Y no hay prestaciones. Eso estimula que sean mejores todos los días.” Además, allá podía contratar por horas. “El temor a perder es un excelente estímulo para ser un buen trabajador.”
Don Mario es un libertario. Nadie debería restringir la libertad de un capitalista cuando se le dé la gana de despedir a un trabajador. El trabajador es contratado con su dinero y él piensa que puede hacer con su plata lo que quiera. Es inconcebible que el gobierno pretenda limitar el despido o encarecerlo. Don Mario extraña la libertad de los Estados Unidos donde los trabajadores no tienen prestaciones y además se los puede despedir en cualquier momento.
Sin embargo, don Mario tiene una doble personalidad. Después de defender el derecho a no pagar prestaciones y a despedir a los trabajadores sin restricciones, se transforma repentinamente en un bondadoso padre de familia y en un empresario cívico cuyo propósito en la vida es generar empleo y consentir a sus empleados.
Nos dice con mucho orgullo lo siguiente:
“Ahora el compromiso que tenemos es sostener el empleo que hay; como sea, lo tenemos que sostener. Protegemos a nuestros trabajadores que son nuestra familia, pero cualquier plan de expansión futura tendrá que medir muy bien las consecuencias que implica incorporar nuevos empleados a la luz de esta reforma. Podría frenar el crecimiento del empleo en nuestro sector y en general de la economía. A mí en la pandemia mi gerente me llamó a decirme que había que liquidar gente. Le dije que no liquidaríamos a nadie, le pagamos el sueldo a todo el mundo. Ha sido la mejor inversión: pensar en la gente. Mi responsabilidad como empresario es primero la empresa, con producto, calidad, diseño, diferenciación, organización. Segundo, el empleo, que es muy importante. Una golondrina no hace verano. Y, tercero, tener utilidades para poder sostener todo eso. Es lo que tenemos que hacer”.
“Nuestra gente lleva 10, 20, 30 años con nosotros; toda la gente de más de tres años tiene casa propia; le damos mercados; le damos los libros para los niños del colegio, fuera del sueldo. Somos una familia”.
Rueda, emocionada, al borde de las lágrimas, le dice: “Pues ojalá todo el mundo pensara como usted”. Todo un ejemplo de periodismo independiente y objetivo.
A la gente hay que creerle, pero a veces es difícil. Para don Mario las utilidades no son lo más importante. Aparecen solamente en tercer lugar después del propósito de ofrecer productos de alta calidad y de generar empleo. Ni el mismo se lo cree. Además, nos enternece mencionando como su empresa es una familia compuesta por 3.000 parientes a quienes trata como a sus hijos. Pero ¿es este don Mario el mismo que hace un momento anhelaba no pagarles prestaciones y poder despedirlos cuando se le venga en gana? ¿Por qué si don Mario es tan generoso con sus “hijos” pensaría en quitarles las prestaciones y botarlos cuando quisiera? No parece coherente.
A un entrevistador serio, digamos a alguien que no fuera Rueda, se le hubiera ocurrido preguntarle ¿cuántas son las utilidades anuales de su empresa? ¿cuánto es el valor de la nómina anual de la empresa? ¿cuánto ha ganado en los 50 años de funcionamiento de su empresa? ¿Cuánto es el salario promedio de sus empleados? ¿Cuánto es su ingreso (de don Mario) mensual promedio? ¿Cuál es el monto de su patrimonio? ¿Si se aumentaran los costos salariales como efecto de la reforma laboral cuánto perdería de sus utilidades?
Las respuestas a todas estas preguntas nos darían mayores elementos para entender la situación laboral de la empresa de don Mario y específicamente la relación entre el total de los salarios y el total de las utilidades. Pero Rueda estaba tan impresionada con la bondad de don Mario que olvidó hacerle dichas preguntas.
Don Mario y Rueda consideran que mejorar las condiciones laborales de los trabajadores es contraproducente para los mismos trabajadores. Por una parte, porque el aumento de costos puede impulsar a muchas empresas a reducir la contratación y a evadir las normas laborales y por la otra porque se encarecen los productos. Los dos piensan siempre en los trabajadores. Previendo que puedan afectarse algunos es mejor no mejorar las condiciones salariales de quienes tienen actualmente un contrato.
Don Mario considera al cuero y a la fuerza de trabajo simplemente como un costo y no ve las diferencias entre ellos. Señala que si aumenta el costo de la materia prima entonces aumenta el precio del producto. Esto es comprensible. Pero si aumenta el costo laboral no tiene por qué ocurrir necesariamente lo mismo: el aumento del salario puede llevar a que disminuyan las utilidades sin que se modifique el precio del producto. El empresario no puede aumentar arbitrariamente el precio de sus mercancías. Si tuviera la facultad discrecional para incrementar el precio ¿Por qué no lo hace incluso sin que haya aumento de salarios? La empresa está en un contexto de competencia en el cual hay una demanda determinada y una competencia específica. No puede hacer, aunque quisiera, lo que le dé la gana.
Pero, nuevamente, ¿por qué le preocupa a don Mario el aumento de los costos laborales si él es una persona generosa con su familia que les da a sus trabajadores además del sueldo apoyo para vivienda, mercados, libros (a propósito, no dijo en la entrevista cuánto les regala)? Esto indica que puede pagar más de lo que está pagando, pero que este sobresueldo lo hace discrecionalmente, como un favor, como muestra de generosidad, como una limosna cristiana. En el fondo solamente les está devolviendo parte del plusvalor que les extrae.
Es una familia muy particular la que está compuesta por don Mario y sus trabajadores. En ella uno tiene el dinero para comprar la fuerza de trabajo de miles y para despedirlos cuando lo considere. Los demás miembros de la familia, la gran mayoría, no son dueños de la empresa ni van a heredarla. Venden su fuerza de trabajo a su patrón, quien como hemos señalado, los ve ante todo como un costo. Y los puede despedir, a pesar de ser de su familia, cuando quiera.
Don Mario expresa la autocomprensión propia de los capitalistas. Se jacta de su conocimiento: él tiene fábricas, él ha generado empleo, a diferencia del presidente Petro. Sabe cómo hacer ganancias [2]. Tiene muy claro que es el dueño, que sus trabajadores son muy importantes: son su mejor inversión. Nada como invertir en fuerza de trabajo que cuesta $1.300.000 mensuales y produce $2.600.000.
Su comprensión espontánea de la sociedad le sirve para justificar su papel.
La única sociedad que concibe es la capitalista, aquella en la cual hay patronos capitalistas y trabajadores asalariados: no cabe en su mente empresarial la posibilidad de una sociedad distinta. Los dueños de la sociedad son los dueños del capital: efectivamente en esta sociedad los dueños del dinero son los dueños de la producción y del producto. Sin ellos no habría producción. Lo mismo ocurría en el esclavismo: los esclavistas eran los dueños y decidían sobre la producción.
Los capitalistas elaboran productos con el fin de obtener utilidades. Don Mario sabe que lo primero, lo segundo y lo tercero es obtener la mayor ganancia posible y la más alta tasa de rentabilidad de su capital. Pero es consciente de que en una sociedad con tanta pobreza y desempleo quizá no es muy conveniente decir toda la verdad y maquilla un poco el asunto mostrándose como un adalid de la generación del empleo y un promotor del bienestar de su familia.
La mejor inversión es la inversión en fuerza de trabajo dado que es la manera de valorizar su capital: sin su familia de 3.000 empleados no hay forma de que don Mario consiga las ganancias. Entre más grande la familia más utilidades. Para obtener utilidades es necesario, por tanto, contratar trabajadores. Pero es conveniente invertir el orden para presentarse ante la sociedad: la finalidad es generar empleo
Hay que tratar de mantener los salarios en el nivel más bajo posible. Don Mario sabe que para ganar más hay que pagar menos. Por esto cualquier reforma que pretenda mejorar un poco la situación salarial les molesta profundamente y es necesario combatirla, con ayuda de sus servidores en la prensa.
Pero hay que tratar bien a los trabajadores y darles regalos para que se sientan agradecidos, regalos que obviamente vienen de las utilidades que crean los propios trabajadores. Hay que tratar de inculcar la idea de que la empresa es una gran familia y promover la armonía.
Hay que combatir los sindicatos. En la entrevista don Mario no oculta su animadversión con los sindicatos a quienes acusa de haber acabado con la industria en Argentina.
Don Mario sabe qué hacer como capitalista. Sabe que hay un conflicto entre capitalistas y asalariados, que existe una lucha de clases, y que es necesario hacer todo lo posible por ganarla, en todos los frentes de batalla. Sus argumentos son simplones, incluso vulgares, pero reflejan una realidad. Son un nivel de conocimiento básico que no pretende profundizar. Don Mario sabe cómo se produce en el capitalismo pero no se le ocurre nunca preguntarse por qué razón en una sociedad supuestamente democrática unos son capitalistas y otros asalariados; ni se le pasa por la mente preguntarse cómo se produce este tipo de relación social. De otra parte, sabe que cuenta con los economistas, como Alberto Carrasquilla para que presenten dichos argumentos como si fueran teorías y explicaciones científicas de la realidad. Y con periodistas como María Isabel Rueda para que difundan sus concepciones.
Notas
[2] “Y también es un filósofo de la vida cotidiana: “Es que yo creo que no es solo culpa de los políticos, sino de los empresarios también. Uno nace empeloto y se va empeloto de este mundo, uno no se lleva nada, nada. Yo quedé viudo hace dos años y medio, tengo todas las cosas de mi señora, ahí están… Entonces, ¿por qué no reparte uno un poquito más con la gente? ¿Por qué uno no trata mejor a la gente? Eso nos enseñó el Covid: que todos somos iguales”.
Revista Sur, Bogotá.