POR JULIO C. GAMBINA /
La polémica desde los liberales ultramontanos se sustenta en la defensa de la propiedad privada de los medios de producción y del capitalismo. Por eso el ataque a Marx y a sus conclusiones críticas que inspiran la potencia de una transformación revolucionaria.
Hace pocos días Alberto Benegas Lynch (h) escribió un artículo denostando a Karl Marx, pese a ilustrarlo con una importante imagen del teórico revolucionario. A la sazón, la gráfica resulta más importante que las argumentaciones falaces del autor del diario La Nación de Buenos Aires.
La nota sustenta múltiples especulaciones e hipótesis erróneas sobre la producción teórica del fundador de una corriente que continúa dando batalla en la crítica al orden capitalista [1].
Es más, en el cierre de la nota remite a la emergencia de la escuela austríaca, que hoy levantan liberales contemporáneos en la batalla política por el gobierno de la Argentina. Sostiene sin brindar las fuentes que:
“Hasta se conjetura que el propio Marx se percató de su error, en cuanto a que su tesis de la plusvalía y la consiguiente explotación no la reivindicó una vez aparecida la teoría subjetiva del valor expuesta por Carl Menger en 1871, que echaba por tierra con la teoría del valor-trabajo marxista. Por eso es que después de publicado el primer tomo de El capital en 1867 no publicó más sobre el tema, a pesar de que tenía redactados los otros dos tomos de esa obra, tal como nos informa Engels en la introducción al segundo volumen veinte años después de la muerte de Marx y treinta después de la aparición del primer tomo”.
Esos argumentos fueron cuestionados con antelación por una nota mía del 2/11/2021, que pueden leer completa en mi blog: http://juliogambina.blogspot.com/2021/11/la-escuela-austriaca-y-la-apolo… Para ser sintético, sostengo, que la Escuela austríaca surge para reorientar el debate sobre la Economía Política desde lo había dejado Marx, a un terreno apologético, muy especialmente en tiempos de la experiencia de lucha de los trabajadores, cuyo accionar emblemático resultó en la Comuna de París.
La realidad es que en ese momento histórico se dejó de asociar los términos inescindibles de “economía” y “política”, para concentrarse desde 1890 en “economics”, mal traducido como “economía”, con acento en el mundo de los negocios, la eficiencia productiva, el crecimiento y la ganancia empresaria. Se había modificado el sentido original de la disciplina científica, la Economía Política, y mucho más, de la crítica a la Economía Política sustentada por Marx y sus continuadores.
El impuesto a la herencia
Claro que Benegas Lynch (h) opina desde el “liberalismo” y el eje principal de su argumentación apunta a la crítica a la reinstalación del impuesto a la herencia en el país, que fuera derogado en tiempos de la dictadura genocida del 76.
Aquella decisión fue inspirada en el programa económico de Martínez de Hoz, el primer Ministro de Economía del gobierno dictatorial. Se trataba de un gran propietario de tierras y de medios de producción, que traía como antecedentes la titularidad de la gran acería local de entonces, Acindar, y del núcleo más reaccionario del agrupamiento gran empresario: el Consejo Empresario Argentino (CEA), quienes le dieron letra económica y sustento al genocidio para la reaccionaria transformación del Estado, de la sociedad y de la economía local entre 1976 y 1983.
La eliminación del impuesto a la herencia fue promovida desde el poder de los grandes propietarios locales, no solo de la tierra. La gran burguesía, entre ellos los terratenientes, una burguesía concentrada y diversificada en la producción y en los servicios, asociados al gran capital transnacional se propusieron insertar al país en la lógica creciente de la internacionalización de la producción y la transnacionalización del capital, que impulsaron entre otras cuestiones estructurales con profundas transformaciones tributarias, financieras y macroeconómicas.
Fue la defensa de la gran propiedad y la capacidad de intervenir en la apropiación del plusvalor lo que los llevó a propiciar violentamente una transformación que hoy se expresa en desempleo, empobrecimiento y desigualdad en la distribución del ingreso y de la riqueza.
Aquellos cambios son hoy defendidos a ultranza y el grito de los liberales contemporáneos remite a la defensa de la “propiedad privada de los medios de producción”, tal como sustenta Benegas Lynch en La Nación.
Nada dice el autor sobre impuestos similares en el capitalismo desarrollado actual. No, porque el objetivo de la nota es bajar “línea esencial” en contra de cualquier rumbo orientado hacia el comunismo, verdadero opositor del liberalismo.
Resulta usual escuchar a los voceros del liberalismo, como el diputado argentino Javier Milei u otros similares, que en los medios de comunicación vociferan contra el “comunismo”, incorporando a éste a corrientes de pensamiento contrarias a la tradición de Marx, pero incluidas falazmente a la familia “comunista” por sus intentos de “reformar” al irreformable capitalismo transnacionalizado. En ese sentido, la crítica llega al Jefe del Estado Vaticano, al papa Francisco.
La polémica desde los liberales ultramontanos se sustenta en defensa de la propiedad privada de los medios de producción y del capitalismo, por eso el ataque a Marx y a sus conclusiones críticas, que inspiran la potencia de una transformación revolucionaria de la sociedad contemporánea.
Nota:
[1] Alberto Benegas Lynch (H). “La gran estafa del impuesto a la herencia”; en:
https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-gran-estafa-del-impuesto-a-la-herencia-nid08012022/, La Nación, Buenos Aires, 9/01/2022.
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