POR ANDY ROBINSON /
Conexión Miami-Madrid-América Latina. Los sectores fascistas de España liderados por el partido Voz y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ya copió el “libertad o comunismo” del anticastrismo y defienden el criminal credo neoliberal, mantienen la mirada puesta en la ultraderecha latinoamericana, que se refugia y reorganiza en el estado de Florida, principalmente en Miami.
En efecto, la ciudad estadounidense de Miami se ha convertido en un refugio y un centro neurálgico de reorganización para la ultraderecha latinoamericana derrotada electoralmente en los últimos años. Ahora preparan el contraataque a gobiernos elegidos democrática y libremente desde think tanks que eufemísticmanete han denominado “de libertad y democracia”, que en la práctica no es ni lo uno ni lo otro.
Ya no solo se oyen los eternos lamentos en el casposo Versalles de la calle Ocho de la Pequeña Habana, sino también en la nueva generación de restaurantes cool, de sushi fusión y argentinian street food, propiedad de dudosos inversores suramericanos de la fuga de capitales blanqueados en Coral Gables y el Doral.
Cuando el pasado mes de abril, mientras el presidente Gustavo Petro se reunía amistosamente con su homólogo Joe Biden en Washington, llegó a la ciudad el cuestionado e impresentable Álvaro Uribe Vélez, el líder del neofascismo en Colombia.
Participaba en la conferencia “La libertad importa” (‘Freedom matters’), en la sede de la nueva fundación Adam Smith por la Libertad Económica, de la Universidad Internacional de Florida, en Miami Norte. Es la segunda vez en este año que el expresidente colombiano, sindicado de delitos de lesa humanidad, va a Miami para participar en un evento de esta fundación, un proyecto del gobernador y candidato presidencial republicano Ron DeSantis que tiene como objetivo corregir un supuesto sesgo en las universidades favorable al progresismo woke. El director es el cubanoamericano Carlos Díaz-Rosillo, exasesor de Donald Trump. Acompañado, entre otros, por el líder de la ultraderecha venezolana, Leopoldo López, Uribe arremetió contra el supuesto marxismo institucionalizado en América Latina.
Unos días antes, había aterrizado en el Miami International el títere de Washington, Juan Guaidó, tras ser expulsado de Colombia sin posibilidad de entrar en Venezuela, donde sus propios aliados antichavistas lo han abandonado al igual que sus exaliados en EE.UU. Pero en Miami sigue teniendo amigos. María Elvira Salazar, la fascista representante cubanoamericana por el sur de Florida, exigió a la Administración Biden concederle asilo político en Estados Unidos.
A principios de este año, el refugiado más comentado en Miami era Jair Bolsonaro, que llegó primero a Orlando y luego al Doral, donde disfrutó de un respaldo activo de la comunidad brasileña, casi todos bolsonaristas. “Recibió apoyo de pastores neopentecostales en Orlando”, explicó un experto en relaciones internacionales de Brasilia. Steve Bannon, el gurú de la derecha ultra, homenajeó al neofascista expresidente como un héroe y una víctima del inexistente fraude electoral en las elecciones que Lula ganó.
Bolsonaro regresó a Brasil en marzo pero, conforme se multiplican las investigaciones por corrupción contra él y su esposa evangélica Michelle –ya conocida como Mi-cheque–, no se descarta que la pareja aparezca en las próximas semanas en un vuelo de sólo ida Río-Miami.
Tal vez el próximo en llegar sea otro impresentable como el banquero Guillermo Lasso, el presidente de Ecuador, que mediante la figura constitucional denominada “muerte cruzada”, cesó al órgano legislativo y llamó a elecciones tantos presidenciales como parlamentarias ante la suspensión que se le venía como consecuencia de un juicio político por corrupción. Lasso ha sido investigado por comprar alrededor de 150 inmuebles en Florida por más de 33 millones de dólares.
“Para la derecha latinoamericana, Miami es un espacio que sirve para lograr el apoyo en Estados Unidos a sus políticas y para guardar el dinero que sacan del país”, cuenta Jake Johnston, autor de un nuevo libro sobre Haití que lleva por título Aid state (‘Ayuda estatal’). Las torres de cristal que se levantan sin parar en distritos como Brickell y el Doral ratifican esta tesis.
Todos son ejemplos del cruce de la política latinoamericana y la estadounidense en el sur de Florida. El viejo mensaje del anticastrismo: “Libertad o comunismo”, acuñado en la Guerra Fría, ya no solo moviliza a la derecha cubana en Miami, sino también a colombianos, venezolanos, argentinos, brasileños, nicaragüenses, hondureños y bolivianos –al menos los de cierto nivel económico– afincados en Florida y cada vez más inquietos ante el avance de la segunda marea rojiza al sur del río Bravo.
Da lo mismo que la vuelta de la izquierda latinoamericana se lograse en las urnas. Bajo la óptica de Miami, son todos gobiernos castrochavistas.
“Hay un pánico irracional aquí en torno a Lula y Petro; meten a todos en el mismo paquete con Maduro y Ortega; y si tratas de matizar, pierdes el argumento”, explica Michael Bustamante, de la Universidad de Miami.
Los colombianos en Miami son los que más imaginación victimista echan a su supuesto “exilio” para convencerse de que huyen de una dictadura comunista al igual que sus vecinos cubanos en los bungalós de Hialeah. Salazar representa al distrito electoral 27, que se extiende desde las mansiones pseudocoloniales de Key Biscayne y Coral Gables hasta los rascacielos del centro de Miami y la famosa Torre de la Libertad, una réplica Disneyworld de la Giralda de Sevilla, que fue propiedad del gánster anticastrista Jorge Mas Canosa.
Allí, más aún que el cubano, el voto colombiano es decisivo. Por eso, la congresista Salazar ya utiliza el mismo discurso demagogo y falaz en defensa de la libertad y la democracia que en sus arengas con ropa vieja en la calle Ocho. Da lo mismo que el objeto del ataque sea un gobierno elegido hace menos de un año con el 52 % de los votos colombianos. “Quiero advertir sobre el peligro para Colombia”, dijo Salazar, experiodista de televisión y examante del asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos, y quien saltó a la fama en 1994 cuando entrevistó a Fidel Castro.
“La forma de pensar de la extrema derecha en Colombia y en Estados Unidos es muy parecida”, acertó Petro en su respuesta, resaltando la similitud entre Salazar y las líderes en el Congreso del uribismo, las senadoras fascistas María Fernanda Cabal y la senadora Paloma Valencia, quien en una ocasión propuso crear un apartheid en el sur del Cauca colombiano para protegerse de los indígenas. En realidad, no es de extrañar que la extrema derecha de Florida se parezca a la de Bogotá y Popayán. Al igual que Uribe, Fernanda Cabal, y Valencia toman con frecuencia el vuelo Bogotá-Miami.
En Miami, aunque los políticos de referencia para la derecha son cubanoamericanos como Salazar o Marco Rubio, los votos más importantes para el trumpismo no son cubanos. “Los latinos no cubanos aquí fueron la clave para la victoria de Trump en Florida en 2020”, comentó Bustamante. “Los colombianos son los más conservadores, más aún que los cubanos y los venezolanos”, añade Eduardo Gamarra, politólogo de la Universidad Internacional de Florida.
Incluso la nueva ola de adinerados migrantes de Argentina –el país que originó la diáspora más progresista de todas hace 40 o 50 años– son trumpistas a ultranza. “En mi círculo, me refiero a las personas que piensan, la gente es muy conservadora”, dijo la argentina Evelyn Strocovsky, que llegó a Miami en el 2002. “Sacan sus inversiones de Argentina y se refugian aquí, donde hay algo de estabilidad”. El proceso ocurre al revés también. “Trump creó un modelo que fue copiado por gente como Bolsonaro, en Brasil, o Javier Milei, en Argentina”, dice Gamarra.
“Los consultores en Miami están trabajando con las campañas republicanas en Florida y las de sus países de origen al mismo tiempo. Es lógico porque todo conecta”, explicó un exconsultor catalán en México que ha trabajado en toda América Latina. La financiación de campañas electorales –aunque sea por debajo de la mesa– va y viene de Miami, añade.
Esta conexión Miami cruza el Atlántico también. La abogada española María Herrera Mellado, activista de Vox, fue la primera estrella del ultraconservador canal de televisión hispana Americano Media, con sede en Miami que pasa por la derecha a Fox News. A los colombianos de fantasías anticomunistas en Miami les encanta leer las diatribas contra Petro de la franquista Salud Hernández-Mora, la columnista madrileña omnipresente en la revista ultraconservadora de Bogotá, Semana, de propiedad de los banqueros Gilinski.
Mientras, una nueva generación de venezolanos y cubanos, algunos formados en Miami, asesoran a la derecha española. “Vox e Isabel Díaz Ayuso mantienen lazos estrechos con sus equivalentes latinoamericanos”, explica Mike Bustamante de la Universidad de Miami. “Todos los consultores políticos quieren copiar el éxito de Trump en Miami”, añade Gamarra.
Al igual que en Miami, las inversiones inmobiliarias latinoamericanas en Madrid van siguiendo el calendario de la derrota de la derecha latinoamericana. Primero llegaron los venezolanos, luego los mexicanos, ahora los argentinos. Con cada victoria de la izquierda aparece un nuevo restaurante kitsch en la calle Serrano o una nueva heladería de lujo en Velázquez. No es casualidad que en la plaza de Ópera de la capital española, enfrente del Teatro Real, se haya levantado un edificio en el que se anuncia orgullosamente el hotel Ocean Drive.
Los conservadores de la conexión Miami-Madrid-Latinoamérica quieren tener su pastelito y comérselo, por usar un anglicismo de los que abundan en el castellano de la derecha bilingüe de Florida Sur, y ahora también de la derecha monolingüe del barrio de Salamanca.
Defendiendo el derecho a migrar y el derecho a huir desde países “comunistas”, según la falsa narrativa fascista y por lo tanto en la realidad no lo son, Díaz Ayuso visitó Miami en junio del año pasado y elogió una “forma libre de ver la vida que han convertido a Miami y a Madrid en la segunda casa (sic) de millones de personas que huyen del desánimo, del paro, del comunismo…”.
Pero lo cierto es que la migración incluso desde Cuba y Venezuela plantea problemas para los defensores de la libertad en Miami tanto como los defensores de la libertad en Madrid. La cubanoamericana Jeanette Núñez, número dos de DeSantis, advirtió en abril de que todos los migrantes latinos que lleguen a Florida serán “metidos en un autobús y transportados a Delaware” (el Estado de Joe Biden).
Gamarra dice que, para muchos cubanos y otros latinoamericanos conservadores afincados en Miami, “la regla es la siguiente: deje que entre mi sobrino, pero no el sobrino del otro”.
Pasa lo mismo con los latinoamericanos de gran patrimonio transfronterizo afincados en Madrid y sus hijos ya dotados de una MBA en start-ups por el Instituto de Empresa. En absoluto quieren que lleguen más compatriotas suyos a los barrios obreros del sur de la capital española, a no ser que estos sean susceptibles a los cantos de sirena de los pastores evangélicos ya reclutados por la campaña de la ultraconservadora franquista del delincuencial Partido Popular, Díaz Ayuso.
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