“No es justo que en materia de salud en Latinoamérica con impuestos públicos se financie lo privado”

Rosana Onocko Campos

POR PABLO ESTEBAN /

“La salud no puede ser considerada un gasto en los países latinoamericanos”, sostiene la médica argentina Rosana Onocko Campos, referente de salubridad pública en la región.

La especialista reivindica el rol de los Estados en la creación de un sistema sanitario más equitativo e inclusivo, en un escenario signado por el creciente poder de las corporaciones farmacéuticas y la presión de los laboratorios.

El rol de los Estados regionales en la promoción de una salud equitativa e inclusiva, el papel que deben desempeñar los profesionales del sector luego de una pandemia que, al menos en apariencia, reivindicó su protagonismo en la sociedad, el horizonte de la soberanía sanitaria al que apuntan los países latinoamericanos en un marco caracterizado por el poder de las grandes corporaciones farmacéuticas: sobre todo ello ofrece su perspectiva Rosana Onocko Campos, actualmente presidenta de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva.

“Pienso que se puede crear un futuro más inclusivo, aunque para ello haya que discutir fuertemente esa idea de la derecha que afirma que la salud es un gasto”, señala la médica (Universidad Nacional de Rosario), psicoanalista y doctora en Salud Colectiva (Universidad Estatal de Campinas, Brasil).

Por un modelo de salud inclusivo que garantice equidad

Usted es especialista en salud pública. ¿Qué pasa en Latinoamérica al respecto?

Nuestros países tienen algunas características comunes: la desigualdad, el racismo, las secuelas del colonialismo, las democracias jóvenes que aún exhiben fragilidades, las enormes presiones internacionales que enfrentamos para pagar nuestras deudas externas. Todo eso me lleva a pensar que las tareas que tenemos quienes trabajamos con salud colectiva es buscar la inclusión social en la región para la disminución de la inequidad. Y en este punto el término de “una salud” puede ser muy beneficioso.

¿Qué implica ese término?

Tiene que ver con pensar un modelo de desarrollo que sea inclusivo y respetuoso de las diferencias, pero que al mismo tiempo respete la salud ambiental, animal y humana. Si no pensamos en otras formas de producción, no vamos a ser capaces de defender absolutamente nada. En el Mercosur tenemos las principales productoras de commodities que alimentan el planeta, por ende, nos toca a nosotros la responsabilidad de transformar los modos en que elaboramos nuestros alimentos. La salud es algo muy complejo como para no detenerse a pensarla.

Uno de los temas más importantes, ya que estudia salud en la región, es el de la soberanía sanitaria.

Sí, cuyos problemas se vieron muy claros durante la pandemia. La planificación sanitaria y la producción de insumos, como pueden ser barbijos y también tecnologías más refinadas, tienen las condiciones para operar como un factor de desarrollo para las naciones y no ser observadas como un mero gasto.

¿Cómo se puede ejercer esta soberanía si las corporaciones en el área -los laboratorios y farmacéuticas- constituyen los actores más poderosos del mundo?

Es cierto que son poderosos, pero ello no implica que sea imposible ejercer soberanía: hoy uno de los grandes productores de drogas y vacunas es la India. Aunque ahora hay algunas que deben importarse, hasta hace muy poco tiempo Brasil elaboraba todas sus vacunas prácticamente. Cuba lo mismo. Si bien siempre habrá tecnologías que tendremos que adquirirlas de afuera, no significa que debamos hacerlo con la mayoría de los insumos. Esto se articula directamente con entender que el dinero destinado a ciencia y tecnología es una inversión y no un gasto. Si nos vamos a dedicar solamente a seguir siendo productores de materia prima no tenemos ningún futuro.

Antes hablaba de la inclusión, ¿la salud es inclusiva en la región?

Argentina se caracterizó, históricamente, por un sistema de salud fragmentado y estratificado, gracias a la presencia de lo público que convive con obras sociales y prepagas. En Brasil, por ejemplo, el 75 por ciento de la gente utiliza el sistema público y el 25 por ciento restante acude a lo privado. De esa mayoría que utiliza el público, una parte gasta algo de su bolsillo para compensar algunas de las necesidades que no se pueden satisfacer. Argentina no tiene un sistema unificado, siempre hubo una resistencia muy grande de los sindicatos. Sería ideal disminuir la fragmentación; pienso que se puede crear un futuro más inclusivo, aunque para ello haya que discutir fuertemente esa idea de la derecha que afirma que la salud es un gasto.

¿Qué piensa del presente de los profesionales de la salud? En general, los gobiernos latinoamericanos tienen una cuenta pendiente: revertir la precarización laboral.

Nosotros estamos proponiendo que se cree una carrera pública de salud. De la misma manera que la tienen los militares o los jueces, que son considerados de primera necesidad. ¿Los médicos no? Me parece que, en definitiva, es un problema que se relaciona con la dignidad.

¿En qué sentido?

Cuando un paciente se acerca a una unidad de atención y el trabajador está cansado, malhumorado y burocratizado, sin quererlo, retroalimenta este sistema del cual formamos parte y necesitamos cambiar. Creo que los trabajadores de la salud tenemos un rol clave como agentes de la transformación social. Somos parte de la solución y no del problema. Para esto debe haber un marco propiciado por los gestores, las leyes y el financiamiento destinado a los sistemas públicos. Si los representantes de la salud pública no defendemos lo público nadie lo hará.

En esta defensa, ¿qué lugar tiene lo privado?

Voy a responder a título personal. Desde que estaba en la Universidad Nacional de Rosario, de jovencita, nos preguntábamos con nuestros compañeros si era ético ganar dinero con la enfermedad ajena. ¿Podemos tener lo privado? ¡Podemos! Aquella gente que sea muy rica y tiene derecho a pagar otro servicio, ¿puede hacerlo? ¡Claro que puede! Ahora bien, con lo que no estoy de acuerdo es con que con los impuestos públicos se financie lo privado.

De manera reciente, la pandemia puso a prueba los sistemas de salud a nivel mundial. Usted estaba en Brasil, ¿cómo fue esa experiencia?

Vivimos la pandemia con el pandemonio. En Brasil estábamos en manos de alguien, como Jair Bolsonaro, que hablaba en contra de las vacunas, que no hizo nada para planificar un aislamiento social coordinado. Instrumentó un ataque continuo al gesto solidario y al cuidado colectivo que fue muy destructivo. Daba la sensación de que estábamos en un avión y no estaba el piloto. Brasil tiene cifras de muertes muy por encima de lo que le correspondería por su población si se lo compara con el resto de las naciones; fallecimientos por Covid que, como se podía esperar, se distribuyeron de manera desigual. Los negros, pobres y periféricos siempre la pasan peor. En Argentina la realidad fue distinta, de hecho, al gobierno se lo acusó de lo contrario, de demasiado precavido. Se presentaba una falsa dicotomía entre salud y economía cuando no la había.

Encuentro para una salud más equitativa y humana

Entre el jueves 1 y viernes 2 de junio se celebró en Buenos Aires el Primer Congreso Internacional de la Asociación Argentina de Salud Pública (AASAP). Más de 1.200 personas se reunieron con el objetivo de debatir en torno a la necesidad de una salud pública y colectiva. Bajo esta premisa, los presentes coincidieron en que los trabajadores del sector puedan sostener “el protagonismo y la mística” alcanzada durante la pandemia. En paralelo, también instaron a los diversos espacios políticos argentinos que disputarán las elecciones este año a no desjerarquizar el área, como ocurrió durante el mandato neoliberal de Mauricio Macri, cuando el Ministerio del sector se degradó a Secretaría.

Bajo el lema, “Una salud: para una Argentina con equidad”, se presentaron un total de 80 paneles temáticos, más de 350 trabajos, posters, stands y talleres participativos. El enfoque, de manera reciente incorporado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), comprende a la salud humana y animal como interdependientes y en estrecha relación, al mismo tiempo, con el ambiente y contexto en el cual interactúan.

A partir de esta premisa, sostienen sus referentes, no es suficiente el análisis técnico de especialistas en el tema si no se tienen en cuenta variables como la problemática ambiental con el efecto de la contaminación y el cambio climático; las cuestiones alimentarias como el sobrepeso, la malnutrición y la desnutrición; los aspectos que impactan en el desarrollo de las sociedades; la pobreza que acecha a una parte mayoritaria de la población; la salud animal y la amenaza de nuevas pandemias a partir de las zoonosis; el respeto por la diversidad sexual; la interculturalidad y las necesidades propias de las minorías.

Página/12, Buenos Aires.

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