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El resultado electoral en Argentina este domingo 19 de noviembre no puede generar sorpresas. El seudo ‘progresismo’ representado en el gobierno de tinte conservador de Alberto Fernández que hace cuatro años impuso Cristina Fernández de Kirchner y que resultó ser un tremendo fracaso, alimentó el monstruo de la ultraderecha.
Bien decía Walter Benjamin que “detrás de cada fascismo hay una revolución fallida” y el peronismo con un personaje gris como Sergio Massa, proveniente de un partido fascista como la Ucedé de un personaje siniestro como Álvaro Alsogaray, quien estuvo al servicio de las dictaduras argentinas, pretendió seguir engañando a un electorado que no logró convencer ante su frustrado y vergonzante desempeño como Ministro de Economía, cuya herencia es una inflación que ronda el 140 % de inflación anual.
La población argentina se encuentra harta del engaño sistemático de una clase dominante corrupta e incapaz de dar respuesta a su agobiada realidad. El excandidato Massa y el peronismo hablaron de fortalecer la Secretaría de la Igualdad e incrementar los subsidios cuando durante el cuatrienio de Alberto Fernández la pobreza y la desigualdad superan el 40 %. La gente ya no cree en discursos huecos ante la cruda realidad del ciudadano que debe enfrentar los rigores de un capitalismo salvaje aupado por un gobierno que decía ser nacional y popular.
De nada sirvieron los llamados angustiantes de algunos sectores de izquierda de Argentina invitando a votar por el mal menor, cuando el triunfo de Javier Milei de manera contundente (casi 12 puntos de diferencia en la votación), es una demostración palpable de la indignación y descreimiento ante una clase dominante mentirosa e inepta que buscaba mantenerse en la Casa Rosada con las mismas políticas que han martirizada a los argentinos durante los últimos dos gobiernos.
El resultado es que hoy, con esta elección, está en pleno furor el fascismo en Suramérica: pareciera que tras la funesta experiencia de Bolsonaro en Brasil, ahora la Argentina de Milei abre de nuevo el camino en la región para la expansión de la ultraderecha y el ahondamiento del criminal modelo económico neoliberal. En contados días asume en Ecuador el potentado bananero neoliberal Daniel Noboa, cuya vicepresidenta Verónica Abad es del mismo talante ideológico de Milei. Y en Chile en los primeros días de diciembre se plebiscitará un nuevo texto constitucional para reeditar la Carta política de Pinochet, actualmente en vigencia.
Desde el punto de vista geopolítico en un mundo conmocionado por los conflictos en Medio Oriente y Ucrania, la victoria de Milei representa una derrota para los BRICS, sobre todo para naciones de la importancia en ese grupo como China y Brasil. En contraste, es un triunfo para EE.UU. e Israel que logran no un socio sino un servil y abyecto gobierno que se postrará a partir del 10 de diciembre próximo a sus deseos y designios.
Lo que está ocurriendo con el auge del fascismo en la región constituye una fuente de aprendizaje para las fuerzas progresistas que están obligadas a ahondar su compromiso con la justicia social, la garantía de los derechos humanos y la reafirmación de la soberanía.