No se puede permitir que la inútil burocracia ambientalista se recicle en el Gobierno de Petro

POR ALFONSO AVELLANEDA CUSARÍA

Si bien Susana Muhamad González es una activista en temas ambientales, con una reconocida trayectoria tanto académica como administrativa que la acreditan para desempeñarse como titular del Ministerio del ramo, también hay que tener en claro que es el puente con toda la ‘élite ecologista’ que ha estado en cargos de dirección en entidades como el Ideam, Colciencias y el Departamento Nacional de Planeación y que se ha caracterizado por su nula acción respecto de las justas reivindicaciones de los sectores de base, los territorios y movimientos sociales en materia medioambiental.

Susana Muhamad, ministra de Ambiente designada.

Desde el punto de vista político es preciso señalar y si se quiere, recalcar, que han sido los movimientos sociales en sus respectivos territorios los que se la jugaron por la opción presidencial victoriosa del Pacto Histórico liderada por Gustavo Petro y Francia Márquez. Fueron ellos los que se movilizaron en actividad proselitista para colocar los votos en sus respectivas regiones y no la burocracia ambientalista que se recicla en cada gobierno de manera oportunista y que hoy vemos a varios de sus representantes en las comisiones de empalme. Esperamos que su participación sea momentánea, por el tiempo que dure el proceso de empalme, pues su trayectoria burocrática no deja resultados qué mostrar en beneficio de las comunidades y los territorios hoy gravemente afectados por la política neoliberal extractivista.

Esa “élite ecologista” ha sido la que ha replicado el discurso de la hoy rectora de la Escuela de Administración de Negocios (EAN), Brigitte Baptiste, cuando se desempeñó como directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, el cual estaba dirigido a apoyar el fracking y la explotación minera del páramo de Santurbán en Santander.

Es esa burocracia que logra mantenerse en cada gobierno de turno, que ha guardado “atronador silencio” frente al desplazamiento de las comunidades víctimas del proyecto hidroeléctrico del Quimbo en el Huila, o a la minería tradicional de las poblaciones negras avasalladas por el otorgamientos de títulos mineros al gran capital transnacional por parte de los gobiernos de ingrata recordación de Uribe Vélez y Santos Calderón. Sin embargo, repetimos, sus más conspicuos representantes, hacen parte de los equipos de empalme entre la administración neoliberal de Duque y el nuevo gobierno que comienza el próximo 7 de agosto.

Si en verdad Colombia está haciendo el tránsito hacia un auténtico gobierno alternativo, de talante de izquierda, posibilitando un gran Acuerdo Nacional que impulse las reformas por tanto tiempo aplazadas, no es para seguir reciclando a los de siempre, sino por el contrario, darles participación y capacidad de decisión política a los excluidos, a los “nadies”, al movimiento social y popular que fueron los que con su ímpetu y entusiasmo definieron el triunfo electoral de Petro y Francia Márquez. No fueron las viejas maquinarias de los partidos que ahora quieren aterrizar con todo en este proceso político inédito que está viviendo Colombia, de manera oportunista. A ese oportunismo claro que nos vamos a oponer porque así, de manera frontal y contundente, hemos hablado siempre.

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