POR ARMANDO PALAU ALDANA
“No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, dice un antiguo refrán español, ni cuernos que lo aguanten, dicen los cornudos. El triste espectáculo de la mal llamada alborada decembrina en Cali, no la composición poética o musical de la llegada de un día especial, sino el ineludible lapso en que termina la noche y arriba en el horizonte la luz del día hasta que debuta el astro Sol, anuncia que por fin nos liberaremos de Jorge Iván Ospina, el alcalde del corazón partido.
Las dos alcaldías que ocupó este caleñizado pereirano, son una indiscutible muestra de corrupción en su máxima expresión y la prueba de ello es que culmina su precaria gestión con sus cuentas bancarias embargadas por orden de la Contraloría General, a la espera de que las nuevas Fiscalía y Procuraduría den a buen recaudo con la ingente cantidad de procesos penales y disciplinarios, atajados por la venta de humo de gamonales como la Toro.
Todo el mundo sabe que Ospina en vez de construir un nuevo estadio con amueblamiento circunvecino adecuado (parques, parqueaderos, restaurantes), prefirió remodelar al Pascual Guerrero con un costo inicial estimado en 40 mil millones se infló hasta 120 mil. Recordamos la osadía de anunciar la remodelación del cielo para convertirla en un infierno y esquilmar el bolsillo predial de los contribuyentes para imponer un Plan Vial matizado como las 21 Megaobras.
En su primera alcaldía, tuve que demandar a Ospina y sacar avante una acción de cumplimiento para que el Tribunal Administrativo del Valle del Cauca le ordenara ejecutar el Plan Maestro de Ciclorrutas, después de las obras viales que no lo contemplaron, fue como meterle rayas a una crema dental después de empacada. Y luego un fraude a resolución judicial, que lo hizo desmayarse en plena indagatoria e incapacitarse una semana después de su salida en ambulancia.
Qué decir de las compras de televisores de 55 pulgadas a 43 millones y sillas ergonómicas de 17 millones por parte de su consentido gerente de Emcali, o el favorecimiento contractual a su negado primo materno Camilo Moreno Herrera por más de 63 mil millones de pesos en el Dagma, Salud Pública, y Emcali, amén de los sobrecostos en Corferias por los espectáculos masivos en los que es experto Jorge Iván haciendo derroche del erario caleño.
Nunca olvidaremos que la ciudad fue militarizada por pedido de Ospina para atacar el estallido social en abril del 2021, dejando más de 45 víctimas por la violencia policial, ingente cantidad de torturados, agredidos física verbal y sexualmente, y un número indeterminado de desaparecidos. El engaño contractual de las y los jóvenes a través de operadores de su Secretario de Paz, el tristemente célebre Danis Rentería.
Es la tapa de la olla, que un médico que funge como alcalde, no comprenda que hacer una brutal demostración de pólvora conlleva un ecocidio contra nuestra niñez agobiada por infecciones respiratorias, contra nuestra avifauna y contra los gatos y perros, las adorables mascotas aturdidas por la presión sonora de las explosiones, con el pretexto de lograr un espectáculo con la intención de brindar pan y circo para ocultar el sobreendeudamiento en que entrega la ciudad.
Ospina piensa que los ladrillos que afanosamente piensa inaugurar dejarán su impronta del corazón partido, antes de que suene el estribillo de Ladrillo, un tango que escribió Juan Andrés Caruso y musicalizó Juan de Dios Filiberto en 1926: “Ladrillo está en la cárcel, / el barrio le extraña, / sus dulces serenatas / ya no se oyen más. / Los chicos ya no tienen / su amigo querido / que siempre moneditas / les daba al pasar”.