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Una investigación vital y oportuna de autoría de las economistas Mariana Mazzucato y Rosie Collington devela los alcances estafadores de la opaca y poderosa industria de la consultoría y cómo las grandes firmas dedicadas a esta actividad, reconocidas a nivel mundial, manipulan las economías tanto de Estados como de grandes empresas para sacar jugosas ganancias.
Estas firmas consultoras y los subcontratistas, argumentan las autoras, saben menos de lo que dicen, cuestan más de lo que parecen y, a largo plazo, impiden que el sector público se desarrolle. En definitiva, otras estafa del criminal modelo neoliberal que arrasa, sin ningún escrúpulo, todo lo que considera ganancia para satisfacer la codicia de los insaciables sectores corporativos.
Acerca de la gran estafa
Mazzucato y Collington acaban de publicar un revelador libro que comenzó a circular tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña que lleva por título The Big Con: How the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments, and Warps our Economies (La gran estafa: cómo la industria de la consultoría debilita nuestras empresas, infantiliza a nuestros gobiernos y distorsiona nuestras economías), en el que analizan una serie de escándalos de estas firmas timadoras que hacen parte de un negocio criminal como es el de la industria de la consultoría.
Existe una relación arraigada entre la industria de la consultoría y la forma en que se administran las empresas y se orientan los gobiernos en la actualidad, que urge cambiar.
Mazzucato y Collington muestran que la dependencia de economías tanto de países como de grandes corporaciones de firmas consultoras como McKinsey, Boston Consulting Group, Bain & Company, PwC, Deloitte, KPMG y EY impide la innovación, ofusca la responsabilidad corporativa y política e impide además desarrollar la misión colectiva de detener el colapso climático.
El ‘Big Con’ describe el truco de confianza que la industria de la consultoría realiza en contratos con gobiernos vaciados y reacios al riesgo y empresas que maximizan el valor de los accionistas. La actividad de consultoría creció a partir de las décadas de 1980 y 1990 a raíz de las reformas tanto de la derecha neoliberal como de los conservadores de la Tercera Vía (disfrazados de socialdemócrtas y a veces hasta de “progresistas”), y se nutre de los males del capitalismo moderno sustentado en el neoliberalismo, desde la financiarización y la privatización hasta la crisis climática.
Esta actividad tramposa pero sobre todo muy rentable ha tomado solidez gracias al poder único que ejercen las grandes consultoras a través de extensos contratos y redes, como asesores, legitimadores y subcontratistas, y la ilusión de que son fuentes objetivas de experiencia y capacidad. Para empeorar las cosas, brillantes egresados de universidades de prestigio son redirigidos del servicio público a la consultoría.
Según señalan las autoras esta gran estafa ha generado en el mundo grandes perjuicios al debilitar empresas, engañar gobiernos y distorsionar economías.
Mazzucato y Collington desmienten en este trabajo bibliográfico el mito según el cual las consultorías siempre agregan valor a la economía. Con una gran cantidad de investigaciones originales, abogan por la inversión y la inteligencia colectiva dentro de todas las organizaciones y comunidades, y por un nuevo sistema en el que los sectores público y privado trabajen de manera innovadora por el bien común.
Presentación del libro
A través de Project Syndicate, las autoras de esta interesante y reveladora obra presentaron los alcances de su investigación en un artículo periodístico que reproducimos a continuación.
Las consultoras y la crisis del capitalismo
POR MARIANA MAZZUCATO Y ROSIE COLLINGTON
Los numerosos escándalos de alto perfil de McKinsey & Company son solo la punta del iceberg. La creciente dependencia de las grandes consultorías con modelos de negocios extractivos está atrofiando la capacidad estatal y socavando la responsabilidad democrática en un momento en que necesitamos que los gobiernos ayuden a transformar nuestras economías en beneficio del interés público.
En los últimos años, McKinsey & Company se ha convertido en un nombre familiar, pero por razones equivocadas. Esta es una de las tres grandes firmas de consultoría estratégica “Big Three” (junto con Boston Consulting Group y Bain & Company), su trabajo para las principales corporaciones y gobiernos se ha convertido cada vez más en una fuente de escándalo e intriga en todo el mundo.
En los Estados Unidos, por ejemplo, McKinsey acordó pagar casi 600 millones de dólares por su papel en la epidemia mortal de opioides, luego de acusaciones de que había asesorado a Purdue Pharma sobre cómo “acelerar” las ventas de OxyContin. En Australia, el trabajo de la empresa en la estrategia nacional de cero emisiones netas del gobierno anterior fue criticado como un intento flagrante de proteger la industria de combustibles fósiles del país. Y en Puerto Rico, una investigación del New York Times encontró que la subsidiaria de inversiones de McKinsey, MIO Partners, estaba posicionada para beneficiarse de la misma deuda que sus consultores estaban ayudando a reestructurar.
Esta lista podría seguir y seguir. Pero como mostramos en nuestro nuevo libro, The Big Con: How the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments, and Warps our Economies (La gran estafa: cómo la industria de la consultoría debilita nuestras empresas, infantiliza a nuestros gobiernos y distorsiona nuestras economías), tales escándalos son solo la punta del iceberg. Si bien hay algunas manzanas podridas en cada empresa, el verdadero problema radica en el modelo de negocio subyacente de la industria de la consultoría.
En 2021, el mercado global de servicios de consultoría se estimó entre 700 y 900 mil millones de dólares. Sin embargo, a pesar del papel cada vez mayor de la industria en la vida económica y política, sus actividades casi nunca se ven como lo que son: síntomas de problemas estructurales más profundos con el capitalismo contemporáneo. Es posible que la industria de la consultoría no sea totalmente responsable de la financiarización de la economía, el “cortoplacismo” corporativo o el desmantelamiento del sector público, pero ciertamente se nutre de ellos. A lo largo de la historia del capitalismo moderno, el Big Con (como llamamos a la industria) ha estado ahí para surfear cada nueva ola de disfunción.
A través de los gobiernos, las grandes consultoras promovieron y se beneficiaron enormemente del impulso hacia la privatización, la reforma de la gestión, el financiamiento privado, la subcontratación, la digitalización y la austeridad. En los negocios, ayudaron a afianzar nuevos modelos de gobierno, desde la difusión de la contabilidad de costos y las corporaciones multidivisionales en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, hasta el surgimiento del Rey Accionista en el establecimiento de prioridades y la asignación de recursos.
Hoy en día, la industria de la consultoría promete revertir los mismos problemas que ayudó a crear, de ahí el auge de los nuevos contratos para brindar asesoramiento “ambiental, social y de gobernanza” (ESG). No en vano, esta nueva línea de negocio ha llegado con todo tipo de conflictos de intereses. McKinsey, por ejemplo, ha asesorado previamente al menos a 43 de los 100 mayores contaminadores ambientales.
El papel jugado por las consultorías en la crisis del Covid-19 fue especialmente revelador. Durante los primeros dos años de la pandemia, los gobiernos gastaron sumas enormes en contratos de consultoría, pero los resultados fueron dudosos en el mejor de los casos y dañinos en el peor. En Francia, las consultorías estuvieron profundamente involucradas en la campaña de vacunación del país. Sin embargo, lejos de ser un ejemplo de eficiencia, el programa francés fue ampliamente visto como un desastre. A principios de enero de 2021, solo se habían administrado 5000 dosis, en comparación con 316.000 en Alemania y 139.000 en España (los tres países comenzaron sus programas más o menos al mismo tiempo).
A veces, los gobiernos contratan consultores para llenar los vacíos en su propia capacidad. Desafortunadamente, adjudicar consultorías con contratos lucrativos y de gran alcance se ha convertido simplemente en el enfoque predeterminado, incluso para áreas que obviamente deberían estar bajo la competencia del gobierno. Por lo tanto, en 2020, un par conservador británico se quejó de que los servidores públicos se ven privados de manera rutinaria “de oportunidades para trabajar en algunos de los temas más desafiantes, satisfactorios y cruciales”, y que la dependencia “inaceptable” de consultores privados estaba infantilizando el servicio civil.
Cuando todo se subcontrata, las agencias gubernamentales no pueden desarrollar las habilidades y conocimientos internos necesarios para manejar nuevos desafíos. Esto debería preocuparnos a todos. Los epidemiólogos advierten que la próxima pandemia mundial es una cuestión de “cuándo”, no de “si”. Necesitamos invertir urgentemente en la capacidad de los gobiernos y las agencias de salud pública para detectar nuevos brotes y contenerlos antes de que puedan propagarse.
Después de todo, no se debe confiar en que las grandes consultoras tengan la experiencia para la que fueron contratadas. Como descubrió el New York Times, citando a un investigador del Centro Nacional Francés de Investigación Científica, las consultorías detrás del caótico lanzamiento de la vacuna en Francia “tendían a importar modelos operativos utilizados en otras industrias que no siempre eran efectivos en la salud pública”.
La creciente dependencia de las grandes consultorías con modelos de negocios extractivos frena la innovación y la capacidad estatal, socava la responsabilidad democrática y ofusca los efectos de las acciones políticas y corporativas. En una era de colapso climático, estas consecuencias se han vuelto existenciales. Todos pagamos el precio cuando se derrochan fondos públicos y otros recursos, y cuando las decisiones en el gobierno y las empresas se toman con impunidad y poca transparencia.
Para empeorar las cosas, los jóvenes profesionales bien intencionados e inteligentes se han visto atraídos cada vez más lejos del servicio público por la promesa de un trabajo útil (y mejor pagado) en la industria de la consultoría. (Aunque, afortunadamente, hay indicios de que muchos consultores jóvenes se están desilusionando con el sector).
La lucha contra cualquier adicción comienza con el reconocimiento del problema. Solo así podremos reducir nuestra dependencia. En un momento en que más personas que nunca cuestionan las ortodoxias económicas y buscan alternativas, desentrañar el papel de Big Con en la economía actual puede señalar el camino hacia las soluciones. Para construir una economía que funcione mejor, debemos invertir en la capacidad y el conocimiento del Estado, devolver el propósito de servicio social al sector público y librar al sistema de intermediación costosa e innecesaria de la industria de consultoría.
En todo el mundo, los gobiernos se están dando cuenta de los peligros de una dependencia excesiva de las consultorías y de la forma de capitalismo que han ayudado a generar. Los reformadores están desarrollando nuevos modelos de gobernanza innovadores, desde consultorías internas del sector público hasta “laboratorios” de políticas y programas de adquisiciones orientados a la comunidad local.
Transformar nuestras economías en el interés público requiere cambiar la forma en que pensamos y hablamos sobre el papel del gobierno. Debemos dejar de ver al Estado como un mero salvador y eliminador de riesgos del mercado, y reconocerlo como un actor económico fundamental. Las organizaciones privadas y las personas con conocimientos y capacidades genuinos aún pueden ser valiosas fuentes de asesoramiento. Pero deberían asesorar y “consultar” de manera transparente desde el margen, en lugar de ser puestos a cargo y pagados independientemente de cómo se desempeñen.
Las autoras
Mariana Mazzucato
Profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College London, donde dirige el Instituto para la Innovación y el Propósito Público. Sus libros más vendidos incluyen El Estado emprendedor, El valor de las cosas y Economía de la Misión. Sus numerosos premios incluyen el Premio John von Neumann 2020 y el Premio Leontief 2018 por el avance de las fronteras del pensamiento económico. Es presidenta del Consejo sobre la Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud y miembro del Consejo Asesor de Alto Nivel de las Naciones Unidas para Asuntos Económicos y Sociales.
Rosie Collington
Candidata a doctorado en el Instituto de Innovación y Propósito Público de la University College London (UCL), donde investiga la economía política de la subcontratación. Ha escrito para The Guardian, OpenDemocracy y The Independent. Su trabajo bibliográfico ha sido publicada por New Political Economy y el Institute for New Economic Thinking, así como ha realizado investigaciones de políticas para varias organizaciones, incluidas Common Wealth y British Heart Foundation.
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