POR MARCELO VALKO
Realmente es triste reconocer, lo bien que los militares latinoamericanos “aprendieron” los contenidos “educativos” con los que fueron domesticados (pensados) por la Escuela de las Américas que hasta 1984 funcionó en Panamá y luego se mudó a Georgia donde aprovechó para aggiornarse y de paso realizar un lavado de cara adecuando su nombre al pomposo “Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad”. ¡Qué tal! Existe un dicho popular que afirma “distinto olor para la misma mie…”. Más allá de mi exabrupto, su accionar represivo en nuestros países demuestra la efectividad de su instrucción que se repitió como un calco a lo largo del tiempo y de la geografía continental. Un simple ejemplo fue el Plan Cóndor de accionar conjunto de las dictaduras del Cono Sur donde cooperaron unos con otros para “cazar subversivos a pedido”. Veamos otros casos.
Hace un par de semanas, el 16 de noviembre se conmemoró a “los mártires de la UCA”. Sucedió en El Salvador en 1989 cuando un comando del batallón de elite Atlacatl de reacción inmediata (denunciado por todo tipo de infames atrocidades como la masacre de El Mozote) ingresó a la Universidad Centroamericana (UCA) y ejecutó ocho personas, seis eran sacerdotes jesuitas incluido el mismo rector y dos mujeres. Pese a que una radio de extrema derecha hasta días antes no se cansaba de acusarlos de comunistas exigiendo que fueran colgados de los postes de luz, los militares que habían dejado obvias consignas revolucionarias relacionadas al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) acusaron de la matanza a la guerrilla. De más está decir que nadie tomó en cuenta una versión tan absurda y mucho menos en el exterior, incluyendo a EE.UU., máxime teniendo en cuenta con lo que había ocurrido con monseñor Arnulfo Romero en plena misa.
Al volver a leer sobre esta masacre donde los asesinos recibieron órdenes de no dejar testigos con vida y por eso ejecutaron a las dos mujeres que pertenecían al personal doméstico, recordé casos similares ocurridos en Argentina que muestran el mismo sello de esa tétrica Escuela… Si bien durante la Dictadura del 76 fueron asesinados monjas, curas y hasta obispos, uno de los casos más tremendos ocurrió el 4 de julio de 1976 con el asesinato de los padres palotinos (tres sacerdotes y dos seminaristas). El Grupo de Tareas ingresó a la Iglesia de San Patricio del barrio porteño de Belgrano y tras atarlos y golpearlos con brutalidad los fusiló por la espalda. Algunos de los cuerpos recibieron docenas de disparos. Pese a que el comando ni siquiera se molestó en fingir su autoría ya que dejaron consignas “que murieron por zurdos”, e incluso con macabra ironía dejaron sobre uno de los cuerpos un póster del comic Mafalda donde el personaje de Quino señalando la cachiporra de un policía dice: “este es el bastón de abollar ideologías”. Pese a tales pruebas, la versión oficial acusó a la guerrilla. Obvio, tampoco nadie lo creyó. Exactamente un mes después sería asesinado el obispo Enrique Angelelli. A fines de 1977 las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, tras su secuestro y tortura fueron arrojadas vivas al mar en los “vuelos de la muerte” para deshacerse de los cuerpos arrojándolos bien dentro del Río de la Plata en su confluencia con el mar. En este último caso, también los militares hicieron la parodia de que ambas monjas habían sido secuestradas por Montoneros.
En esos mismos Vuelos de la Muerte fue lanzada al río Azucena Villaflor fundadora y presidenta de Madres de Plaza de Mayo junto a otras dos madres: Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco. Dada la cantidad de detenidos-desaparecidos, los vuelos estaban pensados para deshacerse de los cadáveres con objeto de que no existan pruebas del delito, como suele decirse en ámbitos de la Justicia si no existe el cuerpo de la víctima no es posible probar el delito. Sin embargo, muchos regresaron… Paradójicamente muchos de esos cadáveres por los caprichos de los vientos y las mareas terminaron en las costas y sin mayores averiguaciones fueron enterrados como NN. Ya en democracia numerosos restos fueron identificados por los equipos de Antropología Forense.
También los militares mexicanos aprendieron acerca de la conveniencia de estos vuelos para deshacerse de la evidencia. Existen testimonios en la justicia denunciando que durante la Presidencia de Luis Echeverría (1970-1976), partían desde la Base Aérea Militar N° 7 en Pie de la Cuesta y los arrojaban al Pacífico. Paradójicamente, al igual que sucedió en la costa bonaerense, algunos cuerpos “regresaron” apareciendo en las costas de Oaxaca, por lo que se ordenó que los “Aravá” se internaran más profundo en el mar. A todos los detenidos les disparaban en la nuca antes de los “traslados”. Tal como consta en los legajos y denuncias, a los militares que participaban de tales operaciones “además de su sueldo se les pagaba un sobresueldo” (Fábrica de Periodismo, 26/11/2023).
Lo que en Guatemala, México o El Salvador se conoció como Escuadrones de la Muerte en Argentina donde somos muy afectos a los eufemismos y todo tipo de maquillaje semántico se denominaron Grupos de Tareas, pese a la diferente denominación el resultado producido fue el mismo. Por supuesto, pese a los esfuerzos de la Dictadura de Videla o de la Junta Militar salvadoreña, nadie ni por un momento creyó las versiones oficiales y siempre se supo quiénes fueron los verdaderos responsables ideológicos del crimen. En algunos casos, los asesinos y menores fueron condenados y en otros, permanecen impunes como el caso de los padres palotinos.
A mediado de año uno de estos aviones de carga, el Skyvan PA-51 fue trasladado al Museo de la ex ESMA (el mayor campo de concentración tortura y exterminio de la Dictadura Argentina) donde permanecerá como elocuente testimonio y prueba material que se inscribe dentro de un sistema de significaciones macabras de lo que padeció la sociedad de militares egresados de la Escuela de las Américas. Es lento, pero viene…