Petro en el corazón de Medellín y Antioquia: silencio a los bravucones

POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO

Conocimos la noticia de que el presidente Gustavo Petro vendría a Medellín para el acto denominado: “Paz urbana total” y, además, para celebrar la conciliación de la Reforma Laboral, un gran triunfo para los trabajadores colombianos. No se hicieron esperar las reacciones adversas de los mandatarios de la Gobernación de Antioquia y el Alcalde del Distrito de Medellín, así como, por parte de los integrantes del Concejo de la ciudad, sobresaliendo en redes las declaraciones de Sebastián López Valencia (sobrino de Fabio Valencia Cossio, alfil de los Gobiernos de Uribe Vélez y Guillermo Valencia Cossio, fiscal condenado a 15 años de prisión en 2011 por la Corte Suprema de Justicia por su complicidad con grupos narco-paramilitares) y Andrés Felipe Rodríguez, acérrimo uribista y fiquista, apoyado por María Fernanda Cabal), entre otros tantos, miembros del Centro Democrático (CD) y el famoso partido “Creemos” –por el que aspiró el Alcalde y se quedó sin personería desde abril del 2024-. Expresiones como: “es triste que venga a agitar y no a ayudar”, “en Antioquia lo despreciamos, que necesidad tiene ese diablo de llegar aquí a jodernos la vida, a hablar de paz urbana, vale la pena el desprecio, el fastidio que le tenemos a ese señor”, “va a mandar buses, tamales y seguramente va a llenar esta plaza con gente obligada como lo está haciendo en todas partes, a provocar, incendiar la ciudad con odio”, “lo vamos a ignorar”, “petrismo rancio de discurso de odio”, etc. Y así, tienen la hipocresía de decir que somos nosotros los del odio.

Así se vivió en la plazoleta de La Alpujarra, en Medellín, el evento “Paz Urbana” del presidente Gustavo Petro.

En este momento de complejidad política, de polarización, con los ataques continuos desde la derecha y la extrema derecha al gobierno del cambio, con el antecedente del atentado al precandidato por el CD Miguel Turbay (¿auto-atentado?), con el recrudecimiento de actos violentos sospechosos y la historia oscura del uribismo; sabíamos del riesgo que asumiría el Presidente al tomar la decisión de venir a la cuna de ellos, a la plazoleta de la Alpujarra, su centro administrativo, a pocas cuadras del otrora famoso Parqueadero Padilla.

Pues señoras y señores, SI llenamos la plazoleta de la Alpujarra, en el corazón administrativo de Medellín, a nadie le pagaron, no vimos los famosos buses de los que hablaron; pero lo que, si apreciamos los muchos, que estuvimos presentes, fue la variedad multicolor de nuestras poblaciones, con sus rostros labrados por el sufrimiento pero llenos de esperanza: indígenas, negros, campesinos, venteros ambulantes, trabajadores, profesionales, mujeres y hombres, niños, jóvenes, adultos y adultos mayores. Fue una concentración de alegría, de expresión artística, de manifestación política, de celebración del logro de la reforma laboral, de alegría por la llegada del señor Presidente de la República. Vivimos muchos momentos de emoción y sensibilidad por la presencia del pueblo consciente con lleno absoluto de la plazoleta.

Hoy salen los mismos bravucones, un día después del evento, incluyendo sus medios de comunicación como El Colombiano, a tratar de quemar los árboles para no dejar ver el bosque, o a su mejor estilo, matar el mensajero (que les incomoda) para que no llegue el mensaje. Como lo del pago y los buses no les salió, entonces salen a despotricar por la presencia de las “cabecillas de las estructuras criminales”, que se encuentran recluidos en la cárcel de Itagüí y con quien el gobierno viene en un proceso de paz urbana, desde meses atrás, que ha sido incluso, entorpecido por las mismas administraciones locales actuales. Siendo un acto de paz urbana, que intenta consolidar esta negociación, cómo no pueden asistir al evento público con todas las medidas de seguridad brindadas por el INPEC y la Policía Nacional; pero claro, el miedo es que esos mismos cabecillas denuncien las relaciones delincuenciales con esos administradores de la ciudad y del departamento, como ya pasó, con Gustavo Villegas secretario de seguridad en la administración anterior de Federico Gutiérrez y de gobierno en la administración de Sergio Fajardo; así como, con la famosa “fiscal de hierro” Claudia Carrasquilla, hoy envuelta en un proceso judicial.

Hoy el uribismo está herido de muerte en su propia madriguera, ya las gentes del pueblo no le copian, más ahora, cuando han salido a la luz pública, con sus múltiples procesos y quedado al descubierto sus delictivas conductas y relaciones. Hoy el pueblo representado con las Madres Comunitarias, Las Cuchas tienen la razón, Los 11 héroes de Jericó, los indígenas, los representantes de la universidad pública, los habitantes de los barrios periféricos de la ciudad, los venteros ambulantes, etc., las/los habitantes del común de la ciudad y del departamento, con su presencia en la Plazoleta, han demostrado que la tienen muy clara: saben quién trabaja para quién y qué intereses defiende cada cual, entienden el valor del gobierno del cambio como gestor de sus legítimas aspiraciones.

El Centro Administrativo de La Alpujarra, en Medellín, fue escenario de la concentración pública que lideró el presidente Petro.

Ni siquiera con sus medios de comunicación, como El Colombiano con sus publicaciones panfletarias, manipuladas y tendenciosas, han podido vender esa imagen negativa que quieren crear del gobierno actual. Quedó muy claro en las expresiones públicas de la Plazoleta que el pueblo sabe quién miente y manipula. Hoy No comemos cuento de los medios tradicionales, afortunadamente tenemos nuestros propios medios alternativos y nuestro canal oficial RTVC, a los que respaldamos frente a la persecución y el ataque al que se mantienen sometidos por esa derecha sectaria y antidemocrática.

El Presidente de la República, es el jefe de las Fuerzas Militares en todo el país, como lo reza el artículo 189, numeral 3 de nuestra Constitución Política, por ello, a él le deben respeto, obediencia y honores las diferentes fuerzas; además, no tiene ningún departamento ni ciudad vedada para su visita, por mucho que sus administradores sean opositores políticos, como es el caso de Medellín y Antioquia. Además, el Presidente tiene toda la potestad de adelantar y realizar las gestiones pertinentes para cumplir con su programa de paz total en todo el territorio nacional.

El pasado 21 de junio el pueblo de Medellín y Antioquia habló desde la plazoleta de la Alpujarra, corazón administrativo de la ciudad y el departamento, y quedó muy claro: “Antioquia no es de Uribe”. El uribismo es una fuerza política en decadencia, que afronta el juicio de su propio jefe, con los graves delitos que salen a la luz pública –de forma oficial-, en su juicio por manipulación de testigos, soborno y fraude procesal; la corruptela de sus pasados gobiernos, las relaciones con el narco-paramilitarismo de sus miembros, su persecución ilegal a opositores y líderes sociales (DAS), su vínculo con desplazamiento de poblaciones, masacres y las ejecuciones extrajudiciales, mal llamados “falsos positivos”; así como, con los desaparecidos de la Operación Orión, entre otros múltiples horrendos hechos. Y por supuesto, por sus políticas en contra de los trabajadores y la población general, pero a favor de las élites, de los grandes grupos económicos y las multinacionales.

Por ello, el pueblo no les come más cuento. Viva el pueblo trabajador y humilde de Medellín, Antioquia y Colombia, viva los campesinos representados por los 11 héroes de Jericó, vivan las Cuchas de la Comuna 13, vivan los habitantes de sus barrios periféricos, vivan sus venteros ambulantes, sus poblaciones indígenas, sus mujeres trabajadoras y cabezas de hogar, sus estudiantes universitarios, los sindicatos, los profesionales, vivan las expresiones artísticas populares.

Hoy este Gobierno del Cambio nos ha devuelto la esperanza, nos ha demostrado que es posible lograr un país mejor, lograr una apertura democrática, pero que esto solo es posible con nuestra juntanza, con la consciencia y la unidad de los sectores populares, con la articulación de sus organizaciones sociales.

Hoy recordamos más que nunca a nuestro Salvador Allende: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.