Poner de nuevo la economía bajo control de la política

POR SHERI BERMAN

Una de las claves de la era neoliberal ha sido la de la hegemonía de la economía por sobre la política. Sin embargo, como lo demostró Karl Polanyi, solo la política puede domar los giros caóticos del capitalismo. Es necesario recuperar esa idea.

Las décadas de triunfalismo capitalista que siguieron al colapso del comunismo soviético llegaron a su fin con la crisis financiera de 2007-2009. Desde entonces, creció el reconocimiento de las desventajas del capitalismo.

En la actualidad, es objeto del ataque de una izquierda socialista revitalizada y de porciones de una derecha populista en crecimiento. Hasta pilares del sistema como Bloomberg, el Consejo de Relaciones Exteriores y McKinsey ofrecen con regularidad debates sobre «el futuro del capitalismo», lo que supone que está en duda.

Un claro reflejo de la cambiante valoración del capitalismo es la economía como profesión o ciencia. A comienzos del siglo XXI, como lo afirmó un influyente estudio, el neoliberalismo era en esencia hegemónico, y por lo tanto los economistas mostraban optimismo respecto de la capacidad de la economía de prosperar prácticamente sin restricciones. Pero más o menos desde la última década académicos como Thomas PikettyEmmanuel SaezGabriel ZucmanMariana MazzucatoAdam ToozeAnne Case y Angus Deaton pasaron al primer plano del debate resaltando las fallas del capitalismo, tanto económicas como sociales.

Interpretar el desarrollo capitalista

En estas aguas se adentra J. Bradford DeLong, un influyente profesor de economía en Estados Unidos, exsecretario general adjunto del Tesoro y autor de un blog sobre economía ampliamente leído. Su libro Slouching Towards Utopia: An Economic History of the Twentieth Century [Avanzar lentamente hacia la utopía. Una historia económica del siglo XX] ofrece una interpretación del desarrollo del capitalismo que refleja en qué medida los economistas contemporáneos lidian con sus vicisitudes. Sin embargo, la obra también deja en claro lo difícil que es comprender estas cosas si solo se observa el capitalismo.

DeLong construye Slouching Toward Utopia alrededor de la afirmación de que el siglo XX fue «el primer siglo en el que la historia fue predominantemente una cuestión de la ciencia económica: la economía era la arena dominante donde sucedían los acontecimientos (…) y los cambios económicos eran la fuerza impulsora detrás de otros cambios». Esta perspectiva, que podría llamarse de «primacía de la economía», lleva a DeLong a periodizar la historia moderna de una forma particular.

Sostiene que en 1870 comenzó una nueva era cuando la globalización, el laboratorio de investigación industrial y la empresa moderna abrieron la «puerta» al desarrollo capitalista, permitiéndole a la humanidad comenzar a «avanzar lentamente hacia la utopía». Esta era, que DeLong (en un eco a Giovanni Arrighi) denomina el «largo siglo XX», finalizó en 2010, cuando la crisis financiera puso en duda que el capitalismo fuera todavía una fuerza que impulsaba el progreso.

Hayek y Polanyi

Para ilustrar cómo el capitalismo cambió y se desarrolló durante este periodo, DeLong recurre a DOS importantes pensadores, Friedrich Hayek (1899-1992) y Karl Polanyi (1886-1964). Ambos tenían visiones totalmente diferentes del capitalismo. Hayek fue, por supuesto, un paladín del capitalismo de «libre mercado», con el argumento de que generaba más libertad y progreso que cualquier otro sistema –o, en palabras de DeLong, que podría acercar más a la humanidad a la utopía–. La fe de Hayek era tan fuerte que consideraba que las intervenciones políticas para lograr aquellos resultados que el capitalismo no generaba espontáneamente no solo eran ineficientes, sino que implicaban una resbaladiza pendiente hacia el totalitarismo.

Por el contrario, Polanyi era un crítico acérrimo, que sostenía que, librado a sí mismo, el capitalismo socavaba valores, como la justicia y la equidad, que eran las principales razones de la existencia humana. De hecho, Polanyi creía que las fuerzas socialmente destructivas y deshumanizantes liberadas por un capitalismo descontrolado causarían una reacción negativa, y esto era lo que convocaba el espectro del totalitarismo.

DeLong divide el «largo siglo XX» en cinco periodos, cada uno de los cuales ilustra conceptos de Hayek o Polanyi, o de ambos.

Progreso, luego retroceso

El primero es 1870-1914. El crecimiento económico comenzó a superar sistemáticamente al aumento de la población por primera vez en la historia, y esto sacó a la humanidad de la pobreza extrema que había sido su terreno hasta entonces y generó un progreso médico, tecnológico y cultural inimaginable. Esta revolución económica también ayudó a quebrar las jerarquías de estatus social y los sistemas políticos oligárquicos que habían limitado previamente la libertad humana. Durante este periodo, como sostendría Hayek, el capitalismo sin duda ayudó a la humanidad a «avanzar lentamente hacia la utopía».

No obstante, esto trajo aspectos negativos. Surgieron nuevas desigualdades entre las áreas urbanas y rurales y entre las clases medias y trabajadoras en expansión, con las últimas sometidas a abominables condiciones de vida y trabajo. Colapsaron las comunidades y los valores tradicionales, lo que dejó a muchos sin redes de contención y generó una amplia alienación social. La migración interna (del campo a la ciudad) y externa explotaron, lo que obligó a muchos a adaptarse a condiciones de vida absolutamente nuevas, como así también a vivir junto a personas totalmente diferentes.

Como lo anticipó Polanyi, el siguiente periodo (1914-1945) observó una reacción negativa. Durante fines del siglo XIX y comienzos del XX, habían crecido movimientos nacionalistas alimentados por el miedo y el enojo que generaba el cambio acelerado, lo que contribuyó a la catástrofe de la Primera Guerra Mundial. Las décadas de entreguerras trajeron un sinfín de problemas económicos: alto desempleo, enorme inflación y, por supuesto, la Gran Depresión.

La solución «hayekiana» o económicamente ortodoxa a estos problemas –laisser-faire y austeridad– fue, como afirma DeLong, «completamente insana» «empeoró las cosas». El sufrimiento causado por el capitalismo, combinado con el fracaso de las figuras y los partidos del establishment para manejarlo en forma eficaz, contribuyó a que creciera el apoyo para los extremistas de izquierda (comunistas) y derecha (fascistas y nacionalsocialistas), quienes prometían «solucionar» los problemas del capitalismo y crear un mundo «mejor».

Capitalismo atemperado, luego desatado

Disciplinado por las lecciones de los años de entreguerras, Occidente ingresó en un nuevo periodo luego de 1945, caracterizado por DeLong como un «matrimonio forzado entre Polanyi y Hayek bendecido por Keynes». El capitalismo resurgió, contrariamente a los deseos de sus críticos más acérrimos, pero lo hizo atemperado por la interferencia del Estado para evitar sus desventajas, lo que también decepcionó a los defensores del «libre mercado». Si entre 1870 y 1914 la humanidad había avanzado lentamente hacia la utopía, durante la era socialdemócrata de posguerra corrió hacia ella. En las décadas posteriores a 1945, las economías occidentales crecieron más rápido que nunca, mientras que la desigualdad, el conflicto de clases y el extremismo disminuyeron.

A pesar de sus éxitos, esta era socialdemócrata también llegó a su fin. Las dificultades económicas que comenzaron en la década de 1970 ofrecieron una brecha para los ataques «hayekianos» al sistema, y la desaparición del comunismo después de 1989 envalentonó a la derecha. Así comenzó un nuevo periodo neoliberal en el que el péndulo osciló nuevamente hacia Hayek y un papel más relevante para los mercados, y se alejó del énfasis polanyiano o incluso keynesiano en la importancia de la intervención estatal para proteger a los ciudadanos de las consecuencias negativas del capitalismo.

Los resultados en Occidente fueron un crecimiento tibio, el aumento de la desigualdad, el estancamiento de la productividad y la iniciativa empresarial, y una crisis financiera que llevó a este periodo a su fin. (El mundo en desarrollo tuvo una experiencia diferente durante estas décadas: el capitalismo generó inmensas ganancias y un progreso semejante al vivido por Occidente entre 1870 y 1914).

Esto nos conduce al quinto periodo de DeLong, el contemporáneo, caracterizado por una reacción polanyiana a las consecuencias negativas de la era neoliberal impuesta por el mal denominado Consenso de Washington. Durante la última década, aproximadamente, Occidente experimentó el crecimiento del descontento social y el extremismo político, así como un cuestionamiento generalizado respecto a si el capitalismo todavía puede ayudar a la humanidad a avanzar lentamente hacia la utopía.

Partes importantes que faltan

Los análisis que identifican las fuerzas económicas como el motor de la historia nos recuerdan la centralidad del capitalismo para la Modernidad. Pero esta perspectiva pasa por alto partes importantes de la historia.

El relato de DeLong sobre el «largo siglo XX» establece un diálogo directo con el del gran historiador británico Eric Hobsbawm, cuya obra La era de los extremos fue subtitulada El breve siglo XX. 1914-1991. La periodización de Hobsbawm estaba determinada por su creencia en que la historia contemporánea era definida por acontecimientos políticos –el surgimiento y la caída del totalitarismo, en particular el comunismo soviético– más que económicos. De modo similar, Polanyi no era solo un crítico del capitalismo, sino un reintérprete radical: insistía en que sus orígenes y desarrollo solo podían entenderse a través de la lente de la «primacía de la política».

Polanyi sostenía que el capitalismo no surgió en forma espontánea ni fue en última instancia la consecuencia de los factores (globalización, laboratorios de investigación, empresas modernas) en los que pone el énfasis DeLong. Más bien, Polanyi afirmaba que las decisiones políticas y los cambios fueron necesarios para que se produjera la transición al capitalismo, así como para impedirle al capitalismo que socavara la estabilidad social.

Mercados y capitalismo

Junto con otros historiadores económicos como Ferdinand Braudel, Polanyi entendía que mercados y capitalismo no eran lo mismo. Los mercados son mecanismos para el intercambio de bienes que han existido a lo largo de la historia. Pero el capitalismo solo emergió en los siglos XVIII y XIX, cuando los gobernantes europeos comenzaron a eliminar las restricciones y a crear las condiciones para que la investigación, el libre comercio y las empresas prosperaran. (China, por ejemplo, puede haber tenido el sistema de mercado más extenso en el mundo a comienzos de la época moderna. Sus gobernantes, sin embargo, restringieron áreas cruciales de la actividad económica, obstaculizando el surgimiento del capitalismo, del que en cambio Europa se transformó en centro global de poder).

Y no solo el surgimiento, sino también el desarrollo del capitalismo fueron determinados por la política. Lo que deja en claro un enfoque al estilo de Polanyi sobre la «primacía de la política» es que, cuando el capitalismo operaba casi sin controles por parte de la autoridad política –como durante 1870-1914 y la era neoliberal–, generaba no solo crisis económicas sino también un amplio descontento social y extremismo político. Solo cuando las instituciones políticas afirmaron su poder para contrarrestar los aspectos negativos del capitalismo –con mayor éxito en Europa occidental después de 1945 y en Estados Unidos a comienzos de la década de 1930 con el New Deal– pudieron prosperar no solo el capitalismo, sino también la estabilidad social y la democracia.

En consecuencia, el desafío actual para el capitalismo occidental es también fundamentalmente político más que económico. Que el capitalismo pueda ser de nuevo una fuerza que ayude a la humanidad a «avanzar lentamente hacia la utopía» depende de que las autoridades políticas se muestren dispuestas y capaces de implementar políticas que permitan maximizar los aspectos positivos mientras protegen a sus ciudadanos de sus desventajas.

Que Polanyi sea la figura a la que recurren en la actualidad incluso algunos economistas para entender los ciclos del capitalismo y sus vicisitudes es una buena señal. El próximo paso es lidiar con las implicancias radicales de su insistencia en la primacía de la política.

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Sheri Berman es profesora de Ciencias Políticas en el Barnard College y autora del libro Democracia y dictaduras en Europa. Desde el Antiguo Régimen hasta nuestros días (Oxford University Press).

Traducción: María Alejandra Cucchi.

IPS y Social Europe

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