Por qué fracasó la Cumbre de Financiamiento de París

POR JAYATI GHOSH, SANDRINE DIXSON-DECLÈVE Y JOHANNAH BERNSTEIN /

Renuencia de los líderes de las economías avanzadas a facilitar la transición hacia la energía verde.

La Cumbre para un Nuevo Pacto de Financiamiento Global que se realizó entre el 22 y 23 de junio pasado prometió catalizar una revolución en el financiamiento climático y empoderar al Sur Global. Pero fracasó en cumplir sus elevados objetivos, concluyendo sin un solo compromiso firme o una propuesta concreta para ayudar a los países en desarrollo a reducir la carga de su deuda y alejarse de los combustibles fósiles.

Dicha cumbre fue promocionada por sus organizadores, incluido el presidente francés Emmanuel Macron, como una iniciativa innovadora para forjar un “nuevo contrato” entre el Norte y el Sur Global que abordaría el cambio climático y fomentaría el desarrollo sostenible. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de los líderes del G20 ni siquiera se molestaron en presentarse arroja dudas sobre la viabilidad del esfuerzo.

A pesar de la participación de aproximadamente 50 jefes de Estado, representantes de alto rango de instituciones internacionales, ejecutivos del sector privado y expertos en clima, la cumbre no estuvo a la altura de sus nobles promesas. No logró introducir las medidas necesarias para reducir la brecha de financiamiento climático, proporcionar a los países de bajos ingresos el espacio fiscal que necesitan para capear la actual crisis de la deuda y reformar la arquitectura financiera mundial.

Sorprendentemente, la cumbre concluyó sin un solo compromiso firme. Esto se puede atribuir al proceso preparatorio opaco y desigual, que careció de consultas adecuadas con los países de bajos ingresos y los grupos de la sociedad civil y, por lo tanto, no logró crear las condiciones para forjar nuevos marcos de políticas globales. Antes de la reunión de París, la Comisión de Economía Transformacional Earth4All del Club de Roma publicó una carta abierta identificando cuatro temas críticos que los líderes y los formuladores de políticas deben abordar. Desafortunadamente, ha habido poco progreso en cualquiera de ellos.

El financiamiento climático es un ejemplo de ello. El fracaso continuo de los líderes de los países ricos para cumplir con su compromiso de 2009 de proporcionar a los países en desarrollo  100 mil millones de dólares en financiamiento anual para el clima ha retrasado significativamente las inversiones necesarias y socavado la cooperación global. La declaración de clausura de la cumbre, titulada “La agenda de París para las personas y el planeta”, establece que los países desarrollados finalmente alcanzarán su objetivo de financiamiento climático este año, una afirmación dudosa, dado que la conferencia terminó sin nuevos compromisos financieros.

En los últimos años, los gobiernos donantes han sobreestimado su gasto en financiamiento climático, afirmando haber movilizado $83,300 millones en 2020, cuando la cifra real estaba más cerca de los $24,500 millones. Para agravar el problema, la mayor parte de este apoyo se brindó a través de préstamos en lugar de donaciones, lo que exacerbó la carga de la deuda de los países de bajos ingresos. Además, como ha revelado una investigación reciente de Reuters, la vaguedad del término “financiamiento climático”, junto con la ausencia de un sistema para rastrear estos fondos y su impacto, ha permitido que miles de millones de dólares se destinen a proyectos relacionados con los combustibles fósiles y otras inversiones que no tienen nada que ver con la reducción de emisiones.

Aunque la actual crisis mundial de la deuda ha ampliado la brecha entre el clima y el financiamiento, la cumbre de París no logró abordar el problema. Con más de 70 países en desarrollo que necesitan con urgencia un alivio de la deuda o ya están en mora, los líderes mundiales no ofrecieron propuestas concretas para mejorar la Mesa Redonda sobre Deuda Soberana Global del Fondo Monetario Internacional o el Marco Común para el Tratamiento de la Deuda del G20, los cuales no han dado los resultados esperados. El único acontecimiento relevante que surgió de la reunión fue el anuncio de un acuerdo de reestructuración de la deuda de 6.300 millones de dólares entre Zambia y sus acreedores que no incluye ninguna reducción de la deuda.

Si bien no cumplieron con sus propias obligaciones, los líderes mundiales enfatizaron demasiado el papel del sector privado. Aunque los inversionistas privados controlan más de $210 billones en activos financieros, solo una pequeña fracción de esto se invierte en países de bajos ingresos. Además, las prácticas crediticias abusivas del sector financiero han aumentado la carga de la deuda de países que ya estaban en dificultades en todo el mundo en desarrollo.

Estos temas brillaron por su ausencia en las discusiones durante la cumbre de París, quizás porque los asesores de Macron incluían a BlackRock y Amundi, dos de los peores infractores. Ambas firmas han rechazado constantemente las solicitudes de alivio de la deuda de países como Etiopía, Ghana, Sri Lanka y Zambia, insistiendo en el pago total a pesar de beneficiarse de tasas de interés más altas. BlackRock, que posee 220 millones de dólares en bonos soberanos de Zambia, podría generar USD 180 millones en ganancias para los clientes si el país pagara sus deudas en su totalidad: un retorno del 110 % de su inversión.

Una reasignación de derechos especiales de giro, el activo de reserva del FMI, ofrece una forma rentable de proporcionar financiamiento crítico a los países de bajos ingresos. Si bien los organizadores de la cumbre de París afirmaron haber logrado el objetivo de reciclar USD 100 000 millones en DEG de economías avanzadas a países vulnerables, esta afirmación es engañosa. El compromiso de Estados Unidos de contribuir con DEG por valor de 21 000 millones de dólares, por ejemplo, depende de la aprobación del Congreso.

Se espera que los principales canales para el reciclaje de DEG sean el Fideicomiso para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza y el Fideicomiso para la Resiliencia y la Sostenibilidad (RST) del FMI. Sin embargo, hasta el momento ninguno de los fondos ha desembolsado DEG reciclados. Si bien se supone que Ruanda, Costa Rica y Barbados recibirán pronto los desembolsos del RST, es probable que tome años volver a canalizar los 100 mil millones de dólares completos. Mientras tanto, los participantes de la cumbre apenas discutieron el proceso de asignación de DEG, que se basa en cuotas del FMI obsoletas e injustas.

En ausencia de medidas alternativas, los países de bajos ingresos no tienen más remedio que aumentar los impuestos para impulsar los ingresos del gobierno. Pero la agenda de París incluye solo una declaración genérica sobre la promoción de la cooperación internacional para explorar nuevas vías para la tributación internacional y para combatir los flujos financieros ilícitos. Lamentablemente, los impuestos sobre la riqueza fueron excluidos de la agenda oficial, junto con las propuestas de impuestos globales sobre transacciones financieras, ganancias inesperadas y corporaciones multinacionales. Incluso se ignoró la idea de un impuesto global sobre las emisiones de carbono del transporte marítimo.

Se suponía que la cumbre de París catalizaría la transformación del sistema financiero internacional. Pero su incapacidad para abordar las necesidades urgentes de los países más vulnerables del mundo lo coloca en la misma liga que otras oportunidades perdidas recientemente, como las Reuniones de Primavera del FMI y el Banco Mundial y la reunión del G7 en Hiroshima.

Una transición justa hacia una economía baja en carbono es el único camino a seguir. Pero incluso cuando el planeta continúa calentándose y la desigualdad y la pobreza aumentan, los gobiernos del Norte Global se están estancando. A medida que nos acercamos a la reunión del G20 en Nueva Delhi en septiembre y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Dubai (COP28) en noviembre y diciembre, debemos responsabilizar a los gobiernos y las instituciones financieras y exigir una acción climática urgente y radical.

Project Syndicate

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