POR RENÁN VEGA CANTOR
Estados Unidos es el país que se autoproclama como el ‘reino de la libertad’ y cuya historia está plagada de agresiones a su propia población y a la del resto del mundo para imponer, a sangre y fuego, sus pretendidos ideales de justicia, libertad y derechos humanos. En ese país se ha impuesto en los últimos años la prohibición de libros, la censura cultural y educativa, la expulsión de profesores de las escuelas y universidades por no someterse a los dictados de los padres de familia, de empresas o de grupos de presión, a la cabeza de los cuales se encuentra el poderoso lobby sionista.
Esas prácticas de censura se activaron en 1982, cuando un Consejo Escolar de Nueva York retiró unos libros de texto por considerar que sus autores eran «antiamericanos, anticristianos, antisemitas y simplemente asquerosos». Desde ese momento se fue incrementando la prohibición de libros y autores a lo largo y ancho de los Estados Unidos, hasta el punto de que en 2023 fueron retirados en las bibliotecas de las escuelas 4240 títulos, lo que representó un incremento del 65 % respecto a 2022 cuando fueron prohibidos 2571 títulos. En 41 Estados se han prohibido libros, lo que afecta en forma directa a millones de niños y jóvenes.
El ataque a los libros se ha convertido en parte del programa político de grupos organizados, que están ligados al Partido Republicano. En menor medida, existe la censura a nombre de lo políticamente correcto (del llamado liberalismo woke) con respecto a ciertos temas de género y de sexo.
En diversos estados, entre los que sobresalen Texas, Oklahoma y Florida, se han dictado leyes en las que se restringe oficialmente libros en las escuelas cuyo contenido sea considerado obsceno o peligroso en materia de raza, género, clase o sexo. Se prohíben libros en los que se aborde el racismo, la exclusión de la población negra, la violencia sexual o, simplemente, se hable de relaciones sexuales, consumo de alcohol o desigualdad social.
Quienes promueven la censura se organizan en grupos, en principio formados por pocas personas beligerantes e ignorantes, que señalan los libros que quieren que sean retirados de las escuelas. Estos nuevos inquisidores han desarrollado un estilo de manual, con un listado de libros en cada uno de los cuales subrayan los “pasajes obscenos u ofensivos”, por los cuales deben ser sacados de circulación en las instituciones escolares. Cuando un padre denuncia como inapropiado, pornográfico o peligroso a un libro, en forma inmediata debe ser retirado de la biblioteca escolar, hasta que el Consejo Escolar determine si el texto es inadecuado o no.
El movimiento nacional que comenzó como un grupo de Facebook en La Florida se denomina “Mamás por la Libertad”. Su objetivo es luchar “por la sobrevivencia de América (Estados Unidos), unificando, educando y empoderando a los padres a defender sus derechos parentales a todo nivel de gobierno” y eso implica escoger candidatos que las representen en los Comités Educativos en cada escuela. Sus intereses son los de la extrema derecha, con concepciones retrogradas en materia social, cultural y educativa, a partir de las cuales defienden el racismo, la discriminación, la desigualdad, la violencia y la opresión en sus múltiples formas y expresiones.
Los censores modernos, que se valen de las sofisticadas tecnologías digitales, invitan a los padres a crear una cuenta en las redes (anti)sociales en la que documenten ejemplos de adoctrinamiento para que la comunidad se entere de las ideas “perversas y malvadas” que propugnan esas obras. Les proporcionan un modelo de carta para enviar a diferentes instancias educativas, lo que tiene efectos inmediatos, puesto que, por ejemplo, en las escuelas de Florida cualquier persona puede solicitar que se retire un libro y debe procederse de inmediato a quitarlo de la estantería.
Prohibir libros pasó a formar parte de los programas electorales de los candidatos a gobernador del Partido Republicano, y algunos de ellos han ganado. Así, en 2020 fue elegido Glenn Youngkin gobernador de Virginia, quien en campaña electoral anunció que prohibiría lecciones sobre racismo en el currículo escolar del Estado. Este ejemplo fue retomado después por otros candidatos, y luego gobernadores.
Ron DeSantis, actual gobernador de La Florida y quien fue precandidato presidencial del Partido Republicano, lleva la delantera en su campaña contra los libros y la educación. En marzo de 2022 promulgó Ley de Derechos Paternos en la Educación más conocida por Ley Don’t Say Gay (No digas Gay), en la que se prohíbe distribuir información y hablar de orientación sexual antes de los once años, se ha restringido hablar de racismo y esclavitud y se ha prohibido una catedra en historia afroamericana para menores de 18 años. Esa ley estipula que los padres pueden demandar a los profesores que incumplan las disposiciones establecidas en dicha normatividad.
Esto genera miedo y autocensura entre los profesores que ya no pueden hablar prácticamente de nada ni mostrar objetos que puedan ser considerados inapropiados. Al respecto, y en un caso tragicómico, en una escuela de Tallahasee, capital del Estado de Florida, echaron de su puesto a una profesora que mostró unas fotografías de El David, la escultura de Miguel Ángel, en una clase de arte.
La lista de los libros y autores prohibidos es extensa y las razones para restringir la lectura de algunas o todas sus obras son llamativas por lo ridículas y estúpidas, lo que pone de presente a dónde llega el nivel intelectual en los Estados Unidos, el país de la “libertad”. Entre los autores que en ese país se han prohibido hay una lista que no tiene nada que envidiarle a la que elaboraba la Santa Inquisición, y allí se encuentran autores universales de la talla de William Shakespeare, Gabriel García Márquez, Mark Twain, Gustave Flaubert, John Milton, Aldous Huxley, Fiódor Dostoievski. La mayor parte de los autores prohibidos son de Estados Unidos y entre los casos más infames está el de Toni Morrison, mujer y negra que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1992.
El nivel de los censores se mide por las razones invocadas para prohibir libros, como lo muestran algunos ejemplos: Caperucita Roja porque lleva vino en la cesta que porta para la abuelita; Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, porque es moralmente cuestionable; “Demasiado sexo” se argumenta para prohibir Romeo y Julieta de Shakespeare; Ojos azules, escrito por Toni Morrison, fue censurado por considerarse sexualmente explícito y porque habla del abuso sexual infantil… En contraposición, ‘Mi Lucha’ de Adolfo Hitler nunca ha sido retirado de circulación, ni prohibido en las escuelas.
En la prohibición de libros predominan los de no ficción, aquellos que hablan de la pobreza, la diferencia de clases, el racismo y observan la historia y la sociedad de Estados Unidos con perspectivas críticas. En la lógica de los censores, no puede cuestionarse ni el capitalismo, ni el libre mercado, ni las variadas formas de opresión que existen en Estados Unidos y este país impone al resto del mundo. La mayor parte de los padres de los estudiantes están convencidos, a partir de sus creencias conservadoras y sus prejuicios ideológicos y culturales, que no pueden ofrecerse puntos de vista alternativos a los estudiantes que cuestionen la forma cómo funciona Estados Unidos y estén informados sobre esa otra historia del “país de la libertad”, es decir, el de la opresión, la injusticia y la desigualdad.
El Colectivo, Medellín.