POR LEONARDO BOFF
Es obvio reconocer que estamos en una peligrosa crisis planetaria. Incluso los negacionistas más obstinados sienten en su propia piel (huracanes, tormentas crecientes, nevadas inimaginables, sequías severas, desertificación, guerras y genocidios a cielo abierto y otros fenómenos) los efectos de la crisis actual. El cambio climático no escapa a nadie, alcanzando en los países nórdicos más de 40°C bajo cero y entre otros, como en Río de Janeiro, a 50°C con una sensación térmica de 70°C sobre cero. Tales acontecimientos no admiten tergiversaciones. Muchos se están dando cuenta de que están a bordo de un barco que se hunde y buscan soluciones de todo tipo, algunas inaceptables.
El primero se originó entre los supermultimillonarios (0,1 % de la humanidad) que se reúnen anualmente en Davos. Proyectó el Gran Reinicio del capitalismo, y está decidiendo, el gran reinicio del capitalismo llevado al extremo. Mediante la Inteligencia Artificial propone una especie de despotismo cibernético, mediante el cual controla a cada persona, a toda la comunidad, incluidos los móviles y ordenadores desconectados, hasta la carpeta del ordenador que estoy utilizando. Impone su tipo de producción, distribución y consumo a toda la humanidad. Este proyecto es tan perverso que no hay posibilidades de que se lleve a cabo. A todo poder se le opondría el antipoder de toda la humanidad, lo que haría inviable su intento.
La segunda propuesta es el capitalismo verde. Propone reforestar todas las zonas devastadas y conservar todas las zonas verdes, lo que parece muy atractivo. Pero el capitalismo es siempre capitalismo. Este proyecto no cambia el sistema de producción de mercancías, que busca el beneficio. Lo verde no cuestiona la perversa desigualdad social. Antes de mercantilizar toda la naturaleza. Por ejemplo: en el terreno se obtienen ganancias con la venta de miel de abeja, y también se cobra por su capacidad de polinización. Como dice Michael Löwy, director de investigaciones sociológicas del CNRS de París, en un artículo sobre el declive: “No hay solución para la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un sistema enteramente dedicado al productivismo, el consumismo lucha ferozmente por los “márgenes del mercado”. Su lógica intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la ruptura del equilibrio ecológico y a la destrucción de los ecosistemas.
Pero hay propuestas prometedoras, suponiendo que tengamos tiempo para hacerlo. Sólo recomendamos algunos. Lo que proyecta mayor futuro es la economía que funciona en el territorio (biorregionalismo). Definir el territorio no con la división convencional en municipios, sino a través de la configuración que ofrece la misma naturaleza: tipo de fauna y flora, cuencas hídricas, lagos, montañas y valles, y tipo de población. En el ámbito del territorio, es posible construir una economía verdaderamente sustentable con el uso racional de los recursos y servicios naturales, con redes de cooperativas de producción solidarias, la integración de toda la población, permitiendo una democracia representativa de los pueblos, valorizando los bienes culturales como como tradiciones y fiestas locales y celebración de personajes notables que vivieron en la región. Como todo se produce localmente, se evitan largos transportes. Podríamos imaginar el planeta Tierra como una alfombra de millones de territorios locales con una economía integrada y sostenible, con mayor equidad y una reducción real de la pobreza.
Otro modelo recibe el nombre de economía solidaria y agroecológica. Como su nombre lo indica, se trata de cooperativas que trabajan de manera solidaria basándose en la agroecología, en sintonía con los ritmos de la naturaleza, diversificando la producción para permitir la regeneración de los suelos. Se desarrollaron como ONG Ciudades sin Hambre, distritos urbanos y escolares. Los espacios no utilizados en las ciudades o en los hogares se aprovechan para la producción para el consumo local, con la participación de todos. No se presenta como un proyecto total como una forma de garantizar una alimentación saludable a la población. El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) ha demostrado los efectos beneficiosos e integradores de este tipo de economía solidaria.
Otro modelo se presenta como economía circular. Se basa en la reducción, reutilización, recuperación y reciclaje. Se reciclan especialmente envases, vidrio, PET, PP y papel. Si se pierden recursos naturales, aprovecharlos al máximo y utilizarlos. De esta manera se rompe el actual modelo lineal de extracción-producción-eliminación. Este modelo es ecológicamente interesante, pero no plantea cuestiones sobre la ecología social que apunten a superar las desigualdades sociales. Como resultado, la economía circular tiene un alcance limitado.
Un modelo vivido desde hace miles de años por los andinos es la mejor manera de vivir/convivir. Es una economía profundamente ecológica, en la que la Pachamama (Madre Tierra) produce todo. El ser humano le ayuda en su trabajo cuando hay abundancia. Para ellos, el concepto-matriz es la armonía que comienza en la familia, extendiéndose a la naturaleza, de la cual todo ser es portador de derechos, los cuales han sido consagrados en las Constituciones de Bolivia y Ecuador. La centralidad no se establece en la economía en la convivencia pacífica y en una relación amistosa con la naturaleza, las aguas, los bosques, las selvas y las montañas. Quién sabe, si un día despierta la profunda pertenencia de la humanidad a la Tierra y a la naturaleza, el buen vivir y la convivencia serán un ideal a vivir por todos.
También está el movimiento de la economía de Francisco y Clara, propuesto por el papa Francisco. Después de hacer una crítica mordaz al sistema del capital y su cultura consumista, propone una fraternidad universal. Esto se extiende a todos los seres y humanos, a todos los hermanos y hermanas (su encíclica Fratelli Tutti). La centralidad la ocupa la vida en todas sus formas, especialmente la vida humana, con especial atención a la vida de los más vulnerables. La economía y la política estarían en primer lugar al servicio de la vida, y sólo después al mercado. Es un ideal generoso, incluso durante el embarazo.
Seguramente el proyecto del ecosocialismo es el que tiene mayores posibilidades de realización histórica. No tiene nada que ver con el socialismo vivido al estilo soviético, pero quiere hacer realidad el ideal de dar a cada uno según sus necesidades y lo que cada uno ofrece sus posibilidades. Este proyecto es el más avanzado y sólido. Supone un contrato social global con un centro plural de gobernanza para los problemas globales de la humanidad, como en el caso del coronavirus y ahora en el caso del cambio climático. Los beneficios y servicios naturales son para todos y se propone un consumo digno y sobrio que incluya también a la comunidad de vida que también necesita de los nutrientes necesarios para su sostenibilidad. Cobraría mayor impulso si este proyecto superara su sociocentrismo ecológico e incorporara los datos más fiables de la nueva cosmología y biología, que consideran la Tierra y la vida humana como un momento del gran proceso cosmogénico, biogénico y antropogénico. El ecosocialismo ecológico sería un surgimiento de este proceso global.
Finalmente, cualquier modelo que pretenda solucionar la crisis planetaria debe rescatar lo que perdimos y perdimos un día, salvado por las comunidades originarias: nuestra profunda pertenencia y comunión con la Madre Tierra y con todas sus criaturas. Esta visión ancestral de los pueblos originarios, será, según el pensador Ailton Krenak (cf. Futuro Ancestral, 2022), nuestro futuro, el que nos garantizará continuar en este planeta. Esperamos que el tiempo de Tierra sea lo suficientemente generoso para vivir esta temporada.