¿Quién los elige?

POR LUIS EDUARDO MARTÍNEZ ARROYO

Francisco Gutiérrez Sanín, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), en la parte introductoria de su más reciente columna Oiga, mire, vea, de El Espectador, nos pone al día de los últimos acontecimientos en Perú referidos a que Pedro Castillo mandó señales de tranquilidad a sectores, instituciones, medios, y personas influyentes en la política global, para que lo dejen asumir el mando del Estado en esa vecina y hermana nación.

Le ofreció estabilidad laboral al Director del Banco Central e hizo sendos guiños a El Comercio, la versión peruana del diario avalista colombiano, y, no podía faltar, a Joseph Biden, el presidente monito.

Lo anterior me da motivos para insistir en algo que, no sé por qué, solo a mí se me ocurre mencionar, afecta la suerte de millones de personas en el planeta tierra y sobre todo a los de los llamados PED (Países en desarrollo), y no solo de ellos. La democracia representativa (¿a quiénes representa?), en su deriva de ineptitud e inoperancia para resolver los problemas cruciales de la población mundial relacionados con la mera subsistencia, ha llevado a depositar la responsabilidad de idear los programas de gobiernos de los países del mundo en personas e instituciones que ningún ciudadano del planeta ha elegido, cuya ejecución recae en los gobiernos nacionales. Tales son los casos del Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Central Europeo (BCE), etc.

¿No se supone, acaso, que los electores nacionales depositan sus votos por candidatos presidenciales de sus países, que cumpliendo los formalismos de la democracia electoral, ofrecen sus programas de gobierno para ganar la voluntad popular?

En esta coyuntura en la que se realizan eventos virtuales relacionados con lo que ocurre en cada país y el mundo, y se examinan salidas posibles a las crisis políticas, sociales y económicas, mal no estaría plantearse estas inquietudes.

La democracia representativa no solo cubre la irresponsabilidad política de sus elegidos, sino que encubre y fomenta la intromisión de poderes extraterritoriales cuyos integrantes las ciudadanías nacionales no han elegido.

No falta razón a quienes atribuyen la crisis de la democracia representativa a los llamados Padres Fundadores, los cuales desde las páginas de El Federalista abogaron por una separación tajante entre el espíritu faccioso de las multitudes, y la sabiduría, sosiego y tranquilidad de los dirigentes.

Lo peor del asunto radica en que todas las fuerzas políticas colombianas, y no sólo éstas, dan como un hecho natural que los organismos del capitalismo usurero sean los que diseñen sus consensos (¿?) de Washington y que eso será así por los siglos de los siglos.

¿Qué movimiento y candidato(a) se atreve a señalar con el dedo acusador desde ahora para la campaña de 2022, este desafuero?

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