POR JOSÉ TOMÁS JIMÉNEZ ARÉVALO*
Gustavo Petro y Francia Márquez a la cabeza del nuevo Gobierno de Colombia. ¡Viva!
Por supuesto que la izquierda colombiana se encuentra feliz de hacer parte del Pacto Histórico como un gran frente socialdemócrata que le va a permitir, por primera vez en la historia de nuestra nación, contribuir al avance social, económico y político para propiciar la paz y la democracia en el país. Es necesario hacer claridad de que no es el triunfo de la izquierda. La derecha ha venido acuñando este adjetivo -izquierda- con el fin de marcar una radical distancia ideológica y negar que es un movimiento que caló dentro del pueblo sin distingos de raza, credo o condición socio económica. Es la continuidad de la línea política de los sectores más reaccionarios del sistema mundial con el fin de vincular al movimiento popular, de una u otra manera, con el macartismo de violencia y/o terrorismo.
El Pacto Histórico es el resultado de un gran acuerdo programático entre la oposición política al uribismo-guerrerista que nos trajo violencia y miseria, la izquierda no sectaria en general, los ambientalistas, los discriminados de todo tipo y la intelectualidad sensible, social y económicamente, que ha resurgido en el país. El triunfo del Pacto Histórico, el pasado domingo 19 de junio, marca el inicio de una gran oportunidad para la izquierda colombiana, en la medida de las responsabilidades que le delegue el presidente Petro, de demostrarle por primera a nuestro país la capacidad y el potencial administrativo que tienen sus cuadros dirigentes para ejecutar, entre otras, una política educativa que beneficie al pueblo colombiano; sin privilegios de clase, ofreciendo oportunidades educativas para todos.
El triunfo que todavía saboreamos es la consecuencia de un gran frente amplio donde las multitudes de oprimidos, desclasados, gentes sin partido, desempleados, rebuscadores de todo tipo, pequeños burgueses, que hacen parte de la gran masa de proletarios de la ciudad y del campo, vieron una gran oportunidad de reivindicar sus intereses por una vida digna, lo que a mi juicio, se podría denominar un gran movimiento socialdemócrata.
Las reformas que se han planteado en el programa del Pacto Histórico no son fáciles de adelantar en los cuatro años de gobierno, pero sí pueden mejorar la situación de la multitud de hombres y mujeres de la ciudad y del campo en medio del desarrollo capitalista que ha anunciado el presidente electo para que, junto con la lucha por la democracia, vayan creando las condiciones que permitan conquistar el poder político. Es importante saber y entender que el principal objetivo, ahora, es mantener la existencia del Pacto Histórico. Este es un aspecto importante de debatir porque si el objetivo final es la transformación social, la lucha por una educación gratuita de calidad, el empleo digno y la salud para todos los colombianos deben ser los primeros peldaños de la escalera transformadora.
Fortalecer el Pacto Histórico, entonces, es fundamental para que exista como una organización que oriente y conduzca este gran movimiento nacional donde las reformas sociales, económicas y políticas desarrollen equilibradamente el sistema el capitalista para conseguir una sociedad más equitativa.
Los votantes del ingeniero Rodolfo Hernández no son todos uribistas y allí existe un potencial electoral para el Pacto Histórico que, con seguridad, si cumplimos viabilizando las reformas de salud, educación y generación de empleo formal, nos podemos sentir satisfechos para seguir adelantando los otros pilares del programa.
Se abre paso una serie de reformas que tendrán sus dificultades, pero que, si conquistamos a la mayoría del electorado colombiano, en los sucesivos gobiernos del Pacto Histórico, podremos transformar el orden imperante.
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*Profesor titular de la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia (UTP). Exrepresentante de los profesores universitarios en el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU).
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