POR JOSÉ ARNULFO BAYONA*
En las elecciones de la poderosa y decadente potencia norteamericana, realizadas el pasado 5 de noviembre, resultó ganador el republicano Donald Trump, quien obtuvo 72.6 millones de votos, equivalentes al 50.2 % de la votación y logró una holgada mayoría de 312 votos electorales del llamado “Colegio Electoral”; mientras que, Kamala Harris, candidata del partido demócrata alcanzó 68 millones de votos que equivalen al 48.1% de la misma y 226 votos electorales, resultó perdedora. El triunfo de Trump fue redondo porque, igual que en 2016, cuando derrotó a Hillary Clinton, los republicanos recuperaron las mayorías en ambas cámaras, 53 senadores republicanos, contra 46 del partido demócrata y 214 representantes republicanos contra 204 demócratas. Además, Trump ganó el voto popular, cosa que no sucedía desde 2004.
A la luz de estas cifras, muchos analistas apuntan a que se trató de una “paliza” de Trump al partido demócrata; pero, si se comparan los resultados con las cifras de las elecciones de 2020, en las que participaron 159 millones de electores, 81.3 millones por Biden y 74.2 millones por Trump, frente a 146 millones que votaron en 2024; se observa una reducción de 13 millones de electores, con un registro de cerca de dos millones menos para Trump y 13 millones de votos menos que los depositados por Biden en 2020, para Kamala. Las cifras indican que, no se mantuvo el electorado de los republicanos, ni fue una avalancha electoral de Trump; lo cual significa que Trump, con menos votos, esta vez, ganó la mayoría. Es evidente que los demócratas fueron castigados por un alto porcentaje (16.1%) de sus electores. Bernie Sander, candidato socialdemócrata derrotado por la maquinaria neoliberal del partido demócrata orientado por Obama en las primarias de 2020, señaló que se trata de un castigo infringido principalmente por la clase trabajadora norteamericana “el partido demócrata ha dado las espaldas a la clase trabajadora y la clase trabajadora ha dado las espaldas al partido demócrata”. Hecho que no resta al triunfo de Trump, pero hace más dramática la derrota de Kamala Harris. Todo indica que la apatía y la abstención electoral jugaron principalmente en contra de la campaña de los demócratas.
Otra característica de las elecciones 2024, radica en que, nuevamente la ciudadanía gringa tuvo que escoger entre dos halcones que representan los intereses del estado profundo gringo, dos opciones igualmente desastrosas, “un candidato misógino, narcisista, racista, golpista, evasor crónico de impuestos y un político por rebote sin estructura mental, formación democrática y -en suma- un sujeto orgulloso de su incapacidad analítica, tanto como de su inmensa riqueza. Un lumpen – burgués, con condenas criminales en su contra y de tan pobres modales, no sólo es elegido una vez -para el asombro de la humanidad- sino que también es reelecto cuatro años después de haber intentado tomarse el poder por la fuerza”. (Profesor Norman Finkelstein) y, una candidata, Kamala Harris, que representa la guerra de la OTAN contra Rusia en territorio ucraniano, el genocidio del pueblo palestino en curso, perpetrado por el Nazi – sionismo, con la demoledora maquinaria bélica y los millones de dólares aportados por sus cómplices de Estados Unidos y Europa, con saldo criminal de 43.000 palestinos y palestinas masacrados, entre ellos, más de 20.000 niños y niñas; genocidio extendido al sur del Líbano, que junto con el asesinato de líderes de Hezbollah y los ataques a irán, avanza hacia una conflagración de proporciones incalculables en el medio oriente.
La juventud universitaria norteamericana, el pueblo judío ortodoxo y anti sionista, la ciudadanía de origen árabe, que se manifiestan en campamentos y movilizaciones masivas contra el genocidio, vieron en Kamala Harris la representante del partido que carga con la responsabilidad del exterminio colectivo y decidieron castigarla absteniéndose de votar por ella. No obstante, no hay que olvidar que tanto la política interna, como la exterior del hegemón yanqui es claramente bipartidista. En conclusión, el reciente proceso electoral puso al desnudo la profunda degradación ética y política del régimen bipartidista norteamericano. No hay que olvidar que Trump también es responsable del asesinato del jefe militar de Irán, General Qasem Soleimani y de los bombardeos sistemáticos a Siria, amén de la herencia de cantidad de crímenes de guerra de sus antecesores republicanos en Irak, Libia, áfrica y otras regiones del mundo.
El peso político del genocidio en Gaza sobre la derrota de Kamala fue notorio, porque “Harris estuvo dispuesta a perder antes que cambiar su política en favor del régimen genocida, pese a que tanto las juventudes universitarias, como el 77% de demócratas y el 62% de independientes, en una encuesta, favorecieron el embargo de armas a Israel y el cese al fuego”. Además, descartaron las propuestas de Bernie Sanders de acercarse a la clase trabajadora y a las juventudes universitarias. Lo cual se reflejó en el colapso del voto demócrata, en parte por el voto joven (18 a 35 años). (Kurt Hackbart – revista Jacobín).
Señala también el periodista citado que los demócratas carecieron de propuestas para la gente del común, azotados por altos precios de la comida, la vivienda, los servicios públicos y el combustible, la creciente desigualdad económica y el estancamiento del salario mínimo. Además de haberse aferrado al fracasado programa de Hilary Clinton, agitado en 2020. Por último, quizá perdieron por una de las razones mas importantes desde el punto de vista histórico, político y cultural “Estados Unidos no está preparado para la presidencia de una mujer”, afirmó una analista demócrata en CNN y con razón, porque la sociedad y la política norteamericana son arraigadamente machistas, patriarcales y antifeministas. Kamala Harris articuló su campaña en dos consignas “por el restablecimiento del derecho al aborto libre” que le permitió ganar por estrecho margen el voto femenino, y “Yo No soy Trump”, que no logró contrarrestar la propaganda de Trump, con la que consiguió su reconocimiento como perseguido político, víctima del supuesto robo de las elecciones 2020 y de los procesos judiciales en su contra, supuestamente orquestados por los demócratas.
Por el contrario, la campaña de Trump estuvo centrada en la promesa de proteger la economía, las empresas norteamericanas sus ingresos, reducir impuestos a las billonarios, fortalecer la privatización de la salud, expulsar 11 millones de inmigrantes ilegales y retomar la construcción del muro, que no logró terminar en su periodo anterior , en la frontera con México; imponer aranceles hasta del 60% a los productos importados de China y desde México, que es el principal socio comercial de USA; prometió terminar la guerra con Rusia en Ucrania y apoyar a Israel en el extermino del pueblo palestino y la anexión de Cisjordania al estado sionista. En suma, su discurso proteccionista y hegemónico, orientado a recuperar la supremacía económica, política, comercial y militar de la otrora primera potencia mundial, caló en el electorado estadounidense, al punto que le permitió avanzar entre las mujeres, la población afro y los 60 millones de pobladores de origen latino, ya establecidos conforme a la ley norteamericana; sectores en los que no ganó, pero estrechó los márgenes históricos de diferencias con los demócratas.
¿Que debe esperar el mundo del segundo periodo de Trump?
Trump, que vende su imagen de brabucón autoritario que cumple lo prometido, enfrentará nuevas realidades en la geopolítica mundial, en la que la hegemonía imperial ha sufrido reveses, como la, cada vez más próxima, derrota propinada por Rusia sobre el binomio OTAN – Zelensky en la guerra de Ucrania, pese a las armas, los misiles, los drones de última tecnología, los escuadrones de mercenarios enviados y los miles de millones de dólares aportados por la UE y los Estados Unidos, la expansión del genocidio palestino al Líbano, las agresiones y la respuesta de resistencia de milicias de Hezbolá y su ofensiva de misiles supersónicos sobre territorio israelí con alto porcentaje de éxito, la ofensiva, en solidaridad con Palestina, de las milicias Hutíes de Yemen del Sur, mediante ataques sistemáticos a buques petroleros, comerciales y de guerra de bandera israelí o gringa, la vinculación de las milicias Chiitas de Irak articuladas como Unidades de Movilización Popular (PMU) y las milicias de los Altos del Golán dispuestas a la confrontación con las fuerzas agresoras sionistas. Así mismo, el avance de los BRICS, organización de los países afectados por la hegemonía gringa, en el fortalecimiento del multilateralismo, hacia un mundo multipolar, la desdolarización de la economía mundial y contra la hegemonía unipolar del imperio norteamericano. Las noticias recientes indican que Trump ha presentado un plan para la paz en Ucrania, frente al cual Putin ha declarado su disposición a negociar, en correspondencia con lo declarado por el mandatario reelecto al expresar que no llegó “a declarar guerras sino a terminarlas”.
Contrariamente, Palestina y los pueblos árabes deben esperar un endurecimiento del exterminio palestino y del conflicto extendido por el sionismo al medio oriente. Es también novedad, con la que tendrá lidiar, que resoluciones de la ONU han conminado a Israel a aceptar un cese al fuego y condenaron al gobierno sionista por crímenes de guerra, que la CPI ha emitido orden de captura contra el genocida Netanyahu; que países europeos, como España y Francia proponen el reconocimiento de Palestina como estado de plenos derechos en las Naciones Unidas; realidades en las que no serán de utilidad sus bravuconadas, ni su talante autoritario y pendenciero. Las declaraciones de Trump sugieren que Irán volverá a ser objeto nuevas sanciones, más amenazas, ataques y exigencias de desmonte de su arsenal y de sus centrales nucleares.
En América Latina y el Caribe volveremos a sentir el peso de la doctrina Monroe, con miras a garantizar hegemonía política, militar y comercial en su patio trasero, incrementará la hostilidad y las sanciones contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y la persecución a los gobiernos progresistas de México, Brasil, Bolivia, Honduras y Colombia. “Trump va a privilegiar el vínculo con los gobiernos ultraderechistas, como el de Javier Milei, exultante con su triunfo, y Nayib Bukele, e impulsar a figuras como Jair Bolsonaro y José Antonio Kast, para intentar debilitar a los gobiernos progresistas, nacional-populares o de izquierda. La anacrónica retórica anticomunista y antiestatal cuadra perfecto con la posición neocolonial de los Milei y los Bukele”. (Leandro Morgenfeld – Revista Jacobín). No en vano, en Colombia, la extrema derecha y la derecha neoliberales, bajo la tutela del matarife, el corrupto Vargas Lleras, el camaleón Cesar Gaviria, amén de los clanes mafiosos de los Char, Gnecco, Aguilar y demás de su especie, celebran alborozados y se sienten fortalecidos con el triunfo de Donald Trump. El Comando Sur será la herramienta de la militarización de la política latinoamericana y del Caribe.
Por supuesto que Trump reducirá los impuestos a los billonarios gringos, favorecerá los negocios de la industria militar, de las grandes corporaciones de los combustibles fósiles y la desregulación de la contratación laboral, la privatización de la salud, la reducción de los derechos laborales y dará “una batalla cultural contra los feminismos, los inmigrantes, los trabajadores sindicalizados, las organizaciones de derechos humanos, los pueblos originarios, las minorías LGBTQ+, los académicos y estudiantes universitarios, las organizaciones de izquierda y todo aquel que se le enfrente”. (Leandro Morgenfeld – Jacobín). El cambio climático se profundizará con el anuncio de incrementar la explotación del carbón, el gas y el petróleo, será un salto gigantesco hacia la extinción de la vida de la especie humana y las demás especies vivas del planeta.
*Miembro de la Red Socialista de Colombia y Fiscal de la Asociación Nacional de Educadores Pensionados (ANEP).