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La VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que reunió entre el 23 y 24 de enero en Buenos Aires a mandatarios y cancilleres de las 33 naciones de la región, relanzó un nuevo proceso de integración del subcontinente, impulsado por el retorno de Brasil con el liderazgo de su presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el fracaso de los intentos de boicot por parte de la derecha fascista continental encabezada por el bolsonarismo y el macrismo de Argentina, con el visto bueno de Washington.
La cumbre logró aprobar una declaración de consenso, en la que condena el criminal bloqueo estadounidense a Cuba, respalda el proceso de diálogo en Venezuela entre gobierno y oposición, así como plantea la necesidad de encontrar alternativas para solucionar la crisis política y terminar con la represión violenta en Perú.
Defensa de los recursos naturales
Marcada por la presencia de Lula da Silva y la crisis democrática durante la cumbre los mandatarios sellaron un documento en que se resalta la defensa de los recursos naturales y estratégicos de la región, se exige de Washington el levantamiento del injerencista e inhumano bloqueo a Cuba, y se expresa de manera precisa un categórico respaldo al reclamo de Argentina en el tema de recobrar su soberanía sobre las islas Malvinas, un enclave colonial de Gran Bretaña en el sur del continente.
Se respiran aires de esperanza
Salvo voces muy minoritarias de mandatarios de ultraderecha que siguen a pie juntillas el libreto que les impone Washington, esta cumbre de la CELAC sirvió para renovar los esfuerzos de integración en la región. Es un hecho que se respiran en Latinoamérica nuevos aires de esperanza con el retorno a la Presidencia brasileña de Lula da Silva y la llegada de un gobierno de talante progresista en Colombia como el que lidera Gustavo Petro.
El clima resulta especialmente propicio para fortalecer a la propia CELAC, un foro que fue deliberadamente debilitado por los gobiernos de derecha alineados con la Casa Blanca durante los años anteriores.
No debe ignorarse, sin embargo, que este nuevo impulso de la integración latinoamericana se da dentro de un contexto en el que las derechas continentales llevan a cabo una ofensiva brutal en contra de los gobiernos progresistas.
Luego de perder el control del Poder Ejecutivo en sus respectivos países, las oligarquías político-económicas desplazadas en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile y México, entre otras, han emprendido campañas judiciales, legislativas y mediáticas, así como acciones golpistas no sólo orientadas a obstaculizar la puesta en práctica de políticas sociales, medidas democratizadoras y posturas soberanistas, sino también a tumbar a los mandatarios progresistas del poder.
Dichas campañas de desestabilización de la derecha fascista en la región se realizan bajo el signo de una inocultable coordinación internacional, particularmente con las ultraderechas europeas, pero también con los sectores racistas y soberanistas de Estados Unidos, que tienen a Donald Trump como su principal exponente y vocero. De ahí que es por demás preocupante que las amenazas procedentes de los ámbitos reaccionarios del país anfitrión hayan logrado disuadir al presidente venezolano, Nicolás Maduro, de hacerse presente en la cumbre.
A los amagos de agresión al mandatario venezolano, cínicamente festejados por el impresentable expresidente argentino Mauricio Macri, se añadió la petición de su partido, el neofascista Propuesta Republicana (PRO) a la oficina antidrogas estadunidense (DEA, por sus siglas en inglés) de que detuviera a Maduro a su llegada al aeropuerto bonaerense de Ezeiza, en lo que constituye una provocación golpista, un abierto intento desestabilizador y un llamado a la intervención extranjera en Argentina.
Ante esta beligerancia reaccionaria, las tareas principales de la CELAC de ahora en adelante están enfocadas en reactivar la cooperación, los organismos y los procesos de integración regionales, a fin de que el subcontinente pueda disponer de instrumentos para contrarrestar la perversa influencia de la deslegitimada Organización de Estados Americanos (OEA) –una entidad que es claramente irreformable–, así como avanzar en la creación de consensos para reactivar las economías nacionales después de los devastadores efectos de la pandemia de Covid-19 y las repercusiones del conflicto bélico en Ucrania, además de hacer frente de manera contundente a las amenazas de las derechas cada vez más cercanas al fascismo.
Nuevo tiempo y nuevas posibilidades
Para la CELAC después de esta reunión de alto nivel se abre un nuevo tiempo que posibilite derroteros en cuanto a integración no solo en los económico, sino en lo político, social, cultural y medioambiental. Es decir, que efectivamente, otra América sea posible.
En el ámbito suramericano, el presidente Lula está vivamente interesado en potenciar Mercosur así como en revivir Unasur.
La presencia caribeña también es muy relevante por lo que en el plenario de la CELAC, se eligió como nuevo presidente pro témpore del organismo en reemplazo del argentino Alberto Fernández, al primer ministro de las islas de San Vicente y Granadinas, Ralph Gonsalves.
Zona de Paz
La declaración final de la cumbre calificó a la región como una “Zona de Paz”, destacando su importancia a escala mundial en materia de seguridad alimentaria y nutricional como principal exportadora neta de alimentos. También hubo apartados para el cambio climático; la estrategia sanitaria; la cooperación en materia ambiental; la educación, ciencia tecnología e innovación; infraestructura para la integración; género; juventudes; migraciones; discapacidad; educación; cultura; cooperación en materia espacial y nuclear; y hubo secciones especiales para describir la situación de Haití, Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Malvinas.
Se hace énfasis en la importancia de los denominados corredores bioceánicos que constituyen proyectos concretos muy relevantes para la integración regional y se expresa preocupación por la persistencia de brechas entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. Los gobiernos se comprometen a trabajar contra la precarización laboral que viven los jóvenes; a buscar mecanismos que permitan una migración segura, ordenada y regular y rechazaron toda forma de racismo, discriminación racial, xenofobia y discursos de odio.
Posturas y matices ideológicos
En desarrollo de los plenarios de la cumbre uno de los ejes centrales de la discusión estuvo puesto en la situación que atraviesa Perú tras la destitución y detención de su presidente legítimamente elegido, Pedro Castillo. Sobre este tema varios países expresaron su repudio a lo ocurrido y solicitaron la liberación del exmandatario peruano. Pero la postura no fue unánime y hubo cruces.
Por la liberación de Castillo se pronunciaron Gustavo Petro, Nicolás Maduro y Andrés Manuel López Obrador, de forma insistente. Gabriel Boric criticó lo que sucede en Nicaragua, pero no pidió por la liberación de Castillo. Otros, como Fernández y Lula da Silva le bajaron el tono a la discusión, no pidieron por la liberación, sino por el fin de la violencia y dijeron que era necesario llamar a elecciones.
El mandatario ultraconservador de Uruguay, Luis Lacalle Pou, pronunció un discurso disonante. Como defensor acérrimo del modelo neoliberal, abogó por el libre comercio y lanzó dardos contra los gobiernos de países como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Para disimular su postura de ultraderecha y defensor a ultranza del neoliberalismo, Lacalle Pou expresó en declaraciones de prensa que los discursos de sus colegas dentro del plenario tuvieron un profundo sentido ideológico, y que para él cualquier organismo o espacio no puede estar unido por la ideología porque significaría que es de corta vida y no genera confianza. “Son un club de amigos ideológicos”, fustigó.
Mensajes de China y EE.UU.
Además de los videos que enviaron a la cumbre Nicolás Maduro de Venezuela y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de México, también mandaron los suyos los invitados especiales, el presidente chino, Xi Jinping y Chris Dodd, el enviado del inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.
El mandatario chino destacó que la CELAC “ya se ha convertido en una fuerza propulsora indispensable para la cooperación global Sur-Sur” y anunció que la nación asiática está dispuesta a seguir solidarizándose con los países de la región, avanzando con manos unidas.
Dodd, en tanto, dijo que Estados Unidos “ha sido y seguirá siendo un socio en los desafíos” de la región. Hizo una alusión hueca sobre la democracia en la región y condenó los ataques antidemocráticos en Brasil.
Horas antes de la intervención de Dodd, el injerencista Departamento de Estado publicó un documento en el que aclaraba que “el gobierno de EE.UU. reafirma el valor de fortalecer la colaboración regional a través de la Organización de los Estados Americanos, el principal foro multilateral en el Hemisferio Occidental”.
Es decir, Washington con remarcado propósito busca mantener, y si se quiere elevar la tensión existente entre la desprestigada OEA y la CELAC, en la que, como se sabe, no hay participación de Estados Unidos ni de Canadá en este organismo por su acento latinoamericanista y caribeño.
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