POR NICK BEAMS /
A lo largo de los años, los ideólogos de las clases gobernantes han acusado repetidamente a los marxistas de exagerar o padecer “catastrofitis” por su prognosis de las contradicciones cada vez más graves del capitalismo, las cuales amenazan el propio futuro de la civilización.
Aquellos que estén de acuerdo con tales veredictos reproducidos por la prensa y las publicaciones académicas deberían examinar el ‘Reporte de riesgos globales 2023’ del Foro Económico Mundial (FEM), el cual fue preparado para la cumbre anual que se está llevando por estos días en Davos, Suiza.
El informe ofrece un retrato devastador de un sistema económico precipitándose hacia el desastre, más allá del control de las élites gobernantes representadas por el FEM.
El resumen ejecutivo comienza señalando que los primeros años de la década “pregonan un periodo particularmente convulsivo de la historia humana”.
Luego aparece un párrafo que amerita ser citado por completo:
Según inicia 2023, el mundo afronta un conjunto de riesgos que parecen tanto completamente nuevos como escalofriantemente familiares. Hemos visto el regreso de “riesgos más viejos” —la inflación, la crisis del coste de vida, las guerras comerciales, la huida de capitales de los mercados emergentes, el malestar social generalizado, los enfrentamientos geopolíticos y el espectro de una guerra nuclear— que pocos de los líderes empresariales y formuladores de políticas públicas han vivido. Estos riesgos se han visto agravados por acontecimientos relativamente nuevos en el ámbito de los riesgos globales, incluyendo los niveles de deuda insostenibles, una nueva época de bajo crecimiento, niveles bajos de inversión global y la desglobalización, un declive en el desarrollo humano tras décadas de progreso, le uso rápido e irrestricto de tecnologías de uso dual (civil y militar) y la presión cada vez mayor de los impactos del cambio climático y las ambición de un mundo de 1,5 grados Celsius cuando la ventana se cierra. En su conjunto, se unen para moldear una década siguiente única, incierta y turbulenta.
El análisis marxista de la situación actual presentado en la perspectiva de Año Nuevo en el World Socialist Web Site (‘2023: La crisis capitalista global y la ofensiva cada vez mayor de la clase obrera internacional’), que indica que las presiones acumuladas de la crisis capitalista mundial han alcanzado “el equivalente a la masa crítica, es decir, el punto en que la dinámica de la crisis ha superado la habilidad de los Gobiernos para prevenir un cataclismo social”.
Todo lo que aparece en el ‘Reporte de riesgos globales’ confirma, a su manera, este análisis. Probablemente a eso se debe que el documento del FEM no haya recibido prácticamente nada de cobertura en los supuestos medios de comunicación tradicionales.
El informe traza una serie de crisis cada vez más profundas, como el empeoramiento constante de las perspectivas económicas, la intensificación de las tensiones y los conflictos geopolíticos, que no se limitan a Ucrania, sino que se van mucho más lejos, el rápido deterioro de la salud y los sistemas de salud, y los efectos del cambio climático, tanto en términos meteorológicos como de disminución de la biodiversidad.
Uno de los cambios más significativos de 2022 fue el fin del régimen de tipos de interés ultrabajos iniciado en respuesta a la crisis financiera mundial de 2008 y prolongado tras la crisis financiera de marzo de 2020, al inicio de la pandemia de Covid-19.
El ajuste monetario aplicado por la Reserva Federal de EE.UU: y otros grandes bancos centrales para sofocar los aumentos salariales de los trabajadores en todo el mundo está llevando a la economía mundial a una recesión.
Pero según el informe del FEM,
Aunque algunas economías experimenten un aterrizaje más suave de lo previsto, el final de la era de los tipos de interés bajos tendrá importantes ramificaciones para los Gobiernos, las empresas y los individuos. Las repercusiones se dejarán sentir con mayor intensidad en los sectores más vulnerables de la sociedad y en los Estados ya frágiles, contribuyendo al aumento de la pobreza, el hambre, las protestas violentas, la inestabilidad política e incluso el colapso de varios Estados. … Los Gobiernos seguirán enfrentándose a la peligrosa disyuntiva de proteger a una amplia franja de sus ciudadanos de una crisis prolongada del coste de la vida sin afianzar la inflación, y de hacer frente a los costes de la deuda y del servicio de la misma a medida que los ingresos se vean presionados por la recesión económica, una transición cada vez más urgente hacia nuevos sistemas energéticos y un entorno geopolítico menos estable.
El informe advierte que la agitación social y la inestabilidad política no se limitarán a los mercados emergentes, ya que las presiones económicas golpean los ingresos medios:
La creciente frustración ciudadana ante la pérdida de desarrollo humano y la disminución de la movilidad social, junto con una brecha cada vez mayor en los valores y la igualdad, están planteando retos existenciales a los sistemas políticos de todo el mundo.
La desaceleración global y el desarrollo de una recesión en muchas partes del mundo aumentarán las tensiones y los conflictos geopolíticos:
Las guerras económicas se están convirtiendo en la norma, con un aumento de los enfrentamientos entre potencias mundiales y de la intervención estatal en los mercados en los próximos dos años.
Las políticas económicas no solo se utilizarán a la defensiva, sino “cada vez más a la ofensiva para frenar el ascenso de otros”.
El informe señala también el aumento del gasto militar en proporción al PIB por parte de Estados Unidos, junto con otros países, y toma nota de la decisión de Japón de duplicar su gasto militar:
La masificación del gasto en defensa, sobre todo en investigación y desarrollo, podría agravar la inseguridad y promover una carrera entre las potencias mundiales y regionales hacia un armamento más avanzado.
Esto irá acompañado del surgimiento de bloques que unan a los países en materia de seguridad, comercio, innovación e inversión.
El informe no lo plantea, pero esta evaluación echa por tierra las anteriores declaraciones del Foro Económico Mundial de que la globalización de la producción y las finanzas mediante el funcionamiento del “libre mercado” conduciría a la paz y la prosperidad.
Ese análisis, propuesto en los años que siguieron a la disolución de la URSS, ignoraba el hecho subrayado por el movimiento trotskista, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, de que ese desarrollo pacífico orgánico era imposible porque al mundo lo aqueja la contradicción entre la economía global y el sistema de Estados nación en el que está arraigado el capitalismo.
El informe del FEM contiene escasos análisis sobre el alcance de la pandemia, suscribiendo aparentemente a la opinión, contraria a la evidencia, de que el Covid es cosa del pasado. Pero sí alude a la crisis de los sistemas sanitarios y a la amenaza de nuevas pandemias, en condiciones en que los sistemas sanitarios se enfrentan a una “presión financiera cada vez mayor”.
Afirma:
A medida que el Covid-19 se aleja de los titulares, parece que la complacencia se apodera de la preparación para futuras pandemias y otras amenazas para la salud mundial. Los sistemas sanitarios se enfrentan al agotamiento de los trabajadores y a una escasez continua en un momento en que la consolidación fiscal corre el riesgo de desviar la atención y los recursos hacia otros lugares. En la próxima década, los brotes de enfermedades infecciosas, más frecuentes y generalizados, en un contexto de enfermedades crónicas, pueden llevar a los agotados sistemas sanitarios de todo el mundo al borde del fracaso.
Los problemas de salud también seguirán aumentando debido a los efectos del cambio climático y la desintegración de los ecosistemas, lo que conducirá a una mayor incidencia de enfermedades zoonóticas, aquellas que, como el SARS y el Covid, comienzan en los animales pero luego saltan a la población humana.
Una medida objetiva del progreso humano es el aumento de la esperanza de vida. Hoy, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, está empezando a disminuir. Según el informe “La gente vive más años con mala salud, y es posible que pronto nos enfrentemos a un retroceso más sostenido en los aumentos de la esperanza de vida más allá de la influencia de la pandemia”.
En cuanto al cambio climático, a medida que la perspectiva de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados Celsius se desvanece en la distancia, el informe señala que los problemas climáticos y medioambientales no solo serán una fuente central de riesgos durante la próxima década, sino que son al mismo tiempo “los riesgos para los que nos vemos menos preparados”.
Y añade:
La falta de avances profundos y concertados con respecto a los objetivos climáticos ha puesto de manifiesto la divergencia entre lo que es científicamente necesario para alcanzar el cero neto y lo que es políticamente factible.
Lo mismo podría decirse de la cuestión de la eliminación del Covid, que, sin embargo, el FEM opta por eludir. Ni siquiera se acerca a una explicación de la política de infecciones masivas aplicada por los Gobiernos de todo el mundo, porque eso significaría tocar el “santo de los santos”: las relaciones de propiedad capitalistas, en las que se basa la economía mundial, y que hacen imposible la aplicación de la ciencia cuando entra en conflicto con los intereses del lucro privado.
Resumiendo la situación, el informe afirma que los riesgos presentes y futuros
interactúan entre sí para formar una “policrisis”, es decir, un conjunto de riesgos globales relacionados entre sí con efectos agravantes, de modo que el impacto global supera la suma de cada parte.
O, como explica la perspectiva de Año Nuevo del World Socialist Web Site, la crisis del capitalismo ha alcanzado una “masa crítica”. Esta perspectiva señala otro punto decisivo: que las acciones de los Gobiernos capitalistas son cada vez más irracionales y, en lugar de aliviar la crisis, la intensifican.
La conclusión del informe del FEM plantea la misma cuestión de otra manera:
Si no se minimiza la necesidad de una respuesta eficaz, la prioridad excesiva de los retos actuales puede desembocar rápidamente en un círculo vicioso de continuas crisis mundiales, en el que los recursos son absorbidos por la gestión de las crisis en lugar de destinarse a la preparación para riesgos futuros. Los retos complejos no pueden resolverse con decisiones a corto plazo y, sin embargo, el pensamiento a largo plazo no basta para hacer frente a las crisis actuales.
Viene a la mente la imagen del niño que se apresura a meter el dedo en el dique cuando toda la estructura cede ante la crecida.
Cualquiera que todavía se haga ilusiones de que las clases dominantes tienen alguna solución progresista a la profundización de la crisis debería leer el párrafo final.
Allí encontramos lo siguiente:
En un panorama de riesgos complejos, debe haber un mejor equilibrio entre la preparación nacional y la cooperación mundial. Tenemos que actuar juntos para encontrar una salida a las crisis en cascada y prepararnos colectivamente para la próxima crisis mundial, sea cual fuere su forma. Los líderes deben aceptar la complejidad y actuar con una visión equilibrada para crear un futuro compartido más fuerte y próspero.
En otras palabras, las élites gobernantes, sobre todo los oligarcas reunidos en Davos con una riqueza colectiva de billones de dólares, cuyas acciones durante décadas han conducido a una crisis existencial para la humanidad, de alguna manera van a dar vuelta y liderar la salida del desastre.
De hecho, no tienen ninguna política para detener la creciente catástrofe, ni pueden desarrollar ninguna, porque, en última instancia, no ésta no tiene su origen en su psique, sino en las contradicciones objetivas del modo de producción capitalista, que defienden por encima de todo.
Las clases dominantes capitalistas y sus representantes políticos son los principales obstáculos para el progreso humano. Pero eso no significa que no tengan un programa. Lo tienen. Es hacer recaer todo el peso de la crisis de su sistema sobre las espaldas de las clases trabajadoras y las masas oprimidas.
Están condenados por la historia, pero siguen siendo una fuerza social viva, con vastos recursos y siglos de experiencia política contrarrevolucionaria. El camino a seguir no consiste en apelar a que cambien de rumbo, sino a convocar el poder de una fuerza social aún más poderosa —los sectores trabajadores y populares— para eliminarlos.
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