TODOS SOMOS COLOMBIA /
Ya se ha dicho prácticamente todo sobre la rastrera y vergonzante actitud del Gobierno ecuatoriano del magnate bananero, el imberbe neoliberal Daniel Noboa Azín, quien osó autorizar el asalto a la sede diplomática de México en Quito, en la noche del pasado viernes 5 de abril, en un hecho sin precedentes en la historia de las relaciones internacionales de América Latina. No obstante la suficiente ilustración, es preciso detenerse en el análisis de lo que para la región ha significado la guerra jurídica (‘lawfare’) emprendida por los gobiernos de derecha contra los sectores progresistas que han buscado enfrentar a ese modelo de expolio de los recursos públicos y reducción a la mínima expresión del Estado que se conoce como “neoliberalismo”.
En el caso ecuatoriano tras la década ganada de la Revolución Ciudadana que lideró el presidente Rafael Correa Delgado (2007-2017), los antipatrióticos y corruptos gobiernos de Lenín Moreno, Guillermo Lasso y Daniel Noboa no solo convirtieron al Estado mediante una estrategia ultra-neoliberal, en un comité al servicio de un puñado de avivatos, especuladores, mafiosos y traficantes de influencias, sino que emprendieron un sistemático plan de ‘lawfare’ contra los principales líderes del correísmo. Lo que no han podido conseguir en las urnas lo han logrado mediante montajes judiciales, por eso las penalidades que han tenido que enfrentar tanto el expresidente Correa, a quien le han interpuesto alrededor de 60 acciones penales (ni Al Capone tuvo tantas denuncias en su contra), como el exvicepresidente Jorge Glas Espinel, a quien han condenado mediante juicios truchos, amañados y sin pruebas judiciales contundentes.
Esta situación se debe en gran medida a que Ecuador desde que se separó de la Gran Colombia en el siglo XIX, su élite terrateniente y capitalista convirtió a este pequeño país suramericano en una República bananera. Pese a los esfuerzos modernizantes de Eloy Alfaro a comienzos del siglo XX y de Rafael Correa en los primeros años de la actual centuria, la nación ecuatoriana ha sido gobernada por vulgares especuladores, dueños de haciendas ganaderas y bananeras, así como por politiqueros de la peor calaña al servicio de la derecha oligárquica.
🔴 #ATENCIÓN | Raquel Serur Smeke, exembajadora de México, señala que Daniel Noboa "se equivocó" al tomar la decisión de irrumpir en la Embajada.
💬 "El atropello es de tal magnitud que el Gobierno todavía no puede dimensionar lo que le hizo a su pueblo".pic.twitter.com/2cVEMvYqjw— Radio Pichincha (@radio_pichincha) April 7, 2024
El “inaudito” asalto a la Embajada de México en Quito por fuerzas policiales y militares, como lo calificó la senadora del Pacto Histórico, Clara López Obregón, es otro más de los capítulos aciagos protagonizado por las decadentes élites gobernantes del Ecuador, pues estas mismas han sido protagonistas a lo largo de la historia de esta “republiqueta” bananera, de otras atrocidades que no tienen nombre. En efecto, los dos dirigentes que introdujeron durante su convulsa historia al Ecuador en la modernización han sido atacados de manera infame: Eloy Alfaro fue asesinado de manera atroz en enero de 1912. Lo llevaron a prisión, lo vejaron y luego lo arrastraron hasta el emblemático parque de El Ejido en Quito y lo calcinaron, lo que el historiador Alfredo Pareja Diezcanseco denominó “la hoguera bárbara”. Y más recientemente, al expresidente Correa le han conculcado sus derechos, lo han condenado a 25 años de presión mediante un vulgar proceso judicial y se encuentra exiliado en Bélgica.
Un imberbe magnate bananero en Carondelet
Para comprender la conducta irracional del imberbe neoliberal Noboa Azín en materia de relaciones internacionales, es preciso conocer quién es y de dónde viene. Se trata del hijo del hombre más rico de Ecuador y cinco veces candidato presidencial frustrado Álvaro Noboa Pontón, quien encabeza a la oligarquía golpista, entreguista y furiosamente antipopular derrotada por Rafael Correa y su Revolución Ciudadana en 2007. Correa resumió el esquema mental que guía el proceder del actual inquilino del Palacio de Carondelet: se trata, dijo, “de un niño rico malcriado con banda presidencial que confunde la patria con una de sus haciendas bananeras”.
Los Noboa y su áulicos no perdonan a Correa el haber logrado atemperar durante la exitosa década de su gobierno los aspectos más dañinos del neoliberalismo y crear un Estado social que permitió a millones de ecuatorianos salir de la pobreza, así como acceder a derechos básicos que les fueron históricamente negados por el empresariado rentista, extractivista y enriquecido no por su talento para los negocios, sino mediante su captura del Estado. Por ello, desde que la traición de Lenín Moreno restauró la versión más salvaje del capitalismo y relegó al país a la condición de vasallo de Washington, la oligarquía puso en marcha un operativo permanente de ‘lawfare’ contra los dirigentes del correísmo. Glas es la más reciente víctima de esta cacería para borrar el progresismo de la escena política ecuatoriana.
A su vez, la inmediatez del plebiscito del 21 de abril —en el que Ecuador votará un paquete de resoluciones para “bukelizar” su lucha contra el crimen organizado— vuelca una cierta urgencia electoralista sobre el magnate inquilino de Carondelet, consciente de su necesidad de escenificar una supuesta voluntad de combate al narcotráfico, legitimando en las urnas su agenda “a la salvadoreña”.
De esta manera, los gobiernos de derecha en Latinoamérica, como en el caso ecuatoriano, avanzan hacia posturas antidemocráticas Cada vez más, la dialéctica intergubernamental de la región se explica de forma más clara a través del clivaje institucionalidad democrática-impugnación, siendo las derechas radicales las que en mayor medida confrontan los pilares del orden continental. Gobiernos como el de México, Brasil, Colombia, Bolivia, Honduras, pretenden conservar los acuerdos mínimos sobre los que se asientan las delicadas democracias latinoamericanas. Por el contrario, las “nuevas” derechas de Argentina, Chile, Ecuador, Perú o El Salvador los rechazan.
En las actuales circunstancias, en Ecuador lo que predomina es la barbarie y la falta de institucionalidad, lo cual ha convertido al deshilachado Estado en un conjunto de intereses corporativistas, mafiosos y truculentos para la satisfacción de una élite corrupta y premoderna.
Al fin y al cabo el atraso de un país se mide por los niveles de represión que predominan y lamentablemente el ejemplo suramericano de República bananera y mafiosa en las actuales circunstancias es Ecuador.