“Se requieren nuevas fórmulas que refunden la democracia para evitar su colapso”: Pedro Baños en su nuevo libro ‘La encrucijada mundial’

POR VICTORIA FLORES /

En La encrucijada mundial: un manual del mañana (Editorial Ariel), el coronel Pedro Baños Bajo (León, 1960) hace un repaso a los problemas a los que nos enfrentamos como sociedad global. Después de los éxitos de El dominio mundial o El dominio mental, el escritor y geoestratega español intenta dar una solución al mundo actual para que los jóvenes tengan “un futuro más halagüeño”.

El libro, que va por su tercera edición, habla de la revolución tecnológica, la polarización política o la cultura de la cancelación desde un punto de vista que el propio Baños señala que se suele dejar “para los círculos privados”.

“EE.UU. no va a ir solo a la guerra contra China”

El militar español Pedro Baños presenta su nuevo libro, ‘La encrucijada mundial’.

–El mundo mira a Ucrania, pero usted centra gran parte del libro en el enfrentamiento entre EE.UU. y China por la hegemonía mundial.

–Es el gran problema geopolítico. Hace unos días uno de los principales generales de EE.UU. dijo que en 2025 estarán en guerra abierta con China y es algo que nos afecta a todos porque EE.UU. no va a ir solo a la guerra. Esto es lo que está marcando el ritmo planetario en el aspecto geopolítico. Hay un poder que ha disfrutado de la hegemonía durante mucho tiempo y surge otro que le quiere destronar. El decadente se vuelve muy peligroso porque intenta sostener el poder por todos los medios. Ahora estamos en un enfrentamiento tecnológico-económico, pero irá a algo más cuando EE.UU. perciba que va perdiendo.

–China tiene una gran baza en la tecnología con Huawei o TikTok.

–Ha avanzado muy rápido en el campo tecnológico y este se relaciona con la economía y el poder. Si tienes la mejor tecnología, los mercados son tuyos. Es lo que le preocupa a EE.UU. Si eso lo enlazamos al poder por tener el dominio tecnológico como el ciberespacio o internet –China ya utiliza el 5G o el 6G–, les inquieta enormemente. Hay que tener en cuenta que el 3G o el 4G eran inventos occidentales. EE.UU. considera que estas son fuentes de información para obtener datos de su país y sus aliados y esta obtención de datos estaba dominada por EE.UU. Ahora es China quien tiene las grandes empresas tecnológicas.

–¿Logrará entonces China la hegemonía?

–Con el permiso de EE.UU. Una cosa es lo que está intentando China, que está comprando minerales estratégicos, que tiene la tecnología de las renovables o los recursos y otra, la intención de EE.UU. de que eso no se produzca.

–En este aspecto, menciona que es clave la caída progresiva de la democracia.

–Los principios fundamentales de la democracia se están debilitando. Hay muchos casos de corrupción y, además, en momentos de tensión no reaccionamos con celeridad por nuestras propias características, como la alternancia en el poder. También vemos que las fórmulas que iban a satisfacer nuestras necesidades no son tan perfectas como pensábamos y hay una polarización y una fractura social que nunca había existido. Lo vemos en las redes sociales, cualquier cosa que se pone, hay un enfrentamiento visceral que nos debilita como democracia. Ha ganado peso una partidocracia, todo está dirigido por los partidos más allá de por las personas y esto es preocupante porque podemos caer en sistemas totalitarios.

–Ganan poder otros estados y el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez va a Marruecos y el rey le planta.

–Como europeos no entendemos otras idiosincrasias u otras filosofías de vida que tienen otras aspiraciones, otras necesidades y valores. Somos un país muy noble, muy Quijote, y lo que nosotros percibimos como un acto de generosidad, ellos lo ven de debilidad. Podemos ir con buena intención, pero otros le dan muchas más vueltas a las cosas. La simbología es muy importante, en diplomacia es clave. Es como si Emmanuel Macron no hubiera asistido a la cumbre hispano-gala. Hay quien dice que estamos hablando entre reyes y reyes, pero en Marruecos, el que tiene el significado, el que tiene el peso es el rey. El que esté o no esté marca una diferencia. Tenemos que entendernos, pero eso no significa ceder ante todo porque van a exigir más.

–Una de las soluciones que propone a las democracias liberales es la invención del Ministerio del Futuro.

–El tema del futuro lo enlazo con cuestiones tecnológicas. Es increíble lo que pasa en el mundo relacionado con la Inteligencia Artificial (IA), con la computación cuántica… Van a modificar el mundo como lo conocemos y lo van a modificar ya. Estamos muy perdidos intentando aplicar fórmulas del siglo pasado y tenemos que pensar en el mundo que vamos a tener a corto plazo y estar preparados para ello. En China hay jueces que son inteligencias artificiales para los casos más rutinarios. Esto va a cambiar todo y tenemos que estar preparados para cubrir las necesidades y los intereses de los ciudadanos.

–Es muy crítico con la respuesta de la Agenda 2030 a los problemas globales.

–Es más amplia y complicada de lo que se dice. Hay 17 objetivos, pero hay 169 metas. Bombardean con palabras maravillosas ante las que nadie puede estar en contra. ¿Quién va a estar en contra de acabar con el hambre, con las injusticias o con las guerras? Pero hay que entender que lo que subyace detrás es el globalismo, que dice que las personas somos incapaces de organizar nuestra vida y necesitamos que las élites nos digan lo que tenemos que hacer. Aunque ellos no van a dar ejemplo.

–Sin embargo, sí ve en la mili (servicio militar) una buena respuesta.

–Está pasando en muchos países democráticos y va más allá de la defensa. No hace falta que los objetores de conciencia empuñen armas, con un ordenador pueden hacer una labor maravillosa. Hablamos de elementos cohesionadores, ahora viajamos al extranjero y no conocemos nuestro país. Es una forma de que nos conozcamos todos y eso hace patria. Necesitamos el contraste para valorar lo que tenemos, te duchas con agua caliente, una comida maravillosa. La mili crea valores y busca elementos cohesionadores. Todos sabemos asociar nuestros derechos, pero se nos olvidan nuestras obligaciones. La mili nos permite darnos cuenta de que vivimos en una sociedad de la que podemos recibir cosas, pero que también tenemos que aportar, tenemos que sacrificarnos. No se puede tener la sensación de que solo tenemos derechos.

–¿Tendrá problemas en las redes sociales por el libro?

–Lo hago con un espíritu de servicio a los ciudadanos, que me han pagado el sueldo muchos años y a los que me debo. No todo el mundo coincide, pero intento ver cómo alcanzar una sociedad mejor y más justa para los jóvenes. Tienes que arriesgarte a las críticas, siendo militar, solo me faltaba que eso me fuera a arrugar. Te van a criticar pongas lo que pongas y digas lo que digas. Era un ejercicio necesario y está siendo muy bien acogido.

Diario de Sevilla, España.

¿Por qué ya no sirve el modelo actual?

A continuación un breve fragmento de los prolegómenos del libro del coronel Pedro Baños.

“Antes de que la revolución tenga lugar, se percibe como imposible; una vez que acontece, es vista como si hubiera sido inevitable”.

– Rosa Luxemburgo

El sistema actual ha derivado en más descontento, fragmentación social, radicalización, desempleo juvenil, ausencia de esperanza, descrédito de la política (y de los políticos), falta de confianza en la democracia, soledad, imperio de la tecnología, expolio de los recursos naturales y cambio climático. No podemos seguir transitando por este camino. Las viejas estructuras políticas y sociales ya no satisfacen al ciudadano. Las relaciones con sus representantes están en crisis. Los nuevos paradigmas sociales exigen formas de pensamiento diferentes y divergentes.

Siempre hay hechos —sin ir más lejos, la pandemia de la Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania— que se convierten en verdaderos puntos de inflexión y nos obligan imperiosamente a reflexionar sobre el mundo que hasta ahora hemos tenido y, especialmente, sobre el que vendrá. El mañana siempre parece lejano, pero está más próximo de lo que creemos, sobre todo en este contexto tan sumamente acelerado, en el que los acontecimientos se suceden a una velocidad inusitada.

Si hay insatisfacción social, las personas nos radicalizamos y miramos hacia dentro, a nuestras raíces, lo que genera extremismos y tensiones sociales. Por ello, es necesario lograr nuevas fórmulas que refunden la democracia para evitar su colapso.

Dudas ante los posibles escenarios de futuro

La economía va a sufrir grandes cambios, que determinarán la estructura política y social. El entramado ha mutado completamente en los últimos años y, en estos momentos, se ejecutan acciones de guerra mediante instrumentos económicos. La diplomacia y la economía coercitivas son variables básicas para entender la actual política global. La eterna lucha por unos recursos limitados se está endureciendo.

En el ámbito social, uno de los cambios más significativos será la privatización de los pocos recursos públicos que quedan, al mismo tiempo que se va a descapitalizar a la población. Antes o después, la presión económica saturará las estructuras del Estado. Se esperan revueltas y, probablemente, se incrementarán la represión y el despotismo.

Se quiere controlar la demografía a través de la economía y de la psicología. De hecho, ya se ha conseguido alterar el volumen de las familias. Las políticas neomaltusianas son la base de las políticas públicas. La sociedad se atomiza y se concentra únicamente en el individuo. Las relaciones interpersonales se han deshumanizado, pasando a ser virtuales.

Hasta el siglo XX, la Historia avanzaba a un ritmo pausado y las sociedades, los imperios y las religiones duraban siglos. Ahora, la velocidad del cambio es vertiginosa. Da la sensación de que todo se desmorona, de que se transformará en breve. Y no se sabe muy bien ni cómo ni en qué acabaremos por la falta de visión y de un verdadero liderazgo. Nuestros líderes lo fían todo a la tecnología puntera, aunque no sepan muy bien qué es, ni cómo ni para qué utilizarla.

En este contexto de máxima incertidumbre, surgen multitud de preguntas. ¿Sigue siendo útil la democracia como único sistema político? ¿Será China la próxima gran potencia? ¿Acabará Estados Unidos sufriendo una guerra civil? ¿Las grandes multinacionales superarán a los Estados y serán dueñas de todos los recursos? ¿Seremos siervos, por pasividad o comodidad, de unas tecnologías que regirán nuestros destinos aprovechando nuestros datos y comportamientos? ¿Seguiremos construyendo y creando? ¿O se acerca una época de grandes destrucciones y disminuciones de población por guerras, pandemias o carestías?

A la aventura

Ya desde la Antigüedad, el ser humano ha tenido la necesidad de pensar en ir más allá de sus posibilidades. Esa vocación de descubrir cuáles son los límites y avanzar forma parte de la naturaleza humana. Con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, fueron muchos los que se inclinaron a pensar que había llegado el final de la Historia, como lo denominó el politólogo estadounidense Francis Fukuyama, porque parecía inconcebible que, dadas las excepcionales circunstancias, el capitalismo no se implantara ya de manera universal.

Sin embargo, la impredecibilidad, como rasgo característico y permanente de la historia de la Humanidad, hace que resulte imposible saber a ciencia cierta los cambios sociales que se avecinan. Por más cálculos que se hagan, siempre surgirán sucesos que modificarán sustancialmente el escenario previsto. En los últimos tiempos ha sucedido, por ejemplo, con los atentados terroristas del 11-S, la crisis de 2008, la pandemia de la Covid-19 y la guerra en Ucrania. Sin olvidar los cambios socioeconómicos que ha significado la revolución tecnológica, comenzando por internet, y que han modificado completamente el panorama del mundo entero.

Pero, pese a sentirse con la necesidad de lanzarse a la aventura, el ser humano tiene también muy presente dos tipos de luchas internas respecto al progreso. Por un lado, el miedo ante lo desconocido. Por otro, una indudable atracción por descubrir lo novedoso. En este sentido, se podría decir que existen dos tipos de personas, con espíritus diferentes: las que rechazan el avance, al entender que el pasado fue mejor, y las que, en sus ansias de aventura, consideran el progreso como un anhelo esperanzador e infinito. Aunque también existe un perfil intermedio: el de quienes no desean cambiar su modo de vida, al estar alejados de la aventura por preocuparles la incertidumbre, pero no rechazan de plano los avances, pues anhelan tecnologías que perpetúen su estilo de vida.

El psicólogo experimental Steven Pinker expone que una corriente de pensamiento, la «progresofobia», empuja actualmente a un alarmante número de personas a considerar que el mundo empeora. De forma opuesta, según Pinker, desde la Ilustración existe otra corriente colectiva subyacente muy arraigada que cree en una línea constante de progreso, en la que todo tiene que avanzar hasta conseguir la perfección. Estas dos corrientes se enfrentan entre sí. Por una parte, se considera que el progreso, la ilusión del ser humano por avanzar, es casi ilimitado. Pero, por otra, se concibe el progreso como algo negativo y perjudicial para la Humanidad, especialmente por la aversión existente a la tecnología, a la que se considera la razón principal de la pérdida de la esencia de la persona. En realidad, lo primero que deberíamos cuestionarnos es qué significa «progreso».

No cabe duda de que el cambio, la neoevolución, es tan necesario como imparable. En vez de tener miedo al progreso, hay que adaptarse a las nuevas realidades de una manera responsable. Y eso depende enteramente de nosotros como especie. Cuanto mejor preparados estemos para esos cambios y antes asumamos que son imparables, más fácil nos resultará adaptarnos a ellos.

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