
POR ERIC CALCAGNO
En mayo de 1945, el mes de la rendición alemana, la empresa IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública) realizó una encuesta para saber qué país había contribuido más a la derrota del nazismo. Cerca de 60 % de los franceses consultados opinaban que Rusia era el país que más contribuyó a la victoria sobre, un 20 % que lo atribuía a Estados Unidos y el 12 % al Reino Unido.
La IFOP repitió la encuesta en mayo de 1994, y constataron un cambio en los porcentajes. Los rusos habían caído al 25 %, Estados Unidos subió al 50 % y los británicos llegaron al 16 % en el podio de la gloria. Lo volvieron a hacer en junio de 2004, a 60 años de la primera compulsa, y apenas un 20 % otorgaba la prominencia en la lucha a Rusia, un 60 % privilegiaba el rol de Estados Unidos y el Reino Unido se mantuvo en 16 %.
Algo semejante arroja un estudio de YouGov, una empresa británica especializada y reconocida a nivel global por los estudios de mercado, que realiza a través de la tecnología digital por redes. En este caso, YouGov le preguntó en 2018 a los paneles que maneja qué respuesta le dan a la pregunta: “¿quién hizo más para derrotar a los nazis?”. Los datos de los paneles consultados por país determinaron que para los Estados Unidos la mitad consideraba al propio país como el protagonista, un 12 % los rusos y un 9 % los británicos. Sobresale el tercio de no sabe/no contesta. Encontramos la misma proporción de “no sabe…” que, en el Reino Unido, donde la mitad considera que son los propios británicos quienes fueron decisivos, 13 % para los rusos y 9 % para los norteamericanos.

En Alemania un 40 % no contesta (je), y el resto arroja un 34 % para Estados Unidos, un 22 % para Rusia y apenas 7 % para el Reino Unido. Al menos en Francia contestaron un 82 % de los consultados, aunque con el 56 % para los norteamericanos, 15 % para los rusos y 11 % para los ingleses.
En general, modificar un sistema de representaciones lleva cierto tiempo, puesto que pertenece al tiempo plazo de las mentalidades. Que hayan pasado apenas ochenta años -o menos según las citadas encuestas- para que los rusos pasen de ser salvadores a tener un rol menor, o peor, a la ser tan malos como los nazis, es producto de la narrativa impuesta en Occidente, y en buena parte del mundo en los tiempos de la Guerra Fría.
En efecto, esa gran lucha entre “el mundo libre” del Oeste y “el mundo comunista” del Este, que atravesaría los conflictos Norte-Sur signados por la descolonización, intentará despojar a los soviéticos de los laureles ganados en los campos de batalla.
El método será la repetición constante y diversa, gracias a los medios masivos y las tecnologías de la comunicación cada vez más efectivas. Todo cuestionamiento al orden occidental así sea colonial (ese “fascismo de los buenos”) debe ser combatido so pena de lesa libertad. La caída del comunismo no detiene ese afán. La OTAN debe servir para algo. Por eso, ante el fallido “final de la historia” que dejó al Oeste frente a sí mismo, hay que recomponer al enemigo, esta vez bajo forma de rusofobia.
Aunque parezca que la partición de aguas pasa hoy más por un Sur global, industrialista y multipolar, frente a un Occidente colectivo financiarizado y unipolar, vuelve a surgir la acusación de “comunista” como descalificación hasta criminal. Así lo entiende el Parlamento Europeo, que en 2019 adoptó una resolución que equipara al comunismo con el nazismo, pues “ambos fueron regímenes totalitarios”, exige que tal definición sea incluida en los textos escolares de la Unión Europea, y además manda a Rusia que deje de “blanquear el pasado stalinista” y “el totalitarismo soviético”.
Bueno, parece que se perdieron desde el discurso de Jruschov en 1956 hasta las declaraciones de Putin en la actualidad acerca del stalinismo. O acaso la reescritura de la historia es el paso necesario para sostener las posiciones insostenibles del Occidente colectivo, huérfano de un enemigo identificable que habilite y justifique las acciones del establishment global. Y eso es porque carece de proyecto propio. De ese modo representar la historia debe desembocar en la legitimidad histórica de las tropelías occidentales de por el mundo.

Quien afirma que “Hitler era socialista” habla poco del problema, pero define a la persona. “Los nazis eran socialistas, si eres socialista eres nazi” parece ser el común saber emanado de los think-tanks más reaccionarios que, inspirados en Hayek, ignoran que también existe el totalitarismo de mercado.
En América Latina lo llamamos “dictaturas” y ninguna fue fomentada o apoyada por la Unión Soviética o por la Federación de Rusia. Que, por cierto, perdió 27 millones de personas en la Gran Guerra Patria contra Alemania, así como China tuvo cerca de 20 millones de muertos contra Japón.
Dejemos la palabra final al organizador de la Victoria, el mariscal ruso Gueorgui Konstantinovich Zhúkov: “los europeos no nos perdonarán jamás haberlos liberado de los nazis”.
Tiempo Argentino