POR HORACIO DUQUE /
A casi dos meses de la instalación del Gobierno del Pacto Histórico que encabeza el presidente Gustavo Petro, la ultraderecha neonazi uribista, en representación de grandes empresarios, banqueros, propietarios de las empresas de salud, de exgenerales, terratenientes, promotores del neoparamilitarismo, integrantes de las mafias de la droga y de las redes de corrupción que han acumulado descomunales fortunas con el despojo de los dineros del Estado colombiano, gracias a la permisividad y apoyo del gobierno de Iván Duque, protagonizaron varias movilizaciones y manifestaciones urbanas en las principales ciudades del país, el pasado lunes 26 de septiembre.
Especial fuerza mostraron las acciones de la derecha en Bogotá, Medellín y en Cali, ciudad esta ultima en la que acaba de estallar otro mega escandalo de corrupción en las Empresas Municipales de Servicios Públicos (Emcali) por cuenta de la acción depredador de la rosca familiar del burgomaestre local y de las mafias políticas que secuestraron esta importante entidad, motivando la indignación y la protesta enardecida de millones de ciudadanos y de los sindicatos de trabajadores públicos.
La narrativa que apalancó la movilización derechista esta enganchada con el rechazo de la reforma tributaria que grava a los más ricos que poseen fortunas del orden de los 25 billones de pesos (7 mil millones de dólares); con la oposición al desmonte del aberrante y neoliberal sistema de salud; con el bloqueo a la reforma agraria democrática; con el sabotaje a la “Paz total”; con la depuración de las Fuerzas Militares y policiales; en fin, con la oposición a la propuesta programática del presidente Petro y del Pacto Histórico.
El bloque oligárquico colombiano hizo durante esta jornada un tanteo en las calles y plazas contra las fuerzas progresistas y sería tonto desconocerlo en la convocatoria que alcanzó. No hay que subestimar la capacidad de maniobra de la derecha que ya mostró los dientes con la derrota de la nueva Constitución chilena y con el triunfo neofascista del pasado domingo ayer en Italia; eventos que obviamente servirán a los estrategas derechistas colombianos para enderezar una ruta de acciones políticas que traten de debilitar al gobierno de Petro en su mezquino propósito de errotarlo y destituirlo con cualquier recurso golpista de los conocidos hasta el momento en la región.
Estamos en el pleno despliegue de una lucha de clases que en su esencia política ofrece muchas aristas y oportunidades para los contendientes.
Lo cierto es que el presidente Gustavo Petro y los líderes del Pacto Histórico deben estar muy atentos a las coyunturas políticas y a la organización de sus propias fuerzas políticas, pues hay fallas y desfases que pasan su cuenta de cobro de manera automática en la legitimidad política, como tal vez puede estar ocurriendo con el inapropiado manejo del problema de tierras en el norte del Cauca donde los indígenas del Consejo Regional Indígena de este departamento (CRIC) y los nietos del Quintín Lame han dejado sentir su inconformidad con las decisiones centrales del gobierno nacional; con la delicada situación de la Alcaldía de Cali y las malsanas tendencias en la de Medellín; la falta de contundencia en el ataque a la corrupción y las mafias del contratismo infiltradas masivamente en las plantillas ministeriales y de los departamentos administrativos; o el descuido con la situación desesperada de amplias franjas sociales atrapadas por el hambre y el abandono.
El tema de la violencia urbana y rural, con las horrendas masacres de Bogotá, el asesinato continuado de líderes sociales, no obstante la instalación de unos Puestos de Mando Unificado muy publicitados, son epifenómenos con fuerte incidencia en la sociedad civil y en la opinión publica que inducen su retracción y escepticismo respecto de las nuevas autoridades y sus buenos propósitos; espacio en el que la derecha renta y pesca en un río revuelto que amerita una mayor atención de los funcionarios y líderes del gobierno.
Nuestro apoyo al presidente Gustavo Petro y su gobierno es absoluto, pero se requiere más eficacia, más agilidad, más agudeza para el manejo político del proceso gubernamental y del sistema cambiante de alianzas y coaliciones que le den estabilidad a la gobernabilidad progresista.
Hay que convocar a la movilización de masas, a la intervención directa de las comunidades y de las organizaciones populares que concurrieron en el triunfo electoral del Pacto Histórico. Desde el Sur (Putumayo, Nariño, Cauca y la Costa Pacífica) ya se anuncian movilizaciones campesinas y populares en apoyo de las reformas del Gobierno; este ejemplo hay que ampliarlo a todo el país sin vacilación; en ese sentido los diálogos regionales vinculantes son el espacio apropiado para tejer la red de la acción multitudinaria del pueblo colombiano.
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