POR CARMEN PAREJO RENDÓN
En ‘El Padrino II’, Francis Ford Coppola recrea los días previos y cómo era Cuba en la víspera del triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959. Una serie de mafiosos, incluido Michael Corleone, protagonista de esta mítica película, se reúnen para festejar el cumpleaños de Hyman Roth, estadounidense dueño de distintos casinos y hoteles en Cuba. En esa escena sacan un pastel de cumpleaños con el mapa de Cuba dibujado, que es repartido entre los asistentes mientras el homenajeado explica los beneficios que le reporta la alianza con el gobierno cubano y cómo va a repartir entre sus invitados estos beneficios. La reunión de mafiosos en La Habana tiene un fin: financiar al dictador Fulgencio Batista y garantizar así sus intereses en la isla, ante la amenaza del triunfo de los revolucionarios y del previsible final del saqueo.
Tras el reparto, Corleone hace mención a una experiencia que había vivido ese mismo día en La Habana, cuando un revolucionario detenido por un oficial de Batista se inmola con una granada para evitar ser presa del régimen del dictador. Es entonces cuando el mafioso de la ficción hace una reflexión: Al oficial le están pagando para hacer su trabajo, pero al revolucionario nadie le da dinero. «¿Y eso que te indica?», cuestiona Roth. «Que pueden ganar», responde Corleone.
Y en efecto, ganaron. El 1 de enero de 1959, la dignidad entró en La Habana, y la historia –no solo de Cuba, sino del mundo entero- cambió para siempre. Se inició así una historia de amor por la humanidad.
El ejército de maestros
En el 2010 tuve el honor de poder asistir en Sevilla, mi ciudad, a la graduación de los primeros 200 alfabetizados gracias al programa cubano ‘Yo, sí puedo’. Fue así como, a miles de kilómetros de distancia, tuve la suerte de poder vivir de primera mano la experiencia de dignidad y amor por el ser humano que supone la Revolución cubana a nivel mundial.
En ese momento, en Sevilla, una ciudad del Estado español y del capitalismo desarrollado, había oficialmente 35.000 analfabetos, con una población de 700.000 habitantes. Una cifra que yo no conocía ni podía imaginar.
Esta experiencia está enmarcada dentro de un programa de cooperación internacional del Estado cubano, implementado desde el año 2001, y que se ha desarrollado en distintas partes del mundo: Venezuela, Argentina, Nigeria, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Canadá, Bolivia, México o España.
En 2005, gracias a la Misión Robinson del Gobierno Bolivariano, en colaboración con el programa ‘Yo, sí puedo’ cubano, Venezuela se convirtió en el segundo país latinoamericano en erradicar el analfabetismo, según la Unesco, un sitial que Cuba obtuvo en 1961. Un millón de venezolanos, en las 34 lenguas y etnias que existen en el país –ya que el programa se adecúa al lugar donde se va a llevar a cabo–, fueron alfabetizados.
La colaboración entre el programa cubano, el Gobierno venezolano y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), posibilitó en 2011 la apertura de la Escuela Secundaria Básica Simón Bolívar en Smara, el mayor campamento de refugiados saharauis. Una escuela preuniversitaria que, además, posibilita continuar los estudios superiores en las universidades cubanas.
Del mismo modo, el 12 de octubre de 1977 se inauguraba la primera escuela del Plan de Educación Internacionalista, con el apoyo del entonces presidente de Mozambique, Samora Machel. La creación de las Escuelas Internacionales ha favorecido el acceso a la educación superior para cientos de africanos procedentes de países sometidos al lastre del colonialismo y del neocolonialismo. Se han formado en Cuba estudiantes de Argelia, Angola, Mozambique, Etiopía, Cabo Verde, Guinea, Santo Tomé y Príncipe, Tanzania, Congo, Burkina Faso o Benín.
Así, no es de extrañar que en muchos de estos países, como en los campamentos saharauis, las banderas se mantuviesen a media asta e incluso se decretasen días de luto nacional cuando partió físicamente el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz.
La razón principal –como señaló entonces el representante de Angola durante los actos fúnebres de Fidel– es que mientras muchos se han llevado y se siguen expoliando los recursos de África, Cuba solo se llevó los cadáveres de sus connacionales que lucharon en la Operación Carlota por la independencia de este país africano.
El batallón de las batas blancas
A finales de marzo de 2020, en pleno desarrollo de la pandemia mundial por covid-19, Italia se convirtió en el epicentro de la crisis sanitaria. Sus socios europeos se hicieron a un lado y el sistema sanitario estaba colapsado. Fue entonces cuando se produjo una imagen que dio la vuelta al mundo: la llegada de las brigadas médicas cubanas Henry Reeve, de nuevo a un país desarrollado, del primer mundo y europeo. Sólo Rusia y Cuba ayudaron al pueblo italiano ante este escenario crítico.
La relación entre la nación italiana y los médicos cubanos continuó. En enero de 2023, se anunció la contratación de 500 sanitarios cubanos para compensar la escasez de personal y evitar el posible cierre de hospitales, motivado por años de políticas de recortes, sobre todo al sur del país, en la región de Calabria.
La colaboración de los profesionales médicos cubanos con el mundo tiene sesenta años de historia. Se inició en Chile con una incipiente brigada que acudió en 1960 a socorrer a los damnificados de un terremoto en la ciudad de Valdivia, al sur del país suramericano. Desde entonces han ayudado a un tercio del planeta.
En 2014, las brigadas cubanas acudieron a Sierra Leona, Liberia y Guinea, durante la epidemia de ébola. Del mismo modo, a la par que se anunciaba a principios de 2023 la llegada de un grupo de médicos y especialistas a Turquía y Siria, tras los terremotos que devastaron la zona fronteriza entre ambos países, se informaba del arribo de 61 profesionales a México, como parte de acuerdos pactados con el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Cuba frente al bloqueo
Sin embargo, la Cuba revolucionaria no ha tenido un camino fácil. A un escenario internacional aún afectado a nivel económico por la pandemia, se le suma el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto por EE.UU. hace más de sesenta años.
El bloqueo, cuyo único fin es servir a los intereses de aquellos depredadores que creían que Cuba era un pastel a repartir, es rechazado de forma sistemática, cada año, en la Asamblea General de Naciones Unidas por la mayoría del planeta, salvo EE.UU., Israel y otras marionetas de turno.
En noviembre de 2023, de nuevo EE.UU. e Israel votaron en contra de levantar este bloqueo, mientras que Ucrania se abstuvo. El actual régimen de Kiev olvidó la labor de Cuba que, en medio de su peor momento económico en los años 90, tras la desintegración de la URSS y la pérdida de su socio comercial y político fundamental, ayudó a cientos de niños ucranianos, víctimas de las consecuencias derivadas del desastre de Chernóbil.
Es hora de exigir que el mundo se imponga a este bloqueo criminal y se permita el desarrollo pleno del pueblo y la Revolución cubana, aunque solo sea como una muestra de agradecimiento a la inmensa labor por la humanidad que ha desarrollado su revolución.
«Otro mundo es posible»
Cuba, en la actualidad, podría equipararse en derechos sociales a los afamados países nórdicos europeos, con la principal diferencia de que es una nación que no expolia a terceros países, como sí hacen aquellas naciones, para poder financiar los derechos de su población.
Al contrario, Cuba externaliza esos derechos sociales y los exporta al mundo. La Revolución cubana nos enseña la diferencia entre saqueo y solidaridad. Nos enseña que decir “otro mundo es posible” es mucho más que un eslogan o una pintada reivindicativa en una pared.
A 65 años del triunfo de la Revolución cubana, recordamos la victoria de un pueblo soberano que se alzó y defendió, a su vez, a todos los pueblos del mundo.