POR ADORACIÓN GUAMÁN HERNÁNDEZ /
Sin tiempo para la recuperación de la debacle anterior, la evidencia de la crisis climática y la llegada de la pandemia del Covid-19 demostraron el grado de precarización vital de nuestras sociedades, particularmente las del Sur Global. Las dos crisis de nuestra época reciente evidencian, además de todas las carencias anteriores, que las respuestas ante los retos presentes y futuros requieren de manera imprescindible un ámbito de decisión y actuación necesariamente supraestatal, una apuesta decidida por marcos de convivencia (contratos sociales) de carácter global o al menos con aspiración y conciencia de la necesidad de globalidad. La magnitud del reto, pensar un nuevo contrato social capaz de responder a las exigencias de la globalización, es inabordable en unas pocas páginas. Lejos de este objetivo, los apartados que siguen que se dedican a reflexionar sobre un objetivo mucho más concreto como es posibilidad de reedición de un pacto social capital-trabajo con nuevos actores, distintos de aquellos que identificaban al antagonista de las mayorías sociales en épocas anteriores y que ahora se caracterizan por su condición transnacional. La premisa de partida es clara, la reedición de pactos que puedan dar lugar a fórmulas de convivencia sobre las que se levante un nuevo contrato social requiere la consecución de una relación de fuerzas que ya no se juega en las fronteras del Estado, ni en al ámbito jurídico o de políticas públicas nacional ni, sobre todo, frente a un capital sujeto a las fronteras anteriores.
El pacto social keynesiano bajo el fordismo tuvo como elemento definitorio la búsqueda de un equilibrio de fuerzas en el conflicto capital trabajo, institucionalizándolo e integrándolo en el funcionamiento del Estado, con unos límites territoriales bien definidos en el ámbito nacional. Las dos crisis globales de este siglo evidencian que las respuestas ante los retos presentes y futuros requieren un ámbito de decisión y actuación supraestatal.
Las empresas transnacionales, convertidas en el principal actor económico global, han fragmentado, descentralizado y deslocalizado su producción fuera de las fronteras estatales, creando estructuras que permiten eludir y evadir los controles sindicales, normativos y administrativos. Los sindicatos llevan décadas explorando una negociación colectiva transnacional, que se ha traducido en los llamados “acuerdos marco internacionales”. Pero estos acuerdos tienen sus límites. Para conseguir nuevos marcos regulatorios que embriden la transnacionalización de la producción, es imprescindible que los poderes públicos asuman la necesidad de recuperar una actuación equilibradora de la relación capital-trabajo.
Gaceta Sindical, Comisiones Obreras, España.
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