POR JUAN TORRES LÓPEZ
El economista Kenneth Boulding publicó en 1966 un texto muy corto y de sencilla lectura titulado La economía de la futura nave espacial Tierra que me parece de completa actualidad.
En síntesis, Boulding decía que, pasado un tiempo, la economía de la Tierra pasaría a ser un sistema cerrado, una especie de nave espacial navegando por el espacio con una dotación de recursos limitada.
Llegado ese momento, lo importante ya no podría seguir siendo aumentar la producción y el consumo de bienes, como si fuese un sistema abierto de recursos ilimitados, sino conservar los disponibles.
Pensaba Boulding que se tardaría décadas en llegar a esa situación, pero advertía que, en cualquier caso, lo sensato era tomar medidas desde el primer momento: «El mañana -escribió en ese texto- no sólo está muy próximo, sino que en muchos aspectos ya está aquí. En realidad, la sombra de la futura nave espacial ya está proyectándose sobre nuestros espléndidos derroches».
Cuando ahora contemplo lo que está sucediendo en el planeta me parece que Boulding se quedó corto. Veo a mi alrededor producir miles de millones de toneladas de bienes que se desperdician y generan mucha más cantidad de residuos y basura; emitir gases que destruyen la atmósfera; consumir los recursos naturales sin garantizar su renovación, cuando son renovables, o sin temor a que desaparezcan del planeta si no lo son; contaminar las fuentes de agua potable; provocar un cambio climático que, de seguir así, llegará a ser incompatible con la vida humana…
Pero me temo, además, que Boulding se quedó corto. Viajamos en una nave espacial en la que ocurre todo eso porque su conducción se ha dejado en manos de quienes sólo buscan ganar cada vez más dinero, despreciando cualquier lógica que no sea la de anotar ceros en sus cuentas bancarias. Nos conducen seres inmorales, que dan armas a Ucrania para que se defienda de la invasión criminal de Rusia, pero callan cuando Israel invade a Palestina con actos terroristas que sólo les espantan si los comete Hamás como respuesta. Dirigen la nave quienes hablan de libertad, pero dan los golpes de Estado y acaban con la democracia; quienes alardean de tener razón mientras se apropian de los medios de comunicación para manipular la información y mentir; quienes pregonan las virtudes del mercado mientras concentran en sus carteras cada vez a más empresas para dominarlos, provocando escasez artificial y miseria. Gobiernan la nave Tierra quienes son incapaces de obtener los 50.000 millones de dólares para ayuda humanitaria de extrema urgencia que reclama Naciones Unidas para 2023, pero sí pudieron gastarse 45 veces más dinero en gasto militar el año pasado.
Es sencillamente tremendo que se conduzca así una nave que ni siquiera es nuestra, sino que la tenemos prestada, porque tienen también derecho a viajar en ella las generaciones futuras que, a este paso, no van a poder disfrutarla.
Y lo que seguramente es peor, viajamos en una nave en la que parece que ir directos al colapso, y quién sabe si a la desaparición de nuestra especie, no importa mucho a quienes vamos dentro, a tenor del silencio, el conformismo y la sumisión cobardes con que mayoritariamente se acepta.
Cada vez son más los científicos de la naturaleza que indican que ese evento puede ocurrir, que la vida humana puede desaparecer del planeta a causa de la propia acción humana. Fue precisamente Elise Boulding, la esposa de Kenneth, brillante socióloga y creadora de los estudios contemporáneos sobre los conflictos y la paz, quien nos dejó una buena razón de por qué podría suceder algo así: «Si la raza humana acaba prematuramente será porque no supimos aprender la dinámica del amor. El amor no es intelectualmente respetable. Si lo fuera, no tendríamos los problemas que tenemos».
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