Vicepresidenciales de Colombia y el extraordinario caso de Francia Márquez

Francia Márquez: el ascenso político de una lideresa ambiental.

POR JORGE GIRALDO /

En este Gobierno del Pacto Histórico se manifiesta un cambio de giro dentro de la figura vicepresidencial, teniendo en cuenta la representación sociopolítica de este cargo en Colombia y el posicionamiento sobre el mismo desde los idearios de una lideresa ambiental, afro y representante de “los nadies” o comunidades más vulnerables.

La vicepresidenta Francia Márquez Mina ha tenido que enfrentar desagravios tanto raciales como políticos, o en conjunción, incluso con tintes clasistas que van desde un periodismo amarillista, opositores políticos y manifestaciones de personas que se autodefinen estar en contra del Gobierno entrante. En la mayoría de los casos, se encuentra un cuestionamiento silencioso frente a un cambio en el orden de las cosas, ya que el rol ejercido de esta Vicepresidencia rompe con la norma, irrumpe con una agenda propia.

Revisando con detención se encuentran los factores en que se entiende un caso particular y extraordinario en el ejercicio de la Vicepresidencia en Colombia.

La figura machista y limitada de la institución vicepresidencial

Es bien sabido que la historia de los cargos vicepresidenciales en Colombia está nublada de hombres. Solo Francia Márquez y la cuestionada e impresentable Marta Lucía Ramírez hacen la excepción dentro de un total de 29 vicepresidenciales desde la época republicana, La Gran Colombia, hasta nuestros días.

La institución de la Vicepresidencia no ha estado exenta de cuestionamientos y tensiones de poder, al punto que en dos grandes períodos el cargo fue abolido constitucionalmente; de 1857 a 1886 y de 1905 a 1994, aparte de las temporadas en vacancia, donde finalmente la Constitución de 1991 la reincorporo teniendo como principal función la sucesión presidencial ante faltas temporales o absolutas del presidente, y de representación popular al ser elegido en elecciones como fórmula a los dos altos cargos del ejecutivo.

Desde este principio constitucional de reemplazar al Presidente de turno en condiciones particulares, la Vicepresidencia se entiende como “la sombra detrás del poder”, que cuenta con “misiones o encargos especiales y designarlo en cualquier cargo de la rama ejecutiva” según los requerimientos del Presidente (artículo 202 Constitución 1991), lo cual no trasciende como factor de cambio dentro de la política pública.

Las funciones limitadas de la institución de la vicepresidencia fueron objeto de críticas dentro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, donde se llegó afirmar que representa “[…] una austera figura republicana, que se pasea en taxi y sin edecán, que no tiene oficina en la Casa de Nariño” (Gaceta Constitucional, No 40). Este recuadro se transcribe igualmente en el imaginario social, donde la Vicepresidencia se entiende como un funcionario de carácter diplomático, “un florero” o “imagen agraciada” de la política de los Gobiernos, que en poco o nada llega a hacer cambios o tomar decisiones de fondo en el país.

La imagen de emisario diplomático de la Vicepresidencia tomó más fuerza con la cuestionada y deslegitimada Marta Lucía Ramírez, quien llegó a ser vicepresidenta designada como Ministra de Relaciones Exteriores, entre el 2021 al 2022, dentro del gobierno ultraconservador del tristemente-célebre Iván Duque.

Es por ello que uno de los primeros cuestionamientos mediáticos y de la oposición hacía Francia Márquez es su ausencia en los eventos fúnebres de Estado ante la muerte de la Reina Isabel II en el Reino Unido a comienzos del mes de septiembre, donde simplemente contestó ante esta “falta diplomática”: “Es algo que a mí no me movía [ya que] yo vengo de un pueblo [África] que vivió la esclavitud, que vivió el colonialismo impuesto por las coronas europeas que no me honran” (entrevista a Francia Márquez, RCN Noticias).

Esto da un cambio de giro al deber ser de un vicepresidente, a la ya acostumbrada visión diplomática como alta funcionaria que dinamiza las relaciones exteriores de Colombia. Pero, en este caso, Francia Márquez cuenta con una agenda más local, donde su gestión se orienta principalmente en la creación del Ministerio de la Igualdad y la Equidad, donde será la titular designada por la Presidencia, y apoyar los Diálogos Regionales Vinculantes para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, lo cual ha implicado todo una cruzada por las regiones para construir un plan desde las bases y anhelos sociales.

Sumado a estas funciones que implican, por una parte, toda una reestructuración institucional y administrativa para la conformación del Ministerio de la Igualdad y la Equidad (radicado como proyecto de ley al Congreso el 18 de octubre) y la activa movilización y alto nivel de concertación y comprensión/escucha que demanda los Diálogos Regionales. La Vicepresidenta debe atender entre sus misiones y encargos de gobierno (Decreto 1874 de 2022) unos 14 temas de nivel nacional, que van desde la implementación del capítulo étnico sobre los Acuerdos de Paz en La Habana, política pública sobre discapacitados, LGBTIQ+, igualdad de género para las mujeres y Ley 70 de comunidades negras hasta acuerdos y autos constitucionales sobre temas de salvaguarda étnico y compromisos de antiguos gobiernos frente a movilizaciones civiles, entre otras.

Diálogos Regionales Vinculantes en Buenaventura, octubre 2022.

Todo esto la inserta directamente en la política pública social y étnica del Gobierno, dejando de ser una “sombra en el poder”, contando con la agenda más amplia manejada por un vicepresidente en la historia, lo cual repercutirá en cambios en los contextos locales y con énfasis en lo rural y en la diversidad sociocultural, desde un trabajo de coordinación interinstitucional e intergremial de cara a las realidades territoriales.

El ascenso hacia la Vicepresidencia de una lideresa ambiental afrodescendiente

Decir que es la única mujer afrodescendiente que ha logrado llegar a la Vicepresidencia, es apenas un esbozo de lo que implica dicho ascenso social y político.

Una mujer que emerge de una lucha ambiental por el río Ovejas ante la presión de las empresas mineras por explotar a gran escala el oro de sus entrañas en el corregimiento La Toma, departamento del Cauca. Como lo ha expresado en muchas entrevistas, desde sus 13 años comienza dicha lucha defendiendo el río y las prácticas tradicionales de las comunidades negras.

La gestión como lideresa ambiental se consolida con dos hechos relevantes: 1) Se frenan las pretensiones de las multinacionales de explotación minera al interponer una acción de tutela, siendo apenas estudiante de derecho, logrando la suspensión de los títulos mineros en el río Ovejas en 2010; 2) Más adelante, en el 2014 se consolida la Movilización de Mujeres Negras por el Cuidado de la Vida y los Territorios Ancestrales, también conocida como “La Marcha de los Turbantes”, en contra de la minería ilegal, la presión de las multinacionales y condiciones de inseguridad en la población civil. Esta movilización de mujeres del Cauca comenzó desde su comunidad La Toma hasta la capital del país para presentar las denuncias ciudadanas al Gobierno colombiano. 

“Marcha de los Turbantes” en Bogotá, diciembre de 2014.

Estas y otras acciones, más su vocación como ambientalista de base, por convicción vivencial, fueron algunas de las características a tener en cuenta para ser ganadora del premio medioambiental Goldman Environmental Prize en el 2018, equivalente al Nobel ambiental en el mundo. En el 2019, por su lucha le entregan el premio Joan Alsina sobre Derechos Humanos. En el mismo año es reconocida como una de las 100 mujeres del mundo más influyentes que elabora la BBC de Londres.

A nivel local en el 2015 le fue otorgado el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos humanos por parte de la organización Diakonia y la Iglesia Sueca.

En medio de su rol como activista ambiental ha enfrentado amenazas y atentados a su vida por grupos irregulares paramilitares, que ha sabido zanjear en un territorio sacudido por el conflicto armado como lo es el departamento del Cauca. En su historia hay un denominador común: un personaje que ha enfrentado situaciones de extrema exigencia y riesgo, y que permite la emergencia del valor y la confianza necesarias para superar sus propios miedos.

De otra parte, su sacrificio y reconocimiento a nivel internacional la conectó de manera positiva y generando muchas sinergias con el movimiento ambientalista nacional, al igual que el feminista y con fuertes conexiones con la academia colombiana e internacional, aparte, claramente, de comenzar a cimentar su base ideológica política con el partido Pacto Histórico.

Estas fueron las bases principales para posicionarse como una de las candidatas vicepresidenciales con mayor peso en la contienda electoral en las elecciones presidenciales del 2022.

En suma, el ascenso ganado a pulso y con un gran sentido comunitario y étnico, unido a principios de conservación ambiental a su territorio, son características únicas que ha sabido combinar en su narrativa política, como el sentido de luchar por la dignidad de los “nadies y el vivir sabroso”, que en una interpretación sencilla equivale a construir políticas y bases sociales y económicas en que todas las personas de Colombia no tengan que padecer de necesidades básicas y de miedo (por los efectos de la guerra).

Los y las “nadies” son en esencia ese núcleo de donde surge y por quien Francia Márquez desarrolla su agenda vicepresidencial. Es una agenda única, de inclusión y totalmente diferenciada a sus predecesores, por eso genera tanto desconocimiento, admiración o, en el peor de los casos, envidia que es usada como canalizador de críticas y base de narrativas racistas y clasistas.

La vicepresidencia atípica de Francia Márquez Mina rompe los estereotipos machistas de forma y de fondo en esta institución de gobierno. Pero esta diferenciación no es sinónimo de perfección, ya que no está exenta de malas decisiones e incoherencias con el trabajo con comunidades, que de plano no son uniformes y enfrentan fuertes fragmentaciones y divisiones de poder, lo cual es realmente un reto enorme para poder avanzar en la política social y étnica de la Vicepresidencia de la República.

La Silla Vacía, Bogotá.

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