Washington busca «nombrar» al Presidente de Venezuela

POR WILLIAM I. ROBINSON /

El trumpismo es una respuesta neofascista de extrema derecha a la crisis social y económica de la clase trabajadora y a la crisis de legitimidad del Estado que esta crisis socioeconómica ha producido. La clase trabajadora estadounidense ha experimentado una desestabilización continua de sus condiciones de vida durante este último medio siglo de globalización capitalista y neoliberalismo, con un deterioro particularmente agudo desde el colapso financiero de 2008 y a raíz de la petróleo; casi 7 millones de ciudadanos se han visto obligados a exiliarse, alentados por Estados Unidos. El régimen de Maduro, apoyado por los militares, ha reaccionado intentando hacer recaer la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, no respetando la Constitución bolivariana, reprimiendo las huelgas obreras y encarcelando incluso a los responsables sindicales, lo que explica que parte de la población se gire hacia la oposición, a pesar de que su programa básico es vender el país a las multinacionales.

¿Qué está en juego?

Más allá de los resultados electorales, que Maduro ha prometido publicar al 100%, pidiendo al Tribunal Supremo de Justicia que valide los resultados (exigiendo a todos los candidatos que presenten pruebas), lo que está en juego es la soberanía de Venezuela y su capacidad para controlar sus riquezas, tal y como consagra la Constitución elaborada por la Asamblea Constituyente en 1999. El país alberga las mayores reservas de petróleo del mundo, cuestión prioritaria para las grandes petroleras estadounidenses. La sociedad PDVSA es una empresa nacional y también controla las redes de cientos de estaciones de distribución en Estados Unidos. Para Biden y también para Trump es un asunto «interno».

Por lo que los peligros de «guerra civil» son reales. Los Gobiernos de Brasil, México y Colombia, considerados amigos de Venezuela, intentan estos días una mediación; proponen una negociación entre venezolanos, es decir, entre Maduro y González (excluyendo a María Codina, considerada con razón una agente norteamericana) y sin injerencia de ningún país extranjero.

López Obrador, presidente de México, se ha pronunciado desde el primer momento en contra de la injerencia de Gobiernos extranjeros, y junto con Lula (Brasil) y Petro (Colombia) ha considerado que la posición adoptada por el Gobierno de Estados Unidos proclamando presidente a González tendría efectos negativos

Las manifestaciones del sábado 3 de agosto en apoyo a Maduro han duplicado a los manifestantes opositores. A pesar de la política de Maduro, la defensa de la soberanía de la nación es la cuestión central para gran parte de la población y de los trabajadores, y es precisamente la condición para poder dar respuesta a todas las reivindicaciones sociales y democráticas de la mayoría.