LA JORNADA / CRONICÓN.NET /
Charles-Maurice de Talleyrand, el notable canciller francés de la época revolucionaria y también durante buen parte del bonapartismo afirmaba que “es costumbre monárquica robar, pero los Borbones exageran”. Desde entonces esta “casa real” de tunantes ha demostrado sus ‘habilidades’ y fechorías para vivir a sus anchas a costa del dinero público. Con ese descaro, ahora el Borbón que funge de jefe de Estado en el Reino de España, gracias a la imposición de la genocida dictadura del fascista general Francisco Franco, se resiente porque el Gobierno de México no lo haya invitado a la ceremonia de asunción de la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo, el próximo martes 1 de octubre.
Es preciso recordar que fue el dictador Franco que gobernó a sangre y fuego España durante 40 años, el que designó como su sucesor a ese impresentable que es el rey Juan Carlos I, un aprovechador traficante de influencias que no ha podido justificar su mal habida fortuna, quien por cierto el 23 de febrero de 1981 intentó dar un golpe de Estado, y que por actos de corrupción debió salir apresurado de Madrid, dejando como sustituto a su hijo, Felipe, habida cuenta que esa nación ibérica es una “monarquía parlamentaria” por “la gracia de dios”.
Ante “la exclusión del rey (Felipe VI de Borbón) de la toma de posesión de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum (…) el gobierno de España ha decidido no participar en dicha toma de posesión a ningún nivel”, expresa un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Madrid.
A lo que puede verse, las altas esferas del poder político y económico de España tomaron como ofensa que el equipo de la próxima mandataria haya cursado la invitación respectiva al presidente del Gobierno, el neoliberal disfrazado de “socialdemócrata” Pedro Sánchez, y no al monarca.
Pero esa selección de invitados no es un descuido ni rudeza diplomática, sino que obedece al hecho de que el propio Felipe VI se inhabilitó como interlocutor ante México cuando se negó a contestar la misiva de 2019 en la que el presidente Andrés Manuel López Obrador lo invitó a participar, en nombre del Estado español, en un acto de desagravio conjunto y en una solicitud de perdón a los pueblos originarios que fueron invadidos, saqueados, diezmados y sometidos por los conquistadores de España y, posteriormente, por la República independiente mexicana. La carta del mandatario fue respondida, en cambio, mediante una nota del Ministerio de Relaciones Exteriores, en lo que constituyó, eso sí, una grosería y una injustificable expresión de arrogancia.
Posteriormente, en febrero de 2022, ante el empecinamiento de las autoridades españolas en defender los abusos y las corruptelas de empresas energéticas de ese país que operan en México, López Obrador señaló que era conveniente establecer una pausa en las relaciones, lo que generó nuevas expresiones destempladas en la Cancillería madrileña. Lo cierto es que, desde entonces, los vínculos diplomáticos han permanecido congelados, lo que no impide que las intensas relaciones económicas, sociales y culturales se mantengan intactas. La pausa no es ruptura de relaciones.
Aunque en algunos ámbitos existió la expectativa de que los lazos entre ambos gobiernos adquirieran un nuevo dinamismo tras la sucesión presidencial en México, todo indica que ese escenario no se hará realidad. Con los antecedentes que se han referido aquí, era lógico y entendible que la invitación a la inminente toma de posesión de la próxima presidenta se turnara a una figura menos hostil y arrogante que la del rey Borbón, el cual no ha tenido en seis años un solo gesto de acercamiento, cordialidad o cortesía que permitiera superar los efectos de su torpeza inicial. Sin embargo, en el palacio de La Zarzuela, y por lo visto también en el de La Moncloa, se ha decidido mantener y enconar la hostilidad.
Es lamentable para el Gobierno español que su monarca se convierta en factor de aislamiento internacional y que se persista en mantenerlo como factor de desencuentro, cuando a Madrid le vendría bien relanzar el diálogo con México y, en general, reorientar sus tambaleantes relaciones con los países latinoamericanos en general.
Por lo que hace a México, no tener una representación de España en la ceremonia de toma de posesión de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, no le resta a ese acontecimiento ni un gramo de relevancia histórica, legitimidad, dignidad o presencia internacional. Ya habrá circunstancias mejores para reactivar los vínculos bilaterales, y en ello no corre ninguna prisa.
Respuesta firme, digna y de carácter
De manera franca, directa, firme la respuesta digna de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum a través de un comunicado que publicó este miércoles 25 de septiembre en sus redes sociales, explica que no invitó al Borbón que hoy ocupa el Palacio de la Zarzuela por cuanto que la decadente y corrupta monarquía española se negó a pedir perdón por el genocidio y el saqueo perpetrados por la Corona ibérica durante la invasión colonial y ni siquiera respondió “como habría correspondido a la mejor práctica diplomática de las relaciones bilaterales” la solicitud que en ese sentido y mediante respetuosa carta envió el presidente López Obrador.
Resalta en su pronunciamiento la Presidenta electa que el compromiso de su nuevo Gobierno es con los pueblos originarios de México a los que, con su desdén, ofendió de nuevo el soberano de la dinastía borbónica.
«Nuestra relación se beneficiaría con una renovada perspectiva histórica, acorde al desarrollo de nuestros pueblos y en la que el reconocimiento cabal a nuestras identidades sea el eje de una relación respetuosa, sólida y fructífera», expresa la presidenta Sheinbaum Pardo, dando una gran lección de dignidad.
La nueva mandataria explicó además que en julio pasado envió una nota diplomática con la invitación a Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno del Reino de España y “hace un par de días me llamó y conversamos sobre el particular”.
Un monarca que avergüenza a España
Sobre el berrinche monárquico se pronunció la diputada y secretaria general de la formación de izquierda Podemos, Ione Belarra, quien expresó que “es un tremendo error que un gobierno que se dice progresista (como el de Pedro Sánchez) ate sus relaciones internacionales a una monarquía borbónica que está acostumbrada a hacer relaciones con dictaduras corruptas”.
Recordó que el rey Felipe VI avergonzó a España en la toma de posesión del presidente de Colombia Gustavo Petro, cuando al desfilar la espada del Libertador Simón Bolívar prefirió quedarse sentado, haciendo un desplante al nuevo mandatario y al pueblo no solamente colombiano sino latinoamericano.
Belarra puntualizó que, aunque los sectores reaccionarios, fascistas y de ultraderecha se enfaden porque no se le haya invitado a México, “el Rey es un problema para las relaciones internacionales basadas en el respeto y los derechos humanos y no en la corrupción”.