POR DANIEL TANURO /
Desde su creación en 1948, la Agencia Internacional de Energía (AIE) ha sido el perro guardián del gran capital fósil. A pesar de las advertencias de los científicos, durante décadas, ha continuado elaborando imperturbablemente documentos que dejan a las multinacionales de la energía hacer lo que quieran y, por tanto, conducen directamente a la transformación de la catástrofe climática en un cataclismo. Ahora, sin embargo, la Agencia ha elaborado un informe especial en el que pide una reducción severa y muy rápida de la combustión de carbón, petróleo y gas natural[1]. Como parte del Acuerdo de París, la AIE pide un “cambio radical” hacia un sistema energético dominado en gran medida por las energías renovables. De repente, admite que es la única manera de salvar la distancia entre los compromisos de los gobiernos y la trayectoria a seguir para alcanzar “cero emisiones netas” en 2050, con una probabilidad del 50 % de no superar los 1,5°C de calentamiento.
Se confirma un punto de inflexión
El giro en el discurso es indiscutible y no será en vano, porque la AIE influye mucho en las políticas energéticas nacionales. ¿Cómo se puede explicar esto? Este informe es una señal adicional y especialmente significativa del hecho de que los círculos dominantes del gran capital y sus dirigentes políticos ya no pueden negar la gravedad del cambio climático en curso, sus efectos bumerán sobre los beneficios y… el gran riesgo de pérdida de legitimidad sistémica que conlleva, en primer lugar, entre los jóvenes. La reorientación simbolizada por el apoyo de Joe Biden al acuerdo de la COP21 no es, pues, un fenómeno aislado. La crisis provocada por la pandemia está acelerando el movimiento enfrentando a los responsables a elegir sobre qué tipo de recuperación. En los próximos meses, sobre todo en la COP26, les veremos lanzarse a hacer una serie de promesas ambiciosas, destinadas a ecologizar la economía mediante las leyes del mercado. La AIE les está dando munición. Sus propuestas, afirma, permitirían salvar el clima (sin superar temporalmente los 1,5º, según la AIE), impulsar el crecimiento del PIB (un 4% anual, según la AIE), reducir el consumo mundial de energía (un 8%), crear 25 millones de empleos netos y reducir la pobreza (acceso universal a la energía en 2030), etc. Los gobiernos encontrarán en ellas algo de lo que presumir, será un verdadero festival de ecoblanqueo y de recuperación. El mensaje implícito es: os hemos escuchado, no os preocupéis, la situación está bajo control. En realidad, la situación está menos que nunca bajo control, como demuestran en particular -¡un entre otros, por desgracia!- el nuevo estudio que estima que la capa de hielo de Groenlandia está a punto de desintegrarse[2], la carrera por acaparar los recursos fósiles en el Ártico[3] y el continuo aumento de las emisiones mundiales, impulsado en particular por China[4]. En este contexto, los movimientos sociales deben denunciar los discursos tranquilizadores y desconfinar con fuerza la lucha contra el cambio climático. Aquí, la responsabilidad de los sindicatos es particularmente grande, porque las promesas de creación masiva de empleo a través de la transición justa a la AIE pretenden encadenarlos al capitalismo verde.
Un calendario radical
La radicalidad de las propuestas de la AIE para reducir el uso de los combustibles fósiles es innegable. El calendario de medidas que hay sobre la mesa es bastante claro:
- 2021: prohibir el seguir explotando nuevos yacimientos de petróleo y gas, la apertura de nuevas minas de carbón, la ampliación de minas de carbón existentes y el permiso para construir nuevas centrales eléctricas de carbón;
- 2025: prohibir el seguir vendiendo calderas de combustibles fósiles;
- 2030: eliminar gradualmente el carbón en las economías avanzadas; instalar 1020 GW de capacidad solar y eólica cada año; lograr un 60% de vehículos eléctricos en las ventas de coches nuevos; lograr la neutralidad del carbono en todos los edificios nuevos;
- 2035: 100% de generación eléctrica sin emisiones en todas las economías avanzadas; poner fin a las ventas de coches con motor de combustión interna; el 50% de los nuevos camiones serán eléctricos;
- 2040: cierre en todo el mundo de todas las centrales eléctricas de carbón y petróleo; lograr el 100% de generación eléctrica con cero emisiones netas; en la aviación, lograr el 50% de combustibles de bajas emisiones;
- 2045: el 50% de las necesidades de calefacción se cubriránn con bombas de calor;
- 2050: el 70% de la electricidad procederá de la energía solar y eólica; el 85% de los edificios se adaptarán al cero carbono; más del 90% de la producción industrial pesada (cemento, acero, petroquímica) será en base a emisiones bajas.
El alcance total del cambio en el discurso de la AIE se verá en el hecho de que su escenario de emisiones netas cero (NZE) es más ambicioso que la mayoría de los escenarios recopilados por el IPCC en su informe especial de 1,5°C (2018). En el caso de los sectores de la energía y la industria, por ejemplo, las emisiones previstas por la NZE en 2040 son inferiores a las emisiones previstas en ese momento en la mayoría de los escenarios del IPCC. Lo mismo ocurre con la cantidad de energía que se seguiría produciendo a partir de los combustibles fósiles en 2050: en los escenarios del IPCC sin (o con un pequeño) rebasamiento del límite de calentamiento de 1,5 °C, era de 184 exajulios[5]; la NZE de la AIE está muy por debajo de eso: 120 exajulios de energía de combustibles fósiles. Carbon Brief comparó esta cifra con la que Shell planteó en su escenario “Sky 1,5ºC” (otro ejercicio de ecoblanqueo): la multinacional apostaba, para 2050, por la posibilidad de seguir produciendo 375 exajulios de energía a partir de combustibles fósiles (incluyendo 115 exajulios de gas natural). Esto es tres veces más que en el escenario NZE de la AIE[6].
Las empresas petroleras y de otros combustibles fósiles parecen un tanto sorprendidas de que la AIE, por una vez, no les baile el agua. En este sentido, el Financial Times recoge las palabras de Dave Jones, analista del centro de estudios climático Ember. Dijo que el llamamiento de la AIE a detener inmediatamente las nuevas exploraciones de petróleo y gas era “extremadamente sorprendente dada la historia de la agencia. Creo que nadie esperaba esto de la AIE. Se trata de un gran cambio de rumbo por su parte. Siempre ha sido muy favorable a los combustibles fósiles, por lo que idear algo así es simplemente increíble. Es realmente una puñalada a la industria de los combustibles fósiles”. Llamarlo “puñalada” es probablemente una exageración, pero el hecho de que el calendario de la AIE se centre principalmente en las restricciones y prohibiciones de producción no hace felices a los gigantes de la energía. El gran jefe de Shell, Ben van Beurden, no lo ocultó. En la reciente junta anual de accionistas, dijo que la forma de reducir las emisiones sería “centrarse en el consumo, no en la producción”. Por su parte, dijo, Shell seguirá perforando en las zonas donde tiene su sede, como el Golfo de México. “Para satisfacer la demanda”, por supuesto…[7] ¡Gracias patrón!
“Neutralidad del carbono” significa “beneficio antes que clima”
Dicho esto, el movimiento climático cometería un error monumental si decidiera aplaudir el escenario de emisiones netas cero de la AIE, o lo considerara “un paso en la buena dirección”. ¿Por qué? Porque es un escenario de “cero emisiones netas”, y “cero emisiones netas” no significa “cero emisiones”. “Cero emisiones netas” -también conocida como “neutralidad del carbono”- es la formula que adoptaron los gobiernos en los acuerdos de París, para ocultar un enorme juego de manos. Éste juego consiste simplemente en no respetar la trayectoria de reducción de emisiones necesaria para mantenerse por debajo de 1,5°C (o incluso por debajo de 2°C), reducir las emisiones sólo en la medida en que sea compatible con el beneficio capitalista (por tanto con el sacrosanto crecimiento del PIB), y… esconder la diferencia bajo la alfombra mediante una serie de subterfugios. Salbo Bolsonaro y algunos otros fascistas negacionista del cambio clima, la mayoría de los gobiernos del mundo están tratando de engañar a la gente con esta retórica de “neutralidad del carbono”, cuando en realidad, esta supuesta neutralidad significa “no toques mi crecimiento”, “el beneficio antes que el clima”.
Joe Biden se puso a la cabeza del pelotón organizando su cumbre sobre el clima y anunciando solemnemente que Estados Unidos sería “neutro en carbono” para 2050. Casi todos los demás siguen el ejemplo[8]. ¿Por qué? Porque, por un lado, se trata de salvar la tambaleante legitimidad del capitalismo y, por tanto, su estabilidad social. Y, por otro lado, porque está en juego una apuesta económica colosal: el mercado de las tecnologías limpias o bajas en carbono que están destinadas a sustituir en gran medida a los combustibles fósiles (en gran medida, pero no del todo, volveré sobre ello). En la mente de estos gobiernos y de los grupos capitalistas a los que representan, la COP26 será la gran puesta en escena en la que intentarán llegar a un acuerdo sobre esta política, un acuerdo entre bandidos, en el que obviamente cada uno intentará hacer lo menos posible… mientras da la impresión de que hace más que los demás…
Los subterfugios del capitalismo verde
Los subterfugios del capitalismo verde para esconder bajo la alfombra la diferencia entre lo que hay que hacer para detener la catástrofe y lo que se puede hacer para limitarla dentro del marco capitalista son de varios tipos. Recordemos las principales[9]:
- Desplegar “tecnologías de emisiones negativas” (NET): máquinas y dispositivos que retiran el carbono de la atmósfera y lo almacenan bajo tierra (sin garantía de que no vuelva a salir de forma masiva algún día). Esto se llama captura y secuestro de carbono (CCS).
- Combinar estas RTE y la CCS, por ejemplo utilizando la Bioenergía con Captura y Secuestro de Carbono (BECCS): en lugar de carbón, quemamos biomasa que crece absorbiendo CO2, capturamos este CO2 y lo almacenamos bajo tierra. A largo plazo, la concentración atmosférica de CO2 debería disminuir. El problema son las enormes superficies necesarias para cultivar la biomasa.
- Diversificar el discurso hablando no sólo de energía libre de carbono, sino también de energía baja en carbono o baja en emisiones. Hace ya varios años que el IPCC se plegó a los nucleócratas: como resultado, la energía atómica se clasifica ahora oficialmente como baja en carbono. El mismo proceso está en marcha para el hidrógeno azul, es decir, el obtenido a partir del gas natural (que emite CO2).
- Aumentar la absorción natural de CO2 a través de la fotosíntesis (plantamos grandes cantidades de árboles…, sin pensar en el impacto sobre la biodiversidad, ni en el hecho de que la absorción sólo durará unas décadas… ¡y sin tener en cuenta las emisiones en caso de incendios forestales!).
- Comprando los llamados derechos de emisión de las inversiones supuestamente limpias, o del acaparamiento de bosques en el Sur (en detrimento de las poblaciones locales, especialmente de los pueblos indígenas)…, cuando muchos estudios han demostrado que la mayoría de estos derechos no se corresponden con reducciones reales de emisiones.
- Poner en órbita partículas que reflejen la radiación solar en el espacio (geoingeniería). Esta es la peor de todas estas soluciones de aprendiz de brujo, porque puede ser utilizada para la geoestrategia de las grandes potencias; además, no reduce la cantidad de CO2 en la atmósfera (por lo que la acidificación de los océanos continuará). De momento parece descartada, pero volverá a surgir cuando veamos que los otros subterfugios anteriores no detienen la catástrofe.
El diablo está en los detalles
El plan NZE de la AIE es una plasmación sistemática de esta política, vinculada a una agenda a ponerla en práctica. El hecho de que este plan moleste a algunos intereses establecidos del capital fósil no lo convierte en una alternativa aceptable para la humanidad. Esto queda muy claro cuando se observan las diversas implicaciones concretas del escenario. Como se suele decor, el diablo está en los detalles:
- La cuota de la energía nuclear en el mix energético mundial se duplicará con creces de aquí a 2050 (de 29 EJ en 2020 a 61 EJ en 2050), sobre todo en el Sur; la energía nuclear será entonces la segunda fuente de electricidad más importante después de las renovables (alrededor del 10% del mix energético); según la AIE, “las naciones deben (sic) actuar rápidamente para prolongar la vida de las centrales nucleares existentes o desarrollar otras nuevas”.
- La AIE destaca que las energías renovables se convertirán en la principal fuente de energía en 2035… Pero este dato tiende a ocultar otro: en 2050, según NZE, algo más de una quinta parte de la energía mundial seguirá siendo de origen fósil, sobre todo para alimentar las cementeras, la industria siderúrgica y la petroquímica.
- Una quinta parte de los fósiles es obviamente mejor que cuatro quintas partes (que es la cuota actual). Esto reduce las emisiones globales anuales de CO2 de 36 Gt a 7,6 Gt. Pero, para respetar las emisiones netas cero, estos 7,6 Gt deben ser capturados para ser inyectados en el subsuelo (en depósitos cuya estanqueidad no se puede garantizar, repitámoslo).
- El uso de la biomasa se multiplicará por seis en 2050: producirá 102 exajulios de energía (Nota: esta cifra es superior al límite de sostenibilidad de este uso de la biomasa, fijado por el IPCC en 100 exajulios). Una parte importante de la electricidad producida por la combustión de carbón se producirá mediante la combustión de biomasa con captura y secuestro de carbono (es decir, BECCS); de este modo, se añadirán 1,3 Gt de CO2 al año a las 7,6 Gt que se inyectarán en el subsuelo debido al uso de la CCS en la industria.
- Este aumento de la cuota de biomasa exigirá un incremento de la superficie dedicada a los cultivos energéticos (la AIE aboga en particular por los cultivos industriales de rotación corta, como los sauces y el miscanthus). Esto requeriría un aumento de 330 millones de hectáreas (Mha) a 410 Mha (un aumento del 25%). Esto equivale a casi un tercio de las tierras agrícolas de cultivo permanente (1.500 Mha). Por tanto, la presión aumentará gravemente sobre la biodiversidad, los recursos hídricos y el uso del suelo. Desde el punto de vista social, los más débiles (las comunidades campesinas y los pastores, en particular) se llevarán la peor parte[10].
- Las energías eólica y solar serán los pilares de las energías renovables, mediante la construcción de gigantescos parques (¡porque la concentración y apropiación capitalista de estos recursos naturales gratuitos son una condición para el exceso de beneficios de las multinacionales!). El objetivo, en el caso de la energía solar, sería instalar el equivalente al parque actual cada día en 2030, y aún más en los años siguientes. Eso no es todo: la cuota de hidroelectricidad se duplicará de aquí a 2050. La AIE no lo especifica, pero cabe suponer que se basa principalmente en la construcción de grandes presas. Sin embargo, estas presas no son una fuente renovable (se llenan de sedimentos con el tiempo). ¿Si la energía nuclear puede llamarse baja en carbono, ¿por qué las presas gigantes no pueden llamarse renovables?
- La cuota de hidrógeno bajo en carbono debe multiplicarse por dieciséis en 2030 y por cincuenta y siete en 2050 (¡!) para alcanzar el 13% de la energía final en 2050. Según el plan de la AIE, la mitad de este hidrógeno en 2030 deberá ser verde, es decir, producido por electrólisis del agua (o a partir de otras fuentes -algas, por ejemplo- que no emitan CO2). La cuota de hidrógeno verde aumentaría hasta el 62% en 2050. Suponiendo que estos objetivos sean alcanzables (lo cual es muy poco probable, ya volveré sobre ello), el resultado es que el 38% del hidrógeno bajo en carbono se produciría con emisiones de CO2. Pero ya conocemos la solución de la AIE: captura-secuestro, ¡hop!
Disimular la superación de 1,5°C
Incluso con el máximo despliegue de subterfugios de emisiones netas cero gracias a los milagros de la tecnología, la realización del escenario de la AIE está lejos de ser obvia…, especialmente desde el punto de vista tecnológico. A este respecto, la Agencia distingue dos fases. Hasta 2030, dice, existen las tecnologías necesarias para la NZE. Pero más allá de 2030, aunque se espera que la CCS y el hidrógeno verde desempeñen un papel fundamental, el 55% de las reducciones de emisiones acumuladas que se atribuyen a estas tecnologías se encuentran actualmente sólo en fase de demostración o incluso de prototipo. En resumen, no hay certeza de que vaya a funcionar. Además, como hemos visto, los objetivos a alcanzar, en particular, en materia de despliegue de energía solar y eólica y de aislamiento y renovación de edificios son extremadamente restrictivos. Incluso sin salir de la lógica capitalista, para alcanzarlos sería racional apoyarse en la planificación pública, en las inversiones públicas, en el desarrollo del sector público, en la investigación pública y en una verdadera participación ciudadana. Pero la AIE no se ocupa de esto. Para la AIE, la participación ciudadana significa que los gobiernos ofrecen incentivos y limitaciones para guiar al consumidor. En cuanto a los capitalistas, no tienen que preocuparse demasiado; el escenario NZE se basa en dos principios neoliberales: la neutralidad tecnológica (las tecnologías se implantan en función de los costes, según las leyes del mercado, los costes de la investigación son para la comunidad, los beneficios para el sector privado), por un lado, y la transición ordenada (que evita al máximo la destrucción de capital antes de la amortización) por otro[11].
Es hora de desconfinar nuestras luchas
Nos encontramos típicamente en la lógica de culpabilización/represión del neoliberalismo autoritario, tal y como se aceleró en la respuesta a la pandemia. En el escenario de la AIE, esta lógica se une a la apuesta, característica del capitalismo, por la llegada providencial de un deux ex machina tecnológico. Pero esta vez, es muy probable que el deus ex machina no llegue a tiempo. Esto está muy claro en el debate sobre el hidrógeno: su producción por electrólisis del agua sería efectivamente una solución verde, pero los costes son extremadamente elevados. De hecho, debido a la neutralidad tecnológica, los capitalistas recurrirán al hidrógeno azul[12]. En otras palabras: el Cero Emisiones Netas de la AIE no es un escenario que evite superar temporalmente los 1,5°C. Es más bien un intento de ocultar el hecho de que: 1°) esta superación es inevitable si la humanidad no rompe con el mercado neoliberal y el productivismo capitalista; y 2°) esta superación, lejos de ser sólo temporal tiene, por el contrario, grandes posibilidades de sumir a la humanidad en un desastre de proporciones inimaginables.
¡Sí, es hora, es hora ya de desconfinar nuestras luchas! Por ejemplo, respondiendo al llamamiento de “Komité Centrales”, esta coalición (de la que forma parte Gauche Anticapitaliste) que, en Bélgica, rechaza tener que elegir entre la peste de las centrales nucleares y el cólera de las centrales de gas[13].
Notas
[1] https://www.iea.org/reports/net-zero-by-2050
[2] https://www.theguardian.com/environment/2021/may/17/greenland-ice-sheet-on-brink-of-major-tipping-point-says-study
[3] https://www.latribune.fr/entreprises-finance/industrie/energie-environnement/conseil-de-l-arctique-l-affrontement-attendu-entre-etats-unis-et-russie-debute-ce-mercredi-soir-884981.html
[4] https://www.carbonbrief.org/analysis-chinas-carbon-emissions-grow-at-fastest-rate-for-more-than-a-decade
[5] valor medio
[6] Carbon brief, 18/5/2021, https://www.carbonbrief.org/iea-renewables-should-overtake-coal-within-five-years-to-secure-1-5c-goal?fbclid=IwAR2xvyEpMYVoI6G8zHxKSx-QZeUM4EGx_FlkOdMAiII36oz34fJMW7C_v34
[7] Finantial Times, 18/5/2021
[8] A veces de manera cómica: el primer ministro japonés, por ejemplo, ha hecho un compromiso completamente improvisado de reducir las emisiones del 26% en 2030 al 46%. Asombro en el archipiélago, donde ningún político había mencionado aún este objetivo … https: //korii.slate.fr/et-caetera/climat-energie-promesses-japon-co2-panique-experts-centrales-reacteurs- nuclear
[9] Para una presentación más detallada, ver : Tanuro, Daniel (2020) Demasiado tarde para ser pesimitas. Barcelona: Sylone-viento sur
[10] Se destinan más de 3000 Mha al pastoreo del ganado. El sentido común ordenaría un ataque a la industria de la carne, pero es un lobby poderoso; En la lógica capitalista de la AIE, será más fácil apoderarse de las tierras de los pueblos pastores nómadas que a menudo no tienen título de propiedad bajo la ley burguesa.
[11] Designdas por la expresión stranded assets
[12] La política de la Comisión Europea es significativa en este tema: se encuentra frente a los lobbies fósiles que quieren producir hidrógeno a partir de fuentes fósiles – emitiendo CO2 – y que engañan a la opinión pública repitiendo que la combustión de hidrógeno gaseoso solo produce agua – lo cual es correcto pero oculta el CO2 producido en la fabricación de hidrógeno.
[13] Ver la primera acci´n propuesta para el 20 de junio contra el proyecto de central en Manage: https://www.facebook.com/events/922852554946047/?ref=newsfeed
Traducción: Viento sur
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