POR CARLOS ALBERTO DUQUE GARCÍA**
Resumen: El artículo presenta una revisión crítica de la literatura marxista y feminista-marxista sobre el trabajo doméstico no remunerado. Se organizó en tres grandes controversias: el concepto y la naturaleza del trabajo doméstico no remunerado, el rol económico del trabajo doméstico en el capitalismo y la desigual distribución del trabajo doméstico no remunerado dentro de los hogares.
Se hizo énfasis en la literatura reciente, debates y autores contemporáneos, aunque también se abordaron algunos trabajos clásicos relevantes. En cada controversia, se exponen críticamente las ideas, escuelas y autores/as principales, mostrando sus aportaciones, limitaciones y contradicciones. Al finalizar, se presentan las perspectivas del debate.
1. Introducción
Una creciente literatura académica ha resaltado la importancia económica y social del trabajo doméstico no remunerado (en adelante, TDNR). Este trabajo es el aplicado a la producción doméstica de bienes y servicios para los propios miembros del hogar: servicios de cuidado para niños, ancianos, personas enfermas o discapacitadas, elaboración de alimentos, servicios de aseo doméstico y lavandería, autoconstrucción y reparación de la vivienda, entre otras actividades. Recientes estudios han encontrado que, cuando se imputa un valor monetario al TDNR, este ascendería al 9 % del PIB mundial (Addati et al., 2018).
El valor agregado imputado al TDNR varía a lo largo de los distintos países; sin embargo, en todos ellos, equivaldría a un porcentaje significativo del PIB. Así, en los Estados Unidos, el TDNR correspondería al 14,7 % del PIB; en Japón, al 18,7 %; en Alemania, al 23,8 %; en Reino Unido, al 22 %, y en Francia, al 23,7 % (Addati et al., 2018). En los países de ingreso medio, el TDNR también tiene un valor estimado importante: en China, equivale al 7,6 % del PIB; en Sudáfrica, al 8,9 %; en Turquía, al 13,2 %, y en India, al 3,5 % (Addati et al., 2018). Por su parte, en América Latina, el valor monetario imputado al TDNR ascendería al 20,6 % en Colombia (Departamento Administrativo Nacional de Estadística —DANE—, 2020); 23,5 %, en México (Instituto Nacional de Estadística y Geografía —INEGI—, 2019); 30 %, en Costa Rica (Sandoval Carvajal & González Vega, 2015); 19,1 %, en Ecuador (INEC, 2020), y 20,4 %, en Perú (INEI, 2020).
El TDNR ha sido objeto de múltiples controversias teóricas en la literatura marxista, especialmente, a partir de los años sesenta del siglo pasado. Este campo de discusión e investigación se enmarca dentro de lo que se conoce como feminismo marxista o marxismo feminista (Arruzza, 2013). Estos debates pueden agruparse en tres grandes controversias: 1) el concepto y la naturalezadel TDNR, 2) el rol económico del TDNR en el capitalismo y 3) la desigual distribución del TDNR al interior de los hogares.
En este artículo, se presentan críticamente dichas controversias, identificando dentro de cada una de ellas las ideas, escuelas, autores/as principales, y señalando sus limitaciones y contradicciones. Se hace énfasis en la bibliografía más reciente, aunque también se incorporan —por su relevancia— algunos trabajos de mayor antigüedad.
2. Concepto y naturaleza del TDNR
El primer grupo de debates ha girado en torno a la naturaleza del TDNR. El punto de partida de esta discusión ha sido criticar la valoracióndel TDNR como simples “oficios del hogar”, “quehaceres domésticos” y actividades no consideradas trabajo (Gimenez, 2019), que, además, han sido naturalizadas como exclusivamente de mujeres (Federici et al., 2018). Esta crítica no se ha circunscrito solamente al “sentido común” del público en general, sino también a las estadísticas convencionales del mercado laboral, que consideran a las personas dedicadas al TDNR como “población económicamente inactiva”, a las cuentas nacionales, que no incorporan el TDNR, y a la teoría neoclásica del mercado laboral, que suele considerar toda actividad no remunerada como “ocio”[1]
El TDNR es efectivamente trabajo
Todos los autores y autoras marxistas han defendido la idea según la cual el TDNR es, efectivamente, trabajo. Aquí, es importante recordar que en la tradición marxista el trabajo humano se caracteriza no solo por ser una actividad que produce bienes o servicios, sino además por su carácter consciente e intencional (Braverman, 1974, p.46). Es consciente porque el producto del trabajo se construye primero (idealmente) en la conciencia del trabajador y luego, mediante su esfuerzo, adquiere existencia concreta. Así mismo, es intencional porque el producto resultante cumple una función o finalidad deseada de antemano (Spencer, 2008). Un corolario de esta concepción del trabajo humano es que, para el marxismo, los trabajos que realizan las personas no están determinados por la biología (como sí ocurre en los animales), sino por aspectos sociales, culturales y tecnológicos (Braverman, 1974, p.51).
A partir de esta concepción del trabajo humano, resulta claro que las actividades que componen los “oficios y quehaceres del hogar”, como cocinar, lavar la ropa, cuidar a los niños y a los ancianos, entre otros, son, efectivamente, trabajo humano. En todas ellas hay producción de bienes o servicios de carácter consciente e intencional. Más aún, para el marxismo, el que el TDNR sea realizado mayoritariamente por las mujeres debe explicarse por razones sociales, y no a partir de la biología, por alguna especie de “naturaleza femenina” a la que suelen acudir los argumentos patriarcales[2].
Particularidades del TDNR
Aunque el TDNR es efectivamente trabajo, presenta particularidades que lo diferencian de otros tipos de trabajo en el capitalismo. A partir del análisis que hace Gouverneur (2005, p. 33) de las actividades y unidades de producción en el capitalismo contemporáneo, se pueden identificar claramente las particularidades del TDNR (ver tabla 1). El TDNR haría parte de lo que Gouverneur (2005) llama esfera no profesional, pues cumple simultáneamente con dos condiciones generales. Por un lado, no produce mercancías, sino solamente valores de uso que no requieren ninguna validación mercantil. Por otro, es trabajo no asalariado y, por ende, las personas dedicadas a él no generan ni obtiene ningún ingreso monetario.
De esta manera, el TDNR se diferencia del trabajo asalariado empleado en la producción mercantil (esfera A de la tabla 1), del trabajo asalariado en instituciones de interés público (esfera C) y del trabajo no asalariado productor de mercancías (esfera B). Así mismo, dentro de la esfera no profesional, el TDNR se diferencia del trabajo de las organizaciones voluntarias (como el voluntariado realizado en iglesias, sindicatos, partidos políticos, ONG, etc.) por su carácter doméstico, es decir, por ser realizado por y para los miembros del mismo hogar (o de hogares con los que se tengan lazos familiares o comunitarios), y no para el público en general.
Desde estas particularidades del TDNR, Gouverneur (2005, p.30) identifica otras tres características del mismo. La primera es que está sujeto a las contribuciones voluntarias, es decir, la subsistencia de las personas dedicadas solo al TDNR depende parcialmente de las transferencias de ingreso o de bienes de consumo por parte de otros miembros del hogar con empleos remunerados. La segunda es que dicho trabajo es privado, en el sentido de que los beneficiarios del mismo son los propios productores o los miembros del hogar. Finalmente, de acuerdo con Gouverneur, el TDNR sería autónomo en el sentido de que la cantidad, variedad y calidad de bienes domésticos producidos por el TDNR, así como la técnica misma de producción, obedecería a decisiones internas de los propios hogares, sin referencia al mercado o a decisiones públicas.
Finalmente, es importante señalar que, aunque la clasificación de tipos de trabajos y unidades de producción presentadas en la tabla 1 es conceptualmente exhaustiva, un agente económico puede participar de dos o más esferas productivas. Por ejemplo, una persona puede participar del trabajo asalariado (esfera A) y también realizar TDNR en su hogar (esfera D).
Producción doméstica: ¿un modo de producción no capitalista?
Debido a las particularidades del TDNR, algunos autores y autoras han sostenido que el TDNR haría parte de un modo de producción no-capitalista. Así, para Delphy (2016)
hay dos modos de producción en nuestra sociedad. La mayoría de bienes son producidos en el modo industrial. Los servicios domésticos, crianza de niños y otros bienes son producidos en el modo familiar. El primer modo de producción da lugar a la explotación capitalista. El segundo da lugar a la familia o, más precisamente, a la explotación patriarcal. (p.68)
Delphy (2016) llama la atención sobre los siguientes rasgos importantes de este modo de producción familiar: la distribución desigual del consumo al interior de las unidades domésticas (principalmente del ocio); el control privado sobre el cuerpo, el trabajo y la capacidad reproductiva de las mujeres por parte del hombre (en el rol de padre o esposo); la unidad productiva básica en la forma de familia monógama heterosexual, bajo el amparo y la protección de poderosas instituciones religiosas y políticas.
Por su parte, Wolff, Fraad, y Resnick (Fraad et al., 1989) del grupo Rethinking Marxism, han sostenido que el TDNR está inmerso en el modo de producción feudal:
La forma feudal es apropiada porque no requiere el rol intermediario de los mercados, precios, ganancias o salarios en la relación entre el productor y el que se apropia del trabajo excedente. El productor de excedente en el feudo medieval europeo a menudo entregaba su trabajo excedente (o sus productos) directamente al señor feudal, así como la esposa entrega su excedente a su esposo. Los lazos de religión, lealtad, obligación personal, tradición y fuerza ligaban a siervos y señores, así como los lazos matrimoniales, ideología, tradición, religión y poder unen a los esposos y esposas en el tipo de hogar que estamos analizando aquí. (p.25)
Estos autores aclaran que el modo de producción feudal que caracteriza la actual producción doméstica difiere del feudalismo clásico, tal como se vivió en la Edad Media europea. Para ellos, las formas feudales varían dependiendo de los contextos sociales, geográficos e históricos específicos (Fraad et al., 1989).
En contraste con esa postura, la mayor parte de la literatura feminista-marxista ha rechazado la idea del TDNR como parte de un modo de producción no-capitalista y se ha esforzado, en cambio, por entender el rol del TDNR dentro del modo de producción capitalista. En ese sentido, una importante cantidad de autoras (Arruzza, 2013; Bhattacharya, 2017; Gimenez, 2019; Quick, 2004; Vogel, 2013) ha planteado que cada modo de producción, como sistema orgánico, debe ser capaz de reproducirse a sí mismo en el tiempo. En consecuencia, cada modo de producción tiene su “modo de reproducción social” que, en el caso del modo de producción capitalista, descansa en gran medida sobre el TDNR y la producción doméstica no mercantil.
TDNR y teoría marxista del valor
La literatura que concibe el TDNR como parte del modo de producción capitalista ha discutido ampliamente si las categorías básicas de la economía marxista podrían dar cuenta del TDNR. En concreto, dicha literatura ha debatido si el TDNR es trabajo socialmente necesario, si crea valor y plusvalor, si es trabajo explotado y si es productivo, así como las implicaciones teóricas y políticas de dicha caracterización conceptual del TDNR.
Empleando las categorías básicas del análisis económico marxista, Dalla Costa y James (1975) sostienen que el TDNR crea valor, plusvalor y, en consecuencia, sería productivo. Desde su perspectiva, las categorías básicas del análisis marxista serían suficientes para dar cuenta del TDNR. No obstante, estas autoras no fundamentan rigurosamente su punto de vista. Más allá de señalar que el TDNR incide en el valor de la fuerza de trabajo y que, por lo tanto, el salario comandaba una cantidad mayor de trabajo que la que “aparece en el convenio de la fábrica”, estas autoras no logran explicar claramente cómo el TDNR crea valor y, además, plusvalor.
En la misma línea de argumentación, Dunn (2011) plantea que el TDNR crea valor y plusvalor. Sin embargo, para fundamentar su punto de vista, este autor replantea la noción misma de valor y plusvalor. Para Dunn (2011), todo trabajo, independientemente de que produzca mercancías o no, crea valor, siempre y cuando sea “socialmente necesario”.
Aquí, la noción de “socialmente necesario” es diferente a la de Marx, y abarcaría la producción de valores de uso (mercancías o no) necesarios para la reproducción de la sociedad, incluyendo aquellos producidos por el estado y dentro de los hogares de forma no mercantil (esferas C y D de la tabla 1). A partir de allí, sostiene que el precio de la fuerza de trabajo está por debajo de su valor, ya que los salarios no incorporan el TDNR. De esta manera, Dunn (2011) concluye que el TDNR también crea plusvalor y, en consecuencia, sería productivo. Encontramos que la propuesta analítica del autor es poco convincente, pues implica sustituir el contenido de las categorías centrales de Marx (valor, plusvalor, dinero, etc.) por postulados que, de hecho, configuran una nueva teoría del valor que diluye las particularidades de la producción no mercantil y mercantil.
Igualmente, en su modelo de TDNR, Folbre (1982) sostiene que el TDNR es “trabajo socialmente necesario” y, en consecuencia, crearía valor. Dicha autora argumenta que la “restricción de supervivencia” que enfrentan los hogares los haría adoptar las técnicas de producción doméstica más eficientes (“socialmente necesarias”) y, de esta manera, el TDNR sería conmensurable al trabajo productor de mercancías (TTSN). No obstante, a diferencia de Dalla Costa y James (1975), Folbre (1982) sostiene que el TDNR no es explotado por el capital, es decir, no produciría plusvalor, sino que sería susceptible de ser explotado por los hombres dentro del hogar.
Un punto en común en los análisis de Dalla Costa y James (1975), Dunn (2011) y Folbre (1982) es la interpretación ricardiana implícita en su concepción del valor. Conciben el valor como trabajo incorporado (a la Ricardo) y no prestan atención a la forma del valor, es decir, a la dimensión monetaria del valor en Marx. Por esa razón, estos autores no encuentran una diferencia cualitativa significativa entre el TDNR y el TSN productor de mercancías. Dicho de otra manera, difuminan la diferencia entre trabajo privado y trabajo social.
En contraste, para un grupo mayoritario de teóricas y teóricos marxistas, el TDNR solo crearía valores de uso, empleando trabajo concreto. El TDNR no crearía valor ni plusvalor y, en consecuencia, sería improductivo (tanto en el sentido amplio como en el restringido).
Esto, a pesar de la importancia del TDNR para la reproducción de la fuerza de trabajo y del modo de producción capitalista. Esta postura ha sido compartida, entre otros, por Himmelweit y Mohun (1977), Foley (1989), Vogel (2013), Fine (2002), Quick (2004), Izquierdo (2008) y Gouverneur (2005). Consideramos que este punto de partida es el más adecuado para abordar el análisis marxista del TDNR, pues mantiene la coherencia interna del aparato conceptual de Marx y permite poner de relieve las particularidades sociales y las especificidades históricas del TDNR.
En la gráfica 1, se presentan, a modo de síntesis, las principales discusiones (en los rombos grises), así como las diferentes caracterizaciones (cuadros con líneas punteadas) sobre la naturaleza del TDNR en la literatura feminista-marxista.
3. Rol económico del TDNR en el capitalismo
El segundo grupo de debates en la literatura feminista-marxista aborda el papel económico que juega el TDNR dentro del capitalismo y cómo dicha relación contribuiría a explicar la opresión femenina. Allí han existido básicamente cuatro posturas que se pueden delimitar cronológicamente: el desarrollo capitalista y la absorción del TDNR a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX; el debate clásico sobre el TDNR en los años 60 y 70 del siglo XX; la crítica dualista y el paradigma de la interseccionalidad a partir de los años 1980 y, finalmente, la teoría de la reproducción social, desde finales del siglo XX (ver gráfica 2).
Desarrollo capitalista y socialización del TDNR
La mayoría de autores marxistas de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX (Engels, Bebel, Zetkin, Luxemburgo, Bujarin, etc.) sostenían que el desarrollo capitalista tendería a eliminar el TDNR (Jefferson & King, 2001). Se creía que la progresiva incorporación de las mujeres en el trabajo asalariado disminuiría el tiempo que estas podrían dedicar al TDNR. Así mismo, la producción doméstica privada sería reemplazada por el mercado: los valores de uso producidos de forma arcaica y poco productiva al interior de los hogares serían sustituidos por mercancías cada vez más baratas, merced de los rendimientos crecientes a escala de la industria y los servicios (Zetkin, 1976).
En líneas generales, esa misma postura fue defendida en los años 70 por Braverman (1975), en su libro: Trabajo y capital monopolista: la degradación del trabajo en el siglo XX.
La industrialización de la comida y de otras provisiones elementales de la casa es sólo el primer paso en un proceso que eventualmente lleva a la dependencia del mercado de toda la vida social […] conforme son debilitadas la vida social y familiar de la comunidad, surgen nuevas ramas de producción para colmar la brecha que resulta: y conforme nuevos servicios y mercancías proporcionan sustitutos para las relaciones humanas en forma de relaciones de mercado, la vida social y familiar se ve ulteriormente debilitada […] Es este campo del empleo, junto con el trabajo de oficina, hacia el que las mujeres son sacadas en gran número del seno de los hogares. (Braverman, 1975, p. 318)
Para estos autores, el desarrollo capitalista implicaría la progresiva incorporación de las mujeres al trabajo asalariado, la paulatina eliminación del TDNR y la división sexual del trabajo, así como la gradual equidad de género en el marco del capitalismo (Jefferson y King, 2001). Las mujeres obreras serían explotadas en igualdad de condiciones a los hombres y, por ende, las contradicciones de género serían cada vez menos importantes, para dar lugar solo a las contradicciones de clase entre trabajo asalariado y capital (Bebel, 1904; Zetkin, 1976).
Este argumento se fortalecía con la idea de Engels (1884), según la cual el origen de la dominación masculina estaría asociada a la estabilización de la transferencia patrilineal de la propiedad privada. Con la progresiva proletarización (ausencia de propiedad) de los hogares, producto del desarrollo capitalista, era de esperarse que los estímulos para la dominación masculina desaparecieran dentro de la clase trabajadora (Wright, 2000).
Bajo este paradigma, a comienzos del siglo XX, la dirigencia bolchevique implementó un ambicioso programa de socialización del TDNR (restaurantes, guarderías y lavanderías colectivas) con el fin de acelerar la desintegración de la familia patriarcal en la naciente Unión Soviética (Ali, 2017). No obstante, las difíciles condiciones económicas causadas por la guerra civil rusa, así como el posterior viraje conservador bajo Stalin, dieron al traste con la socialización del TDNR y los intentos de lograr una plena igualdad material entre hombres y mujeres (Trotsky, 1964).
Debate clásico sobre el TDNR
En los años setenta del siglo XX, se hizo evidente que la predicción realizada por los marxistas de comienzos de siglo no se había cumplido: el desarrollo capitalista no había eliminado el TDNR. Si bien la participación de las mujeres en el trabajo remunerado había aumentado (especialmente durante y después de la Segunda Guerra Mundial), la mayoría de las mujeres aún eran amas de casa. Es más, las mujeres asalariadas continuaban realizando TDNR en sus hogares e incluso los avances tecnológicos durante el boom de la posguerra habían tecnificado el TDNR mediante la masificación de bienes durables como refrigeradores, lavadoras, hornos microondas, acceso a electricidad, etc. Fue en este contexto donde se presentó el debate clásico sobre el trabajo doméstico no remunerado en los años 60 y 70, principalmente por parte de marxistas de EE.UU. y Europa occidental.
Debido a las características demográficas dominantes de esa época, el debate clásico se centró en un único tipo de hogar: la familia nuclear heterosexual. En dichas familias, el hombre asumía usualmente el trabajo asalariado y la mujer el TDNR. Como la mayoría de las mujeres eran amas de casa de tiempo completo, se esperaba, además, que el estudio del TDNR diera luz sobre las raíces materiales de la opresión femenina y las claves de su liberación (Himmelweit & Mohun, 1977).
Para Seccombe (1974), el TDNR crearía valor —que estaría incluido en el valor de la fuerza de trabajo—, pero no plusvalor. Para este autor, la importancia del TDNR dentro del capitalismo estaría relacionada con la reproducción misma de dicho modo de producción. Este proceso implicaría
tres reproducciones diferentes: a) en los medios de producción; b) en las fuerzas de producción (fuerza de trabajo); y c) en las relaciones de producción […] dentro de las relaciones capitalistas, el trabajo doméstico es parte integral de la segunda y tercera de estas reproducciones. (Seccombe, 1974)
Así, el TDNR tendría una función dual. Por un lado, reproducir fuerza de trabajo y, por otro, reproducir relaciones de producción. Seccombe (1974) distingue dentro de la primera una reproducción diaria y una generacional:
[E]l primero de estos niveles hace que el trabajador asalariado se presente a las puertas de la fábrica cada mañana; el segundo nivel reproduce la siguiente generación tanto de la fuerza de trabajo asalariada como de la fuerza de trabajo doméstica. (Seccombe, 1974)
En la tabla 2, se sigue el esquema elaborado por Seccombe donde identifica los distintos componentes de la reproducción de la fuerza de trabajo, las actividades de TDNR requeridos y los niveles de reproducción (D= diario; G= generacional)[1]. Debido a su rol en la reproducción de la fuerza de trabajo, el TDNR también ha sido denominado como trabajo reproductivo por varias autoras, entre ellas, Silvia Federici (2013).
Desde otra arista, el TDNR cumpliría una función central dentro de la reproducción de las relaciones de producción capitalistas en su aspecto ideológico, es decir, la reproducción de “participantes complacientes para el orden social” (Seccombe, 1974). En el cumplimiento de dicha función el hogar se vería complementado —pero nunca reemplazado totalmente— por la escuela y el sistema educativo.
En polémica con Seccombe, Gardiner (1975) sostiene que el TDNR no está incluido en el valor de la fuerza de trabajo. En cambio, es un componente independiente que, junto con los salarios, determina el nivel de vida de los hogares obreros. En consecuencia:
Si aceptamos que existe, en cualquier momento, un nivel de subsistencia históricamente determinado, ese nivel puede ser alcanzado modificando las contribuciones de mercancías compradas con el salario, por un lado, y el trabajo doméstico realizado por las amas de casa, por el otro. (Gardiner, 1975)
De esta manera, Gardiner (1975) arriba a una importante conclusión: “la contribución del TDNR al plusvalor consiste en mantener el trabajo necesario a un nivel más bajo que el nivel efectivo de subsistencia de la clase trabajadora” (p.101). Así, el TDNR subsidiaría el valor de la fuerza de trabajo, permitiéndole a los capitalistas pagar bajos salarios y, en consecuencia, beneficiarse de tasas de explotación y ganancia más altas. En este orden de ideas, el TDNR sería funcional a la explotación capitalista del trabajo asalariado (Gardiner, Himmelweit y Mackintosh, 1975).
Gardiner (1975) también señala otros dos factores económicos que vinculan el TDNR con el capital. Por un lado, al ser realizado principalmente por amas de casa de tiempo completo, el TDNR mantendría una porción de la fuerza de trabajo no disponible para su explotación directa por el capital. Este hecho podría chocar eventualmente con las necesidades de la acumulación de capital. Por otro lado, “la producción de mercancías para consumo de los trabajadores es evidentemente un área importante de la expansión capitalista” (Gardiner, 1975, p.102). Si en la producción de plusvalor el capital se beneficia de la reducción de los salarios, gracias al TDNR, en la realización del plusvalor —en la esfera de la circulación—el capital se resiente de la baja demanda por parte de los hogares obreros.
De esta forma, el debate clásico sobre TDNR presentó varios avances analíticos sobre la postura que los marxistas sostenían a comienzos del siglo XX. El TDNR no era un residuo del pasado destinado a socializarse espontáneamente con la acumulación de capital, sino, al contrario, un trabajo necesario para la reproducción física e ideológica de la fuerza de trabajo que, además, mantenía una relación compleja y contradictoria con el valor de la fuerza de trabajo (Himmelweit y Mohun, 1977).
No obstante, el debate clásico no logró satisfacer las expectativas políticas que había suscitado en el movimiento feminista a finales de los años 60. Como lo reconocieron Himmelweit y Mohun (1977), ninguna de las posturas planteadas en el debate logró explicar de manera satisfactoria por qué eran precisamente las mujeres las que concentraban el TDNR. El intento de explicar las contradicciones de género a partir del análisis marxista del TDNR no llegó a buen término.
La crítica dualista y la interseccionalidad
En polémica con los participantes del debate clásico, Molyneux (1979) y Hartmann (1979) negaron la idea de que las relaciones de género pudieran ser explicadas a partir de las relaciones de clase. Para Hartmann (1979), todas las categorías del aparato teórico marxista (valor, plusvalor, clase, acumulación, etc.) eran “ciegas al género” y no podían dar cuenta de sus contradicciones. La razón principal de ello no se debía a cierto “subdesarrollo” de la teoría marxista, sino a un hecho más fundamental: el patriarcado respondía a una dinámica propia e independiente del capitalismo, con sus propias leyes internas y evolución histórica.
La aproximación de estas autoras se conoce en la literatura como sistema dual, pues defienden la existencia de dos sistemas de relaciones sociales esencialmentediferentes: el sistema capitalista y el sistema patriarcal. Estos sistemas serían susceptibles de interactuar de diversas formas, ora en contradicción, ora en colaboración (Hartmann, 1979).
Molyneux (1979) considera un error tratar de ubicar el TDNR en una relación completamente funcional al modo de producción capitalista por dos razones. En primer lugar, para esta autora, el modo de producción haría parte de un nivel de abstracción donde no se considera la producción no mercantil: “el trabajo doméstico, como trabajo individual privado no sujeto a la ley del valor, se ubica fuera de la teoría del modo capitalista de producción”(p.39). En segundo lugar, Molyneux critica los “supuestos funcionalistas” implícitos en la mayoría de los análisis marxistas que pretenden explicar el TDNR por su función dentro del capitalismo. Para esta autora (1979), el TDNR no es crucial para el modo de producción capitalista y los argumentos funcionalistas no son más que intentos por “demostrar el carácter revolucionario del movimiento de las mujeres al definirlo claramente como parte de la lucha anticapitalista” (p.40).
Un corolario del sistema dual es la autonomía de las relaciones de género respecto a las relaciones de clase. Al respecto, una investigación empírica realizada en los años 90 por Wright para EEUU y Suecia encontró que el porcentaje de TDNR asumido por los hombres en el hogar no cambia significativamente a lo largo de la estructura de clases (Wright, 1994). Así, la división sexual del TDNR sería similar en hogares obreros y no obreros.
La lógica del sistema dual ha tenido una influencia significativa en las ciencias sociales y en los estudios de género a través del paradigma de la interseccionalidad (Crenshaw, 1989). En ese marco analítico, clase, género, raza, orientación sexual, etc., se piensan como mecanismos esencialmente autónomos susceptibles de interactuar de diversas formas y, además, con el mismo peso explicativo (Bhattacharya, 2017). Una de las limitaciones centrales del enfoque dualista (y de aquellos inspirados en él) es que reproduce una percepción fragmentada de la realidad social, al mismo tiempo que aplaza indefinidamente la explicación del por qué los distintos sistemas de opresión (clase, género, raza, etc.) se entrecruzan y qué lógica de conjunto siguen (Arruzza, 2013).
La teoría de la reproducción social
A partir del trabajo pionero de Vogel (2013), publicado por primera vez en 1983, se ha ido construyendo una nueva síntesis entre marxismo y feminismo conocida como la teoría de la reproducción social (en adelante, TRS).
En la TRS, se realiza un “giro copernicano” respecto a la discusión clásica de los años 70: la reproducción de la fuerza de trabajo ya no gravita explicativamente alrededor del TDNR; al revés, el TDNR es explicado a partir de su rol en la reproducción de la fuerza de trabajo. El núcleo de la teoría de la reproducción social es explicar la reproducción de la fuerza de trabajo bajo el capitalismo en un sentido amplio. Esa explicación incluye el TDNR, pero también muchos otros elementos: los sistemas públicos y privados de educación y salud, los derechos reproductivos de las mujeres, la migración, la niñez y la vejez, etc. Así mismo, a nivel analítico, se pasaría de una aproximación abstracta y puramente económica a una de tipo más social e histórica (Arruzza, 2016).
El punto de partida de la TRS es insistir que la fuerza de trabajo humana es la mercancía más importante del sistema capitalista, pues es la única que crea valor y plusvalor. La fuerza de trabajo es el corazón de la producción y la reproducción de la sociedad como un todo; sin embargo, esta mercancía no es producida de forma capitalista (Bhattacharya, 2017). La reproducción de la fuerza de trabajo se realiza en una serie de procesos e instituciones donde la familia ocupa un lugar central. La familia —a diferencia de la empresa capitalista— está organizada bajo relaciones de género y lazos de parentesco. La reproducción de la fuerza de trabajo no es solamente físico-biológica, sino psicológica y cultural (Bhattacharya, 2017).
En la teoría de la reproducción social, la relación entre TDNR y capitalismo pasa a través del rol cualitativo que el trabajo doméstico cumple en la reproducción (diaria y generacional) de la fuerza de trabajo (Bhattacharya, 2017). Para Bhattacharya (2017), el TDNR es uno de los componentes del circuito de la fuerza de trabajo, que opera de forma paralela al circuito del capital:
Donde D es el dinero (salario) en manos del asalariado, son los artículos de consumo adquiridos con dicho salario, es el proceso de producción doméstico, donde el TDNR transforma los artículos de consumo en bienes finales que permiten la reproducción de la fuerza de trabajo que, a su vez, se vende nuevamente al capital para obtener de nuevo un salario. Para Bhattacharya (2017), el correcto funcionamiento del circuito de la fuerza de trabajo es esencial para el correcto funcionamiento del circuito del capital-dinero, tal como lo analizó Marx (1867) en El capital:
En la primera fase del circuito del capital-dinero (D-M), los capitalistas deben encontrar en el mercado fuerza de trabajo en la cantidad y calidad requerida por ellos. Esta fuerza de trabajo, en términos cuantitativos y cualitativos, es reproducida a través de una serie de procesos e instituciones, dentro de las que resaltan los hogares y el TDNR.
En nuestra opinión, el circuito de la fuerza de trabajo no debería empezar con el dinero, sino con la propia mercancía fuerza de trabajo. Precisamente, es la ausencia de dinero y el hecho de que la propia fuerza de trabajo sea un no-valor de uso para su poseedor (desposeído de medios de producción) la que lo lleva al mercado de trabajo a vender su fuerza de trabajo al capital. Así, el circuito de la fuerza de trabajo sería mucho más preciso de la siguiente forma:
El circuito iniciaría con la mercancía fuerza de trabajo y terminaría con la misma mercancía reproducida. El dinero solo tiene una presencia evanescente y refluye luego al circuito del capital-dinero como gasto de consumo (el circuito de la fuerza de trabajo es tratado con mayor detalle en el siguiente capítulo de esta tesis).
El circuito de la fuerza de trabajo tiene la ventaja de ofrecer un marco analítico más amplio y preciso que la discusión sobre trabajo doméstico propia de los años 70. Entre otras cosas, ilustra que la reproducción de la fuerza de trabajo no solo depende del TDNR, sino del propio trabajo asalariado. Además, permite incorporar el análisis de valores de uso provistos por el estado (servicios educativos, salud, pensiones, etc.) y su rol en la reproducción de la fuerza de trabajo.
Al respecto, resultan ilustrativos los trabajos de Fraser (2017) sobre la crisis del cuidado en la etapa neoliberal; de Sarıtaş Oran (2017), sobre las pensiones y la reproducción social, y de Ferguson (2017), sobre la niñez. De igual manera, se destaca el trabajo empírico de Moos (2019b), sobre la evolución de los costos de la reproducción social en los EEUU entre 1959 y 2012.
En síntesis, la TRS se preocupa por entender cómo las categorías de opresión (tales como género, raza, etc.) son coproducidas simultáneamente con la producción de plusvalor (Bhattacharya, 2017). En este sentido, la TRS se diferencia de la aproximación reduccionista y funcionalista del debate clásico de los años 70, donde el patriarcado se pretendía explicar mecánicamente desde el capitalismo. Pero, al mismo tiempo, la TRS también se diferencia de la aproximación dualista y de interseccionalidad al buscar construir una teoría unificada que dé cuenta de la totalidad concreta (Arruzza, 2016).
El TDNR bajo el orden neoliberal
Existe una creciente literatura que ha analizado los efectos del neoliberalismo sobre la reproducción social, en general, y el TDNR, en particular (Federici, 2013; Fraser, 2017; Moos, 2019b, 2019a). En la medida en que las contrarreformas neoliberales en el periodo 1980-1990 implicaron recortes importantes a los servicios sociales (salud, educación, pensiones, etc.) provistos por el Estado capitalista, la privatización y/o mercantilización de servicios públicos, así como el incremento en la explotación del trabajo asalariado, intensificación de la competencia en el mercado mundial, etc., los efectos sobre la reproducción social y el TDNR han sido notorios. De acuerdo a Federici:
Las mujeres han actuado como parachoques de la globalización económica, compensando con su trabajo el deterioro de las condiciones económicas producido por la liberalización de la economía mundial y el incremento en desinversión social acometido por los Estados. Especialmente crudo ha sido su efecto en los países sujetos a los programas de ajuste estructural en los que el Estado ha reducido totalmente el gasto en salud, educación, infraestructuras y necesidades básicas. Como consecuencia de estos recortes, en la mayor parte de África y Sudamérica, las mujeres deben gastar ahora más tiempo de lo que empleaban antes en la obtención de agua y en la preparación de alimentos, y además deben lidiar con enfermedades más frecuentes ya que la privatización de la sanidad ha vuelto prohibitiva para la mayoría la posibilidad de acudir a las clínicas, a la vez que la malnutrición y la destrucción medioambiental han incrementado la vulnerabilidad de las personas frente a las enfermedades. (Federici, 2013, p. 176).
El orden neoliberal también ha propiciado la mercantilización de ciertos segmentos del TDNR en los países desarrollados, gracias al trabajo asalariado —pagado usualmente por debajo de su valor— provisto por mujeres inmigrantes de las naciones periféricas (Federici, 2013). Aunque Federici y otras autoras ubican dicha problemática en el terreno internacional (entre el norte y sur globales), dicho fenómeno también ocurre al interior de los propios países (como Colombia o México) donde las mujeres de las regiones y provincias más pobres (usualmente pertenecientes a minorías étnicas) migran a las grandes ciudades donde terminan realizando trabajos domésticos mal remunerados. Así, en Colombia, “según datos de la Escuela Nacional Sindical (ENS), el 61 por ciento de las empleadas del hogar gana menos de un Salario Mínimo Legal Vigente y el 77% recibe alimentos como pago en especie. Así mismo, solo el 18% está afiliado a pensión” (Portafolio, 2019).
4. Distribución desigual del TDNR dentro de los hogares
El tercer grupo de debates sobre el TDNR ha girado en torno a su desigual distribución al interior de los hogares. Allí han resaltado dos problemas. Por un lado, la naturaleza y las causas de la división sexual del TDNR. Por otro, si dicha división sexual del trabajo configura una situación de la explotación (en el sentido marxista) y quienes se apropiarían del trabajo excedente: los capitalistas en tanto clase, los hombres en tanto género o ambos.
División sexual del trabajo
Los registros históricos y las recientes estadísticas sobre el uso del tiempo han mostrado que, durante la mayor parte del siglo XX y lo recorrido del siglo XXI, ha habido una clara (aunque no absoluta) división sexual del trabajo en todo el mundo: los hombres concentran la mayor parte del trabajo pagado, mientras las mujeres concentran la mayor parte del TDNR. La organización básica del TDNR en los hogares consiste en que es asumido mayoritariamente por las mujeres. El marxismo ha discutido las razones de esta situación.
Para Hartmann (1979), el determinante inmediato de la división sexual del trabajo es un hecho histórico-institucional, el salario familiar:
El salario familiar sigue siendo, afirmamos, la piedra angular de la actual división sexual del trabajo, en la que la mujer es primordialmente responsable del trabajo doméstico y el hombre lo es primordialmente del trabajo asalariado. El salario más bajo de la mujer en el mercado de trabajo (unido a la necesidad de que los niños estén al cuidado de alguien) asegura la existencia continuada de la familia como unidad global de ingresos. La familia, apuntalada por el salario familiar, facilita pues el control del trabajo de la mujer por el hombre tanto dentro como fuera de la familia. (p.18-19)
Este hecho institucional e históricamente determinado —el salario familiar— sería producto del patriarcado, entendido como “un conjunto de relaciones sociales entre los hombres, que tienen una base material y que, aun cuando son jerárquicos, establecen o crean interdependencia y solidaridad entre los hombres, que los pone en situación de dominar a las mujeres” (Hartmann, 1979, p.11). Para esta autora, el salario familiar fue producto de un acuerdo mutuamente beneficioso entre hombres (capitalistas y asalariados) para excluir a las mujeres del mercado laboral y concentrarlas en el TDNR, aun cuando esto no respondía a los requerimientos “puros” del capitalismo (que tiende a la homogenización de la fuerza de trabajo). Un corolario implícito del planteamiento de Hartmann es que resultaría posible, a partir de la lucha feminista, la eliminación de la división sexual del trabajo en el marco del sistema capitalista.
En polémica con la anterior perspectiva, Young (1992) sostiene que la división sexual del trabajo no es producto del patriarcado —como un sistema independiente al capitalismo—, sino una característica fundamental y esencial del capitalismo. Para Young (1992), “el capitalismo emerge como el primer sistema económico cuya naturaleza dicta que no toda la población potencialmente productiva esté empleada; requiere, además una fluctuación en la proporción de la población empleada” (p.12). Para esta autora, la división sexual del trabajo y la feminización del TDNR estaría asociada a la necesidad del capitalismo de encontrar un criterio de segmentación de la fuerza de trabajo:
la preexistencia de la ideología patriarcal, unida a la necesidad de que las mujeres estén cerca de los niños pequeños, operaron para hacer del sexo el criterio más natural para dividir la fuerza laboral. El capitalismo usa, cuando existen, criterios racionales y técnicos, pero como la división por sexo es siempre lo más obvio y permanente; de allí que sea poco probable la “integración” de las mujeres. (Young, 1992, p.12)
En consecuencia, para Young, la división sexual del trabajo no se puede eliminar en el marco del sistema capitalista. Su eventual superación solo sería posible en el marco de un nuevo modo de producción.
Consideramos que ambos puntos de vista resultan insuficientes para explicar la división sexual del trabajo. Por un lado, la perspectiva de Hartmann implicaría que, al debilitarse la influencia del salario familiar en el mundo del trabajo, la división sexual del trabajo tendería a desaparecer. No obstante, tras treinta años de reformas neoliberales que han precarizado las condiciones laborales y eliminado el “salario familiar” en grandes segmentos de la clase trabajadora mundial, persiste una marcada división sexual del trabajo. Más aún, su argumento no logra dar cuenta de la fuerte división sexual del trabajo al interior de hogares no asalariados que viven de la producción mercantil simple y que no están sujetos al “salario familiar”. Por otro lado, el punto de vista de Young es insuficiente, pues no logra explicar claramente por qué el sexo es el criterio de segmentación de la fuerza de trabajo y, al igual que Hartmann, su explicación tampoco da cuenta de la división sexual del trabajo en los hogares productores mercantiles simples.
Explotación y trabajo excedente en el hogar
Una discusión que ha estado presente desde los años 60 ha sido la de si el TDNR es explotado, es decir, si en la producción doméstica hay trabajo excedente que es apropiado por algún sujeto social. Así mismo, se ha discutido el eventual carácter del sujeto social que explotaría el TDNR: los hombres en tanto género, los capitalistas en tanto clase o ambos.
Para Dalla Costa y James (1973), el TDNR produce un excedente que es apropiado por los capitalistas en tanto clase: “el hombre es el instrumento de la explotación capitalista de la mujer” (p. 31). De una forma un poco más matizada, Gimenez (2019) sostiene que el TDNR, al abaratar el costo de la fuerza de trabajo, contribuye al incremento de la tasa de explotación y los beneficios recibidos por los capitalistas. Sin embargo, para esta autora, no hay una relación directa entre el TDNR y el plusvalor apropiado por los capitalistas. Por su parte, Paddy Quick (2004) es mucho más vehemente al plantear que no hay ningún método directo a través del cual la clase capitalista pueda apropiarse de los valores de uso producidos en los hogares, por lo que no hay ninguna explotación capitalista sobre ellos.
Desde otra perspectiva, autores como Wolff, Fraad, Resnick (2009) y Delphy (2016) han planteado que al interior de los hogares los hombres, en tanto género, explotan a las mujeres que realizan TDNR:
El trabajo de las mujeres no solo produce valores de uso, también se divide en sus componentes necesario y excedente, ellas no solo producen para su propio consumo (trabajo necesario), sino producen mucho más. Ellas realizan trabajo excedente. Sus esposos se apropian de su trabajo excedente en la forma de valores de uso domésticos que ellas producen para ellos. (Wolff, Fraad, y Resnick, 2009, p.24)
Esta relación social de explotación es fundamental en estos autores, pues les permite defender la idea de la producción doméstica como un modo de producción diferente al capitalista (como ya se vio). Las relaciones de género en el hogar serían relaciones de clase antagónicas, pero en el marco de un modo de producción no capitalista. En el caso de Wolff, Fraad, y Resnick (2009), la explotación doméstica se caracterizaría como una explotación de clase feudal.
Encontramos la aproximación de Wolff, Fraad, y Resnick (al igual que la de Delphy) bastante limitada. En primer lugar, olvidan que el consumo de los miembros del hogar no solo depende de los valores de uso producidos por el TDNR, sino también de las mercancías compradas por el salario, es decir, gracias al trabajo asalariado realizado fuera del hogar. De estas mercancías, solo una parte se vuelve insumos del TDNR; el resto constituye bienes finales consumidos directamente por los miembros del hogar. Si el asalariado no consume la totalidad de dichos bienes finales, sino que transfiere una porción de los mismos a los demás miembros del hogar, ¿constituye esta transferencia una explotación? Llegamos, pues, a una incoherencia. Aceptando la lógica de Wolff, Fraad y Resnick, se arriba a un punto de vista totalmente contrario: los esposos asalariados serían explotados por sus esposas amas de casa, toda vez que ellos consumirían una cantidad de mercancías menor a la que podrían comprar con todo su salario.
Por último, los autores y autoras asociados a la teoría de la reproducción social (Vogel, Bhattacharya, Ferguson, Arruzza, etc.) parecen limitar las relaciones de explotación a las relaciones de clase, caracterizando las desigualdades de género (o de raza) como opresiones que surgen en el proceso de reproducción social (Bhattacharya, 2017). De esta manera, rechazarían implícitamente la noción de que el TDNR sea explotado por los hombres en tanto género.
5. Conclusiones
En el presente artículo se presentaron las principales controversias sobre el trabajo doméstico no remunerado al interior de la literatura marxista y feminista-marxista. Grosso modo, se han construido algunos consensos generales, se han abandonado algunos planteamientos, pero aún persisten importantes discusiones en cada uno de las tres grandes controversias abordadas. Así, se han construido consensos sobre la importancia del TDNR en la reproducción de la fuerza de trabajo, sobre el carácter complejo y multidimensional de la reproducción social, los efectos nocivos de la desigualdad por género del TDNR y la necesidad de evitar análisis reduccionistas y funcionalistas. De igual manera, la idea de que el desarrollo capitalista disolvería espontáneamente el TDNR y su desigual distribución ha sido abandonada, al igual que los intentos por derivar mecánica o directamente las contradicciones de género de las contradicciones de clase. En contraste, hay debates abiertos sobre TDNR y su articulación con el modo de producción, la teoría marxista del valor y el plusvalor, el enfoque de interseccionalidad y la división sexual del trabajo.
Por otro lado, hay una serie de problemáticas ausentes sobre el TDNR en la literatura marxista y feminista-marxista. Por una parte, hay escasez de investigaciones empíricas sobre el TDNR, lo cual está vinculado a cierta reticencia al uso de la información disponible (como las encuestas de uso del tiempo) y al empleo de técnicas de análisis estadístico y econométrico. Dicha reticencia al análisis empírico, en el caso de influyentes autoras como Martha Gimenez y Tithi Bhattacharya, se vincula a la influencia metodológica de autores como Louis Althusser y Georg Lukács, respectivamente. Por otra parte, ha existido una escaza atención a las particularidades del TDNR en el capitalismo periférico, de la mano de un diálogo inexistente con las tradiciones periféricas del marxismo como la teoría de la dependencia.
Finalmente, la mayor parte de los análisis teóricos sobre el TDNR se han planteado en un nivel de abstracción alto y relativamente estático sin considerar, de forma concreta, la dinámica de la acumulación del capital y el cambio tecnológico sobre la reproducción de la fuerza de trabajo y el TDNR tanto en el centro como en la periferia capitalistas.
* Este artículo hace parte de la investigación de tesis doctoral: “Trabajo doméstico no remunerado en México: superexplotación del trabajo, género y reproducción social”. Director de tesis: Sergio Cámara Izquierdo. Fue publicado inicialmente en el número 3 de los Cuadernos del
Doctorado de la Universidad Libre, Bogotá, Colombia, 2021
** Magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, administrador de empresas de la Universidad del Tolima. Estudiante doctoral del programa de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (México). Correo electrónico: caaduquega@unal.edu.co
[1] Aunque el análisis neoclásico de Becker (1965) sobre el trabajo doméstico reivindica su carácter de trabajo en la mayoría de los textos y modelos neoclásicos del mercado laboral, se suele omitir el TDNR, quedando oculto como ocio.
[2] Como en la Encíclica Rerum Novarum (1891), del papa León XIII, donde se afirma: “la mujer, nacida para las labores domésticas; labores estas que no solo protegen sobremanera el decoro femenino, sino que responden por naturaleza a la educación de los hijos y a la prosperidad de la familia”.
[3] Resulta llamativa la similitud de la distinción, en boga actualmente, entre “cuidado indirecto” y “cuidado directo”, con las distintas dimensiones de la reproducción de la fuerza de trabajo analizadas por Seccombe. Con la excepción de “embarazo y nacimiento de los niños y las niñas”, el cuidado indirecto se corresponde con la preservación física de la fuerza de trabajo, mientras el cuidado directo, con el mantenimiento psicológico y las habilidades.
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