POR PATRICIA LEE WYNNE /
La derrota en Ecuador del presidente neoliberal Guillermo Lasso en las elecciones regionales del pasado 5 de febrero y el rechazo al referendo para reformar la Constitución constituyen el último traspié que marca la declinación de la influencia de EE.UU. en América del Sur.
Contra las predicciones de todas las encuestas, la población ecuatoriana rechazó el referendo propuesto por Lasso, que, como primer punto, establecía la extradición de criminales a otros países, —léase, a Estados Unidos—. Además, los comicios regionales dieron, por primera vez en la historia, la victoria a la izquierda en Quito y Guayaquil, las dos ciudades más grandes del país.
Cómo ha cambiado el mundo en 50 años: en 2023 se conmemora medio siglo del golpe de Estado en Uruguay (27 de junio de 1973) y del golpe de Augusto Pinochet y el asesinato de Salvador Allende en Chile (11 de septiembre de ese mismo año). Una época en la cual el Cono Sur se llenó de gobiernos militares, convirtiéndose en un cono de sombra bajo los auspicios de EE.UU.
Pero este 8 de diciembre también se conmemoran 40 años del retorno de la democracia en Argentina en 1983, que marca el momento en el cual la región empezó a sacudirse esa pesada carga y dejar atrás ese pasado sombrío impuesto por Washington.
Desde entonces, en todos los países latinoamericanos se sucedieron gobiernos democráticos de distintos signos: los del retorno de la democracia de los años ochenta, los de la era neoliberal de los años noventa, los gobiernos progresistas a comienzos de este siglo, seguidos, por un periodo más breve, de gobiernos neoliberales, que están siendo reemplazados, otra vez y a distintas velocidades, en una dinámica que marca un alejamiento progresivo de los dictados de EE.UU.
50 años atrás
Hace 50 años el continente estaba plagado de dictaduras. En Brasil, en 1964, los militares derrocaron al presidente Joao Goulart. En Uruguay, la dictadura se instauró en 1973, como en Chile.
En Bolivia, en 1971, el general Hugo Bánzer destituyó al presidente Juan José Torres, que luego fue asesinado en Buenos Aires como parte del siniestro Plan Cóndor que unió a las dictaduras continentales para secuestrar, torturar y asesinar.
En Paraguay, Alfredo Stroessner se mantuvo 35 años en el poder desde 1958 y en Argentina el golpe militar del 24 de marzo de 1976 inició siete años de brutal represión y genocidio con cerca de 30.000 desaparecidos.
El retorno de la democracia
A partir de los años ochenta el panorama cambió en todo el continente. El antecedente fue la Revolución Nicaragüense del 19 de julio de 1979, que terminó con la dictadura de 35 años de Anastasio Somoza.
En Argentina, los militares tuvieron que retirarse en medio de enormes movilizaciones de protesta y se realizaron las primeras elecciones democráticas en 1983. En Bolivia, en 1982, Hernán Siles Suazo fue elegido presidente terminando con los Gobiernos militares. En Uruguay hubo elecciones en 1984, y en Brasil, las masivas movilizaciones exigiendo elecciones directas llevaron a la retirada de la dictadura y a elecciones directas y para una nueva Constitución en 1986. Stroessner fue destituido en Paraguay en 1989, Pinochet se fue en 1990.
De esta manera, se abrió un amplio periodo de democracia en todo el continente.
La era neoliberal
El orden neoliberal que se instauró en el mundo con Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los años ochenta llegó al Cono Sur en los años noventa del siglo pasado con gobiernos que aplicaron a rajatabla las políticas de privatizaciones, despidos y reducción del papel del Estado impuestas desde Washington.
Carlos Menem en Argentina (1990-1999), Fernando Henrique Cardoso en Brasil (1995-2003), los gobiernos de la Concertación en Chile (1990-2006)—continuadores de las doctrinas pinochetistas de los Chicago Boys—, Alberto Fujimori en Perú (1990-2000), Gonzalo Sánchez de Losada en los años noventa en Bolivia, llevaron nuevamente a la región a una ola de postración y de apertura económica hacia EE.UU.
Los gobiernos progresistas
Pero la ola de desempleo y la crisis económica generada por las políticas neoliberales de los años noventa provocó enormes movilizaciones y descontento en toda la región, que llevó al fin de estos gobiernos.
En Venezuela, en las elecciones de 1998, ganó Hugo Chávez, que enfrentó un golpe de Estado y gobernó hasta su muerte en 2013. En Argentina, en diciembre de 2001, el presidente Fernando de la Rúa tuvo que renunciar ante la huelga general y las movilizaciones en todo el país. Durante una semana se sucedieron cinco presidentes, hasta que en las elecciones de mayo de 2003 ganó Néstor Kirchner.
En Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones en 2002 iniciando un largo gobierno que duró hasta 2011 y se prolongó con su sucesora, Dilma Rousseff, destituida en 2016 por el Congreso.
En Bolivia, Evo Morales condujo el país desde 2006 hasta 2019, estableciendo una nueva Constitución Plurinacional. En Uruguay, el Frente Amplio gobernó desde 2005 con Tabaré Vázquez, Pepe Mujica y nuevamente Vázquez hasta 2020. En Ecuador, Rafael Correa Delgado estuvo en el poder desde 2007 hasta 2017.
Los gobiernos progresistas lograron, durante estos primeros años del siglo, importantes avances en la reducción de la pobreza y el desempleo y la recuperación de la crisis económica de los años noventa. Pero, sobre todo, asestaron un duro golpe al Gobierno de George W. Bush cuando, en la Cumbre de Mar del Plata de 2005, los presidentes decidieron decir No al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que era entonces la principal política de EE.UU. hacia la región.
Vuelven los neoliberales
La crisis económica mundial marcó el final de la bonanza de los primeros años del siglo, provocando de nuevo una reacción en América Latina, que trajo de vuelta a gobiernos neoliberales. El impresentable Mauricio Macri en Argentina (2015-2019) endeudó al país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 45.000 millones de dólares. En Brasil, la destitución de Rousseff en 2016 llevó al gobierno a su vicepresidente, Michel Temer, y, abonó el triunfo de Jair Bolsonaro, previa la proscripción y prisión de Lula en 2018.
En Ecuador, el felón Lenín Moreno, que sucedió a Correa en 2017 tuvo una agenda pronorteamericana, en contra de los postulados del Gobierno de la Revolución Ciudadana. Y en Perú, Pedro Pablo Kuczinski (2016-2018) fue la base de la creación del Grupo de Lima, el portaviones de EE.UU. para organizar un golpe de Estado en Venezuela.
El Pacífico tiembla
Pero el reinado de estos gobiernos se probó efímero. El nuevo terremoto político empezó en el Pacífico, con estallidos sociales y movilizaciones que provocaron el derrumbe de las estructuras tradicionales y de los partidos que sustentaron el poder desde el siglo XIX en adelante.
En Chile, los gobiernos de la Concertación y los posteriores del pinochetista Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018 a 2022), mantuvieron las políticas económicas de la dictadura, llevando al país a una grave crisis económica que estalló en 2019, cuando se produjo el estallido social que terminó llevando a la presidencia a Gabriel Boric en 2022, derrotando a todos los partidos tradicionales.
En Perú, desde 2018 hasta hoy hubo seis presidentes. En 2021, todos los partidos tradicionales fueron derrotados y triunfó un maestro del interior, Pedro Castillo, destituido en 2022 y sucedido de manera ilegítima por Dina Boluarte, que enfrenta una colosal movilización social exigiendo elecciones anticipadas y que se vayan todos, incluyendo al Congreso.
En Bolivia, el efímero golpe de Estado de Jeanine Añez en 2019 no pudo sostenerse y dio paso al retorno del Movimiento al Socialismo (MAS) con Luis Arce en 2021.
Y en Colombia, el estallido social de 2021 llevó a la derrota de los partidos tradicionales y al triunfo, por primera vez en la historia, de un candidato de izquierda, Gustavo Petro, dejando atrás décadas marcadas por los gobiernos neoliberales y ultraconservadores de Álvaro Uribe (2002-2010), su sucesor Juan Manuel Santos (2010-2018) y su discípulo el títere Iván Duque (2018- 2022).
En Ecuador, la dinámica de derrota de los partidos tradicionales parecía no cumplirse con el triunfo, en 2021, de Lasso. Sin embargo, la espectacular derrota del 5 de febrero lleva a Ecuador de vuelta al mismo caudal por el cual se ha inclinado la política latinoamericana en los últimos años.
La declinación del dominio de EE.UU.
En 2019, Washington se envalentonó y quiso dar una demostración de fuerza con el intento de golpe de Estado en Venezuela, tratando de imponer la presidencia de un hazmereír como Juan Guaidó e intentando una invasión desde Colombia. Todo esto apoyado por el Grupo de Lima, creado en 2017 e impulsado, entre otros, por los gobernantes de Argentina, Chile, Perú y Colombia.
Tres años después, el títere de Washington, Guaidó ha desaparecido de la política venezolana y EE.UU. negocia directamente con el Gobierno de Nicolás Maduro el retorno de las inversiones petroleras. El Grupo de Lima se hundió entre protestas en las calles de la capital peruana en medio de la inestabilidad política.
Lula da Silva, tras permanecer 580 días en la cárcel, volvió a ganar la Presidencia en octubre de 2022 y restableció relaciones con Venezuela, así como lo hizo Colombia, que también recuperó sus vínculos con Nicaragua.
La conclusión de estos movidos 50 años es que el poderío imperial de EE.UU., su capacidad de imponer gobiernos a dedo, apoyados por la embajada y en muchos casos por sus propias tropas, se debilita cada vez más.
Ya no son los tiempos de la Escuela de las Américas, que entrenaba a los candidatos a dictadores, pues ahora no tiene la capacidad de imponer gobiernos títeres, promover golpes de Estado ni llenar de bases militares nuestros países.
Otras potencias irrumpen en América Latina. China, por ejemplo, ha desplazado a EE.UU. como principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Uruguay, al tiempo que se ha colocado como el segundo socio comercial para otros países.
Y en cuanto a Rusia, ningún país latinoamericano ha aceptado enviar armas a Ucrania, rechazando los persistentes pedidos del Pentágono. Por el contrario, los gobiernos de Argentina, Colombia, México y Brasil han repetido sistemáticamente sus llamados a una solución negociada del conflicto, negándose a ser parte de la ofensiva de Washington.
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