POR ALBERTO ANTONIO BERÓN OSPINA
Desde niño aprendí el orden y el significado de los colores de la bandera.
Cada 20 de julio ondea en fachadas y ventanas. Pero la luz de este 20 de julio, no trajo a mi balcón pájaros y cometas, sino una bandera invertida.
Repaso entonces las palabras de mis mayores; no en el sentido recitado, sí en el vivido. Primero el carmesí de la sangre, que he percibido brotar desde niño; luego el amarillo: pocos han visto lingotes de oro entre sus manos.
¿Cuántos han partido, sin siquiera sentir las aguas del mar azul?
La bandera que ondea en mi balcón, está puesta al revés; evoca cuerpos pisoteados, de los que la memoria ha sido testigo de ser arrojados en alguna quebrada de corrientes ocultas.
La patria no son los patriotas, los próceres están prostáticos, blasones y sables se venden en las tiendas, como antigüedades rotas.
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