POR LEONARDO BOFF
No vamos al encuentro del calentamiento global; estamos ya dentro de él, posiblemente de manera irreversible. En la COP 15 de París en 2015 se firmó el acuerdo de invertir mil millones de dólares anuales para contener el calentamiento y ayudar a los países que no poseen medios suficientes para ello. La perspectiva era evitar que el clima aumentase 1,5°C hasta 2030, teniendo como referencia el comienzo de la era industrial. El hecho es que casi nadie cumplió lo prometido. Como el calentamiento crece día a día, llegamos al punto en el que el último informe del IPCC del año 2023 y otras fuentes oficiales nos revelan que este calentamiento nos llegará anticipado, entre 2025 y 2027. Podrá aumentar 2 grados Celsius.
En este año de 2023 hemos verificado un aumento del calentamiento angustioso, que ha alcanzado prácticamente a todo el mundo, llegando en muchos sitios por encima de 40°C o más. Ya no podemos hablar simplemente de calentamiento global sino de cambio del régimen climático de la Tierra. Hemos inaugurado una nueva era, con niveles climáticos variables según las regiones, pero posiblemente estabilizándose planetariamente en 38-40°C.
En este año ya se han hecho notar las consecuencias funestas de este cambio de régimen climático: el gran deshielo de los cascos polares, incendios devastadores en muchas regiones del mundo, como en Canadá y en Filipinas que quemó una isla entera con casas, automóviles y todo lo que compone una ciudad. En el Sur de Brasil ha ocurrido un ciclón devastador e inundaciones en muchas ciudades, algunas de ellas prácticamente destruidas.
Andando por aquellos lugares a finales de septiembre y reflexionando en varios centros con numerosos grupos sobre ese fenómeno, surgía siempre de nuevo la pregunta: ¿por qué está ocurriendo esta devastación con muertes y miles de damnificados?
Me esforcé todo lo que pude para concientizarles de que estos fenómenos no son naturales, incluso con la confluencia de dos factores: el del Niño y el calentamiento global. Estos fenómenos son innaturales. Obedecen a la nueva lógica de los cambios del régimen climático. Debemos prepararnos todos porque tales devastaciones serán cada vez más frecuentes y más dañinas.
Muchos de los más notables climatólogos afirman que hemos llegado atrasados con nuestra ciencia y nuestra técnica. En las condiciones actuales de la investigación, ellas poco pueden hacer, solo avisarnos de la llegada de los ciclones, los huracanes y las tempestades y aminorar los efectos dañinos. Pero estos vendrán fatalmente. Lo quieran o no los negacionistas, los dirigentes de grandes corporaciones planetarias y de gobiernos enteros, el hecho innegable es que entramos en un nuevo estadio de la historia de la Tierra. Muchas personas, especialmente niños y personas mayores, tendrán dificultades de adaptación y morirán. Igual devastación sucederá en la propia naturaleza con la fauna y la flora.
En lo que se refiere a las inundaciones, he explicado que cada río tiene dos lechos: el normal por el cual corre normalmente y un segundo, ampliado, que es el espacio que le pertenece y que acoge las aguas de las crecidas. En este espacio del lecho ampliado no podemos hacer construcciones ni levantar barrios enteros. Tenemos que respetar lo que le pertenece y reforzar la mata ciliar que orilla su lecho principal. De lo contrario, enfrentaremos destrucciones importantes con muchas víctimas de personas y de animales que pertenecen a nuestra comunidad de vida.
Aprendemos por la ecología, no meramente verde y ambiental, sino por la ecología integral (urbana, social, política, cultural y espiritual) aquello que es la tesis fundamental de la física cuántica y de todo discurso ecológico: todos los seres están interligados. Todo es relación y no existe nada fuera de la relación. Esto nos lleva a una comprensión que identifica las conexiones de todos los fenómenos. El terremoto de Marruecos, las inundaciones en Libia, los incendios en Canadá y la ola casi insoportable de calor que se apoderó de Europa y de casi todo nuestro país, tienen que ver con las inundaciones del Sur de Brasil. Ya que el problema es sistémico, afecta a todo el planeta.
Hay que hacer una “conversión ecológica fundamental”. Los grandes conglomerados y la pequeñísima porción de personas que controla el sistema de producción y los flujos financieros de donde sacan sus fabulosos lucros, jamás aceptan tal cambio. Perderían sus ganancias, sus privilegios, su poder económico y político. Sin embargo, de seguir por este camino volveremos la Tierra cada vez más inhabitable, con millones de refugiados climáticos y migrantes que ya no pueden vivir en sus lugares queridos. Engrosaremos el cortejo de los que caminan hacia su propia sepultura. Si queremos evitar este destino trágico, tenemos que cambiar.
¿Cuál es la alternativa necesaria? No es aquí el espacio para detallar esta compleja respuesta. Voy a mencionar solo dos palabras clave: pasar del ser humano hoy dominante, como “dominus”, amo y señor de la naturaleza, que no se siente parte de ella y la explota sin límites, al ser humano como “frater”, hermano y hermana entre todos los humanos y también con los demás seres de la naturaleza, de la cual es la parte consciente, porque tenemos con ellos la misma base biológica y cuidamos de ella. Somos de hecho hermanos y hermanas por un dato de la ciencia más que por la mística cósmica de San Francisco. Pero el hecho es que no nos tratamos como hermanos y hermanas; somos más bien insensibles y crueles.
Sobre estos temas remito a mis escritos que tratan de detallar este nuevo rumbo en la línea de un ecosocialismo planetario y solidario con todos los humanos y con los demás seres de la naturaleza.
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