POR ÓSCAR TORRES LÓPEZ* /
Presentación
El ensayo de Óscar Torres, que se publica a continuación, es un valioso análisis crítico desde el marxismo, en donde se destacan los diferentes procesos y estructuras que conforman el contexto del acontecimiento de la pandemia. Un referente para todos los que estamos preocupados por encontrar alternativas sociopolíticas y de salud pública a la enorme tragedia en curso.
RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL
Profesor emérito de la Universidad Nacional.
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Nota del editor: el sugerente trabajo bibliográfico del *profesor Óscar Torres López hace parte del libro Análisis y reflexiones sobre el Covid-19. Pandemia y postpandemia, publicado por Bosh Editor (Barcelona, 2020).
Torres López es magister en Ciencia Política y Gobierno, doctorante en Administración y Políticas Públicas, se desempeña como docente de la Universidad Libre de Colombia en Barranquilla, además es integrante del Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociojurídicas (INVIUS).
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RESUMEN: El presente trabajo aborda la pandemia del Covid-19 en el contexto de la crisis civilizatoria del capitalismo occidental, con sus componentes ambientales, ecológicos, sociales, culturales y económicos; relaciona la ecología y la biología con la interpretación política de la actual coyuntura mundial, aclarando que los ciclos de la naturaleza son diferentes a los ciclos económicos del capitalismo; propone acciones para mitigar la penuria económica de las familias afectadas por la pandemia y el confinamiento: la renta básica; se interesa por las reformas neoliberales de la administración pública en el pasado reciente y sus repercusiones en los sistemas de salud pública, que no han podido enfrentar las arremetidas de la pandemia; y valora la posibilidad del diálogo de saberes epistémico entre la medicina convencional y la tradicional. Referencia la importancia de aclarar los conceptos de Antropoceno y Capitaloceno.
PALABRAS CLAVE: Crisis civilizatoria, ecológico, pandemia, covid-19, salud.
ABSTRACT: The present work addresses the COVID-19 pandemic in the context of the civilizational crisis of Western capitalism, with its environmental, ecological, social, cultural and economic components; relates ecology and biology with the political interpretation of the current world situation, clarifying that the cycles of nature are different from the economic cycles of capitalism; proposes actions to mitigate the economic hardship of families affected by the pandemic and confinement: basic income; is interested in the neoliberal reforms of public administration in the recent past and their repercussions on public health systems that have not been able to face the onslaught of the pandemic; and it values the possibility of an epistemic dialogue of knowledge between conventional and traditional medicine. Reference the importance of clarifying the concepts of Anthropocene and Capitalocene.
KEYWORDS: Civilizing crisis, ecological, pandemic, COVID-19, health.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo aspira a documentar la actual emergencia sanitaria mundial del Covid-19, partiendo de su inscripción en las crisis de carácter económico, ambiental, ecológico y, sobre todo, en una crisis civilizatoria de fondo del capitalismo occidental; no hay evidencias que sea una pandemia originada por mentes perversas y criminales, conscientes de sus actos. No somos muy inclinados a entender estos fenómenos como producto de acciones conspirativas entre potencias mundiales, sin embargo, no negamos esa posibilidad rotundamente en el marco de la actual geopolítica mundial; ya en el pasado hemos asistidos a esos recursos, utilizados en la guerra bacteriológica y química siglo XX. Estados Unidos ha desplegado sus armas químicas y biológicas contra Filipinas, Puerto Rico, Vietnam, China, Corea del Norte, Vietnam, Laos, Camboya, Cuba, Canadá y haitianos emigrantes,
Nos proponemos mejor estudiar el fenómeno de la pandemia del covid-19 en relación con sus antecedentes, tanto remotos como recientes, inscritos en el nuevo paradigma ecológico, develando la crisis civilizatoria del modelo capitalista originado en occidente; indicaremos la contradicción de los ciclos vitales de la naturaleza con los esquemas del crecimiento económico, el progreso de la producción material y el consumismo de las sociedades altamente industrializadas. La idea del desarrollo infinito en un planeta finito, basado en las tecnociencias, que significa poner la investigación científica al servicio de la innovación tecnológica permanente y así mantener las empresas con soportes competitivos. La manipulación de la Ciencia por los poderes económicos-empresariales la han desvirtuado en muchos casos; solamente se estimula la investigación si es rentable en términos inmediatos.
En concordancia con lo anterior, develaremos las tensiones de la ciencia médica con los conocimientos ancestrales de indígenas, de comunidades afrodescendientes y campesinas. Los conocimientos ancestrales sobre las plantas medicinales y su capacidad curativa de las enfermedades han generado polémicas con las farmacéuticas, lo cierto es que los indígenas han sido víctimas de la piratería a sus conocimientos empíricos.
Abordaremos como núcleo central de nuestro estudio la visión ecológica y política de la pandemia, sus aportes a la explicación de los fenómenos del deterioro ambiental y ecológico del planeta tierra, vinculando integralmente esta visión a la crisis climática en curso; complementaremos con la sustentación de la tesis de que los problemas ecológicos son, a su vez, problemas políticos de fondo.
LOS CICLOS DE LA NATURALEZA Y LOS CICLOS DE LA PRODUCCIÓN ECONÓMICA
La economía capitalista tiene como fundamento la inversión rentable en un régimen de acumulación ampliada, con una proyección infinita, desconociendo el carácter limitado del planeta tierra. El crecimiento económico está soportado en las energías fósiles y la depredación de la naturaleza; la mercantilización de esta última ha llevado a la explotación intensiva de los llamados recursos naturales, sin impedimento alguno. Al modelo económico neoliberal, que viene aplicándose desde los años 80s y 90s del siglo XX, se le suma la reprimarización de la economía basada en el neoextractivismo petrolero, minero y agrícola. La desforestación es el pan de cada día, así como los incendios forestales, para favorecer la ganadería extensiva y la colonización de los bosques y zonas selváticas.
Los ciclos económicos de la economía capitalista y su patrón de acumulación no armonizan, en absolutamente nada, con los ciclos de la naturaleza. Las visiones del crecimiento, desarrollo y progreso se han convertido en un mito de la civilización capitalista occidental; las sociedades se mueven en los contextos de los desarrollos tecnocientíficos, la competencia y la innovación esquizofrénica, haciendo alarde del productivismo y el consumismo. Los altos grados de contaminación ambiental de las industrias y el transporte vehicular, en las ciudades, agudizados por la concentración demográfica, pobreza y carencia de salubridad, son las condiciones en donde los virus hace de las suyas.
La mercantilización de la naturaleza basadas en la práctica del dominio y aprovechamiento por parte de las élites empresariales es la tendencia generalizada, se la considera un recurso explotable en beneficio de una sola especie: los seres humanos. La naturaleza debe subordinarse a la cultura y sobre ella construir las civilizaciones. Durante mucho tiempo se creyó que los únicos sujetos de derechos éramos los humanos, era la visión antropocéntrica del mundo; hoy surge la concepción de los derechos de la naturaleza que comprende no solamente a los humanos sino también a los demás seres vivos, incluida el agua y todos los bienes comunes. Pasamos a una concepción biocéntrica propia de los movimientos sociales ecologistas en todos sus matices.
Los ciclos de la naturaleza tienen un desenvolvimiento diferente a los ciclos de la economía capitalista, dicha naturaleza se ve afectada, deteriorada y violentada por la depredación de su biodiversidad por el extractivismo y los megaproyectos energéticos, como las represas para producir energía hidráulica (en Colombia los proyectos del Quimbo e HidroItuango, para indicar dos de los más importantes) y termoeléctricas. La acción de estos proyectos incluye la desviación de ríos y remoción de toneladas de tierra; la minería del oro tiene hoy en el páramo de Santurbán su mirada fija; todas esas incursiones ofenden la naturaleza, deteriorando sus ecosistemas, ofenden a las comunidades, apropiándose los bienes comunes como el agua.
La crisis ecológica del planeta tierra es producida por un modelo de desarrollo y crecimiento basado en el mercado, la acumulación de capitales y las prácticas de dominio de las técnicas y la tecnología sobre la naturaleza. Este dominio es a la vez social, espacial, territorial y de control sobre conglomerados poblacionales, a los cuales las multinacionales y los empresarios nacionales subordinan para utilizarlos en sus proyectos productivistas; o cuando no, para despojarlos de sus bienes comunes y desplazarlos del territorio por significar un obstáculo al “desarrollo” y el “progreso”.
La crisis civilizatoria consiste en que el planeta tierra tiene sus límites ecológicos y ambientales y hemos llegado al umbral en donde las alarmas están sonando. La pandemia ha servido para demostrar, a propósito del confinamiento y la cuarentena, que sí se puede detener la catástrofe de la crisis climática: se redujo ostensiblemente la contaminación ambiental y el planeta mostró su lado saludable y amable. Los mares, los ríos, los bosques, la selva y los animales nos brindaron un espectáculo maravilloso. Es la vida o la muerte de todos los seres vivos de la tierra la que está en juego; se impone abandonar las energías fósiles y emprender la transición energética.
Cuando nos referimos a la crisis de la civilización capitalista occidental, no la entendemos como una crisis económica coyuntural, sino como una crisis ambiental y ecológica de gran calado, hemos llegado a un límite en donde la supervivencia de los seres vivos está en peligro, el desarrollo y el crecimiento infinito ha resultado catastrófico para la humanidad. Lo manifiesta la crisis climática y el deterioro progresivo de la naturaleza, la desaparición de especias de fauna y flora y un incremento de las enfermedades humanas desprendidas de la contaminación ambiental de carácter industrial y agroindustrial; las afectaciones por el electromagnetismo de la revolución tecnológica de las comunicaciones; la proliferación de los trastornos emocionales y psicológicos en las sociedades que se consideran altamente desarrolladas, son frecuentes los suicidios de jóvenes y adultos y los ataques con armas de fuego en escuelas de EE.UU; ellos son los síntomas de una sociedad decadente, para no hablar del consumo de drogas psicoactivas y el abuso sexual de sectores sociales patriarcalistas, misóginos y pederastas.
La crisis civilizatoria tiene una cantidad de elementos que sería muy extenso enunciarlos en detalle. En resumen, el paradigma tecnocientífico de la civilización capitalista está en quiebra material y ética; el riesgo biológico, socioambiental y climático así lo determina. Como ha expresado Fander Falconí: “El incremento de la incertidumbre y la magnitud de los problemas contemporáneos han llegado a tal punto crítico, como para que se nos vuelva indispensable y urgente debatir sobre la necesidad de construir nuevos paradigmas de pensamiento” (Falconí, F, p:51).
El productivismo y el consumismo son las lógicas de las economías capitalistas, ligadas a la acumulación y la ganancia. El crecimiento económico ha llegado a un límite en donde prácticamente todo se ha mercantilizado, la naturaleza ya tiene precio, y la contaminación se compra, la empresa que contamina paga. El productivismo consiste en fabricar artefactos con una vida útil precaria, ya los tiempos en que un electrodoméstico tenía una duración de veinte o más años pasó a la historia, ahora son casi desechables. Se vende un artefacto y también el servicio de mantenimiento para que se prolongue un poco el desgaste hasta máximo cinco años. La innovación tecnológica esconde esta realidad y crea el afán, en los consumidores, de la reposición periódica de los aparatos y electrodomésticos, y de todos los productos industriales. Ligado a ello está el discurso de la competitividad y el emprendimiento, este último para integrar a los pequeños productores a la cadena productiva de la gran empresa y así no responder por prestaciones laborales y sociales.
Toda esa paranoia productivista del capitalismo conlleva a la depredación de la naturaleza para obtener los metales, rocas y materiales especiales para emplearlos en la fabricación, por ejemplo, de celulares (el litio). Esa depredación ocasiona desforestación y calentamiento en el planeta y altera los ciclos biológicos naturales, los animales son perturbados en su hábitat y liberan virus no tolerables por los humanos. El consumismo es el complemento necesario para la reproducción económica y social del sistema, muchas de esas supuestas necesidades de consumo son creadas por la publicidad y la ideología del derroche y la suntuosidad, propias de las élites pudientes, pero que trasmiten a los sectores sociales de bajos y medios ingresos, ofreciendo créditos bancarios para favorecer el negocio financiero.
En concordancia con lo anterior, las prácticas del sector productivo de la industria de alimentarios y bebidas, con el supuesto de brindar servicio confortable, ha trastocado los hábitos sanos del consumo de alimentos, hoy nos toca comer lo que las multinacionales de la industria de alimentos y bebidas nos imponen. La hipocresía de organismos internacionales dedicados al seguimiento de la llamada seguridad alimentaria para mitigar el hambre, no enfrentan la realidad de los campesinos expropiados de sus semillas y víctimas del detrimento de su agricultura; la seguridad alimentaria debe ir de la mano de la soberanía alimentaria, en acuerdo con las tradiciones de cultivos en las regiones y naciones. No debemos consumir la comida basura y así evitar el enriquecimiento de las Multinacionales.
La crisis alimentaria no es meramente coyuntural, el trasfondo está en las políticas neoliberales y en la llamada revolución verde de modernización de la agricultura, aplicada a los países no industrializados desde hace más de treinta años; ella fortaleció la concentración de la propiedad de la tierra y la agroindustria de los grandes inversionistas de capital, cambiando los sistemas agrícolas y alimentarios tradicionales de los pobladores del campo, generando más hambre y disminución de ingresos a los campesinos medios y pequeños. Como ha dicho Esther Vivas:
En concreto, este proceso aumentó el poder de las corporaciones agroindustriales en toda la cadena productiva, provocó la pérdida del 90% del agro y la biodiversidad, redujo masivamente el nivel freático, aumentó la salinización y la erosión del suelo, desplazó a millones de agricultores del campo a las ciudades miserias (…) desmantelando los sistemas agrícolas y alimentarios tradicionales garantes de la seguridad alimentaria (Montaguat y Vivas, 2009, p.15).
La pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de la soberanía alimentaria para no depender de las importaciones de productos básicos agrícolas, hoy la seguridad alimentaria, en muchos países, depende de esas importaciones, y dadas las restricciones del comercio mundial se puede agudizar la crisis alimentaria. La FAO y otros organismos internacionales emitieron una declaración conjunta en el mes de abril:
21 de abril de 2020, Roma/Washington DC – Con motivo de la reunión extraordinaria de Ministros de Agricultura del G20 de hoy, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el Banco Mundial y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) han emitido la siguiente declaración conjunta sobre el impacto de la COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición: (…) La pandemia está ya afectando a todo el sistema alimentario. Las restricciones a los desplazamientos -dentro de los países y entre ellos- pueden obstaculizar los servicios de logística relacionados con los alimentos, perturbar toda la cadena de suministro de alimentos y afectar a su disponibilidad. El impacto en el desplazamiento de la mano de obra agrícola y en el suministro de insumos plantearán pronto problemas graves para la producción, poniendo así en peligro la seguridad alimentaria de toda la población, golpeando con especial intensidad a aquellos que viven en los países más pobres (…) A medida que la pandemia ralentice las economías, el acceso a los alimentos se verá afectado negativamente por la reducción de ingresos y la pérdida de empleo, así como por la falta de disponibilidad de alimentos en los mercados locales. Los esfuerzos deben centrarse en apoyar el acceso a los alimentos de los pobres y los vulnerables y de las personas cuyos ingresos se ven más afectados. Implementar medidas adecuadas de protección social, como las transferencias de efectivo y la inversión en actividades de recuperación temprana en respuesta a la COVID-19 es fundamental para salvar tanto vidas como medios de subsistencia. Hay que asegurar que esas medidas lleguen a todos será fundamental para evitar una mayor propagación de la pobreza y el hambre (FAO, 2020).
Las medidas precarias tomadas por el gobierno colombiano para enfrentar el covid-19 y la crisis alimentaria, han sido insuficientes para mantener el confinamiento de la población dedicada a las actividades de la economía popular, o sea los trabajadores informales. Las ayudas-limosnas de programas como ingreso solidario, devolución del Iva, subsidio de desempleo y otros similares no logran mitigar aceptablemente el impacto de la pandemia sobre la población de bajos ingresos. Por iniciativa ciudadana y algunos parlamentarios se ha propuesto al gobierno la Renta Básica de un salario mínimo para las familias más afectadas, durante tres meses, y medio salario mínimo por dos meses más, pero ello no ha sido aceptado por el gobierno-Duque. El contagio se ha intensificado en los barrios populares debido a la salida de los pobladores a la calle a buscar el sustento diario, porque están pasando física hambre.
La experiencia del día sin IVA repercutió en el disparo de los contagios en varias ciudades de Colombia, Bogotá estuvo a punto del colapso y los niveles de fallecidos aumentaron, así mismo en ciudades como Cali, Barranquilla, Montería y últimamente en Medellín. Esta medida había sido aprobada en la última reforma tributaria para favorecer no tanto a los consumidores sino a los comerciantes para reactivar la economía, produjo altas aglomeraciones de personas en los almacenes de cadenas, rompiendo la cuarentena. Los gobernantes ante el aumento de contagios argumentaron la falta de disciplina social de los habitantes de las barriadas, pero la verdad es que el manejo de las medidas de control fracasó por la no llegadas suficientes de las ayudas prometidas en especie o mercados.
LA CRISIS ECONÓMICA Y SOCIAL Y LA RENTA BÁSICA EN COLOMBIA
Los últimos datos prevén una caída del PIB en un 15,7% durante el segundo trimestre de este año en comparación con el mismo periodo del año 2019, para el mes de junio la tasa de desempleo del total nacional fue del 19,8%, lo que significó un aumento de 10,4 puntos porcentuales frente al mismo mes del año anterior, según el DANE (2020).
Con este panorama la problemática social en el país se agudizará y el gobierno deberá adoptar medidas en favor de los sectores más vulnerables y destinar recursos suficientes para mitigar la calamidad de la pandemia y no enfocarse en salvar al sector financiero de la economía, que ha salido favorecido con las medidas económicas del gobierno. Como ya hemos dicho es urgente la medida de la renta básica ante la crisis económica en curso que tiende a prolongarse, en términos de Lo Vuolo, Raventós y Yanes:
La pérdida involuntaria del empleo provoca una situación de gran inseguridad económica y vital. Perder el puesto de empleo, pero disponer de una renta básica supondría afrontar la situación de forma menos angustiosa. Esta característica de la renta básica es válida para cualquier coyuntura económica, pero en una crisis, donde la cantidad de desempleo es mucho mayor y más prolongada, el acceso a una renta básica cobra mayor importancia social (Casassas y Raventós:283).
Congresistas de varios partidos y movimientos en Colombia han insistido en unificar los precarios subsidios que entrega el gobierno y establecer un mayor monto, llevarlo a un salario mínimo vigente durante varios meses para mitigar la situación económica.
Finalmente, sobre este punto, en Colombia la exigencia de la renta básica es imperativo en estos momentos de crisis económica y pandemia. Debe expedirse una Ley estableciéndola por tiempo indefinido, dado que se prevé una recuperación lenta de la economía. La exigencia de renta básica debe combinarse con propuestas de abastecimiento campesino a las zonas de pobladores urbanas de los barrios populares, promoviendo los mercados campesinos para evitar la cadena de intermediarios porque dispara los precios, sobre todo los supermercados de cadenas. También debemos promover la agricultura urbana o las huertas caseras para resistir en los momentos de crisis como el actual. Esta experiencia del covid-19 nos debe llevar a reflexionar sobre nuevos estilos de vida y de consumo, en las ciudades y campos.
ECOLOGÍA, SOCIEDADES HUMANAS Y TECNOCIENCIAS
Los ciclos biológicos y la biodiversidad de especies animales y vegetales tienen sus propios ritmos de reproducción y los ambientes y ecosistemas se equilibran sin intervención humana. Los animales circulan muchos virus entre ellos, no los afecta letalmente porque están inmunizados genéticamente por su inmersión en la naturaleza selvática. Muchas tribus aisladas en la selva crean anticuerpos que los hace inmunes a muchas enfermedades virales, pero son indefensos a otros virus generados en otros ambientes como las ciudades o zonas con factores climáticos diferentes. Recordemos que enfermedades como la malaria y la lesmaniasis son propias de ambientes selváticos, de fácil contagio para el habitante urbano.
De acuerdo con estudios de científicos, los animales pueden trasmitir virus a los humanos, virus que mutan y producen epidemias y pandemias, al parecer ese es el caso de, no solamente del covid19, también de la gripe aviar y porcina. Otras zoonosis son el Ébola y la salmonelosis. El probable origen del brote en la ciudad China de Wuhan, a partir de los murciélagos ofrecidos en venta, se fundamenta en que este mamífero volador a comienzos del presente siglo trasmitió el SARS y en la década de 2010 el MERS. Este detalle nos lleva a deducir lo siguiente: el consumo de estos animales silvestres no es solamente por hábitos o tradición, sino por problemas de producción alimentaria en muchas partes del mundo. Ello obliga a consumir este tipo de animales, por lo general infectados, y la trasmisión del virus se daría por contacto físico con el animal.
Este supuesto caso, ocurrido en un mercado público de alimentos, no sería la única forma de trasmisión de virus. El extractivismo minero, la desforestación de la selva y los incendios forestales liberan virus afectando a los humanos. Los incendios provocados en la Amazonía Brasilera, en Australia y otras regiones del mundo desforestan los territorios contribuyendo al calentamiento global y la trasmisión de virus y otros agentes patógenos.
El maltrato a la naturaleza y la perturbación violenta de sus ciclos biológicos por la intervención humana no siempre ha sido una constante, en el pasado los humanos desarrollaron el sentido del cuidado de la naturaleza. Hace aproximadamente poco más de doscientos años, con la primera revolución industrial, se manifiesta ostensiblemente el maltrato a la naturaleza; algunos han denominado Antropoceno a este período para esconder el verdadero autor del desastre ecológico actual. En la depredación de la naturaleza son utilizados seres humanos para el desarrollo, el crecimiento y el progreso capitalista, en concordancia con la intervención tecnocientífica; es el modo de producción capitalista, con la referida revolución industrial, quien inaugura el dominio y la explotación más feroz de la naturaleza, por eso llamamos a este periodo Capitaloceno y no Antropoceno.
El término Antropoceno enfatiza en la actividad de los seres humanas como una huella ambiental y ecológica destructiva, agregando un peldaño en la escala geológica. El otro término, el Capitaloceno, lo sustituye para indicar que esa potencia dañina no tiene origen en la actividad humana en abstracto, sino en su sistema de producción capitalista.
El biólogo Alex Richter Boix nos ilustra sobre los usos tradicionales de la naturaleza por los humanos y su relación armoniosa con los demás seres vivos, antes de las prácticas depredadoras de dominio y explotación de la naturaleza por los métodos capitalistas:
El abandono de los usos tradicionales de la naturaleza se ha visto que muchas veces tienen unas connotaciones negativas para la conservación de la biodiversidad a escala local y regional. Se homogeneizan los hábitats y en el peor de los casos, ante el abandono de los usos tradicionales nuevos usos de explotación modernos pasan a tomar control de los recursos naturales rompiendo el equilibrio que los usos ancestrales habían generado durante cientos o miles de años (…) Históricamente la mayoría de las comunidades humanas se han asentado en regiones concretas donde han desarrollado sus diferentes actividades extractivas, desde la caza, a la recolección de frutos, el pastoreo o la creación de campos y muchas otras actividades, muchas de las cuales tan siquiera eran conscientes pero que activaban el funcionamiento de los ecosistemas. Obviamente no todas las perturbaciones creadas por los humanos eran positivas, pero sí que a lo largo de la historia se creó una serie de sinergias entre especies locales con las poblaciones humanas asentadas que dio origen a unas dinámicas específicas y únicas, hasta el punto de que muchas plantas y animales se vieron favorecidas por las actividades de los humanos que les abrían nuevos nichos ecológicos que supieron aprovechar, contribuyendo con ello a una mayor diversidad paisajística y una mayor productividad de los ecosistemas (Richter, 2018).
PANDEMIA, GERENCIA PÚBLICA Y SERVICIOS DE SALUD
Las reformas neoliberales en la administración pública agenciadas desde los años 90s del siglo XX en América Latina y, por supuesto, en Colombia, introducen los conceptos y prácticas de Nueva Administración Pública y posteriormente La Gobernanza para transformar las relaciones Estado-Sociedad Civil y hacer eficientes y modernos los procesos administrativos y las políticas públicas. A continuación, realizaremos un resumen de este discurso implementado desde hace tres decenios:
La gerencia pública es el nuevo paradigma que pretende sustituir las viejas prácticas del Estado burocrático, pasando de la observancia estricta de los procesos legales administrativos, con sus lentitudes y rigideces, a procesos eficientes, eficaces, innovativos y creativos, con énfasis en los resultados; procede adecuando la legalidad del viejo esquema administrativo a una nueva cultura de la gestión pública, que integra la gestión y planeación estratégica en forma horizontal; deben quedar atrás las relaciones jerárquicas y autoritarias en donde existe un divorcio entre la planeación de la cúpula y la ejecución de los operadores. Es una nueva cultura organizacional de la relación administración pública-estado-sociedad.
En este contexto, la integración de las tecnologías y la innovación son clave para nuevas relaciones humanas no burocráticas. La introducción de la inteligencia artificial y la robótica en la administración pública hace parte del desarrollo de lo que han llamado la gobernanza y sus modernos recursos informáticos y organizacionales: smartificación, big data y teletrabajo. Estos recursos han tenido resistencias y parcialmente han ganado algún terreno, pero en general, la administración púbica ha adoptado mejoras en la atención a sus usuarios con la información, trámites, las peticiones y la base de datos digitales.
La gobernanza es definida por Armando Escobar, como “la ciencia que estudia las acciones necesarias para producir sociedades prósperas” (Escobar, 2019: 12). Ello nos indica el nuevo espacio de las acciones de gobierno, ellas deben ser guiadas por conocimientos de carácter científico para obtener resultados observables y previsibles; acciones que integren a la sociedad civil y sus organizaciones, en donde lo público y lo privado se colaboren mutuamente. Es decir, se trata de comprometer a la sociedad en la implementación de políticas públicas.
Carles Ramió, propone una definición de smartificación para la Administración pública en el siguiente sentido: “Proceso para lograr mayor inteligencia institucional para gobernar las complejas redes públicas y privadas con el objetivo final de aportar valor público a las actividades administrativas y atender de manera proactiva las necesidades de la ciudadanía” (Ramió, 2019:14).
El big data es una herramienta informática para el almacenamiento, observación y procesamiento de datos de utilidad para las decisiones de gobierno, de amplia utilidad para las empresas privadas, es una innovación útil e indispensable para la administración pública.
El teletrabajo es una particular forma de organización del trabajo para el desarrollo de actividades laborales fuera del sitio de trabajo regular de una empresa privada o de la administración pública; se apoya en las tecnologías de la información y las comunicaciones y no requiere la presencia física del trabajador en la factoría ni en las oficinas públicas del Estado. En nuestro país (Colombia) el teletrabajo está reglamentado legalmente desde hace varios años y hoy, con la crisis sanitaria del covid-19, se ha intensificado y extendido en todas las ramas de la administración pública.
Los nuevos conceptos dan un giro al Modelo de Administración Pública, entendida esta no como exclusivamente la aplicación de las leyes al proceso del funcionamiento de las instituciones estatales, sino fundamentalmente se dirige a la eficacia, la eficiencia y resultados de una gestión pública, aplicando los estándares de la gestión empresarial privada. La Nueva Gerencia Pública implica modernización de los procesos organizacionales aplicando la innovación y el uso de las tecnologías de la comunicación y la información.
La evaluación del anterior discurso nos lleva a entender los propósitos que, durante estos años, el neoliberalismo ha ofrecido como una política social basada en la privatización y el asistencialismo precario. Es el caso de la Ley 100 de 1993 en Colombia, por el cual se crea el “Sistema de Seguridad Social Integral y se dictan otras disposiciones” (Diario Oficial No. 41.148 de 23 de diciembre de 1993), nos interesa por el momento hacer mención del sistema de seguridad en salud. Antes de la Ley la cobertura en salud llegaba al 25% de la población, posteriormente en 2011 la cobertura llegó a más del 90%. Se pretendió una prestación del servicio amplia para llegar a los más pobres y se crearon el régimen contributivo (para trabajadores formales e independientes que pueden aportar) y el subsidiado (para los que no pueden aportar). A pesar de la amplia cobertura el Estado colombiano no tuvo ni tiene la capacidad institucional de control y vigilancia sobre las Empresas Promotoras de Salud (EPS), ellas son las encargadas de administrar los recursos económicos aportados por el Estado. Se amplió la cobertura, pero la calidad del servicio se mantuvo bajísimo, no existe una política de salud preventiva y los usuarios han tenido que recurrir a la acción de tutela para exigir el derecho fundamental a la salud; este derecho fue regulado por la Ley Estatutaria 1715 de febrero de 2015, ley provocada por una sentencia de la corte constitucional de 2008, la T-760, en donde se ordenó al Gobierno Nacional a tomar medidas regulatorias y de políticas públicas, “para por un lado, desincentivar la violación masiva del derecho a la salud de los ciudadanos, y ,por el otro lado, reducir el crecimiento del litigio de tutela en salud”(Lamprea, 2015: 85). Paradójicamente, en muchos casos, se han beneficiado las farmacéuticas en los tratamientos de altos costos, los medicamentos son los más caros del mercado.
A la administración de la salud en Colombia se introdujo la modernización de los procesos administrativos, en acuerdo con el Modelo de Nueva Administración Pública del neoliberalismo en boga, asistimos a la sistematización computacional, los médicos atendiendo los pacientes con la asistencia de un computador en el consultorio para procesar la información, pero recetando solamente medicamentos autorizados por las EPS a través del POS ( Plan Obligatorio de Salud) hoy denominado PBS( Plan de Beneficios en Salud). Tal es el fracaso de la Nueva Gestión Pública en Salud que solamente cumplen con tratamientos de costo medio y de alto costo por las acciones de tutela.
SALUD, CIENCIA MÉDICA, CONOCIMIENTOS ANCESTRALES DE LA MEDICINA TRADICIONAL Y FARMACEÚTICAS
La actual crisis sanitaria mundial generada por el covid19, evidenciada en los propios EE. UU. con el colapso de su sistema de salud y la cantidad de contagiados y fallecimientos, tiene como telón de fondo la crisis económica en curso mucho antes de la pandemia, desde la crisis económica financiera del año 2008 la economía mundial no había podido recuperarse del todo, y encadena diez años después con la actual crisis, más profunda, porque se suman las esferas de la producción industrial y el petróleo. La tensiones geoeconómicas y políticas de EE. UU, bajo el gobierno Trump, con Europa y China en mayor medida, lo colocan en dificultades para liderar la lucha contra la pandemia a nivel mundial. Su incoherencia en relación con el covid-19 al minimizarlo y hacer recomendaciones irresponsables, no le favorece; agregado a lo anterior la explosión social contra el racismo y la xenofobia en los EE. UU. que le ha tocado lidiar en forma desacertada, ello ha afectado su campaña electoral en donde su reelección está dudosa.
Lo anterior es un ingrediente más a la evidente pérdida de hegemonía económica del Coloso Norteamericano, la globalización se ve interferida por la política exterior de la administración Trump. Pero más allá de esta crisis está la Crisis Civilizatoria del Capitalismo, ella es la explicación de la vulnerabilidad de los humanos, en todo el planeta tierra, ante el virus covid 19.
Todos los sistemas de salud en el mundo capitalista occidental no respondieron como debió ser a la pandemia. El desmonte de la salud pública en todas estas décadas de neoliberalismo conllevó a una respuesta precaria a la pandemia. Los gobiernos deberán entender la necesidad de la vuelta a un sistema de salud público fuertemente soportado en recursos económicos. En Colombia la privatización de los servicios de salud acabó con la salud pública (Ley 100 de 1993), las EPS no están a la altura de la emergencia, a los trabajadores de la red-pública se les adeuda salarios de hasta 12 meses y siguen trabajando con las uñas.
Pasando ahora al tema de los avances de la ciencia médica y su tensión con la medicina tradicional, podemos señalar que la ciencia médica ha ido de la mano con los avances tecnológicos, de gran utilidad y aplicación para la detección de las enfermedades y efectividad en los procedimientos quirúrgicos; pero a su vez la medicina tradicional nos brinda unos saberes apreciables sin disputarle credibilidad al saber científico de la medicina alopática u occidental, son igualmente importantes como tratamientos curativos. Los siguientes autores nos aportan una definición válida:
La medicina tradicional es el conjunto de prácticas, creencias y conocimientos sanitarios basados en el uso de recursos naturales (plantas, animales o minerales), terapias espirituales y técnicas manuales que buscan mantener la salud individual y comunitaria. La medicina científica (también conocida como alopática u occidental) es la medicina convencional, considerada oficial en nuestro sistema de salud. Para muchos, ambas son prácticas aparentemente irreconciliables que se encuentran en las antípodas del ejercicio médico. (Reneé Pereyra-Elías, Duilio Fuentes Delgado 2012: 63).
Muchos profesionales de la medicina, formados en la medicina occidental han investigado sobre la medicina tradicional y concluyeron el amplio terreno de colaboración que se puede establecer entre ambas en un ejercicio intercultural de diálogo de saberes. Por ejemplo, el Doctor Jacques Mabit, médico fundador del centro Takiwasi del Perú nos comenta:
La medicina moderna ya se ha proveído de muchos conocimientos ancestrales para constituirse. La quinina (el árbol de la Quina es un símbolo del Perú) permitió enfrentar la malaria aportada por lo españoles. La digitalina fue un aporte esencial para la cardiología. El curare permitió realizar las intervenciones de cirugía interna. La coca proporcionó los anestésicos locales para la cirugía ocular… La lista es muy larga y hasta 70% de los medicamentos derivan del conocimiento fitoterapéutico tradicional. No es exagerado decir que le medicina moderna no existiera si el aporte considerable del saber ancestral empírico. Pero existe también un inmenso campo nosográfico, clínico, terapéutico de los conocimientos ancestrales que va mucho más allá de las pocas moléculas extraídas de los remedios botánicos. Las medicinas tradicionales no se reducen a un sabio uso de la botánica. Ello queda todavía muy poco explorado (“pulsario”, efecto de las variaciones de temperatura sobre la menstruación, importancia de los olores en alteraciones psíquicas, procesos de regulación energética del cuerpo, técnicas de control del parto, usos de sustancias tóxicas, curación de mordedura de víbora, efectos de la luna sobre la psique y la preparación de remedios, etc.). Esos datos podrían enriquecer enormemente los conocimientos modernos de la ciencia médica si supiera superar… sus resistencias psicológicas para, más allá de las formas culturales, prestar atención a los sustentos racionales de esas prácticas. (Mabit, 2004:8-9).
Estos acercamientos y colaboraciones médicas no son comunes, se mantienen los cuestionamientos de parte de la medicina oficial de los sistemas de salud y la OMS a las prácticas consideradas no científicas de la medicina tradicional. El asunto tiene un trasfondo epistémico en cuanto a la conceptualización de la ciencia, las hegemonías de los saberes occidentales han desconocido los saberes ancestrales de los indígenas, afrodescendientes y saberes populares. Sin embargo, sabemos que existe la piratería y el hurto de los saberes ancestrales por las grandes multinacionales farmacéuticas para apropiarse de esos conocimientos y patentarlos.
Tenemos el caso de la Cannabis o marihuana medicinal, como también la Coca. Los indígenas Nasa, habitantes del sur de Colombia, han procesado ambos productos para comercializarlos como medicamentos, con la autorización o registro del INVIMA (Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos). En el contexto de la fracasada guerra contra el narcotráfico del actual gobierno del presidente Duque, algunos intereses empresariales han descubierto el potencial negocio de la marihuana medicinal y están presionando para prohibirles a los indígenas Nasa la comercialización de sus productos.
Con la situación del Covid-19, se ha manifestado la deficiencia en la respuesta médica al control de la pandemia, mantiene el protocolo oficial y desautorizan cualquier protocolo alternativo. La experiencia de una indígena del Amazonas es significativa en el tratamiento del covid-19, ella manifiesta en una entrevista del portal de noticias de la Agencia Anadolu, realizada por Diego Carranza, lo siguiente:
Medicina tradicional combinada con convencional: Paradójica o coincidencialmente, Betty se enfermó entre enero y febrero, y experimentó síntomas similares a los de la COVID-19, como dificultad respiratoria, dolor de garganta, fiebre, dolor en los pulmones. “Estando muy enferma, en cama, se me vino todo lo que yo tenía que hacer. Yo llamé a mi esposo, le dije por favor ponme a hervir el agua, recógeme esta planta y esta otra y me la traes. Yo me hago la evaporización” (sic).
Allí empezó a sentirse bien y a probar otros tratamientos, como tomar té y baños de tabaco de selva y yerbaluisa, que sirven una como antibiótico y la otra como antinflamatorio y relajante. Sin embargo, dice que le quedó una “molestia en los pulmones”, algo que resolvería días después de indagar que a personas fallecidas con COVID-19 en Italia “les habían encontrado trombos en todo el cuerpo”.
“Entonces entendí gracias a eso que yo si tuve el COVID, y dije: lo que está molestando mis pulmones son pequeños trombos, como residuos que quedaron… ¿Qué ayuda a disolverlos? Pues aspirinetas, lo que más conocemos, que es un fármaco, pero también el jengibre y el ajo, que sirven como purificador” (sic), detalla. (Carranza, 2020).
Con lo anterior no queremos decir que la medicina tradicional tenga la solución a la pandemia, simplemente que tiene tratamiento preventivo y parcialmente curativo, basado en plantas y terapias naturales. La idea es la combinación de lo tradicional con lo convencional en la medicina.
Lo anterior nos lleva a un debate epistémico sobre consideraciones de la relación de la Ciencia Occidental y los Saberes Ancestrales de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas. La propuesta es un diálogo de saberes que conduzca a una colaboración de los conocimientos científicos con la experticia empírica de los saberes tradicionales, en igualdad de condiciones. Los indígenas conocen la biodiversidad y se esmeran por su cuidado, hace parte de su formación cultural milenaria, trasmitida oralmente a su descendencia. Conviven en forma armoniosa con la fauna y la flora, conocen las propiedades medicinales, terapéuticas y alimenticias de las plantas, asociadas a sus rituales y prácticas espirituales, en el contexto de su cosmovisión de la naturaleza; han acumulado un conocimiento ancestral sobre la diversidad de buen número de plantas, conocen el territorio y los equilibrios ecológicos necesarios para la existencia. La ciencia convencional bebe de las fuentes de ese conocimiento de las comunidades indígenas; en muchos casos centros de investigaciones, misiones y empresas farmacéuticas se apoderan de esos conocimientos y los patentan, es decir realizan literalmente raponazos para beneficiar sus negocios (Vega, R, 2019).
Siguiendo con la labor de las farmacéuticas en otro plano, La ley Hatch-Waxman de extensión de patentes, promulgada en el gobierno de Reagan en 1984, fortaleció el poder económico de ellas en EE. UU. y elevó los niveles de rentabilidad del negocio de los medicamentos. En un estudio realizado por Teresa Forcades i Vila, monja benedictina y Doctora en medicina, nos ilustra sobre el negocio, a las farmacéuticas no les interesa la salud de los pacientes, ellas están pendiente del incremento de sus ganancias.
Nos informa que hay medicamentos inútiles, nocivos e incluso mortales. Entre 1998 y 2002 se dieron 8 suicidios en EE. UU. de enfermos de epilepsia al tomar Gabapentina de la farmacéutica Pfizer, los suicidios se incrementan a 17 en 2003.
(…) en los 12 meses que van de septiembre de 2003 a agosto de 2004 se documentaron 2.700 intentos de suicidio entre los enfermos que tomaban gabapentina, de los que 200 terminaron con la muerte del enfermo. 2.500 intentos fallidos y 200 muertes en 12 meses (Forcades, 2006: 18).
Ocho de dichas empresas han sido condenadas a pagar más de 2,2 billones de dólares de multa. En cuatro de estos casos las compañías farmacéuticas implicadas –TAP Pharmaceuticals, Abbott, AstraZeneca y Bayer–han reconocido su responsabilidad por actuaciones criminales que han puesto en peligro la salud y la vida de miles de personas. En esos años (1998-2002) las ganancias de las farmacéuticas fueron superiores a otras industrias como el turismo. El negocio se apoya en las patentes de medicamentos otorgadas por el Estado por veinte años, prorrogables unos años más si presentan modificaciones al medicamento que, supuestamente, lo mejoran.
Hoy, los precios de muchos medicamentos han subido en plena pandemia, las farmacéuticas están haciendo su agosto, en Europa venden por miles de euros medicinas que cuestan menos de diez. En EE. UU., el Remdesivir, medicamentos utilizados para mitigar el covid-19, ha subido a 2.000 dólares, cuando su precio debe ser de 6 dólares.
ECOLOGÍA CRÍTICA Y ENFOQUES POLÍTICOS DE LAS PANDEMIAS
Se ha dicho, con fuertes evidencias, que el capitalismo sufre una crisis civilizatoria y medioambiental, sin precedentes en la historia, colocando en peligro la existencia de los humanos y demás seres vivos, en nuestro planeta tierra.
El capitalismo ha llegado a su límite, su expansión ha invadido todos los rincones e intersticios de las sociedades; su crecimiento económico y sus desarrollos tecnocientíficos chocan con las posibilidades de existencia de la humanidad, en un futuro no muy lejano, si no frenamos esta locomotora. Ha producido la mercantilización de la naturaleza, se ha apropiado de los bienes comunes y desplazado a millones de poblaciones de sus territorios. El cambio climático en curso: el deshielo del casquete polar, el calentamiento global, el efecto invernadero y otros fenómenos climáticos, son expresiones de la crisis ecológica-ambiental del capitalismo. En las grandes y medianas ciudades la polución del parque automotor y de las fábricas, los desechos químicos industriales, contaminan el aire generando enfermedades respiratorias y diversidad de cánceres en los habitantes. En fin, la dimensión de las problemáticas ecológicas-ambientales en las ciudades y los campos es de tal magnitud que hace rato sonaron las sirenas de alarma.
El sistema económico mundial capitalista e imperialista ha pasado del “Consenso de Washington” al “Consenso de los Commodities”, este último intensifica el modelo extractivista minero y agrícola de reprimarización de las economías del sur, sin abandonar el neoliberalismo. Asistimos a la destrucción vertiginosa de la biodiversidad, los ríos y quebradas, como también de la capa vegetal indispensable para la agricultura; los megaproyectos de las transnacionales son ejecutados con la anuencia de los gobiernos y su ministerio del medio ambiente, no sin resistencias de las comunidades como, últimamente, las de Cajamarca, Cumaral, Pijao y Arbeláez ,en esos municipios se impuso, en consultas previas, aplastantemente el NO para las explotaciones mineras y de hidrocarburos.
La propuesta de los capitalistas es apostarle a una economía verde con desarrollo sustentable, para supuestamente disminuir el impacto ambiental y así garantizar su rentabilidad. La lógica del capital es incompatible con el futuro de la humanidad y el planeta, la irracionalidad de su sistema económico nos está llevando al abismo. La crisis climática es una realidad que afecta a todo el planeta, los cambios en todos los factores del clima por efecto del crecimiento económico basado en energías fósiles como el petróleo, el gas y el carbón, producen el calentamiento global con un aumento de la temperatura, riesgoso para todos los seres vivos. Los últimos desprendimientos de masas de hielo de la antártica, según algunos científicos, pueden liberar muchos virus, más fuertes que el covid-19. En un artículo de BBC MUNDO, Jasmín Fox-Skelly, informa lo siguiente:
El permafrost conserva microbios y virus y al derretirse los reactiva; los científicos han descubierto fragmentos de ARN (ácido ribonucleico) del virus de la gripe española de 1918 en cadáveres enterrados en fosas comunes en la tundra de Alaska. La viruela y la peste bubónica también están probablemente enterradas en Siberia (Fox-Skelly, 2017).
El permafrost es capa de suelo permanentemente congelado en las zonas de tundra, si se derrite libera metano y CO2, agudizando el efecto invernadero. Es un panorama sombrío si no actuamos a tiempo, si en los siglos XIX y XX predominó la cuestión social, en el siglo XXI está presente la cuestión ecosocial con toda su carga de urgencia, es la vida o muerte a lo que estamos abocados. El calentamiento es una realidad inevitable, ahora se trata de no aumentarlo, se necesita una economía sin carbono fósil y adaptarse al daño ya infringido a la naturaleza (Tanuro, 2011).
Relacionado con lo anterior, la selva amazónica está sometida a deforestación y pérdida de reserva ecológica y biodiversidad. La desaparición de muchas especies de flora y fauna, y la restricción del hábitat de otras, vislumbran una progresiva desaparición. La desforestación conlleva a limitar su capacidad de absorción de CO2, contribuyendo en grande al calentamiento global; pero esto es resultado de los proyectos empresariales de explotación de la madera, ganadería, cultivos de soja, café y palma de aceite, gran parte dedicados a la exportación a China y Europa. Los incendios provocados son para ganarle terreno a la selva favoreciendo los nombrados planes empresariales. Las comunidades indígenas de la Amazonía han sido despojadas de sus tierras por las grandes empresas multinacionales, transformando los usos del suelo hacia actividades extractivista agrícolas. Los daños ecológicos son inmensos y los gobiernos de los países integrantes de lo que se ha dado en llamar el pulmón del planeta, no actúan para detener este ecocidio.
Algunos países de América latina, en los años noventa del siglo XX, emprendieron procesos constituyentes para sentar nuevas bases de un mejor rumbo de sus naciones. Las Constituciones de Ecuador (2008) y de Bolivia (2009) introducen referentes ecológicos ancestrales de las cosmovisiones indígenas del “Buen vivir”, estableciendo los Derechos de la Naturaleza (explícitamente en la Constitución Ecuatoriana). Con ello se cuestiona no sólo el enfoque neoliberal sino también el neo-desarrollismo, que finalmente fue adoptado por los propios gobiernos progresistas de Rafael Correa y Evo Morales, que agenciaron el extractivismo con control Estatal.
Es evidente que el paradigma antropocéntrico está en crisis, la civilización humana siente los límites de la tierra para brindar los llamados recursos naturales; la explotación de la madre naturaleza bajo el modelo económico extractivista basado en las energías fósiles ha generado el cambio climático y la destrucción creciente de la biodiversidad. El industrialismo y el consumismo al servicio de la acumulación y rentabilidad, supuestamente infinita, del Capital, ha condenado a millones de seres humanos a la pobreza, incrementando la desigualdad económica y social.
Hoy las teorías del desarrollo no responden ni resuelven los graves problemas de la humanidad, los límites ecológicos del planeta están a la vista; los colapsos económicos, medioambientales y civilizatorios requieren un nuevo paradigma ecológico que defienda y proteja los derechos humanos y de la naturaleza. Leonardo Boff utilizando la dinámica de la pregunta nos dice:
La cuestión que entonces se plantea es la siguiente: ¿es posible mantener la lógica de la acumulación, del crecimiento ilimitado y lineal y al mismo tiempo evitar la quiebra de los sistemas ecológicos, la frustración de su futuro por la desaparición de las especies, la depredación de los recursos naturales, sobre las que también tienen derecho las futuras generaciones? ¿No se da un antagonismo entre nuestro paradigma hegemónico de existencia y la conservación de la integridad de la comunidad terrestre y cósmica? ¿Podemos responsablemente llevar adelante esta aventura tal como fue conducida hasta hoy? Con la conciencia que hoy tenemos acerca de estas cuestiones, ¿no sería sumamente irresponsable y por ello antiético continuar en la misma dirección? ¿O es urgente que cambiemos el rumbo? (Boff, 2011:22).
En concordancia con lo anterior, la crítica a las teorías del desarrollo de corte neoliberal y neoextractivistas han indicado y denunciado los procesos de intervención en los territorios, afectando a sus pobladores, al paisaje y los modos de vida de sus comunidades en aras de un supuesto desarrollo que no es más sino el modelo de acumulación por despojo, con el consecuente desplazamiento de las comunidades y el acaparamiento del territorio por grandes empresas agroindustriales, transnacionales mineras y petroleras, y la ganadería extensiva.
La antropóloga Margarita Serge, nos comunica lo siguiente:
Durante la primera década del siglo XXI, se ha venido documentando la consolidación de las economías neoliberales en América latina. Este proceso ha implicado el surgimiento de nuevas lógicas -basadas en el viejo principio de la civilización- para el manejo de los territorios, de sus pobladores, paisajes y recursos naturales, reconfigurando no sólo las prácticas de producción de bienes y servicios, sino las de conservación y preservación. Ha implicado también la aplicación de tecnologías y saberes que “abren” de nuevas maneras los paisajes y los territorios a la privatización y la mercantilización, transformando, en muchos casos de manera radical, la vida cotidiana y las expectativas de sus habitantes (Serge, 2010:7).
Por otro lado, la ONU para contrarrestar los efectos negativos del crecimiento económico indiscriminado sobre el medio ambiente, adopta el concepto de Desarrollo Sostenible para tratar de conciliar el crecimiento de la economía mundial globalizada con la preservación del medio ambiente. Hay un largo trajinar, en ese sentido, de la llamada comunidad internacional, desde la Declaración de Río de Janeiro sobre medioambiente y desarrollo, pasando por la Agenda 21, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) 2000-2015, hasta llegar a los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) 2015-2030. La ONU establece tres dimensiones del Desarrollo Sostenible: económica, social y ambiental.
Como era de esperar el concepto de desarrollo Sostenible es controvertido por corrientes académicas e ideológicas como la Ecología Política, ella considera:
(…) que la concepción del desarrollo sostenible y los objetivos y metas que desde ella se han propuesto, como se ejemplificaron en Río 92 hoy en los ODS, no tienen sentido y no son viables en el ámbito de la actual economía de mercado, basada en el crecimiento indefinido, el consumismo, la obtención de beneficios inmediatos y la confianza en la tecnología como fundamento de ese crecimiento y como fuentes de solución a los problemas ambientales que genere. (Rodríguez Becerra, M.2018:27-28).
La justicia ecológica y ambiental es una acción indispensable para lograr una paz social sostenible y duradera. Corresponde a las universidades y movimientos sociales comprometerse con la defensa de los derechos humanos de las comunidades afectadas por la acción depredadora de los proyectos y megaproyectos, que alteran y lesionan la vida, el agua y el territorio en los campos y ciudades de Colombia y el mundo. Este nuevo paradigma de justicia ecológica, con su dispositivo filosófico, ético y jurídico, no concuerda con la acumulación capitalista voraz. La justicia ecológica se levanta “para preservar el medio ambiente y frenar el deterioro ecológico, lo que requiere una justa distribución de la renta y la lucha contra la pobreza y el hambre” (Vicente,2016:67-68).
Finalmente, los conflictos socioambientales están en relación directa con los derechos ambientales, reconocidos en Colombia por la Constitución y la Ley; el tema de la Justicia Ambiental es clave en la resolución de estos conflictos, para reparar los daños producidos a la naturaleza y a los seres vivos inmersos en ella. La propuesta de ofrecer alternativas redistributivas a los movimientos socioambientales debe ser la respuesta actual, dada las características que asumen estos conflictos. (Mesa Cuadros et al, 2018:23-73).
CONCLUSIONES
La pandemia ha develado la fragilidad del mundo que habitamos, hay muchos riesgos e incertidumbres afligiendo a la humanidad. Las grandes potencias se niegan a asumir compromisos de superación de los problemas ambientales y ecológicos. Las evidencias de que es posible controlar las emisiones de dióxido de carbono y mejorar la vida en el planeta nos la dio la cuarentena y la parálisis por un tiempo de las fábricas, el transporte y la presencia masiva de los humanos en el espacio público; los animales de los bosques y selvas hicieron presencia en ciudades y zonas cercanas a ellas. Los mares, los ríos y demás cuerpos de agua recobraron su color y vivacidad. Esto es el lado amable de la pandemia, pero volvieron las dinámicas de la economía y continúa el camino de la contaminación.
A su vez, asistimos a la crisis del paradigma de la nueva gestión pública y la gobernanza, sin ver la salida a los problemas sociales de la desigualdad y la pobreza tanto en tiempos de “normalidad” como en tiempos de pandemia; se habla del desarrollo humano sostenible y los objetivos del desarrollo del milenio sin apuntar efectivamente a controlar la crisis climática en curso, la destrucción de la naturaleza y su biodiversidad, la desforestación es implacable y los incendios de las zonas selváticas y de protección ambiental incontenibles. El planeta tierra está en peligro, pero los líderes mundiales de las grandes potencias están de espaldas a esa realidad.
Con la crisis sanitaria evidenciada por la pandemia del covid-19 y la poca capacidad de respuesta de los sistemas de salud en la mayoría de los países, por ejemplo, en EE. UU, en donde su modelo de salud ha resultado un desastre, nos debe llamar a reflexionar y analizar si las políticas públicas han dado resultados o los sistemas de administrativos públicos han sido exitosos a pesar del cáncer de la corrupción y la desidia gubernamentales.
El paradigma tecnocientífico, predominante hoy, debe sustituirse por el paradigma ecosocial en defensa de la vida (no solamente humana), el agua y la transición energética (energías limpias no contaminantes).
REFERENCIAS
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