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Desde que se acuñó el neologismo Geopolítica, son muchos quienes se han ocupado de su definición con diferentes matices; pero en todas siempre se expresa la relación entre la geografía y la política. Es el Gran juego de poder, de expansión espacial, de control y hegemonía.
Manual breve de geopolítica. Declinacionismo, redespliegue y multipolarismo (Universidad Nacional de La Plata, 2021), de autoría de Fernando Esteche, director del portal Periodismo Internacional Alternativo (PIA) y la comunicadora argentina Ana Laura Dagorret, aporta elementos que sirven precisamente a comprender los alcances de ese complejo ‘juego de poder’ desde el pensamiento crítico, que es el que posibilita además desarrollar efectivamente cualquier acción política e histórica para transformarlo.
A lo largo de los diez capítulos que conforman este sugerente trabajo bibliográfico, se explica de manera pormenorizada lo que se entiende por crisis del capitalismo como crisis civilizatoria, el imperialismo como categoría de análisis y el surgimiento de la multipolaridad como fenómeno fundamental en esta esta época del siglo XXI.
A su vez, se adentra en el análisis de las nuevas formas del guerrerismo imperialista en áreas estratégicas como América Latina, la zona Árabe islámica y África, donde Estados Unidos ha desplegado no solamente sus Fuerzas Militares sino que ha instalado a sus aliados políticos con el objetivo de garantizar la supremacía de sus intereses económicos y financieros.
El libro permite además determinar con claridad el marco teórico sobre las relaciones de dominación y dependencia en la actual coyuntura mundial. Advierte que nos enfrentamos a un proceso sostenido de concentración del capital, predominio de los monopolios, financierización de la economía y reparto delplaneta. Desde este análisis, queda comprobado que el desarrollo del capitalismo ha llevado a la fusión del capital bancario con el capital industrial y al dominio del primero sobre el segundo, dando lugar a que surja el capital financiero, que combina actividades productivas con actividades especulativas. Con esta fusión surge también la hipertrofia financiera parasitaria, como característica fundamental de esta etapa que empieza a tomar forma desde 1970.
Crisis sistémica en su fase terminal
En esta etapa histórica el imperialismo se vuelve cada vez más agresivo por su necesidad predatoria, algo que coloca a la humanidad muy cerca de su propia destrucción como especie planteando una crisis civilizatoria. La globalización ha producido profundas transformaciones en el conjunto de las relaciones sociales, imponiendo las propias condiciones de producción de la formación económica social burguesa.
Este panorama se da debido a cuatro vectores de producción de hegemonía y dominación global que son la militarización, la caotización, la narcotización y la financierización.
El centro de producción histórica pasa a ser el mercado, lo cual empieza a destruir las fuerzas productivas al tiempo que los Estados pasan a ser un obstáculo para la dinamización de la voracidad financiera y la libre circulación de capitales. Esto atenta contra la sustentabilidad de la humanidad. Las prácticas primitivas y originarias son permanentes, vigentes y crecientes, reforzando los mecanismos de acumulación por desposesión a partir de la depredación de bienes ambientales y la imposición de la propiedad intelectual, convirtiendo a la naturaleza en una mercancía.
Se trata de una crisis sistémica en su fase terminal que puede encontrar posibilidades de recomposición transitoria sobre la base del ajuste, el hambre y la destrucción ambiental. Esta crisis se hace más visible cuando se manifiesta en el plano económico ya que se crea dinero que es una ficción que no representa producción real y que genera una avalancha especulativa, reproduciendo las condiciones que llevaron a la humanidad a este punto de catástrofe.
Declinacionismo
Esta crisis civilizatoria se profundiza ante el declinacionismo norteamericano, que se da por factores externos y también internos. En primer lugar se incrementa de manera exorbitante el gasto bélico, dando lugar al surgimiento del complejo industrial militar que no le permite ganar una guerra y que a su vez pasa a ser el motor de la economía norteamericana. Ante este panorama se empieza a producir una ‘pentagonización’ de las relaciones exteriores, con un alto grado de autonomía y protagonismo en la vida política y económica, denominado keynesianismo militar.
Este declinacionismo comienza en los años 70 con la finacierización de la economía mundial, que fue en desmedro del capitalismo productivo y que con el tiempo empieza a generar la deslocalización de las empresas a zonas más competitivas, generando desempleo y desaceleración del crecimiento del nivel de vida.
Esta situación comienza a generar fracturas hacia dentro de la burguesía norteamericana que al día de hoy se expresa por un lado con los globalistas, que busca instalar una agenda multilateral unipolar que impulse acuerdos de libre comercio y alianzas militares, principalmente en la periferia euroasiática para contener a China y a Rusia. Por el otro lado, los americanistas se contraponen a la idea globalista y entienden que el desarrollo productivo y financiero debe anclarse en el propio territorio.
Hacia afuera, la crisis que enfrenta el imperialismo es la crisis del orden global hacia la multipolaridad, que igualmente se inicia en los años 70 con el tránsito del keynesianismo de posguerra o estado de bienestar, al neoconservadurismo que instala el neoliberalismo como paradigma y abre la puerta a la multipolaridad.
Los bloques que ha posibilitado el multipolarismo son la alianza sino-rusa (Organización para la Cooperación de Shangai) con los países que conforman lo que Mackinder llamaba el heartland del planeta. Pero también los BRICS, la Unión Económica Euroasiática, el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, la Asociación Nacional del Sudeste Asiático, entre los de mayor relevancia.
El surgimiento de China como actor internacional es fundamental para encauzar la crisis de sobreacumulación a través de la inversión en infraestructura que genera nuevos espacios para la acumulación del capital en Asia Pacífico. Si bien la multipolaridad no es la salvación, se presenta como la única opción para detener el abismo civilizatorio porque se constituye como condición de posibilidad para detener las tendencias guerreristas y parasitarias financieristas en pos del equilibrio de poder.
Dispositivo guerrerista y redespliegue
La guerra funciona como dispositivo de expansión imperialista para la cual se han ideado doctrinas con el fin de alcanzar los objetivos económicos y financieros del imperio, capaces de sostener el propio sistema. Lo que hasta Vietnam eran operaciones encubiertas pasan a ser política de Estado para el tercer mundo bajo el disfraz de la libertad y la democracia exportada. La Doctrina Reagan, por ejemplo, impulsó el apoyo político y militar a la oposición política en países con gobiernos revolucionarios para contrarrestar el expansionismo soviético en los años 80 del siglo pasado.
Primero con golpes militares y luego con otros mecanismos, la estrategia injerencista estadounidense en América Latina ganó nuevos matices, esta vez con las guerras de baja intensidad, guerras híbridas, golpes blandos y, más recientemente, con la aplicación del lawfare como judicialización de la política con fines persecutorios.
América Latina, reserva estratégica para EE.UU.
En relación a la región latinoamericana el Manual sostiene que es importante entender que desde el imperio estadounidense se la considera un territorio propio y espacio de reserva estratégica, con enormes recursos de mano de obra barata que garantiza condiciones de competitividad productiva para la burguesía imperial.
La valorización de América Latina gana más fuerza si se tiene en cuenta la crisis mundial por el agotamiento de bienes de distinto tipo como agua, minerales, petróleo. Esta región representa también una reserva amplia de biodiversidad codiciada actualmente por Rusia y China.
Sobre África se plantea la situación en términos de sobre-colonización que se da fundamentalmente con la explotación de sus suelos, introduciendo cultivos comerciales para la exportación, lo cual reemplaza de forma forzada la producción agrícola para la subsistencia, provocando insuficiencia de alimentos y la consecuente erosión de los derechos de propiedad comunal de la tierra. Pero también se da con la deuda externa como mecanismo de control de las naciones africanas.
En relación a la zona árabe islámica se plantea como un área que siempre fue pensada como un espacio para la conquista. Desde la gestión Obama se impulsa un rediseño de esta área denominada Medio Oriente Ampliado, cuyo objetivo es asegurarse el control de la región ante un hipotético conflicto con China.
La propuesta de este libro, en definitiva, es complejizar la mirada acerca de lo que sucede en el mundo en el sentido de que nunca se ha tratado de perseguir razas, etnias, religiones, sino que el objetivo siempre ha estado enfocado en desarrollar mecanismos de construcción de nuevas relaciones de poder, de opresión para el saqueo del imperialismo que había logrado mover sus fichas con cierta superioridad en el tablero de su gran juego, pero que ahora las reglas de ese complejo y sutil juego han cambiado con las nuevas realidades que depara la multilateralidad.
Acceder al libro
Para obtener el libro en archivo PDF, ingresar al siguiente enlace:
Manual breve de geopolítica. Declinacionismo, redespliegue y multipolarismo
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