El marginalismo y los neoclásicos

POR ALBERTO MALDONADO COPELLO /

Recientemente se publicó el libro ‘La scienza del valore’ de Michael Heinrich [1]. Es la traducción al italiano del libro publicado inicialmente en Alemania en 1999 [2] y, posteriormente, en varias ediciones en dicho idioma. Todavía no está disponible en español y tampoco en inglés, hasta donde llega mi información. Heinrich es uno de los intérpretes más reconocidos en la actualidad de Marx y especialmente de El Capital. Sus obras han sido ampliamente difundidas y ha participado en numerosos debates [3]. Su libro ‘La Ciencia del Valor’ es la obra más importante y fundamento de los otros textos.

El propósito de esta nota y otras posteriores es traducir, resumir y difundir sus ideas como una contribución al conocimiento de la obra de Marx desde una perspectiva crítica [4].

En este capítulo Heinrich examina algunos aspectos de la transformación en la teoría económica conocida como la revolución marginalista y neoclásica, un cambio con respecto a las teorías de la economía política clásica.

La tesis central consiste en plantear que en esta revolución marginalista o neoclásica se produce un cambio de paradigma o un cambio de problemática, pero que los teóricos neoclásicos y marginalistas permanecen en el mismo campo teórico en el cual surgió la economía clásica. Esto implica un cambio enorme en el concepto de economía que deja de concebirse como una esfera de la sociedad y se convierte en un aspecto del comportamiento humano que puede ser encontrado en cualquier ámbito de la actividad humana.

Los elementos característicos de este campo teórico, comunes tanto a la economía política clásica como a la neoclásica, así como también a lo que Marx denominó los economistas vulgares son el antropologismo, el individualismo, el ahistoricismo y el empirismo:

Antropologismo. Se presupone una determinada esencia del ser humano, una determinada dotación natural del ser humano, hecha de instintos, necesidades y sobre todo, de una determinada racionalidad. La sociedad recibe así un inmutable fundamento natural. Es cierto que la determinación exacta de esta esencia varía de un autor a otro, pero detrás de esta esencia se esconde siempre el poseedor de mercancías, ya sea como productor en el caso de los clásicos, ya sea como consumidor en el caso del marginalismo.

Individualismo. La sociedad es concebida como inmediatamente constituida por individuos singulares atomizados, que portan en sí la esencia humana. Todos los problemas del nexo social deben ser resuelto recurriendo a estos individuos (p. 170).

Ahistoricismo. Es una consecuencia del antropologismo y del individualismo. Si la sociedad está constituida inmediatamente de individuos y estos individuos son determinado por su esencia antropológica, entonces una determinada forma de socialización solamente puede corresponder o no a esta esencia. Las formas sociales pueden por tanto ser solo naturales o innaturales. La forma social natural es aquella adecuada al ser humano, aquella que corresponde a su esencia. Y dado que esta esencia tiene por contenido propio al poseedor de mercancías, la forma social natural es aquella que se basa sobre la producción de mercancías.

Empirismo. La realidad efectiva se muestra tal como es. Tanto la esencia como la forma de socialización que atraviesa esta esencia, se constituyen y encuentran a la luz del sol. La observación del objeto real, así transparente, suministra todo conocimiento.

Estos rasgos del campo teórico de los economistas clásicos y neoclásicos tienen implicaciones para la explicación de la sociedad capitalista. El enfoque de la teoría del valor basado en la utilidad impedía cualquier noción de explotación y servía de fundamento a una apología de las relaciones capitalistas. Al considerar que el valor se genera en la relación del individuo con el objeto de su satisfacción se afirma la existencia de una relación ahistórica, independiente del cambio y de cualquier tipo de sociedad.

De este modo la teoría marginalista escoge un punto de partida que parece valer para cualquier economía, aunque en la práctica se están refiriendo al capitalismo pero abordándolo como una sociedad cuyo objetivo último es la satisfacción de necesidades, lo cual tiene una implicación apologética. En la teoría del equilibrio general se establece que los precios de los factores de producción se determinan en forma similar a los precios de las mercancías y por tanto los ingresos de los factores individuales son independientes; en esta teoría de la productividad marginal los ingresos son determinados por la contribución de los factores al producto, lo cual no deja lugar alguno para la explotación.

El énfasis en el comportamiento racional de los individuos condujo a que la economía se convirtiera en un caso particular de la elección racional, con lo cual se refuerza la abstracción de las características esenciales de la economía capitalista. Los clásicos hacían énfasis en la producción, los neoclásicos en el consumo: se pasa del estudio de la producción y la distribución de la riqueza al análisis de la asignación óptima de los recursos. Esta perspectiva se relaciona con una concepción de una actividad económica entendida como una dimensión universal humana: lo económico sería todo comportamiento que busca alcanzar un determinado objetivo con el menor esfuerzo posible.

Los neoclásicos, al igual que los clásicos, presuponen una determinada esencia del ser humano, que ahora consiste en un individuo que actúa racionalmente y que maximiza la utilidad u optimiza los medios a su disposición. Igualmente, el ser humano se concibe individualmente, no socialmente: el individuo está de frente a la naturaleza, atomizado. El cambio no se concibe como una forma de mediación del nexo social sino como un acto entre dos poseedores de mercancías individuales. La teoría neoclásica es completamente ahistórica: el capitalismo se presenta como una simple expresión de la producción humana en general.

Tanto los clásicos como los neoclásicos consideran que la esencia humana es inmediatamente conocible; todos los fenómenos económicos se presentan sobre un plano unitario, accesible a la intuición.

La revolución marginalista

Todavía en vida de Marx, a comienzos de la década de los setenta del siglo XIX, Willian Stanley Jevons, Carl Menger y Leon Walras desarrollaron casi contemporáneamente, pero en forma independiente, una teoría del valor basada no sobre el trabajo necesario para la elaboración del producto, sino sobre la utilidad del producto para el consumidor (teoría subjetiva del valor). (p. 149).

Estas teorías, a diferencia de teorías anteriores ya comentadas por Smith, que se basaban en la utilidad total de un producto, se enfocaban en la utilidad marginal, es decir en el incremento de la utilidad que deriva de la última unidad del producto sumada, lo cual le da a este enfoque el nombre de marginalismo. Esta teoría subjetiva del valor se desarrolló en diversas variantes, y de la teoría de los precios derivada de ella, la cual renunció a fundarse en una teoría del valor, surgió la teoría del equilibrio general. Esta teoría del equilibrio suplantó a la doctrina clásica del valor trabajo y se convirtió al inicio del siglo XX en la doctrina dominante de la economía burguesa.

Heinrich señala que estos autores no fueron los primeros en tratar de fundamentar la teoría del valor sobre la utilidad marginal e indaga sobre las razones por las cuales su doctrina se consolidó en dicho momento. Recuerda que el paradigma dominante a mediados del siglo XIX en economía era la teoría de Ricardo, pero era objeto de numerosas críticas y de preocupación por sus consecuencias políticas. Algunos economistas interesados en defender el capitalismo preocupados por el uso que hacían los socialistas de la teoría de Ricardo refutaron la teoría del valor y argumentaron en favor de la ganancia de los capitalistas. Ya en 1863 Marx en las Teorías sobre la plusvalía hablaba de la disolución de la escuela ricardiana.

El marginalismo formuló nuevas preguntas y concibió la realidad económica en forma distinta a los clásicos. Para Heinrich es necesario examinar el contexto del desarrollo social y político para entender el dominio que adquirió esta nueva forma de pensamiento. El paradigma clásico surgió en un momento en el cual el capitalismo debía afirmarse contra la aristocracia feudal mientras que el marginalismo aparece en un momento en el cual el capitalismo se ha consolidado, incluyendo el dominio sobre los terratenientes. Por tanto el conflicto principal era ahora entre la burguesía y el creciente proletariado, y no con la aristocracia y la iglesia. Se hizo necesario por parte de la burguesía el desarrollo de una justificación ideológica de las relaciones capitalistas pero también de una sustentación científica.  John Stuart Mill ya había avanzado en este sentido, estableciendo la distinción entre relaciones de producción, una necesidad natural, y relaciones de distribución, un producto social reformable.

Con la crítica a la teoría del valor trabajo y el enfoque de la teoría del valor basado en la utilidad se impedía cualquier noción de explotación y se fundamentaba una apología de las relaciones capitalistas. Hubo un impulso antisocialista, que jugó un papel relevante especialmente en el desarrollo de la escuela austríaca. (p. 153).

Las necesidades del individuo

El punto de partida de la teoría marginalista son las necesidades del individuo, la persona que debe satisfacer sus propias necesidades. Los productos que el individuo particular consume le permiten satisfacer unas necesidades y, por tanto, tienen una utilidad. Con base en el hecho de que, en general, la satisfacción de necesidades no crece en la misma medida en que aumenta el número de productos consumidos se funda el concepto fundamental de la teoría: la utilidad marginal (p. 153). Se trata de la utilidad adicional que una unidad adicional de producto le genera a un consumidor; esta utilidad puede ser valorada en forma diversa según las preferencias del individuo, pero, en general, cae al crecer las unidades de producto disponibles.

En esta perspectiva se puede hablar de valor de un bien como resultado de una valoración subjetiva, antes de considerar el intercambio. Dado que el valor se genera en la relación del individuo con el objeto de su satisfacción, es independiente no solo del cambio, sino en general de cualquier sociedad.

A los individuos dotados de necesidades, que funcionan como punto de partida de la construcción teórica, se les atribuye como objetivo supremo de su actividad la maximización de la utilidad per se. Además, se asume que este presupuesto lo persiguen con medios racionales, en condiciones de plena competencia y conscientes de las consecuencias de sus acciones. Se plantea así un comportamiento económico que constituye los eventos económicos de una sociedad. Se asume así que en el cambio los individuos compensan la pérdida de utilidad del bien cedido con la ganancia de utilidad del bien recibido; esto ocurre solo cuando la utilidad marginal de la cantidad de bien cedida es menor o igual a aquella de la cantidad de bien recibida. El cambio ocurre cuando se iguala la utilidad marginal para los participantes. El proceso de formación de los precios en un mercado con muchos participantes resulta del agregado de las funciones de demanda y de oferta, basadas sobre la estimación individual de la utilidad. (p. 154).

Estos actos elementales de intercambio son, en el marginalismo, el modelo de la racionalidad económica plena. Todos los demás ámbitos se analizan siguiendo el ejemplo del cambio simple. Por ejemplo, Jevons para determinar el precio del trabajo contrapone la pena de tener que trabajar causada al trabajador por el trabajo, con la utilidad en forma de salario. En forma similar se trata al poseedor del capital: los intereses que recibe deben compensar la pena que asume al no consumirlo.

Fundamento ahistórico

Con este enfoque basado en las necesidades de los individuos y su interés en el valor de uso de los bienes, la teoría marginalista escoge un punto de partida que parece valer para cualquier economía. Pero en la práctica, sin embargo, solo tematizan una economía ficticia basada en el simple trueque. La racionalidad del capitalismo, orientada al valor y a la ganancia, se identifica con las motivaciones del trueque, orientado al valor de uso. Esto implica que el objetivo último de la economía capitalista es la satisfacción de necesidades; por tanto, el marginalismo, independiente de las intenciones conscientes de sus protagonistas, tiene en sí mismo un momento apologético.

Heinrich considera que el intento de explicar en sentido causal las relaciones de cambio con la utilidad marginal es fallido. No es posible observar la estimación de la utilidad marginal, ni se puede dar por descontado que tiene efectivamente lugar.

La teoría del equilibrio general

Walras fue el primero de tratar de entender teóricamente no solo la formación de los precios en un mercado individual, sino también la interdependencia de la formación de los precios en distintas mercancías, lo cual desarrolló en su teoría del equilibrio general.

A diferencia de las mercancías destinadas al consumo, los factores de producción (trabajo, tierra y bienes de capital) no tienen utilidad alguna inmediata; el examen de la producción lleva a la distinción entre familias que requieren bienes y ofrecen factores de producción, y empresas que ofrecen bienes y requieren factores de producción. Aquí el emprendedor y el propietario del capital son rigurosamente diferenciados; el propietario del capital pone a disposición del emprendedor el factor de producción capital y obtiene a cambio intereses sobre su capital. El emprendedor busca producir, con la ayuda de los factores de producción, bienes cuyo precio sea superior a los costos, generando una ganancia.

El precio de equilibrio, es decir, aquel precio al cual la demanda y la oferta coinciden exactamente está determinado en la teoría del equilibrio general, tendencialmente, al mismo modo, tanto en los bienes de consumo como en los factores de producción. Se supone que a cada precio se ofrece una determinada cantidad y se demanda una determinada cantidad, obteniéndose una función de oferta y demanda. En la función de oferta la cantidad ofrecida crece con el precio, al tiempo que cae la demanda. En el cruce entre oferta y demanda se determina el precio de equilibrio. En la función de oferta y demanda para una simple mercancía o factor de producción, se incluyen también los precios de otras mercancías.

El dinero no juega un papel sistemático para estos precios de equilibrio. En forma similar con el paradigma clásico, también en el neoclásico se presupone una dicotomía entre la esfera real y la esfera monetaria, en la cual la esfera monetaria se limita a ocultar la esfera real. También el más complicado modelo de equilibrio se revela como un sistema de trueque (p. 157).

La determinación de los precios de equilibrio sobre la base de ecuaciones preestablecidas es un puro ejercicio matemático. El contenido económico de la teoría depende de las funciones de demanda y de oferta presupuestas; se atribuye a las familias y a las empresas un comportamiento orientado a la maximización de la utilidad (en un sistema de plena competencia). A las familias se asigna un comportamiento basado en una utilidad marginal en disminución, que determina una demanda decreciente, al tiempo que una oferta creciente en el mercado de factores de producción; a las empresas se atribuye un costo marginal de producción creciente.

Los precios de los factores de producción se determinan en forma similar a los precios de las mercancías y por tanto los ingresos de los factores individuales son completamente independientes los unos de los otros; de este modo, ningún ingreso puede ser considerado como residual con respecto a otro (p. 157). En la teoría de la productividad marginal los ingresos de los factores son determinados por la contribución de los factores al producto. No hay aquí lugar alguno para la explotación.

Muchos teóricos del equilibrio opinan que los precios de equilibrio determinados matemáticamente se producirían también en la realidad en el caso de que reinase una competencia plena. Walras consideraba este equilibrio como un óptimo social, que es condición para la máxima satisfacción de las necesidades. El sistema de economía de mercado presta el servicio de una máxima satisfacción de necesidades, obviamente dada una determinada distribución de los ingresos.

Las primeras teorías marginalistas intentaron explicar los precios con una teoría del valor subjetiva, pero luego renunciaron a esta pretensión y la teoría se redujo a ocuparse del sistema de precios. Dado que la utilidad y la utilidad marginal no se pueden cuantificar en forma sensata, no era tampoco claro qué debía maximizarse. En cambio de la utilidad se empezó a hablar de preferencias y elecciones; el individuo haría una determinada elección sobre la base de preferencias, que tampoco eran muy precisas. La utilidad marginal fue reemplazada por las curvas de indiferencia (Pareto) y por tasas marginales de sustituciónAl final, la economía se convertía en un caso particular de la elección racional (p. 160). El comportamiento individual, en esta perspectiva, debía ser coherente.

En la medida en que las curvas de oferta y demanda son dadas por las preferencias, no se puede decir mucho sobre el contenido de los precios de equilibrio, aparte de que se trata de precios que la demanda está dispuesta a pagar y la oferta a aceptar, y ambas partes tienen sus razones para hacerlo. Los modelos se elaboran de tal forma que el problema se plantee solo en forma en que pueda ser resuelto exactamente. El problema más relevante de la teoría llega a ser su propia coherencia. La discusión teórica verdadera y propia se deja de lado y el énfasis se pone en las cuestiones formales del modelo matemático, sin referencia a la realidad. Las versiones corrientes de la teoría del equilibrio general se apoyan en presupuestos irreales (p. 161). Algunos de estos supuestos son necesarios para la aplicación del formalismo matemático.

Otros presupuestos hacen abstracción de las características esenciales de una economía capitalista; por ejemplo el supuesto de rendimientos de escala no crecientes, que dificulta la integración al modelo del cambio económico y el progreso tecnológico. También se hace abstracción del dinero, es decir, de la diferencia de una economía de mercado de una economía de trueque.

Otro defecto de la teoría del equilibrio general es que no explica el mecanismo por medio del cual se alcanza el equilibrio. El hecho de que la teoría neoclásica del equilibrio, en la mayor parte de sus modelos, no puede indicar un proceso realista que conduzca al equilibrio muestra que no está en condiciones de explicar qué constituye el nexo social de la acción de los individuos en el mercado. En los clásicos este asunto se escondía detrás de la figura de la mano invisible, en los neoclásicos no se aborda. Entre más modelización menos teoría social que fundamente el conocimiento de la realidad económica.

Clásicos y neoclásicos

La teoría neoclásica no representa un perfeccionamiento del esquema teórico de los clásicos. El paradigma neoclásico se apoya sobre una nueva problemática: un nuevo núcleo de afirmaciones viene concebido como inmediatamente evidente y constituye la base de un nuevo programa de investigación. Se plantean preguntas nuevas y se desarrolla un nuevo concepto de economía. (p. 162).

La diferencia más evidente entre la teoría de los clásicos y la teoría marginalista es que el fundamento de la conceptualización económica no es el trabajo sino la utilidad. En el centro de la indagación económica ya no está el productor, sino el consumidor. Mientras que para los clásicos las necesidades subjetivas determinaban solamente la estructura material de la producción, ahora determinan el valor de los productos y se convierten en el fundamento evidente de la ciencia económica. Con esto cambia la perspectiva desde la cual se hace de la economía un objeto de indagación teórica. Para el marginalismo la esfera propiamente económica es la circulación y no la producción, dado que parte de la relación del individuo con el objeto, y no de la producción. (p. 163). Mediante la relación entre oferta y demanda se determinan en el mercado los precios de las mercancías y los factores de producción. La distribución de los factores productivos entre diversas personas se presenta como una casualidad extra-económica, con lo cual resulta imposible una comprensión económica de las relaciones de clase.

Ahora, los intereses de los economistas se enfocan en los problemas microeconómicos y no en los macroeconómicos. Se busca explicar el comportamiento económico sobre la base del cálculo de la utilidad o de las preferencias. No interesa estudiar las tendencias de largo plazo del desarrollo económico, sino la formación de los precios. Del estudio de la producción y distribución de la riqueza se pasa al análisis de la asignación óptima de los recursos.

Esto se relaciona con una concepción de una actividad entendida como una dimensión universal humana: lo económico sería todo comportamiento que busca alcanzar un determinado objetivo con el menor esfuerzo posible. El consumidor que maximiza su propia utilidad, el emprendedor que maximiza su ganancia, el automovilista que busca el trayecto más breve para ir de un lugar a otro; todos estos se comportan económicamente, en cuanto que buscan emplear de manera óptima sus medios escasos para alcanzar un determinado objetivo. Este nuevo concepto de economía fue formulado claramente por Robbins. Todo aspecto de la conducta humana que buscar obtener un objetivo con el menor esfuerzo es económico. (p. 164).

Con los neoclásicos surge una nueva problemática de la teorización económica, pero sin embargo esta nueva problemática permanece al interior del mismo campo teórico del cual había surgido la economía clásica.

La esencia humana. Como los clásicos, el marginalismo presupone una determinada esencia del ser humano. Por un lado, el ser humano como un individuo con necesidades por satisfacer, por el otro, como un ser que actúa racionalmente, que maximiza la utilidad o, por lo menos, optimiza los medios a su disposición. El marginalismo no se distingue de los clásicos por este concepto de esencia, sino por su utilización. Mientras que los clásicos se servían de este concepto para dar un fundamento a la teoría del valor trabajo, refiriendo el cálculo de la utilidad al trabajo mismo, ahora tal cálculo viene referido inmediatamente a los productos y lleva a la teoría del valor de la utilidad marginal. La teoría marginalista intenta luego de desvincularse de cualquier asunto esencialista, pero el punto de partida permanece: el individuo racional que maximiza.

Igual que en la teoría de los clásicos, el ser humano es completamente no social: en los marginalistas el individuo está de frente a la naturaleza, atomizado. A partir de este individuo aislado y por medio de su comportamiento orientado a la maximización, se debe constituir el tejido económicoEl cambio no es concebido como forma de mediación del nexo social, sino simplemente como un acto entre dos poseedores de mercancía individuales, de modo tal que la explicación de las proporciones de cambio entre ambos casos se realiza recurriendo al cálculo individual.

La teoría neoclásica es ahistórica, un rasgo mucho más evidente que en los clásicos, y con mayor razón en el mundo de los modelos matemáticos del equilibrio general. En Smith, por lo menos, había un cazador y un pescador que intercambiaban un ciervo por un pez; ahora se parte de Robinson en persona, en su isla. Este es el fundamento para desarrollar las leyes fundamentales de la economía.

En los clásicos el capitalismo era considerado no como un modo de producción histórico, sino como el modo de producción adecuado al ser humano, en los neoclásicos se presenta como una simple expresión de la producción humana en general, como la solución más eficiente al problema de asignación de recursos que acompaña siempre a los seres humanos (p. 165).

Empirismo

En la base de la teoría marginalista y neoclásica, y también en la base de la teoría clásica, está el mismo empirismola esencia humana es inmediatamente conocible (o bien, en las teorías más modernas, está simplemente presupuesta, en la forma de un postulado sobre el comportamiento humano), el nexo humano es inmediatamente perceptible; todos los fenómenos económicos se presentan sobre un plano unitario, accesible a la intuición, y en cuanto se trata de fenómenos cuantitativos, pueden ser combinados sin problemas con los medios de la matemática. (p. 165).

El campo teórico común de la economía científica y de la economía (para una crítica de la recepción marxiana de los clásicos- tercera parte)

Por parte de los economistas marxistas, el marginalismo y la teoría del equilibrio general, son tratados normalmente como variantes modernas de lo que Marx llamaba la “economía vulgar”, y, por tanto, como teorías fundamentalmente no científicas (p. 165). En Teorías sobre la Plusvalía Marx distinguió por primera vez en modo sistemático la economía vulgar de la economía científica, es decir, la economía política clásica.

De algunas afirmaciones de Marx podría concluirse que funda la distinción entre la economía política vulgar y la científica simplemente sobre el intento consciente de autores particularesalgunos estarían interesados en la apología, otros sentirían el impulso de captar las conexiones internas. En este sentido Marx contrapone Ricardo a Malthus. Además, en el prólogo a la segunda edición, Marx vincula la posibilidad de una economía científica al estado de la lucha de clases y afirma que a partir de 1830, cuando la lucha del proletariado se hace más peligrosa para los capitalistas, sonó la campana a muerte para la economía científica burguesa. (p. 166). Heinrich considera que es problemático basar la distinción entre economía vulgar y economía científica en las intenciones de los autores. El propio Marx reconoce que algunos apologistas del capitalismo han captado algunas conexiones efectivas, y viceversa, que hay elementos de economía vulgar en algunos representantes de la economía científica.

Marx

Se encuentra en Marx otra determinación de la diferencia entre la economía científica y la economía vulgar. Se trata de diferencia en cuanto al tipo de investigación. La economía vulgar se detiene en los nexos aparentes, en las manifestaciones de la competencia en la forma en la cual ésta se refleja en la conciencia de los agentes de la producción, mientras que la economía científica trata de penetrar en parte estas manifestaciones y exponer el nexo interno. En este caso puede ocurrir que en algunos autores se encuentren al mismo tiempo elementos vulgares y elemento científicos. En Smith distingue Marx un lado esotérico de un lado exotérico (vulgar, encadenado al fenómeno). Igualmente, descubre elementos científicos incluso en Malthus.

Le reconoce a la economía burguesa científica el hecho de que partiendo de la doctrina del valor trabajo trató de captar las diversas formas de ingreso, aparentemente distintas y extrañas una de la otra (ganancia, interés y renta) y de conectarlas con su origen, el trabajo no pagado al trabajador. Por el contrario, la economía vulgar considera que las distintas formas de ingreso existen yuxtapuestas la una de la otra. Sostiene, por tanto, la teoría de los factores de producción, en sus diversas variantes, y se deja engañar de la apariencia de la fórmula trinitaria.

La necesidad de un plano teórico no empírico

Marx distingue entre nexo superficial, solo aparente, que se refleja en la conciencia, y un nexo interno, efectivo. Marx insiste en la necesidad de un plano teórico no empírico en el cual la exposición consiste para él en la operación propiamente científica. Aquí, en nota a pie de página, cita la famosa frase de Marx de “que toda ciencia sería superflua, si la forma fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran inmediatamente.” (p. 168).  Marx considera que Smith y Ricardo, en algunos puntos rompieron el límite de lo puramente empírico, cuando por ejemplo señala que en la sustancia tuvieron una teoría del plusvalor.

 Marx critica a la economía vulgar su empirismo, el permanecer bloqueados en un mero nexo aparente; en los clásicos solo ve malentendidos y reducciones apresuradas. Les reprueba a los clásicos la insuficiente mediación entre los fenómenos empíricos y las leyes que están en su base. Esta crítica, según Heinrich, presupone que en los clásicos ya existe un contenido no empírico. Por lo tanto, para Marx es más decisivo el carácter ahistórico de sus elaboraciones, que su empirismo.

Para Heinrich, ni Smith ni Ricardo distinguen entre diversos planos teóricos; es Marx quien divide su obra en diversos elementos constitutivos. Señala que en el capítulo anterior mostró que es inadecuada la idea de Marx según la cual Smith y Ricardo habrían abandonado el plano de la empiria capitalista. Pero entonces, ni siquiera la capacidad de avanzar hacia el nexo interno no empírico es válida como criterio para distinguir entre economía científica y vulgar (p. 169).

La distinción se encuentra en la problemática

La economía científica y la economía vulgar se distinguen por la problemática. Mientras que los clásicos parten de la relación del individuo con el trabajo y desarrollan una doctrina del valor trabajo, los economistas vulgares sostienen una rudimentaria teoría de los factores de producción y anticipan, por tanto, la problemática del marginalismo, que se basa sobre la relación, mediante las necesidades, del individuo con el producto. Sin embargo, esta diferente problemática no puede justificar una dicotomía entre ciencia y no ciencia. Tanto la economía científica como la economía vulgar permanecen, aunque en diferente medida, enjauladas en el nexo solo aparente de la sociedad burguesa. Esto lo plantea Marx en algunos pasajes. Por ejemplo, en el parágrafo sobre el fetichismo de la mercancía cuando observa que a los productores la relación de su trabajo privado con el trabajo social total aparece en una forma absurda y añade: “Semejantes formas constituyen las categorías propias de la economía burguesa” (p. 169).

Las categorías de la economía científica o la vulgar provienen del mismo campo teórico. Son cuatro los momentos que caracterizan este terreno y que están presentes, en forma diferente en cuanto al contenido, en las diversas teorías de la economía política: antropologismo, individualismo, ahistoricismo y empirismo.

La historiografía de la ciencia económica

La historiografía es siempre también expresión de cómo se piensa el propio posicionamiento en la historia. Cuando se realiza en un momento de convulsión de la ciencia se corre el riesgo de interpretar retrospectivamente la historia como una simple prehistoria de la transformación teórica. Ciertas lecturas de Teorías sobre la plusvalía caen en esta interpretación. Hay una conexión histórico-genética entre la teoría de Marx y las de Smith y Ricardo, pero es una conexión diferente de la conexión conceptual. Para Heinrich, esta última es menos estrecha de lo que el propio Marx supone.

Marx pretendía exponer después de la exposición teórica de las categorías un bosquejo histórico de su tratamiento y evolución. En Teorías sobre la Plusvalía, además de la exposición de las teorías precedentes se encuentra un informe del proceso de investigación. En este sentido, el verdadero objeto de las Teorías del Plusvalor no son las teorías del plusvalor de Smith y Ricardo, sino la teoría del plusvalor del propio Marx.

En el texto se hacen evidentes determinados déficits en la concepción de Marx. Marx logra romper con el campo teórico de la economía política y su insistencia sobre el hecho de que él no hace economía política sino crítica de la economía política, muestra que lo que le importaba era exactamente esta ruptura. Sin embargo, no logra desarrollar suficientemente el concepto de este campo teórico, y esto significa que no podía tener completa claridad tampoco sobre el estatus de su misma teoría, como he mostrado en el capítulo precedente. Esto es especialmente verdadero con relación al contenido no empírico de su teoría del valor y del plusvalor.

Esta insuficiente claridad sobre el estatus de la propia teoría genera también la posibilidad de que determinados elementos del discurso clásico penetren en el discurso de Marx. (p. 171).

Notas

[1]  Michael Heinrich, La scienza del valore. La critica marxiana dell ´economia política tra rivoluzione scientifica e tradizione classica. A cura de Riccardo Bellofiore e Stefano Breda, Traduzione di Stefano Breda, PGRECO Edizioni, 2023.

[2]  Heinrich, Michael, Die Wissenschaft vom Wert, Verlag Westfalisches Dampfboot, Munster, 1999

[3]  Heinrich, Michael, Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2008; Heinrich, Michael, ¿Cómo leer El Capital de Marx? Indicaciones de lectura y comentario del comienzo de El Capital, Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2011; Heinrich, Michael, How to Read Marx´s Capital. Commentary and Explanations on the Beginning Chapters, Monthly Review Press, New York, 2021.

[4] Este texto es una traducción de extractos del capítulo del libro acompañada en algunos casos de alguna observación o frase de conexión. En sentido estricto todo el texto es de Heinrich razón por la cual no se presentan los textos entre comillas.