El nuevo “consenso” de Washington

POR JOSÉ BLANCO

Los centros imperialistas produjeron la más grande desigualdad social de la historia con el modelo neoliberal, mediante inicuos aumentos de la explotación de la fuerza de trabajo en todas partes. Ahora Estados Unidos dice que ha llegado la hora de decir adiós al neoliberalismo. Lo ha dicho mediante sendas intervenciones públicas de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en el Stanford Institute for Economic Policy Research el pasado 4 de marzo, y del consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en la Brookings Institution, el pasado 27 de abril. La de Yellen es su segunda intervención para presentar la que ha llamado economía moderna de la oferta. La de Sullivan, con referencia a la de Yellen, para presentar la política económica internacional de EE.UU., que “integra profundamente la política interior y la política exterior” para “la renovación del liderazgo económico ­estadunidense”.

Se trata del anuncio de un “nuevo Consenso de Washington”, aunque Sullivan lo niega expresamente: si lo que quiere decirse es que EE.UU. va “solo, o acompañado sólo de Occidente excluyendo a los demás” es una idea “sencillamente errónea”, dice. Sullivan se equivoca; no era “solo o acompañado” que el término aludía. El Consenso de Washington debe su nombre al consenso entre el FMI, el Banco Mundial y la Oficina del Tesoro, tres instituciones con domicilio en Washington. El término fue acuñado por el economista británico John Williamson para “describir un paquete de reformas estándar para países en desarrollo azotados por la crisis financiera”: la ferocidad “estándar” del sistema financiero –por entonces internacionalizado–, encima de los países periféricos.

Después de ser anunciado por Yellen, el consenso no tuvo que esperar ni un minuto para que el FMI y el Banco Mundial se alinearan al consenso. EE.UU. trata ahora de formular un paquete de nuevas reformas “estándar” y claro que no va solo: debe ser observado no sólo por los “países en desarrollo”, sino por todo Occidente: coherencia entre la política económica interna y la externa, como ha dicho Sullivan, para la renovación del liderazgo [léase dominio] económico estadunidense. Resulta obvio que sus socios de la Unión Europea (UE), Canadá y Japón se alinearán rápidamente al nuevo “consenso”. El dominio de EE.UU. sobre la UE es hoy más profundo que en cualquier otro momento de la historia.

EE.UU. enfrenta hoy 1) el ascenso de China como potencia económica rival y 2) el agotamiento y fracaso del “modelo” neoliberal para mantener el crecimiento de las ganancias de las empresas capitalistas. Sin este crecimiento no hay inversión ni empleo, sino estancamiento económico e inestabilidad política. Es la constante del presente. Así que la “economía moderna de la oferta” de Yellen pide la reactivación severa de la inversión pública, que había sido desechada por el neoliberalismo.

En 1980 el PIB de China era 1.7 por ciento del PIB mundial, en dólares corrientes; en 2020 era 17.3 por ciento. El PIB de EE.UU. era de 25.2 en 1980 y del 24.7 por ciento en 2020. El PIB del G7, club de los ricos (Alemania, Canadá, EE.UU., Francia, Italia, Japón, Reino Unido), era en 1980 el 62.5 por ciento del PIB mundial; en 2020 era 47.2 por ciento. La diferencia entre el dinamismo económico de China y el de los demás es abismal. Además, China avanzará acompañada del grupo BRICS, que representa 25 por ciento del PIB mundial, 30 por ciento del territorio planeta y 40 por ciento de la población del mundo. EE.UU. tiene estas poderosas razones para buscar alternativas de crecimiento, mientras bloquea de todas las formas posibles a China.

Por demasiados lustros la economía de Occidente ha probado su fuerte tendencia al estancamiento, mientras produce desigualdad sin freno. Es ahora con la nueva economía moderna de la oferta que Yellen apunta a factores claves: “Las disparidades entre personas y lugares [es decir, la desigualdad], dice Yellen, coexisten con una macroeconomía que actualmente sufre graves problemas de crecimiento a largo plazo…, el crecimiento en las próximas décadas será lento, limitado por el lento crecimiento de la productividad”. Yellen sabe que el mercado no arreglará nada, de modo que anuncia el nuevo papel de la inversión pública: este enfoque aumenta la productividad laboral mediante un mayor capital físico, tanto público como privado, un mayor capital humano y avances en ciencia y tecnología.

Aumento de la productividad, es la clave. A estas alturas de la acumulación de capital por el sistema capitalista, se requieren montos fabulosos de inversión pública con innovaciones técnicas sin precedente. El desastroso acuerdo de Biden sobre el techo de la deuda y la inteligencia artificial, más alharaca que realidad técnica eficiente para la producción, muestran las duras realidades que EE.UU. tiene en el presente y el futuro previsible.

Por cierto, el adiós al neoliberalismo mediante la “economía moderna de la oferta” no dice ni media palabra sobre el sistema financiero internacional, pieza central del capitalismo neoliberal.

La Jornada, México.

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