POR TELMA LUZZANI
¿En qué punto puede detenerse una caída, descansar en una meseta o, incluso, encontrar la fuerza para volver a ascender? ¿En qué medida un país que ha llegado a ser el más poderoso del planeta puede evitar un declive catastrófico, una vez que ha comenzado su decadencia?
Esta pregunta ha empezado a aparecer insistentemente en algunos sectores del “deep state” estadounidense, cada vez más preocupados por las crecientes tensiones internas y, simultáneamente, por la pérdida de liderazgo de su país en el mundo. La respuesta que obtuvieron no fue nada alentadora.
El Pentágono encargó a la Rand Corporation -un laboratorio de estrategias y análisis al servicio del gobierno norteamericano, especialmente de las Fuerzas Armadas y de las agencias de inteligencia –una serie de estudios para medir la posición de Estados Unidos frente a China y el mundo. El resultado fue un documento de 126 páginas, presentado el pasado 30 de abril, que básicamente alerta que el país podría entrar en una “espiral descendente de la que pocas potencias en la historia se recuperaron alguna vez”.
La Rand es un sofisticado centro de investigación con más de 1.800 expertos (desde analistas de sistemas y politólogos hasta economistas y estrategas militares, siempre los más calificados de cada disciplina) dedicado a diseñar y desarrollar grandes proyectos para Washington. Hay múltiples ejemplos. La Rand aportó muchos de los principios utilizados para la creación de Internet, para programas espaciales, inteligencia artificial o, incluso, juegos de guerra. Sin embargo, uno de sus aportes más conocidos es el detallado plan “Sobreextendiendo y desbalanceando a Rusia” de 2019, proyecto que deja claro que EE.UU. fue el que provocó la guerra de Ucrania cerrándole todos los caminos a Rusia.
La investigación requerida ahora por el Pentágono sobre la actual crisis estadounidense y la posibilidad – o no- de revertir su decadencia estuvo dirigida por Michael J. Mazarr, politólogo, exdecano de la Escuela Nacional de Guerra, asistente senior en Defensa del Congreso estadounidense y asistente principal del Comandante del Estado Mayor Conjunto. Mazarr enfoca su análisis a partir de una pregunta clave: “¿Qué ha llevado a la relativa caída de la posición de EEUU en el mundo?”.
“Hicimos una profunda revisión de la teoría política y de los textos que estudian el ascenso, el declive, el dinamismo, el estancamiento y la caída de las potencias en la historia. Estudiamos también el colapso social y las tendencias económicas. Identificamos un conjunto de casos y, en esta primera fase del estudio, revisamos en detalle: 1) la Roma antigua; 2) la dinastía Song de China (960-1279), el primer gobierno en la historia mundial que usó el papel moneda; 3) la Italia del Renacimiento; 4) el Imperio de Suecia o stotmaktstiden (“la era del gran poder”) en el siglo 17 y principios del 18; 5) la España imperial; 6) Francia de los siglos 18 y 19; 7) el Imperio Otomano; 8) el Imperio Austrohúngaro 9) la era Meiji en Japón y 10) la Unión Soviética”, enumera Mazarr.
La conclusión fue lapidaria: “cuando las grandes potencias han perdido una posición de preeminencia o liderazgo debido a factores internos, rara vez han revertido esta tendencia”.
Casualidad o no, en enero de 2024, Emmanuel Todd, el historiador y politólogo francés que saltó a la fama por haber anticipado la caída de la Unión Soviética, publicó su último libro ‘La derrota de Occidente’ donde anticipa y explica el irreversible derrumbe de EE.UU. y Europa.
Según él, Occidente ya no es un modelo de democracia liberal sino una plutocracia, donde “los megarricos son la minoría más protegida”. EE.UU., por su parte, es “un imperio privado, una organización fundamentalmente militar cuya única ética es el poder y la violencia”.
La advertencia del ensayista francés encendió alarmas rojas. Si Todd, en su libro ‘La caída final. La descomposición de la esfera soviética’ de 1976, predijo el colapso de la URSS ¿estará anticipando otro acontecimiento histórico con su nuevo libro sobre Occidente?
“Fue al observar el aumento de la mortalidad infantil en Rusia entre 1970 y 1974, y la suspensión de la publicación de estadísticas sobre este tema por parte de los soviéticos, cuando me di cuenta de que el régimen no tenía futuro”, dijo sobre su libro de 1976. En su nuevo texto aplicó el mismo análisis para EE.UU. y buscó demostrar la descomposición social de ese país a partir de cifras como la disminución de la expectativa de vida y el aumento de la mortalidad infantil.
“Todo el bloque occidental está en una crisis terminal. Estamos asistiendo a la caída final de Occidente y me baso en tres factores”, argumentó Todd:
1) El declive industrial de EE.UU. y el carácter ficticio de su PBI. En ese país hay una insuficiente formación de ingenieros (y un descenso del nivel educativo en general) además de una merma de la industria productiva: ambas cosas se necesitan en caso de guerra.
2) El fuerte aumento de las tasas de mortalidad en EE.UU. Todd subraya los altos índices de suicidios y homicidios y la supremacía de un nihilismo imperial expresado en la obsesión por la Guerra Infinita.
3) La decadencia intelectual, la desaparición de la ética del trabajo y una codicia masiva, cuyo nombre oficial es “neoliberalismo”. Todd explica esto a partir del colapso del protestantismo. “Mi libro es básicamente una secuela de ‘La ética protestante y el espíritu del capitalismo’ de Max Weber”, explica. “En vísperas de la guerra de 1914, Weber creía con razón que el ascenso de Occidente era, en el fondo, el ascenso del mundo protestante. El protestantismo había producido un alto nivel de educación, sin precedentes en la historia de la humanidad, la alfabetización universal, porque exigía que cada fiel pudiera leer la Biblia. Por otra parte, la necesidad de sentirse elegido por Dios condujo a una ética del trabajo y a una fuerte moral individual y colectiva que produjo un considerable avance económico e industrial».
Todd agrega además un interesante análisis sobre la (supuesta) futura derrota de la OTAN. “Observamos que su mecanismo militar, ideológico y psicológico no existe para proteger a Europa Occidental, sino para controlarla”, escribe. Según él, la guerra de Ucrania conducirá a la derrota de esa alianza militar. “El histórico eje París-Berlín ha sido sustituido por el eje Londres-Varsovia-Kiev y eso es el fin de Europa como actor geopolítico autónomo».
El informe de la Rand Corporation tiene un título optimista –“Las fuentes del renovado dinamismo nacional”– pero las conclusiones, en la misma línea de lo pronosticado por el ensayista francés, sugieren un declive que requiere una “renovación nacional anticipatoria” muy difícil de lograr. Según el experto norteamericano Michael J. Mazarr la “espiral descendiente” de EE.UU. se ha acelerado por cuestiones internas y no tanto por factores externos como el creciente desafío directo de China y la pérdida de poder e influencia sobre las naciones en desarrollo.
Dice Mazarr: los factores internos que determinan la irreversibilidad de la pérdida de la hegemonía son:
1) la desaceleración del crecimiento de la productividad,
2) el envejecimiento de la población,
3) la polarización del sistema político y
4) un entorno informativo cada vez más corrupto.
El documento subraya el tercer punto: la falta de consenso (a menudo extrema), tanto en la sociedad como entre los líderes políticos, no permite encontrar la forma de abordar los problemas y acelera la decadencia.
En un año electoral, cuando las contradicciones internas se exponen al desnudo y los desafíos económicos aumentan, solo puede esperarse que el declive de EE.UU. se acelere. No será en esta década ni en la próxima, pero según los expertos su destino está escrito.
El Destape, Buenos Aires.