Fragmentada con 20 precandidatos, sin credibilidad y cambio de discurso, la oposición de ultraderecha en Venezuela se alista a participar en las elecciones de 2024

POR OCIEL ALÍ LÓPEZ /

En 2024 ocurrirá un evento constitucionalmente inevitable en Venezuela como la elección presidencial, y la oposición de ultraderecha está preparándose para ese escenario.

El nuevo paso que ha dado la coalición opositora, denominada Plataforma Unitaria, con el simulado apoyo de Washington, es la definición de la fecha para realizar sus elecciones internas que, según informó la Comisión Nacional de Primarias (CNP), se han previsto para el 22 de octubre de este año. El objetivo es escoger un aspirante único entre casi una veintena de precandidatos.

Se impone el redil electoral

Cuando en 2018 fueron convocados los comicios presidenciales, la oposición, siempre de la mano de la agenda trumpista, decidió descartar una salida electoral a la crisis de Venezuela para intentar rutas golpistas e incluso intervencionistas. Erróneamente, sus dirigentes pensaron que en pocos días estarían en el gobierno.

Ahora que la fecha electoral se acerca nuevamente, ya toda la oposición, desde los más moderados hasta los más radicales, ha decidido participar en el redil electoral y desechar, por los momentos, la vía insurreccional, fracasada una y otra vez.

Ya la CNP ha anunciado que pedirá cooperación ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), lo que implica un reconocimiento a esta institución que ha sido tan atacada por la oposición y cuya “parcialidad” ocupó el argumento central para intentar justificar una invasión a Venezuela.

Todo esto quiere decir que el ambiente opositor ya es otro, que ha cambiado su gramática y hasta su repertorio de demandas.

En 2019, sus líderes competían por enarbolar los discursos más radicales contra el presidente Nicolás Maduro. Ahora su preocupación se dirige hacia la pugna interna entre una explosión de precandidatos y señalamientos mutuos, después de la derrota estratégica del interinato de Juan Guaidó, que se ensayó desde 2019 hasta hace pocas semanas, cuando fue disuelto.

El inicio de la precampaña electoral de 2024 y la alineación de todos los sectores políticos, sin excepción, hacia este objetivo, indica una evidente normalización política, que aún es inestable, pero que marcha de manera consensual. Al parecer, ya nadie de la oposición quiere “patear la mesa”, sino ir a elecciones, lo que tanto rechazaron inexplicablemente una y otra vez durante el último lustro.

De momento, del repertorio de oposición ya no salen amenazas, llamados al bloqueo financiero ni pedidos de invasión estadounidense. Ahora, hasta los más radicales, como la ultraconservadora María Corina Machado, prefieren moderar, suavizar sus palabras y varios otros prefieren cambiar de enemigo público número uno, ubicando ahora a algún adversario opositor. Los discursos agónicos ceden a llamados de esperanza. Es el libreto  a seguir ordenado desde EE.UU.

El escenario ha cambiado de manera diametral y la oposición ya no puede perder la oportunidad de las presidenciales. Pero primero tiene que entrar al hilo constitucional, de donde se ha salido, comprometiéndose a respetar procesos y resultados. Su llamado insurreccional ha tenido un alto costo, que puede observarse en la cantidad de líderes inhabilitados, bases políticas fragmentadas y la dispersión de sus respaldos.

La oposición de ultraderecha viene de sufrir una derrota muy difícil de digerir y que ha dejado un cúmulo de dilemas que tiene que resolver para regularizarse en la vida política nacional.

El dilema del CNE

Las inhabilitaciones existentes son el principal dolor de cabeza del ente encargado para organizar las primarias, ya que lo colocan en un dilema: si el CNE impide la postulación de inhabilitados por el Estado para ocupar cargos públicos, pone en riesgo la unidad opositora, ya que pueden surgir candidaturas fuera de la coalición.

Pero si la Comisión permite la libre competencia de los inhabilitados, y alguno de estos llegara a ganar las primarias, la oposición estaría eligiendo una candidatura anulada de antemano. Esta situación podría desembocar en un nuevo episodio de ruptura con la institucionalidad electoral y, con ello, quedar nuevamente fuera de la carrera presidencial del 2024. Esto aún es posible.

Explosión de precandidaturas

Por ahora, casi una veintena de precandidatos, provenientes de varios sectores, pugnan por colocarse en una posición ganadora para el inicio de la campaña.

El sector radical posee varios candidatos, como María Corina Machado y Juan Guaidó (ambos inhabilitados). El partido Primero Justicia (PJ) posee tres aspirantes: Carlos Ocariz, Juan Pablo Guanipa y Henrique Capriles Radonski (los últimos incapacitados políticamente para postularse).

El histórico partido Acción Democrática (AD) posee dos precandidaturas, la de Carlos Prosperi y Bernabé Gutiérrez (este último no se sabe si participará en las primarias o se lanzará fuera de la coalición).

El partido Un Nuevo Tiempo (UNT) tiene un candidato que sale entre los favoritos, se trata del gobernador Manuel Rosales, quien ganó cómodamente en Zulia, uno de los estados más importantes del país.

Además de estos, hay muchos otros aspirantes que provienen de movimientos más pequeños. Aunque algunos han tenido bastante figuración mediática, no cuentan con maquinaria pero igual pretenden lograr su abanderamiento.

En medio de esta fragmentación, se asoma por primera vez la posibilidad de que el escogido sea un ‘outsider’. Benjamín Rausseo, un humorista –popularmente conocido como ‘Er Conde del Guácharo’– que anteriormente había competido sin éxito por la presidencia. Su oportunidad actual se basa en la deslegitimación de los políticos que vienen de ser derrotados en su afán rupturista.

Ante este escenario de atomización, solo hay consenso en la necesidad de abandonar el discurso insurreccional y en retomar la ruta electoral. Esto último indica, de manera evidente, una normalización de la política venezolana después de tantos años de llamados abstencionistas por parte de la oposición.

Actualidad RT

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