La arquitectura de la crítica de la economía política

POR ALBERTO MALDONADO COPELLO /

En la introducción a este capítulo del libro ‘La scienza del valore’ (pp. 255-259), su autor Michael Heinrich, describe la producción de Marx desde 1857 e informa sobre los textos producidos, de los cuales solamente se publicaron dos en vida de Marx. Menciona la intervención de Engels tanto en las últimas ediciones de El Capital en alemán, como en la edición de los tomos II y III. Considera Heinrich que en el tomo I Engels interviene en algunas partes, incorporando textos de la edición francesa y otros del manuscrito de adiciones y comentarios que Marx preparó cuando estaba elaborando la segunda edición del tomo I.

De otra parte, considera que hay una intervención mucho mayor en los tomos II y III, especialmente en el tercero. Los materiales dejados por Marx fueron organizados por Engels tratando de dar una idea de un producto acabado en la medida de lo posible, aunque evidentemente se trataba de materiales en proceso de elaboración. Aún más, el tomo III se basa en los manuscritos de 1864-1865, mientras que el tomo II se basó en manuscritos elaborados posteriormente, con lo que el tomo III es, por así decirlo, un trabajo menos elaborado, que además no se benefició suficientemente de los progresos teóricos de Marx. Considera Heinrich que esto es problemático con respecto a temas cruciales como la tendencia descendente de la tasa de ganancia, las crisis y el crédito.

La interpretación de la dialéctica marxiana (Marx y Hegel)

Marx define a la dialéctica como la forma de exposición, que está solo esbozada en la Introducción de 1857. En la literatura sobre Marx, tanto de los críticos como de los seguidores, el adjetivo dialéctico se usa a menudo para caracterizar su enfoque global o total, y muchos autores usan el término incluso en forma sobredimensionada, sin aclarar qué entienden por el término.

Parece que la etiqueta dialéctica pretende subrayar el hecho de que las cuestiones examinadas son desarrollos contradictorios e interacciones complicadas entre momentos diferentes (p. 259). En estos casos, la dialéctica no se define solo como una determinada forma de exposición, sino que el curso de los procesos reales se caracteriza como dialéctico. Esta visión se puede asignar principalmente a Engels, aunque también se encuentran algunas observaciones de Marx en esta dirección, aunque incidentales. En el Anti-Duhring, Engels intentó desarrollar una concepción sistemática de la dialéctica (real) materialista, concibiéndola como: “…la ciencia de las leyes generales del movimiento y del desarrollo de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento.” (p. 259).

Engels distingue tres leyes fundamentales de la dialéctica: la ley de la conversión de la cantidad en calidad y viceversa; la ley de la compenetración (unidad) de los contrarios; la ley de la negación de la negación. En esta concepción la dialéctica se convierte en una ontología, es decir, en una doctrina general del ser que corre el riesgo de hipostasiar las leyes generales del movimiento como resultado abstracto de una determinada fase histórica de las ciencias naturales y social, o de perderse en generalidades tales del ser, compatibles con cualquier contenido, pero por esto privadas de cualquier significado. (p. 260).

Heinrich dice que en el resto de su texto se va a enfocar en la exposición dialéctica como método de explicación científica. Marx escribió en una carta a Engels que era necesario mantener una determinada sucesión en la exposición, porque de lo contrario se arruinaría todo el método dialéctico de desarrollo. Pero Marx no expuso detalladamente en qué consiste su método dialéctico ni caracterizó la explicación dialéctica; pero, en compensación los intérpretes de este método han llegado a ser un ejército.

Menciona diversas interpretaciones y señala que en muchas de ellas se presupone que la dialéctica de Marx no ofrece a las afirmaciones científicas un cuadro específico argumentativo. Este es el asunto que Heinrich quiere afrontar. Menciona una tendencia interpretativa dominante en el ámbito marxista que entiende el desarrollo dialéctico de las categorías como el reflejo abstracto del desarrollo histórico efectivo.

Marx distingue entre dos diferentes objetos teóricos: a) el devenir histórico del capital, que depende de condiciones externas; b) el capital devenido, que produce él mismo sus propios presupuestos. El conocimiento del segundo objeto, sin embargo, no presupone el conocimiento del primero. Es todo lo contrario: el conocimiento de aquello que se ha desarrollado históricamente abre el conocimiento de lo menos desarrollado, cosa que Marx subraya varias veces. Una interpretación adicional trata de definir la especificidad del modo de exposición dialéctico desde la perspectiva de la filosofía hegeliana. (p. 262).

Heinrich menciona en las páginas 262 a 264 varios autores en esta perspectiva. Decide concentrarse en examinar la postura que ve en las figuras argumentativas hegelianas la clave decisiva para la comprensión de la crítica de la economía política, sosteniendo que es necesario haber entendido primero a Hegel para poder entender a Marx. Heinrich encuentra problemática principalmente la tesis según la cual Marx habría traspuesto las categorías hegelianas. Marx considera que esto no es posible, aplicar unas categorías lógicas externas a una materia; y señala que Hegel también consideraba que esto no era posible. (p. 265). Las categorías lógicas de Hegel, precisamente, no organizan un contenido exterior, sustituible con cualquier otro. Se refieren siempre solo a sí mismas.

Pero Marx siempre trata con un objeto exterior; su exposición debe expresar la conexión de este material. Por tanto, la relación de Marx con Hegel podría ser de simple coqueteo, lo que no significa que la filosofía de Hegel no haya jugado algún papel en la crítica de la economía política. Significa que no se trata de una adopción de las categorías de Hegel sino de un estado determinado de la problemática que habría sido retomado de la filosofía hegeliana. Se puede, como plantea Theunissen, señalar que hay una semejanza en la estructura de la Lógica y de El Capital, en el sentido de que son exposición de las categorías y al tiempo crítica. En esta perspectiva el asunto de la relación entre Marx y Hegel se puede plantear en una forma significativa. Pero aclarar esta relación, que requiere un conocimiento profundo de Hegel y de Marx, no puede ser una precondición para comprender adecuadamente la crítica de la economía política (p. 267).

La exposición dialéctica como forma de explicación científica

En esta parte Heinrich aborda el tema de la especificidad dialéctica del modo marxista de exposición, en la medida en que es necesario para la argumentación de los siguientes capítulos. Es necesario seleccionar los textos de Marx pertinentes para este fin. Algunos autores consideran que en la Contribución a la crítica de la economía política de 1859 y en El Capital Marx popularizó la exposición, en comparación con los Grundrisse. Para comprender el método habría que partir de los Grundrisse, del manuscrito preparatorio de la Contribución y de un breve esquema de la obra esbozado por Marx en una carta a Engels de 1858. A Heinrich esto le parece problemático, porque no solo hay popularización sino también precisiones y desarrollos. (p. 267-268).

Como se señaló antes, Marx afirma que la exposición del todo concreto pensado en Hegel es un producto del concepto que piensa por fuera o arriba de las intuiciones y de las representaciones y que se genera a sí mismo. Por su parte Marx considera que la exposición es un producto de la elaboración en conceptos de las intuiciones y las representaciones. Se trata tanto en Hegel como en Marx de un desarrollo conceptual. En el caso de Hegel este desarrollo se da en sí mismo, independientemente de lo empírico, mientras que en el caso de Marx se trata de la conexión entre conceptos que se elaboran del material empírico pero que no se resuelven en abstracciones nominalistas, sino en universales reales.

Marx no se limita a disponer los conceptos singulares uno al lado del otro como elementos autónomos, sino que los pone en un orden determinado, no un orden externo sino un orden que expresa relaciones esenciales entre las categorías. Marx considera que este orden es requerido por el objeto mismo, como ocurre en todo sistema orgánico: toda relación económica presupone la otra en la forma económica burguesa, de tal modo que cada momento es puesto al mismo tiempo que presupuesto.

 El inicio de la exposición. Dado que la exposición necesita un inicio, este presupuesto recíproco debe ser forzado conceptualmente; un primer presupuesto es la distinción entre relaciones simples y relaciones complejas. Las relaciones simples presuponen también las relaciones complejas pero pueden ser fijadas inicialmente en categorías que no presuponen categorías en que tienen expresión relaciones más complejas. Por ejemplo, la categoría del valor precede a la categoría capital, pero de otra parte, el desarrollo en forma pura presupone a su vez un modo de producción basado sobre el capital (p. 269).

En la categoría más simple la relación simple se expresa inicialmente sin referencia a las relaciones más complejas; en este sentido esta categoría simple contiene siempre una abstracción. Pero las determinaciones de la categoría simple no pueden captar completamente la relación simple, son incompletas. En el nivel de exposición alcanzado, esta incompletitud es necesaria, dado que se abstrae de la relación que esta categoría tiene con las otras, ella debe resultar incompleta.

Pero la manera en que se manifiesta la incompletitud muestra al mismo tiempo la forma en que se puede remediar mediante una categoría posterior: la primera categoría se refiere más allá de sí misma, a la segunda categoría, que a su vez es incompleta, hasta que no es expuesta la totalidad del modo de producción burgués. De este modo la exposición dialéctica proporciona un nexo explicativo determinado entre las categorías singulares: la secuencia de las categorías, la transición de una categoría a la siguiente no es, por tanto, un asunto de didáctica, sino que posee ella misma un contenido específico informativo.

Marx define a menudo aquello que es incompleto en una categoría como una oposición o una contradicción entre sus diferentes determinaciones; este modo de expresarse ha dado lugar a muchas discusiones sobre la relación entre la dialéctica marxista y la lógica formal. Muchos autores han interpretado esta contradicción como lógica-formal. Marx mismo se opuso a la identificación entre la contradicción dialéctica y la contradicción lógico-formal. Marx consideraba a veces enunciados contradictorios en el sentido lógico formal; el desarrollo dialéctico no suspende de hecho las leyes de la lógica formal, pero no deben confundirse. El contenido de la incompletitud categorial no puede definirse en general, dado que el desarrollo dialéctico debe exponer la conexión del objeto y es el resultado de un proceso de investigación concreto y no de cualquier tipo de mecanismo dialéctico de desarrollo. (p. 270).

Las categorías más complejas resuelven las contradicciones de las categorías más simples, pero en la sociedad burguesa estas contradicciones están siempre ya resueltas. Aquello que se ve es solo el resultado mediato, que por tanto no se presenta de hecho como resultado: es necesaria una construcción teórica, la exposición dialéctica justamente, para mostrar que aquello que parece inmediato es un mediato; la autonomía de lo inmediato se revela así ser mera apariencia y permite criticar aquellos modos de utilizar las categorías que se apoyan sobre la apariencia de autonomía e inmediatez. (p. 271).

A partir de lo anterior se hace comprensible lo que pretende Marx con la unidad de la exposición y la crítica, que se ha mencionado antes; la crítica de las categorías que están en la base de la economía burguesa no viene desarrollada desde el exterior, sino que debe resultar ella misma de la exposición dialéctica de estas categorías. (p. 271).

Entre las categorías simples surge un nexo determinado, una relación conceptual de desarrollo, que debe expresar las conexiones de las relaciones económicas de la sociedad burguesa. La organización de las categorías, de este modo, reproduce la organización del objeto real, pero esta reproducción conceptual no puede ser una simple copia porque expone mediaciones invisibles (en cuanto que siempre están dadas en el resultado). Ni las categorías simplesni las transiciones categoriales tienen correspondencia empírica inmediata; en la sociedad burguesa no existe la mercancía sin determinaciones de precio, con la cual comienza la exposición de El Capital, ni un paso de la mercancía al dinero.

Las categorías que aparecen en la exposición son, por tanto, abstracciones, pero no conceptos genéricos construidos en forma nominal, sino universales reales. Pero Marx no recae en la filosofía de la esencia. Cuando Marx se refiere al contraste entre las relaciones esenciales y las meras manifestaciones fenoménicas, como en la célebre frase “toda ciencia estaría de más si la esencia de las cosas y su forma fenoménica coincidieran directamente”, no entiende Marx por esencia aquí la concepción normativa que se contrapone a la realidad empírica, sino conceptualizaciones no empíricas que hacen posible la comprensión conceptual de aquello que se manifiesta empíricamente. (p. 272).

Por tanto, el desarrollo conceptual en El Capital se diferencia de una simple sucesión de modelos siempre menos abstractos. Varios autores interpretan la exposición de El Capital en este sentido, lo que llevó a Helberger a considerar que lo que importa no es el desarrollo sino la formulación definitiva de la teoría. Heinrich señala que hay una diferencia entre la exposición en desarrollo y la mera sucesión de modelos siempre más complejos. Si el procedimiento de la exposición se reduce a la progresiva eliminación de cláusulas restrictivas, entonces un determinado orden de sucesión puede ser motivado, efectivamente, solo por razones pragmáticas o didácticas; a fin de cuentas le correspondería al teórico decidir en qué orden dejar caer las cláusulas restrictivas.

Por el contrario, es justo mediante el desarrollo conceptual que este proceso debe expresar el nexo entre las categorías expuestas. Lo que hace Marx no es investigar primero una economía mercantil sin dinero y sucesivamente otra economía con dinero, sino más bien trata de captar el nexo necesario entre la mercancía y el dinero. La exposición de la economía burguesa, por tanto, no está dada por un último estadio concreto, sino del progreso total del desarrollo conceptual. (p. 272).

En el curso del progreso llega a ser claro en qué sentido el modo de producción capitalista produce sus propios presupuestos: aquello que al inicio de la exposición ha sido presupuesto, viene al final mostrado como puesto por el capital mismo. Marx habla del curso circular de la exposición (p. 272). Pero la exposición dialéctica encuentra límites. El hecho de que la producción capitalista desarrollada produzca sus propios presupuestos significa que históricamente ella debe partir, de otros presupuestos (no producidos por la producción capitalista). Esto hace que el método revele los puntos en los cuales se debe insertar la consideración histórica, en los cuales la economía burguesa como mera forma histórica del proceso de producción reenvía, más allá de sí misma, a modos históricos de producción precedentes.

El presupuesto general. El desarrollo dialéctico de las categorías tiene siempre como su presupuesto objetivo la producción capitalista desarrollada en su totalidad. Pero la exposición del proceso histórico de la formación de esta totalidad cae por fuera del desarrollo dialéctico de las categorías. Por ejemplo, en la transición del dinero al capital está presupuesta la existencia del trabajador libre. Su existencia es el resultado de un largo proceso histórico de configuración económica de la sociedad; en este punto se muestra concretamente cómo la forma de exposición dialéctica es correcta solo si se conoce sus propios límites.

La exposición dialéctica domina en cierta medida la exposición histórica. La exposición dialéctica de las categorías determina en qué momento insertar el tratamiento histórico. Por ejemplo, la existencia de la fuerza de trabajo como mercancía al principio está simplemente presupuesta en la exposición del capital; en El Capital los procesos históricos que han llevado a este presupuesto son esbozados por Marx solo en el capítulo sobre la acumulación originaria, es decir, al final de la exposición del proceso de producción del capital y no al inicio. Si fuera correcta la interpretación historicista, entonces este tratamiento debería encontrarse al comienzo, en cuanto el capital resultaría comprensible como resultado de la historia de su formación (p. 274).

Pero la exposición de Marx tiene un esquema diferente. Solo sobre la base del análisis del proceso de producción capitalista se comprende que el presupuesto histórico fundamental del modo de producción capitalista es la separación de los productores inmediatos de los medios de producción (y no, por ejemplo, la acumulación de tesoros monetarios en las manos de pocos). Algo similar puede decirse de los textos históricos sobre el capital comercial y el capital usurario. Pero, además, el elemento histórico no viene incluido en la exposición solo como presupuesto de un estado de cosas existente, sino que juega un papel también en algunos puntos en los cuales no es posible un desarrollo conceptual posterior; por ejemplo, al referirse al valor de uso de la fuerza de trabajo y su consumo por el capitalista, Marx señala que el capitalista quiere alargar la jornada y el trabajador reducirla, es decir, hay un conflicto entre derechos en el cual finalmente decide la fuerza. Por tanto la duración de la jornada de trabajo no es algo que se pueda determinar conceptualmente, sino que es el resultado de la lucha. (p. 275). Finalmente, también se encuentra en El Capital presentaciones históricas con una tercera función: la de ilustrar relaciones expuestas a un nivel general.

La media ideal. Lo que entra en la exposición dialéctica de las categorías es parte integrante de la exposición del modo de producción capitalista, en su media ideal; no es la expresión de una particularidad histórica o de un determinado estadio de desarrollo de las relaciones capitalistas. Aquí pueden presentarse algunos errores cuando una circunstancia meramente transitoria, pasajera, es concebida como característica de la relación de capital e incorporada en el desarrollo categorial; si en el curso del desarrollo histórico siguiente se vuelve claro que una circunstancia supuesta como universal tenía en cambio un significado solo transitorio, ahora no es suficiente limitarse a integrarlo en la exposición de Marx. Es necesario mostrar que en el desarrollo subsiguiente de la categoría se puede dejar de lado la circunstancia en cuestión. Señala Heinrich que en el siguiente capítulo abordará este asunto con relación a la mercancía-dinero.

El plan originario de los seis libros y la distinción entre capital en general y competencia de múltiples capitales

En la Introducción de 1857 Marx incluye un bosquejo del plan de la obra. Después de la conclusión de los Grundrisse Marx había previsto una división en seis libros, en la cual intentaba en los tres primeros libros -capital, propiedad de la tierra y trabajo asalariado- examinar las condiciones económicas de existencia de las tres grandes clases en las cuales se divide la moderna sociedad burguesa. (p. 276).

El esquema desarrollado hasta 1859:

Libro primero Del capital 

a)       El capital en general

1.       Valor

2.       Dinero

3.       El capital en general

El proceso de producción del capital

El proceso de circulación del capital

Unidad de los dos, es decir, capital y ganancia, interés

b)      La competencia, es decir la acción recíproca de muchos capitales

c)       El crédito

d)      El capital accionario

Libro segundo La propiedad de la tierra
Libro tercero El trabajo asalariado
Libro cuarto El Estado
Libro cinco El comercio internacional
Libro seis El mercado mundial

(p. 276).

La primera publicación, Contribución a la crítica de la economía política de 1859, contiene solamente los puntos 1 y 2 del literal a) del capital en general, del primer libro. Con el manuscrito de 1861-63 Marx intentaba desarrollar el punto 3, con el título de tercer capítulo, el capital en general. Pero luego decide publicar la continuación de la Contribución con una obra autónoma con el título de El Capital. Hay mucha discusión sobre la relación entre la publicación en tres libros y el proyecto general en seis libros.

En 1862 Marx intentaba realizar solo una pequeña parte de su proyecto original de seis libros: aquello que faltaba en la Contribución. Pero en los años siguientes Marx no vuelve a hacer mención del plan de los seis libros, ni tampoco del concepto de capital en general que tuvo importancia central entre 1857 y 1863. Pero, de otra parte, en el plan de los tres libros se encuentran temas que se habían pensado para los libros posteriores sobre la propiedad de la tierra o el trabajo asalariado; también aparecen en el tomo III temas sobre la competencia entre capitales, el crédito y el capital accionario. El hecho de fondo es que Marx abandona el concepto de capital en general.

Sobre el concepto de capital en general

El concepto de capital en general no aparece en El Capital, pero es considerado por algunos autores como el concepto clave para comprender la estructura de la obra. Con la distinción entre capital en general y la competencia de muchos capitales Marx expresa una determinada intuición estructural de la sociedad burguesa. Durante los años 40 el análisis económico de Marx se enfocaba especialmente en los procesos de mercado y Marx veía en la competencia el mecanismo decisivo para la explicación de los fenómenos más diversos (p. 278). Así, en Trabajo asalariado y capital Marx lleva el movimiento de los salarios y el desarrollo de las fuerzas productivas a la competencia. Pero ya en los Grundrisse comienza a tener una concepción diferente.

Plantea que la competencia, locomotora de la economía burguesa, no establece las leyes, sino que las ejecuta; no es el presupuesto de la verdad de las leyes económicas, sino su consecuencia, la forma fenoménica en la cual se realiza su necesidad. Ricardo, por su parte, para indagar las leyes del capital simplemente presupone una competencia ilimitada, que aparece como una hipótesis del estudioso, extrínseca y arbitraria y no como desarrollo del capital mismo, sino como su presupuesto lógico. Marx en los Grundrisse se pone la tarea de explicar la competencia como forma fenoménica de las leyes del capital.

Marx critica aquí el núcleo central de la filosofía moral de carácter burgués liberal, núcleo que había encontrado su expresión clásica en la fábula de las abejas de Mandeville y en la mano invisible de Smith. Sobre esto Marx observó en los Grundrisse: a) los economistas explican el asunto diciendo que cada uno persigue su propio interés y al hacer esto involuntaria e inconscientemente sirven a los intereses privados de todos, a los intereses generales; b) el punto que no destacan es que el interés privado mismo es ya un interés determinado socialmente, y solo se puede alcanzar al interior de las condiciones puestas por la sociedad y solamente con los medios que ella proporciona; c) por tanto, dichos intereses están vinculados a la reproducción de estas condiciones y de estos medios; d) sí es el interés de los particulares, pero su contenido, así como la forma y medios de su relación, están dados por las condiciones sociales independientes de todos. (p. 279).

En otras palabras el interés general burgués no se produce milagrosamente como resultado de la persecución de los intereses privados, sino que está presente desde el principio en el acto mismo de esta búsqueda. Esta es otra forma de expresar la crítica al individualismo del campo teórico de la economía política. No son simplemente los individuos los que constituyen la sociedad, sino más bien las estructuras sociales que hacen posible a los individuos determinadas posiciones a partir de las cuales actúan dichos individuos.

Conceptualmente la competencia no es otra cosa que la naturaleza interna del capitalsu determinación esencial que se presenta y se realiza como interacción recíproca de muchos capitales, la tendencia interna como necesidad externa. La competencia pone en acción las leyes internas del capital; las vuelve leyes coercitivas para el capital individual, pero no las inventa. Las realiza. Querer explicarlas simplemente con base en la competencia significa admitir que no se las comprende.

Marx rompe con su concepción anterior y busca ahora desarrollar esta nueva adquisición con las categorías adecuadas; esta nueva noción no es idéntica a la distinción entre capital en general y competencia de muchos capitales. Esta distinción es más bien el primer intento de fijar categorialmente esta noción. Menciona y critica la posición de Rosdolsky (p. 280). La primera vez que menciona Marx el concepto es en los Grundrisse. El capital en general es el conjunto de las determinaciones que distinguen el valor como capital del valor como mero valor o dinero.

Marx examina el proceso de formación dialéctica del capital, es decir, el proceso por medio del cual una suma simple de valor se transforma en capital, y no la formación histórica del capital. Marx está examinando el capital en su devenir. Aquí Heinrich hace unas reflexiones sobre los requisitos que establece Marx para desarrollar el concepto de capital en general: a) su contenido debe ser expuesto a un nivel de abstracción que no incluya la competencia; b) pero, debe tener la exposición una determinada extensión del contenido que comprenda todas las determinaciones que aparecen visibles en la competencia. (p. 282).

La disolución del capital en general

Cumplir con los requisitos señalados se reveló imposible. Al abordar el proceso de circulación Marx se encontró con el problema de la reproducción simultánea de los elementos materiales del capital y de los medios de subsistencia, la cual puede ser expuesta solamente considerando el cambio entre diferentes capitales. (p. 282). Esto implica que la exposición inmanente del proceso de circulación de capital hace necesaria la exposición de capitales diferentes, lo cual no es posible al nivel de abstracción al cual se trata el capital en general.

Un problema posterior surge al abordar el tema de la tasa media de ganancia. Si se trata de una ley general, debería ser expuesta antes de la competencia, esto es, en la sección sobre el capital en general. Pero Marx ve que precisamente esta ley se examina en la sección sobre la competencia.

En los Manuscritos de 1861-1863 se encuentran varios cambios en la estructura con respecto a los Grundrisse; por ejemplo Marx incluye en el tomo del proceso de producción de El Capital el aumento de la fuerza productiva del trabajo como método para la producción de plusvalor relativo. Igualmente se incluyen temas que estaban previstos para el tomo posterior sobre el trabajo asalariado, como la prolongación de la jornada de trabajo, o el trabajo femenino e infantil. Igualmente se incluyó el tema de la acumulación del capital en el proceso de producción. Todo esto anunciaba el cambio del plan inicial que presentaba en forma separada las condiciones de vida de las tres clases principales.

Con la necesaria inclusión en la exposición de la reproducción del capital social total y de la tasa media de ganancia la vieja concepción del capital en general se disuelve de hecho. Se va conformando una nueva estructura progresivamente a medida que la distinción entre capital individual y capital social total adquiere una importancia siempre mayor.

La estructura de El Capital

En el debate sobre la estructura de El Capital hay dos posiciones con respecto al capital en general. Una posición sostiene que la concepción del capital en general está en la base de la estructura de El Capital, la otra plantea que dicho concepto se disolvió.  Menciona en un par de páginas estas posiciones y señala que el punto clave es precisar cuál es el criterio estructurante de la obra en su versión final. Menciona que en la estructura del primer libro (desarrollado ahora en tres volúmenes) se incluyen ahora los temas del salario, el trabajo asalariado, la acumulación del capital, la ganancia, y la renta de la tierra, por lo cual se abordan las condiciones económicas de existencia de las tres grandes clases sociales. No era posible una exposición separada.

La concepción del capital en general no se disolvió a causa de ampliaciones arbitrarias o de consideraciones generales de tipo metodológico; se disolvió porque la abstracción del movimiento de muchos capitales no permitía desarrollar todas las determinaciones de forma que habrían sido necesarias para para hacer posible el pasaje de la generalidad al movimiento real.

De otra parte, tanto en el proceso de reproducción compleja, como en la tasa media de ganancia, es necesario examinar las relaciones entre el capital individual y el capital social total. Hay una relación compleja, dado que los capitales individuales conforman el capital social y, por tanto, deben ser examinados independientemente, pero por el otro lado, el capital total pone límites al movimiento de los capitales individuales.  Marx se da cuenta de este problema y trata en El Capital tanto el capital individual como el capital social a diferentes niveles de abstracción.

En lugar de la vieja concepción del capital en general y de la competencia, entra ahora la consideración del capital individual y de la constitución del capital social total, en tres niveles de exposición basados uno sobre el otro: el proceso de producción inmediato, el proceso de circulación, y el proceso total (unidad de producción y circulación). Esta estructura surge con claridad de la lectura de los tres libros de El Capital. (p. 290).

En el primer libro de El Capital se considera en primer lugar el capital individual al nivel del proceso de producción inmediato, abstrayendo de la interacción con otros capitales. Inicialmente se trata solamente de la producción del plusvalor y del capital mismo, es decir, de la acumulación. En el capítulo 23 inicia después el estudio de la constitución del capital social completo. Hasta ese momento de la exposición, los capitales individuales solo se distinguen por su dimensión y por su composición orgánica, razón por la cual a propósito del capital total las afirmaciones no pueden más que limitarse a estos aspectos. Hasta este punto, el capital total se presenta como simple suma aritmética de los capitales individuales. Pero ya a este nivel abstracto, sin embargo, se ve como el movimiento del capital total repercute sobre los capitales individuales. (p. 291).

Al nivel de la investigación sucesiva -el proceso de circulación del capital expuesto en el segundo libro de El Capital- en las dos primeras secciones se analizan el ciclo y la rotación de los capitales individuales. Pero ahora los capitales individuales no existen simplemente unos al lado de otros, dado que en la tercera sección el capital social total no está constituido como simple suma de capitales, sino que ahora se interrelacionan y se condicionan mutuamente. Ahora el capital total viene considerado en su proceso de reproducción, que requiere una cierta proporción en términos de valor y en términos materiales, lo que les establece unos límites a los capitales individuales (p. 291).

Pero al comienzo del tomo III Marx expone la transformación del plusvalor en ganancia, inicialmente como proceso del capital individual. A este nivel los capitales individuales productores de ganancia constituyen el capital social total generando una tasa general de ganancia. Pero ahora el proceso no es solo de entrelazamiento, sino de competencia, no en el sentido de la competencia perfecta, sino como un mecanismo específico de socialización, por tanto, un proceso que hace de los capitales individuales partes homogéneas del capital social total. En esta forma, el capital mismo se da cuenta de ser una fuerza social, en la cual cada capitalista participa en forma proporcional a su cuota de capital social complejo. La tasa general de ganancia se genera solo en la competencia de capitales individuales, pero se presenta al capital individual como presupuesto ya listo y determina a su vez su movimiento.

Marx mantiene la distinción entre leyes inmanentes del capital y movimiento real o efectivo; por movimiento efectivo entiende todo lo que tiene que ver con los muchos capitales, independientemente del nivel de abstracción. La exposición de las leyes inmanentes del capital debía por tanto tener lugar en abstracción de todas las relaciones que tienen que ver con los múltiples capitales. Pero ahora, Marx se da cuenta que una exposición de las leyes inmanentes con esta limitación no es posible, y esto significa que el movimiento efectivo de la competencia, en el cual las leyes del capital son simplemente puestas en ejecución, no coincide con el movimiento de muchos capitales, sino que es solo una parte.

Marx señala que el movimiento real de la competencia no es parte de su plan. Su plan es examinar solamente la organización interna del modo de producción capitalista en su media ideal, por así decirlo. Parece que el movimiento efectivo de la competencia es pospuesto para un específico análisis particular de la competencia (p. 292).

Pero permanecen algunos problemas notables, especialmente en el tercer libro. No siempre es claro si al examinar la teoría de la crisis relacionada con la caída tendencial de la tasa de ganancia, o al estudiar el crédito, después de examinar el asunto del capital que produce intereses, si Marx sobrepasó los límites del movimiento efectivo de la competencia, o si incluso en dicho manuscrito pasa de la exposición a la investigación. Con la publicación del manuscrito se puede ver que Engels omitió algunas observaciones de método hechas por Marx, lo cual puede afectar no solo la interpretación, sino también el nivel de abstracción al cual pueden ser tratados el crédito y la crisis.